LAS PELOTAS
LA quien hay que visibilizar es a Hedy Lamarr. Debemos poner el foco en sus méritos intelectuales, debemos poner en valor su contribución a la humanidad. Es cierto que lo h ha estado petando muchísimo, que hasta le han de dedicado un documental, pero por eso nos renta. En base al feedback de redes sociales, sabemos que, literalmente, lo va a reventar. Nuestro target es gente de nuestra edad, o sea, básicamente, pobres con Netflix y un iPhone. Les compartimos el tráiler y a esperar. La reacción va a ser brutal.
Mis siguientes lugares comunes preferidos son una cala al norte de Mallorca habitada por cabras cleptómanas, el Alcázar de Sevilla y la infantilización de la sociedad. Hemos construido –dedo al cielo– una realidad de gomaespuma, subrogamos las responsabilidades y cerramos los ojos y nos ponemos a tararear cuando mencionan la muerte. Por eso hasta los CEO caminan hoy en zapatillas de deporte. Somos niños con tarjetas de crédito. Todo es un juego. Baricco desancla la alarma. El italiano se acerca a la idea y le presta hormonas, le concede edad. La llama Game. La civilización actual, escribe, es hija de ingenieros criados frente a los videojuegos de los años 70. Internet, por ellos, no necesita un libro de instrucciones, está repleta de contadores, la experiencia es agradable, estética.
El juego nos precede. Los perros se mordisquean el cuello, los linces se enseñan las garras. Nerfetari juega al senet, un backgammon del 2600 a. C., en una imagen junto a su tumba. Jugar lima las esperas y anuda el querer. Cuenta el meme, lugar común pixelado, que en el recreo los niños patean un balón y las niñas cuchichean sentadas. Bramaba una locutora de radio que la culpa es de las muñecas, que el patriarcado obliga a madurar. Pero por biología, dice Yale, ellos juegan más que ellas. En los juegos, el paso del tiempo se frena. Aunque Harry Styles vista tul y perlas, ellos vuelven a la infancia en la espera a la Play 5, con monstruitos en miniatura o detrás de un balón. Las adultas, por norma, suavizan el juego. Aunque Jennifer Hermoso marque otro gol, la estética es su patio. La extravagancia sartorial a ellas se les permite y alienta. El disfraz es su juego.
Para Mónica García la estética es cuestión personal. Aquella cola castaña y vicepresidencial, en ese caso, seguiría pegada a su cabeza. Las mujeres de Podemos podrían ir, por tanto, "primorosamente arregladas". En el armario se eligen los prejuicios ajenos. Lo que nos reviste nos anuncia y delata, alerta de rechazos y adscripciones. Las revistas, los billetes de avión e Instagram nutren las fichas del juego. Pero ojalá en la playa, mientras las páginas se hojean sobre la toalla y cerca una pelota naranja ejerce entre palas de tic tac, el papel se convirtiera también en bate de béisbol.