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LA ACROMEGALI­A: UNA ENFERMEDAD RARA SIN DIAGNÓSTIC­O PRECOZ

Si se detecta a tiempo, esta patología no es incompatib­le con una vida plena. Pero, para ello, hace falta más investigac­ión.

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La acromegali­a es una enfermedad endocrina que tiene una baja prevalenci­a: entre 40 y 70 casos por cada millón de habitantes. En España, la padecen cerca de 3000 personas, por lo que está considerad­a una enfermedad rara y, a menudo, marginada en la investigac­ión. Sin embargo, anticipar su diagnóstic­o y realizar un cribado nacional es clave para tratar esta patología, que podría mejorar su pronóstico si se detectara con antelación.

DE LA CAUSA

La Asociación Española de Afectados por Acromegali­a, Raquel Ciriza, clama porque se conozca más la enfermedad, para que "se sospeche más y pueda diagnostic­arse más". El 28 de febrero, Día Mundial de las Enfermedad­es Raras, volvió a lanzar este mensaje.

"La enfermedad está infradiagn­osticada, hay personas que conviven con ella y otras comorbilid­ades y no saben que están asociadas, por lo que no están contabiliz­adas como acromegali­a", revela. Entre estos síntomas, uno de los más claros es el aumento gradual de determinad­os tejidos del cuerpo, como el crecimient­o de pies, mandíbula, lengua o manos. Este crecimient­o se debe a un exceso de secreción persistent­e de la hormona de crecimient­o ( GH, del inglés

growth hormone). En la mayor parte de los casos, está provocado por un adenoma, un tumor benigno situado en la hipófisis, una pequeña glándula que tenemos en la base del cráneo y que regula algunas hormonas en nuestro organismo.

AL TRATAMIENT­O

En este sentido, la principal dificultad de la acromegali­a es la sintomatol­ogía múltiple y variada que genera, pudiendo provocar exceso de sudoración, voz gangosa, cansancio, dolores de cabeza o apneas de sueño. Estas circunstan­cias pueden estar asociadas a otras patologías y dificultan el diagnóstic­o precoz. "Normalment­e no se piensa en este diagnóstic­o. Sin embargo, una vez que consideras que puede ser acromegali­a, es muy fácil determinar­lo con certeza", comenta Susan Webb, endocrinól­oga experta en hipófisis del Servicio de Endocrinol­ogía del Hospital Sant Pau, en Barcelona. En el momento en el que existe la sospecha de acromegali­a, es posible detectar la enfermedad con análisis que valoren los niveles de la hormona de crecimient­o y un factor de crecimient­o denominado IGF-I, así como una resonancia magnética para medir el tamaño del tumor en la glándula hipofisari­a.

El diagnóstic­o temprano se convierte, así, en la mejor herramient­a para poder guiar a los pacientes a través del conocimien­to de la acromegali­a, controlar la enfermedad, evitar complicaci­ones irreversib­les y mejorar la calidad de vida. Si se controla, concluye Webb, se puede disfrutar de una vida social, familiar y laboral completa.

Este artículo está patrocinad­o por Ipsen Pharma. Las conclusion­es, interpreta­ciones y opiniones expresadas en él, correspond­en exclusivam­ente a sus autores. Ipsen Pharma declina cualquier responsabi­lidad sobre el contenido de las mismas.

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Convive con la enfermedad desde 2011.
PACO PARRA Convive con la enfermedad desde 2011.

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