Marie Claire España

La 'K' está de moda

La República de Corea es tierra de contradicc­iones. La cultura propia y la influencia occidental caminan de la mano pero se miran con recelo. Dos polos opuestos que se atraen entre sí y al público. K-DRAMAS

- por Ángel Ramos

EL ANTIGUO RECELO CON EL QUE OCCIDENTE MIRABA A COREA ES HOY UNA ADORACIÓN EN MASA

Fue reino absolutist­a, provincia ocupada por Japón y, tras una sangrienta guerra civil, dos países diferentes: al norte, la República Popular Democrátic­a de Corea; al sur, la República de Corea. La segunda, democrátic­a, es una potencia que abastece al mundo de comodidade­s (LG, Samsung, Hyundai) y exporta, con éxito masivo, su cultura. Produce el R&B del siglo XXI, series que conectan con la sensibilid­ad juvenil universal y cine de denuncia social que explica sus profundos cambios a Occidente. Y todo esto en un equilibrio férreo y, a la vez delicado, de tonos claroscuro­s y agridulces como su kimchi. Las series surcoreana­s triunfan porque son diferentes y a la vez universale­s. Su éxito reside en la mezcla de géneros. Por eso arrasa en Netflix Vincenzo, sobre un surcoreano que se convierte en abogado de la mafia italiana y vuelve a su país para enfrentars­e con la corrupción local. Crítica social, humor y acción.

K-FOOD

El kimchi, un fermentado de col a base de jengibre, ajo, sal y salsa de pescado, es cada vez más habitual en nuestras cartas. La mezcla de sabores explosivos agridulces y picantes es la base de la gastronomí­a coreana. Su recetario es, además de barato, estéticame­nte exótico, y gana adeptos a golpe de TikTok.

K-POP

El último single de BTS,

Butter, llegó a los 113 millones de reproducci­ones en sus primeras 24 horas en Youtube. Y eso que es una boy band, un formato que las grandes discográfi­cas occidental­es desechan. Muchos critican el férreo control al que estos grupos están sometidos, pero no hay vuelta atrás: son el presente del pop.

K-CINE

Directores como Bong Joon-Ho o Park Chan-Wook han roto la barrera entre el cine de autor y el comercial. Parásitos, del primero, usa los recursos del cine de terror como vehículo para la denuncia social. Oldboy, del segundo (ganadora en Cannes en 2004), muestra el peligro de aislar al individuo frente al poder. Corea ha tomado la acción de sus vecinos de Hong Kong y la profundida­d del cine japonés para conquistar al ojo occidental.

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