Los calcetines, siempre funcionales, renacen ahora como fuerza estética.
SURGIERON HACE MÁS DE CINCO MIL AÑOS Y TODAVÍA HOY SON IMPRESCINDIBLES. IMPULSADOS POR LA CRISIS SOCIOECONÓMICA, PROTAGONIZAN LAS COLECCIONES PRE-FALL QUEDANDO A LA VISTA.
Cuando el mundo entero se recupera de una pandemia y vive con miedo a un probable rebrote, inmersos en una nefasta situación económica y con el ánimo
por los suelos, resulta natural que la pieza estrella de la temporada sea algo tan pequeño, humilde y cotidiano como
un calcetín. Un diseño, por otra parte, fácilmente convertible en artículo de lujo con la mera incorporación de un logo rimbombante.
En cualquier caso, los calcetines que protagonizan las colecciones pre- fall son deliciosamente anodinos: los hay blancos en Ganni o Salvatore Ferragamo; mientras Versace o Thom Browne apuestan por los rombos; Khaite y Proenza Schouler se rinden ante las clásicas medias de ejecutivo, y Christian Dior abandera los delicados calcetines de rejilla. En la variedad está el gusto, por mucho que esta tendencia suscite múltiples disgustos.
NULLA AESTHETICA SINE ETICA
Cuando Forrest Gump llegó a Vietnam, el Teniente Dan compartió con él y con Bubba el secreto de la supervivencia: mantener los pies secos. Y ahí los calcetines tienen un papel primordial. Han sido tan importantes para la vida humana que se cree que nacieron en el Neolítico, a la par que las botas, para acompañarlas. En Egipto se consideraban tan importantes que se rumorea que se conservaban varios pares de lino en la tumba de Tutankamón. Ya en la Antigua Roma, se empezaron a tejer con lana, fieltro o pieles de roedor, y a partir del siglo II d. C., se llevaban con las sandalias. ¿Creías que los turistas inventaron esa combinación infame? Para nada, ¡y existen pruebas! Los calcetines más antiguos que se conservan (1), del siglo IV, muestran una división entre los dedos de los pies para llevarlos con sandalias. Toda una joya. Ganaron el rango de artículo de moda en la Edad Media, cuando se confeccionaban en tonos vibrantes. Durante los siguientes siglos, fueron alargándose y encareciéndose, a medida que los pantalones se acortaban. Llegaron a encarecerse y ornamentarse tanto que a finales del primer milenio constituyeron un símbolo de estatus entre la nobleza, aunque los usaban todos los hombres de todas las clases sociales. Desde el siglo VII, los calcetines se extendían desde los dedos de los pies hasta la cintura: se habían convertido en calzas, semejantes a leotardos. Estas convivían con las medias calzas, que llegaban hasta el muslo. Pero en el siglo X los pantalones se habían alargado, siguiendo un proceso inverso al ya sufrido, y los calcetines llegaron solo hasta la pantorrilla. De hecho, la palabra calcetín hacía referencia en origen a la calceta, que a su vez era una pequeña calza: del latín calcx, que significaba talón.
LOS ANTIGUOS ROMANOS FUERON PIONEROS EN LLEVAR CALCETINES CON SANDALIAS; NO LOS TURISTAS ALEMANES
REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA
En 1589 se inventa la calcetera mecánica, con la que podían tejerse seis pares de calcetines en el tiempo que antes se tardaba en hacer uno. Claro que ninguna máquina podía competir con las calzas y calcetines hechos a mano, en especial los procedentes de España (suaves, artísticos y de calidad incomparable), así que la elaboración mecánica y manual convivieron. También después de 1758, cuando se inventa la máquina de coser medias, la Derby Rib, por ser demasiado cara. De forma que hasta el siglo XIX también siguieron haciéndose a mano.
El surgimiento de las fibras artificiales marcó un antes y un después: en 1929, el 99% de los calcetines se elaboraron con seda artificial o rayón, provocando el hundimiento del comercio de la seda en 1940. En los últimos 80 años, se ha innovado tanto que le hemos dado la vuelta al sistema. Ahora los calcetines se hacen de plásticos reciclados, con mezclas de algodón, lana y poliéster o nailon, pero también se elaboran con seda, spandex, bambú y otros materiales. ¿ Nuestros preferidos? De algodón orgánico y hechos en España. Solo estamos a otra crisis de recuperar la confección a mano.