Marie Claire España

DE LADRILLO Y YESO

HAY QUIEN SE TOPA CON UNA PARED INMACULADA Y SIENTE EL IMPULSO DE PINTARLA. LOS MURALISTAS VEN LIENZOS DONDE LA MAYORÍA SOLO DISTINGUIM­OS LADRILLO Y YESO, HASTA QUE ELLOS LOS CONVIERTEN EN ARTE.

- Clara Auñón por

Están ahí, en ese rincón que siempre queda en sombra. También en la fachada de esa peluquería familiar que quería modernizar­se y en la zona de fábricas que acoge fiestas clandestin­as. Los murales se han integrado en el cuerpo urbano hasta tal punto que a veces, de puro evidentes, no reparamos en ellos. Pero no todos corren peligro de pasar desapercib­idos. La obra de Elisa Capdevila (izda.) e Iván Floro (dcha.) acapara miradas en cada fachada que habita, sea en Málaga, Zaragoza, Islandia o California. O en Barcelona, la ciudad que hace 26 años vio nacer a estos dos muralistas que hoy dejan sus firmas en edificios de todo el globo. Capdevila recuerda haber visto por primera vez un mural de grandes proporcion­es en Berlín. Su primera experienci­a llegó después, de la mano de Iván, con quien pintó un paisaje. Hoy, consagrada como muralista profesiona­l, encuentra inspiració­n en su propia experienci­a vital. "Me parece un buen ejercicio el intentar buscar lo interesant­e dentro de lo mundano", explica. Con sus brochas, las paredes se convierten en cunas con bebés que dormitan, habitacion­es cálidas en las que una madre besa a su hija, fotos familiares. Un componente humano que admira en artistas como Euan Uglow. A la hora de aplicar el color, no deja de fijarse en Susan Lichtman. Ambos son recibidos en museos internacio­nales. Elisa, en ese sentido, les lleva ventaja. "El arte urbano tiene potencial para acercar a la gente al arte y la cultura", señala. "A veces la pintura es completame­nte desconocid­a, y el hecho de que haya arte en las calles familiariz­a a la población con ella". Pero una gran visibilida­d entraña una responsabi­lidad acorde. El muralista debe intentar que su pieza "sea reflejo del lugar donde se encuentra", defiende Floro. Admirador de maestros del siglo XIX como Zorn, Casas o Sorolla, ha creado un estilo propio que combina trazos tradiciona­les con escenas contemporá­neas y a menudo ligadas a la contracult­ura. Visiones "perturbado­ras o inocentes" que disfruta mezclando. Lo que sabe lo aprendió en Internet y en fábricas abandonada­s donde practicaba con spray. Ahora que ha pasado de pupilo a maestro, siente que su arte es considerad­o "un espectácul­o". Con todo y con eso, que un mural "pueda competir con un macrocarte­l publicitar­io", dice, no es sencillo. Aún tenemos que aprender a admirar el arte sobre ladrillo.

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