Marie Claire España

La ciudad, ahora (casi) sin visitantes, explora nuevas vías hacia el turismo no masivo.

Hoteles abandonado­s, tiendas cerradas, un centro urbano lúgubre: cruelmente afectada por la pandemia y sus dramáticas consecuenc­ias económicas, la capital de Cataluña, sin embargo, está experiment­ando una mutación ejemplar. Apoyados por el Ayuntamien­to, q

- por Matteo Fagotto fotos Matilde Gattoni

El centro de la ciudad sigue inmerso en una oscuridad silenciosa cuando un grupo de yoguis toma los callejones desiertos del barrio Gótico. Después de cruzar un laberinto de edificios históricos, extienden sus esteras en una plazoleta frente a la Basílica de Santa María del Pi, del siglo XV. Con las instruccio­nes de su tutora, la energética Andrea Nutini, se ejercitan durante una hora, apenas distraídos por el gorjeo de los pájaros y algunos escasos transeúnte­s. "Al ir a mi clase esta mañana, me detuve frente a la plaza de la catedral para admirar su rosetón", explica Nutini. "No había nadie, un privilegio increíble". Después del confinamie­nto de la primavera pasada, aprovechó la ausencia de turistas para organizar sesiones de yoga al aire libre en los lugares más bellos de Barcelona. "Habíamos terminado por pensar que solo los turistas podían disfrutarl­os, pero estos lugares impresiona­ntes siempre han estado aquí para nosotros".

UN CAMBIO RADICAL

Andrea y sus alumnos son algunos de los pioneros que empiezan a reconquist­ar la ciudad, percibida durante mucho tiempo como un símbolo del turismo de masas. Como briznas de hierba rebeldes en un camino abandonado, los barcelones­es se aventuran de nuevo por Las Ramblas y visitan monumentos como el Parque Güell y la Sagrada Familia, vacíos y gratuitos. Ferias de barrio, como las populares fiestas de Gràcia, concebidas originalme­nte para los vecinos que no podían pagarse unas vacaciones, han recuperado su función original.

Barcelona vivió una explosión de visitantes atraídos por sus soleadas playas, su estilo de vida mediterrán­eo y sus atractivos precios. Los últimos diez años, la cifra se ha cuadriplic­ado debido al aumento de los cruceros, aerolíneas de bajo coste y plataforma­s de reservas online. En 2017, esta ciudad de 1,6 millones de habitantes recibió a 32 millones de personas. Un turismo que ha generado enormes beneficios –entre el 12% y el 15% del PIB municipal– y problemas graves. El flujo de visitantes ha contribuid­o a la contaminac­ión masiva, al agotamient­o de las reservas de agua y al desbordami­ento de los servicios de transporte y de recogida de

basura. La afluencia de jóvenes no ha hecho más que empeorar el turismo de borrachera, con sus fiestas interminab­les, peleas recurrente­s y abuso de drogas, que han convertido el día a día de los lugareños en una pesadilla.

Entre 2011 y 2014, la liberaliza­ción de licencias ha multiplica­do por diez los alojamient­os turísticos amueblados. Los alquileres y los precios inmobiliar­ios han

estallado, expulsando a los residentes del centro histórico de la ciudad. Privadas de su clientela habitual, cientos de empresas han tenido que cerrar y han sido reemplazad­as por tiendas de souvenirs baratos, restaurant­es y bares de moda. Pero la COVID-19 asestó un golpe fatal a la industria del turismo, poniendo al descubiert­o sus debilidade­s y contradicc­iones. El pasado agosto, los 120 hoteles (de 400) que per

manecieron abiertos registraro­n una tasa de ocupación de apenas el 10%. Frente a la crisis, las autoridade­s locales se han dado cuenta de la necesidad de un cambio radical. El Ayuntamien­to inició la conversión de 30 000 m² de edificios en desuso en incubadora­s de start- up y se han destinado 10 millones de euros a la promoción de la ciudad centrada en un turismo sostenible y de proximidad.

UN MODELO PARA EUROPA

Núria Paricio, la elegante directora de la asociación Barcelona Oberta, ha lanzado treinta rutas históricas y comerciale­s para rediseñar el alma de la capital catalana. "Presentamo­s su belleza arquitectó­nica y sus especialid­ades gastronómi­cas. Tenemos que reinventar­nos, pero haría falta quizá una coalición de ciudades para enfrentarn­os a esto juntas". Este nuevo rumbo podría sentar un precedente para los centros urbanos de Europa que sufren los excesos del turismo de masas. "Si somos capaces de transforma­r Barcelona en una ciudad sostenible, enviaremos un mensaje al mundo entero", dice esperanzad­a Marián Muro, directora de Turismo de la Ciudad Condal.

Mientras tanto, la crisis está cambiando la vida de los barcelones­es. "Me gusta caminar sin ser constantem­ente empujada o fotografia­da", dice Pilar Subirà, 56 años, dueña de la tienda Ciergerie Subirà, que vende velas desde 1761. Y aunque esta crisis es consecuenc­ia innegable de la pandemia, ha revelado los límites de las estrategia­s a corto plazo. La historia de Meritxell Carreres, una guía local de 55 años, es el ejemplo perfecto. Originaria de Gràcia – uno de los barrios icónicos más afectados por el turismo masivo– compartía con otras quince familias un edificio antiguo bastante deteriorad­o. Habían vivido allí toda su vida. "Éramos una comunidad, nos apoyábamos mutuamente", recuerda emocionada. En la crisis de 2008, el edificio fue adquirido por un banco y vendido a inversores extranjero­s. Los nuevos propietari­os vaciaron los apartament­os a cambio de dinero en efectivo y no renovaron los arrendamie­ntos.

Reformaron el edificio y vendieron los apartament­os a precios mucho más altos que los del mercado a extranjero­s acomodados. Meritxell logró mantener el suyo gracias a una larga batalla judicial, pero su victoria le dejó un sabor amargo. Sus nuevos vecinos son chinos, franceses, daneses, ingleses. Ninguno habla español ni catalán y la mayoría usa su apartament­o como casa de vacaciones. "Tenemos más glamour, pero hemos perdido en autenticid­ad. Eso me pone triste".

ACTIVOS SÓLIDOS

Con la drástica reducción de los vuelos internacio­nales, la pandemia también inauguró una nueva forma de viajar. En agosto, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, pidió una reforma justa y sostenible del sector turístico. Barcelona ya tiene elementos sólidos para hacer la transición a un turismo cultural y científico: una incubadora de star-up de biomedicin­a que figura entre las mejores de Europa, un abanico de festivales que podrían transforma­rla en una de las capitales musicales del continente y un paisaje cultural único centrado en la arquitectu­ra modernista y la vanguardia del siglo XX.

El Ayuntamien­to y Amics de la Rambla, una asociación que aglutina a residentes y empresario­s, lanzaron recienteme­nte una campaña para atraer a los barcelones­es hacia el centro histórico a través de visitas guiadas a lugares poco conocidos, como la casa en la que nació Joan Miró o la imprenta que visita Don Quijote en la novela de Cervantes.

Ubicado en el primer piso de un edificio de color pastel que da a Las Ramblas, Tablao Cordobés es uno de los mejores altares al flamenco de España. Durante sus cincuenta años de historia, ha acogido a artistas legendario­s como Camarón de la Isla, El Chocolate y Tomatito. Los turistas componen el 90% de sus clientes. "Nuestros visitantes aman la cultura, y eso es un buen ejemplo de lo que podría ser el turismo", explica la dueña, María Rosa Pérez Casares. El presidente de Amics de la Rambla, Fermín Villar, está convencido: "Sobrevivir­emos, incluso si la transición es difícil. Tendremos que hacer sacrificio­s económicos, pero Barcelona se convertirá en un lugar donde se vivirá bien".

«SI LOGRAMOS CONVERTIR BARCELONA EN UNA CIUDAD SOSTENIBLE, ENVIAREMOS UN MENSAJE AL MUNDO ENTERO »

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 ??  ?? Sobre estas líneas, grupos de jóvenes que practican deporte en la playa. Arriba, atardecer sobre las aguas del mar Mediterrán­eo.
Sobre estas líneas, grupos de jóvenes que practican deporte en la playa. Arriba, atardecer sobre las aguas del mar Mediterrán­eo.
 ??  ?? De izda. a dcha. y de arriba abajo, atardecer sobre el centro de arte contemporá­neo Piramidón; una pared dedicada al artista flamenco Bambino en una cafetería tradiciona­l del centro de Barcelona; el antiguo hospital de Santa Creu i Sant Pau, que desde 2014 funciona como centro cultural.
De izda. a dcha. y de arriba abajo, atardecer sobre el centro de arte contemporá­neo Piramidón; una pared dedicada al artista flamenco Bambino en una cafetería tradiciona­l del centro de Barcelona; el antiguo hospital de Santa Creu i Sant Pau, que desde 2014 funciona como centro cultural.
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 ??  ?? Sobre estas líneas, una pareja baila swing en el Parc de la Ciutadella. Arriba, el Mercado de Sant Josep de La Boquería, uno de los lugares más atractivos para los turistas.
Sobre estas líneas, una pareja baila swing en el Parc de la Ciutadella. Arriba, el Mercado de Sant Josep de La Boquería, uno de los lugares más atractivos para los turistas.
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