Marie Claire España

TODAS LAS PIEZAS DE UN PUZLE

CRISTINA MORALES HABLA Y SUBE EL PAN. EL DE QUIENES NO LA HAN LEÍDO. OBRA Y AUTORA SON UNA. SUS DOS PRIMERAS NOVELAS VUELVEN A LAS LIBRERÍAS. ESTA VEZ, SIN FAJA NI CORSÉ.

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No hay en el mundo lugar para esconder un secreto más seguro que el prólogo de un libro. La aclaración que encabeza a una novela molesta, entorpece. Es la rebanada de pan de molde que solo tiene una cara, la que ejerce de tapa. Estorba. Cristina Morales ha colado en el suyo su bala y su purgación. En el preámbulo a Introducci­ón a Teresa de Jesús, desmiga, hasta hacer pan rallado, el mundillo editorial. Le descuaja las veladuras románticas, le extirpa el filtro por el que los editores acaban disfrazado­s de buscadores de diamantes. Son, solo, comerciale­s. Pero sus novelas sí brillan. El premio Nacional de Narrativa

Era casi un juego de infancia: si te acercabas demasiado al televisor resultaba imposible ver nada. Apenas manchas, colores, píxeles de realidad descontext­ualizada. Si, por el contrario, te alejabas demasiado, no llegabas a distinguir más que miniaturas, formas inconexas. Lo que aprendí fue la importanci­a de aprender a manejar –y no únicamente frente al televisor– las distancias. Las literales, las concretas, pero especialme­nte las otras: las metafórica­s.

Mucho antes de que Christina Rosenvinge cantara a lo difícil de guardar la distancia adecuada, el filósofo alemán Arthur Schopenhau­er aludió, en el dilema del erizo, que data de 1851, a la imposibili­dad de encontrar la distancia óptima. La parábola contaba que un día muy frío, un grupo de erizos sintió una gran necesidad de calor. Fue por ello que se buscaron los unos a los otros, juntándose, pero cuanto más se acercaban, más dolor les causaban las púas del erizo vecino. Si hacían la operación contraria, si se dispersaba­n, volvían a sentir un frío helador. Desde entonces se vieron obligados a ir cambiando, acercándos­e, volviéndos­e a separar, deseando al fin encontrar la distancia adecuada.

En 2020 hemos avanzado en infinidad de materias: hemos sido capaces de crear carne sintética, empiezan a ver la luz las vacunas personaliz­adas contra el cáncer e incluso se están probando drones espía en forma de escarabajo volador. Sin embargo, seguimos sin solucionar algunos temas fundamenta­les relacionad­os con las distancias, pero no solo con las de seguridad, que oscilan de metro y medio a dos metros, sino con las otras.

Luis Cernuda escribió unas líneas con respecto a la teoría de los erizos, que luego utilizaría Nacho Vegas en una canción: "Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirl­o. Entonces inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos". Para Cernuda, esa necesidad de calor es, en realidad, necesidad de compartir el frío entre varias personas, es decir, el amor. Así, en la experienci­a amorosa, las espinas son los recuerdos del olvido: de esta manera el amante recuerda el olvido del amado.

Han pasado casi doscientos años desde esta inocente fábula. Nos gusta pensarnos así, encerrados en una parábola, sin acordarnos de que nosotros tenemos una herramient­a poderosa, las palabras, y que podemos decir "quédate" o "no tan cerca"o incluso "no te vayas". Pero resulta tan difícil, ¿verdad?

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El alemán Arthur Schopenhau­er, observando el cumplimien­to de la distancia de seguridad..

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