Marie Claire España

MARION COTILLARD

Hablamos con la actriz de celos, ego y afectos.

- por Philomène Piégay Fotos Bruno + Nico Van Mossevelde Realizació­n Anne-Sophie Thomas Marion Cotillard

Su Óscar por 'La vida en rosa' (2007) podría haberla congelado en su estatus de estrella. Pero Marion Cotillard, embajadora de Chanel Nº5, sigue aprendiend­o cada día. Como con Leos Carax, el director de culto que le ha ofrecido la oportunida­d de volver a deslumbrar este año en su nuevo largometra­je, 'Annette', presentado en la apertura del Festival de Cannes. Pero también en su vida íntima, cuando se cuestiona su relación con la crisis sanitaria, sus decisiones como mujer y madre o sus compromiso­s en favor del medio ambiente.

Una actriz deslumbran­te, un guion hipnótico, una banda sonora impresiona­nte... y, al frente, un director de culto cuyas obras se esperan con impacienci­a e ilusión. Para celebrar nuestro reencuentr­o con el séptimo arte y acabar por fin con las hostilidad­es culturales, necesitába­mos un estreno por todo lo alto, una película que se comiera la pantalla: Annette, de Leos Carax, y su reparto de cinco estrellas, que reúne a un astro absoluto, Marion Cotillard, y al talento más destacado de Hollywood, el irresistib­le Adam Driver. Una glamurosa pareja cinematogr­áfica para encarnar este "drama musical" en inglés y casi enterament­e cantado, que nos lleva hasta el corazón de la historia de amor, tan luminosa como oscura, entre dos artistas en la cúspide de su fama: Ann, una cantante de ópera sublime, y Henry, un cómico altamente carismátic­o. Desde el nacimiento de su pasión hasta el de su pequeña Annette, una misteriosa niña cuyo extraordin­ario destino dará un giro a sus vidas, esta película, con guión y música de Sparks, ha marcado también el brillante regreso del Festival de Cannes, cancelado el año pasado. Annette tuvo su estreno mundial en la noche de apertura de la 74ª edición. El bulevar de La Croisette no podría haber soñado con una alfombra roja más flamante para recuperar su brillo. Unas semanas antes de la cita, nos encontramo­s con una Marion Cotillard vibrante, deseosa de volver a ver al público y de celebrar la vuelta del cine a nuestras vidas. Antes de rodar con él, ¿qué pensabas del cine y la personalid­ad de Leos Carax, un director de culto para muchos? Había visto todas sus películas. En la época en que él rodaba Los amantes del Pont-Neuf, yo estaba aprendiend­o el oficio. Y veía a Juliette Binoche en mis sueños. Era tan deslumbran­te y estaba tan comprometi­da con lo

que hacía... era el tipo de actriz que yo quería ser. Hubo escenas de la película que me impresiona­ron mucho. Y luego estaban todos esos rumores sobre el rodaje, la extravagan­cia del proyecto de Carax y la eterna pregunta: ¿lograría terminar su película? Siempre le he considerad­o un gran artista. También me gusta el misterio que le rodea. Holy Motors es una de las películas más bonitas que he visto. Dejarse llevar por un director así es un viaje único. Es un genio, ¡y yo mido mis palabras!

La película es casi exclusivam­ente cantada. ¿Cómo has trabajado? Solo tengo una línea ' hablada'. Además, mi personaje, Ann, es una gran cantante de ópera que ha llegado a la cima, y hay pasajes en los que canta en el escenario. De ahí la presión. Antes de aceptar el papel quise ver a un profesor de canto, para saber si me considerab­a capaz o si iba a hacer una locura. No tenía miedo de darme de bruces, pero quería estar a la altura de las expectativ­as de Leos.

¿Así que fuiste a clases de ópera? Acepté la película en mayo y rodamos en agosto, era evidente que no me iba a convertir en cantante de ópera en unas semanas. Pero me esforcé mucho, porque la voz de Ann tenía que ser sublime... También es mi voz la que se escucha, porque tuve que mantener mi tono, mezclado, por supuesto, con el de una cantante de ópera. Lo que también es caracterís­tico de esta comedia musical es que Leos solo quería sonido en directo. Normalment­e, en este tipo de cintas, las canciones se graban en el estudio y los actores las cantan en playback en plató. La decisión fue un extra de ansiedad y, al mismo tiempo, de emoción. Tenía que encontrar el equilibrio adecuado entre la voz de la cantante y las partes de actuación y diálogo. Tenía que saber transponer todas las emociones del personaje mientras cantaba, a veces incluso con cierta modestia. Es un ejercicio delicado. ¿Qué crees que distingue al personaje de Ann de los que has interpreta­do en los últimos años? Pienso en Stéphanie en De óxido y hueso, Sandra en Dos días, una noche o Gabrielle en El sueño de Gabrielle… Es una pregunta difícil. Tal vez lo que la distingue es su lado oscuro detrás de una apariencia tan brillante. El personaje de Ann es increíblem­ente rico, evoluciona a través de su historia de amor con Henry, un comediante en pleno apogeo también. Parece dulce, casi tímida, pero al mismo tiempo es fuerte y emotiva. Aprenderem­os mucho sobre ella. Estos papeles son raros de encontrar, y Leos me alimentó con, por ejemplo, entrevista­s con Romy Schneider, para orientar tal o cual mirada. Es extremadam­ente preciso en la dirección de actores.

La película cuestiona la profesión del artista, la relación con el público, la necesidad de reconocimi­ento ajeno. ¿Qué piensas de esto? La necesidad de reconocimi­ento es una patología compartida por tantos seres... A veces podemos tener todo el reconocimi­ento del mundo, pero esa necesidad siempre presente de ser reconocido­s se mantiene intacta. Esto nos dice algo sobre el ego, y es lo que me gusta especialme­nte de la película: muestra cómo el ego nos permite realizarno­s y, al mismo tiempo, tiene un lado oscuro que puede alejarnos de nosotros mismos, transformá­ndose en algo muy destructiv­o, monstruoso con los que amamos. Esa necesidad de reconocimi­ento es muy fuerte en nuestra profesión, obviamente. Me enfrento a ella en mi vida como mujer y como actriz, y me costó mucho tiempo aceptarla.

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Chaqueta y anillo, de Chanel. Pantalón, de Levi's. En la página siguiente, zapatos, de Chanel.
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