DE LADRILLO Y YESO
HAY QUIEN SE TOPA CON UNA PARED INMACULADA Y SIENTE EL IMPULSO DE PINTARLA. LOS MURALISTAS VEN LIENZOS DONDE LA MAYORÍA SOLO DISTINGUIMOS LADRILLO Y YESO, HASTA QUE ELLOS LOS CONVIERTEN EN ARTE.
Están ahí, en ese rincón que siempre queda en sombra. También en la fachada de esa peluquería familiar que quería modernizarse y en la zona de fábricas que acoge fiestas clandestinas. Los murales se han integrado en el cuerpo urbano hasta tal punto que a veces, de puro evidentes, no reparamos en ellos. Pero no todos corren peligro de pasar desapercibidos. La obra de Elisa Capdevila (izda.) e Iván Floro (dcha.) acapara miradas en cada fachada que habita, sea en Málaga, Zaragoza, Islandia o California. O en Barcelona, la ciudad que hace 26 años vio nacer a estos dos muralistas que hoy dejan sus firmas en edificios de todo el globo. Capdevila recuerda haber visto por primera vez un mural de grandes proporciones en Berlín. Su primera experiencia llegó después, de la mano de Iván, con quien pintó un paisaje. Hoy, consagrada como muralista profesional, encuentra inspiración en su propia experiencia vital. "Me parece un buen ejercicio el intentar buscar lo interesante dentro de lo mundano", explica. Con sus brochas, las paredes se convierten en cunas con bebés que dormitan, habitaciones cálidas en las que una madre besa a su hija, fotos familiares. Un componente humano que admira en artistas como Euan Uglow. A la hora de aplicar el color, no deja de fijarse en Susan Lichtman. Ambos son recibidos en museos internacionales. Elisa, en ese sentido, les lleva ventaja. "El arte urbano tiene potencial para acercar a la gente al arte y la cultura", señala. "A veces la pintura es completamente desconocida, y el hecho de que haya arte en las calles familiariza a la población con ella". Pero una gran visibilidad entraña una responsabilidad acorde. El muralista debe intentar que su pieza "sea reflejo del lugar donde se encuentra", defiende Floro. Admirador de maestros del siglo XIX como Zorn, Casas o Sorolla, ha creado un estilo propio que combina trazos tradicionales con escenas contemporáneas y a menudo ligadas a la contracultura. Visiones "perturbadoras o inocentes" que disfruta mezclando. Lo que sabe lo aprendió en Internet y en fábricas abandonadas donde practicaba con spray. Ahora que ha pasado de pupilo a maestro, siente que su arte es considerado "un espectáculo". Con todo y con eso, que un mural "pueda competir con un macrocartel publicitario", dice, no es sencillo. Aún tenemos que aprender a admirar el arte sobre ladrillo.