La actriz y cantante Jane Birkin, atenta a sus hijas Kate y Charlotte en 1972.
Durante los últimos años las asociaciones de madres solteras se han organizado para reivindicar su existencia y denunciar su abandono. Mientras las familias numerosas, con independencia de la renta, cuentan con diversas ayudas, las madres solas, que encabezan los índices de pobreza, no tienen todavía un reconocimiento legal. Además, en España, los hijos de familias encabezadas por mujeres viudas reciben una protección que no tienen los hijos de madres que cuidan porque se separaron o porque eligieron voluntariamente esa forma de maternidad. ¿Es el abandono institucional hacia las familias monomarentales una forma de discriminar a las mujeres que no cumplen con determinados papeles o que eligen ser madres fuera de la familia tradicional? Las mujeres que cuidan de sus hijos solas son vistas por el mercado laboral como empleadas de alto riesgo y por eso necesitan más ayudas para el cuidado y más protección frente a la discriminación laboral. Antes de esta pandemia, las cifras de diferentes oenegés ya eran alarmantes: uno de cada dos niños de familias monomarentales en España estaba en una situación de riesgo de pobreza y exclusión social. Ahora estas familias solo han ido a peor. Para combatir la desigualdad hay que evitar que esta crisis vuelva a golpear, como siempre, a los y las más vulnerables. Como feministas, además, habrá que evitar que la maternidad se convierta aun más en una carrera de obstáculos y en un camino directo hacia la precariedad y la desigualdad laboral. Habrá que defender a las madres, a todas las madres, sobre todo a las más vulnerables. Y sin dejar por el camino a las mujeres que son madres solas porque han elegido voluntariamente esa forma de maternidad.
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