INSTRUCCIONES PARA LEER UNA PÁGINA EN BLANCO
LA ESCRITORA TERRY TEMPEST WILLIAMS RECIBIÓ UN REGALO Y DEVOLVIÓ UNA CARA DE PÓKER. ¿QUé DEBE HACER UNA CUANDO EL REGALO ES UN EMPUJÓN?
Antes de morir, la madre de la escritora Terry Tempest Williams le dijo que le dejaba en herencia un conjunto de diarios, pero con la única condición de que no los abriera hasta que ella ya no estuviera ahí. Desconcertada ante la petición –ni siquiera sabía que su madre escribiera–, Williams respetó su voluntad, quizás pensando que lo que custodiaban aquellas páginas era una suerte de lección vital, aquello que la ayudaría a desentrañar el misterio que era su madre. Cuando llegó el momento de abrir los cuadernos, empezó con el primero de ellos y lo que encontró la dejó aún más perpleja: no había nada. Siguió entonces con el segundo. Con el tercero. Con el cuarto. Los abrió todos y constató que no había ni una mísera mancha de tinta. Estaban en blanco.
Nos enseñan muchas cosas en el colegio, en la universidad, en la vida, pero nadie nos da las instrucciones adecuadas para lidiar con el aparente vacío de las páginas en blanco. Años atrás, tuve esa misma sensación de asombro y extrañeza cuando me adentré por casualidad en una exposición del artista japonés Hiroshi Sugimoto, en cuyas fotografías en blanco y negro se apreciaban diversas pantallas de cine absolutamente resplandecientes y sin contenido.
En 1976, Sugimoto se preguntó: ¿qué ocurre si ruedas una película en un solo fotograma? Buscando una respuesta, introdujo a hurtadillas una cámara de gran formato en un ajado cine del East Village, y la puso en la parte de atrás. Desde ahí, abrió el obturador y, dos horas más tarde, cuando la película terminó, lo cerró. La imagen que consiguió fue la respuesta que había estado buscando: una deslumbrante pantalla que parecía una entrada hacia otra dimensión. Capturó una película entera, con su asombrosa apariencia de vida y movimiento, en una pantalla blanca dentro de un cine oscuro.
La madre de Terry Tempest Williams la eligió como destinataria de sus páginas vacías y le permitió completar los espacios en blanco. Y ahí, del aparente vacío, surgió la escritura. Pero decíamos que no todo el mundo sabe leer entre blancos o imaginar formas de vida en una pantalla que parece inmóvil. En estos días de lidiar con tanta incertidumbre y predicciones, con el "qué ocurrirá a partir de ahora", pienso a menudo en Williams y Sugimoto, en que todo empieza siempre con un interrogante, con una pantalla en blanco que está, en realidad, llena de vida.