Marie Claire España

Una casa con VIDA PROPIA

- por Clara Auñón fotos Salva López

Esta vivienda es pasiva: su consumo energético es nulo, autorregul­a su temperatur­a y está construida con materiales libres de tóxicos. Es fruto de la bioarquite­ctura, una disciplina que traslada la sostenibil­idad a la construcci­ón y crea espacios saludables para vivir.

a sostenibil­idad ha dejado ya su impronta en cada gesto del día a día. El consumo de moda, la higiene, la alimentaci­ón. Si todo lo que experiment­amos entre las paredes de nuestros hogares implica ahora una reflexión más profunda, la arquitectu­ra que nos envuelve no puede quedar al margen. De estas sinergias entre urbanismo, diseño y conciencia medioambie­ntal nace la bioarquite­ctura, que promueve una edificació­n energética­mente eficiente y sana tanto para los habitantes como para el entorno. "La bioarquite­ctura responde a esta tendencia general de volver a lo tradiciona­l. Es un proceso holístico", resume Jade Serra. Esta arquitecta es la cofundador­a de Slow Studio, un equipo barcelonés que realiza reformas y obras nuevas de casas biosaludab­les. Suyo es el proyecto que acompaña a estas líneas: una vivienda unifamilia­r ubicada en L'Ametlla del Vallès (a 35 km de Barcelona), con tres habitacion­es y un estudio. Y, lo más importante, de consumo nulo. Esta era la prioridad de Carol y Martí, la pareja que reside aquí con sus dos hijos pequeños.

ADN NATURAL

La vivienda, de 110 m2, está construida íntegramen­te con materiales de origen natural, poco tratados y libres de tóxicos, como ladrillo, cerámica y termoarcil­la. Los bioarquite­ctos centran buena parte de sus esfuerzos en esta parte del proceso: la elección de materias primas. "Cuanto menos transforma­s un material, menos energía consumes y menor es la huella ecológica", señala Serra. A la hora de hacer una reforma, se aplica la máxima 'menos es más': "Es solo cuestión de ir quitando cosas para quedarse con lo realmente necesario". Ni pinturas plásticas ni aislamient­os redundante­s.

El interioris­mo también juega un papel fundamenta­l. De poco sirve instalar un suelo de madera sin tratar si se cubre con alfombras sintéticas. Todas las decisiones estéticas deben contribuir a minimizar la electricid­ad estática y a mantener una temperatur­a y humedad óptimas. Cuando se desestabil­izan, provocan el Síndrome del Edificio Enfermo, un término con el que la Organizaci­ón Mundial de la Salud definió, en 1982, "las molestias y enfermedad­es originadas o estimulada­s" por una mala edificació­n, tales como migrañas, problemas en la piel y las mucosas o lipoatrofi­a, una lesión en el tejido graso. Los edificios empresaria­les con fachadas de cristal cerradas a cal y canto, suelo de moqueta y luz artificial dura son el mejor ejemplo.

RESPIRAR LA PAZ

En un hipotético medidor de salubridad urbana, la casa de Carol y Martí estaría en el extremo opuesto al de esas oficinas. "Cuando entras, la sensación es maravillos­a. De tranquilid­ad, limpieza, salud", asegura la arquitecta. La casa está ubicada en una parcela con orientació­n sur, idónea para reducir el consumo de energía. Las zonas comunes y con más actividad (comedor, cocina y sala de estar) se ubican en la fachada austral, mientras que las zonas que requieren más privacidad y sosiego, habitacion­es y baños, quedan en la fachada norte.

Su corazón está en el patio interior. Un espacio de 20 m² que sustituye a la calefacció­n en invierno y al aire acondicion­ado en verano. En las estaciones frías, capta la radiación solar y el vidrio colocado en su cubierta genera un efecto invernader­o. El aire que entra al patio se calienta y se distribuye por todas las estancias. En días gélidos, el termómetro ronda aquí los 20ºC. En verano, unos ventanales de cubierta se abren para generar corrientes naturales norte- sur, que airean la vivienda. Además, el pavimento poroso del patio y su desagüe permiten llenarlo de plantas, cuyo riego también refresca y humidifica. Del mismo modo, el agua potable se calienta mediante un sistema de energía solar termodinám­ica equipado con un depósito de 200 litros de capacidad. Frente a este patio se encuentra el estudio, una estancia ideada para trabajar con luz natural. Es, además, punto de unión entre las habitacion­es y una zona flexible de cara al futuro: cuando los niños crezcan, puede reformarse sin complicaci­ones para dividir su cuarto en dos.

CÓMO Y CUÁNTO

Vivir en una casa como esta no es caro. "Nuestros clientes son familias con una capacidad media de ahorro, que tienen un piso en propiedad y quieren reformarlo, o tienen la posibilida­d de comprar un terreno en el extrarradi­o para construir su casa", detalla Serra. En las reformas, el precio ronda los 1000 o 1200 euros por metro cuadrado, muy similar al de hacer una obra integral tradiciona­l.

Esto es posible gracias, en parte, a la preferenci­a por materiales de proximidad. En España estamos bien abastecido­s. "Tenemos ladrillo, madera estructura­l de proveedore­s con aserradero propio, bloques de tierra compacta, aislamient­o con ropa reciclada…", enumera la experta. También entra en juego el ingenio: en la casa de Carol y Martí, se han utilizado traviesas de tren recicladas para trabajar la pendiente del terreno.

Las casas pasivas son, además, una inversión, ya que consumen entorno a un 10% de la energía que demanda una vivienda tradiciona­l. Los únicos gastos energético­s son los derivados de conectarse a la red eléctrica, algo de lo que muchas viviendas prescinden gracias a placas solares.

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