Marie Claire España

¿Qué se hace con el amor cuando el amor se ha exprimido?

- Escribe novelas, cuentos y guiones de series. También las ve. Entre libros películas y alguna exposición, aquí toma cuenta de ellos. por Laura Ferrero LAURA FERRERO

Cuenta María Gainza en El nervio óptico que en la distancia que va de algo que nos parece bonito, que nos gusta, a algo que nos cautiva se juega todo en el arte. Pensé que esa máxima era aplicable a la vida y al cine cuando terminé de ver Nomadland, la última película de Chloé Zhao, protagoniz­ada por Frances McDormand. A grandes rasgos, Nomadland cuenta la historia de Fern, una mujer viuda que un día se levanta y con su vida a cuestas –lo que le cabe en una desvencija­da autocarava­na y lo que no cabe en ningún lugar, sus recuerdos– se convierte en nómada. A lo largo del camino se encuentra con personas que, como ella, han decidido vivir al margen de una sociedad que los expulsa. Se cruzan una y otra vez, se van encontrand­o en esa vida siempre en movimiento De esa necesidad de moverse hablaba Tony Judt en un artículo que cito a menudo llamado In Love With Trains. Contaba que de niño se había estresado mucho por las imposicion­es del verbo 'ser'– being– , que entrañaban multitud de cargas. La soledad era una bendición a la que no podía acceder fácilmente. Ser siempre le había resultado estresante: dondequier­a que estuviera había algo que hacer, alguien a quien complacer, un deber que cumplir. Por el contrario, moverse, 'convertirs­e' – becoming–, fue un alivio. Nunca fue tan feliz como cuando iba solo en tren a algún lugar y así, fue el movimiento el que le dio las claves para ser, para ir atravesand­o los años. Como en una matrioska rusa, Judt me llevó a Fern, la mujer en perpetua fuga, pero también a María Gainza porque así sucede en la vida: que todo está contenido en todo. Porque además, sospecho, el gran tema de Nomadland no solo es moverse para atravesar el tiempo, sino también que lo que se recuerda permanece. Los enigmático­s personajes con los que Fern se cruza en la carretera, cuando se despiden, no lo hacen como si no fueran a volverse a ver. Lo hacen diciendo "I’ll see you down the road", que viene a significar "te veo luego". Porque no existe un adiós final. En realidad, siempre volvemos a encontrarn­os.

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