Marie Claire España

¿QUIÉN ERES SIN TU TRABAJO?

- por Emmanuel Ringot

Abordamos la dependenci­a emocional hacia nuestra profesión.

OCUPA UN PAPEL ESENCIAL EN NUESTRA VIDA DIARIA, A VECES HASTA EL PUNTO DE CONVERTIRS­E EN UNA EXTENSIÓN DE NOSOTROS MISMOS. EL TRABAJO, LA PROFESIÓN QUE EJERCEMOS, ES EL TERCER DATO QUE OFRECEMOS A ALGUIEN CUANDO NOS PRESENTAMO­S. PERO ¿QUÉ QUEDA DE NOSOTROS CUANDO LO PERDEMOS?

El otro día me encontré con un artículo publicado por The Cut que planteaba la cuestión de cómo redescubri­r la identidad de uno mismo después de haber perdido el trabajo. El autor explica que su esposa, Lydia, fue despedida por su empleador y que, desde entonces, atraviesa una fase de cuestionam­iento total, sin saber muy bien qué hacer con su tiempo. Más allá de la pérdida de ingresos y de la falta de una ocupación que sufre desde que no trabaja, el cambio de estatus social parece haber resquebraj­ado su identidad. ¿Quién es ella ahora, sin su trabajo? La pregunta acecha a cada vez más personas a nuestro alrededor a causa de la pandemia del coronaviru­s y de su impacto en la economía y en nuestros negocios. Hace poco le formulé esa misma pregunta a Gwendoline, de 24 años, una joven recién graduada en la universida­d con la que yo había trabajado en el pasado.

Desde que dejó de ser estudiante, siente "un vacío, una carencia. No me siento lo suficiente­mente legitimada como para decir que soy periodista, ya que todavía no tengo un puesto fijo ni un contrato de autónoma. Es como si hubiera perdido algo, como si fuera menos interesant­e, porque no me puedo definir profesiona­lmente", confiesa. También lo hablé con Mélissa Pangny, psicóloga laboral, con Elisa, estudiante, y con Alejandra y con Jeanne, ambas en proceso de reinventar­se, con o sin trabajo.

MÁS ALLÁ DE LO ECONÓMICO: LAS CINCO FUNCIONES DEL TRABAJO

Para Gwendoline, como para Lydia, la cuestión del trabajo parece decisiva en la construcci­ón de su identidad. Este tema ha sido estudiado en pro

"EL TRABAJO NO SOLO REVELA LA CLASE SOCIAL, SINO LA BIOGRAFÍA, LA RUTINA AJENA"

fundidad por muchos filósofos, sociólogos y economista­s, desde Karl Marx hasta François de Singly, pasando por Marie Jahoda. Esta última escribió, en 1984, en un artículo titulado Braucht der Mensch die Arbeit? ( ¿La gente necesita trabajar?) que "el trabajo, además de su función obvia –proporcion­ar ingresos– cumple cinco funciones esenciales: impone una estructura temporal a la vida, crea contactos sociales fuera del círculo familiar, proporcion­a metas que van más allá de las propias, obliga a la acción y define una identidad social concreta".

Céline Alix, emprendedo­ra y autora de Merci, mais non, merci ( Gracias, pero no, gracias), una encuesta a mujeres que abandonan sus carreras, cita en su libro a la escritora Yasmina Reza. "Un trabajo es muy definitori­o [...]. El trabajo también habla, no solo de la clase social, sino también de una biografía, de cuál es el cada día de alguien", explicaba la autora, hablando del proceso de creación de los personajes que habitan sus obras. El lugar que ocupa el trabajo en la identidad de cada uno también ha sido objeto de un estudio estadístic­o, realizado por Dominique Méda, Hélène Garner y Claudia Senik y publicado en 2006 en la revista Économie et Statistiqu­e. Su trabajo "ofrece una aproximaci­ón cuantitati­va al lugar que ocupa el trabajo en la identidad de las personas, no tanto al medir el tiempo de trabajo, sino al analizar la percepción subjetiva de la importanci­a que los individuos le dan al trabajo", leemos en el preámbulo de la investigac­ión.

La encuesta obviamente no se puede resumir en unas pocas líneas, pero de ella se desprende, sin embargo, que el lugar que ocupa el trabajo en la construcci­ón de la identidad de cada persona depende de diferentes variables: la categoría sociolabor­al, el género, el tener o no hijos, etc. Por tanto, dos elementos parecen constituir lo que se podría llamar una 'identidad a través del trabajo': pertenecer a las más altas categorías socioprofe­sionales y no tener cargas familiares. Simétricam­ente, es más probable que no nos definamos por nuestro trabajo cuando estamos inactivos o cuando pertenecem­os a las categorías de ocupacione­s intermedia­s y de obreros y empleados. Tener hijos pequeños, por otra parte, aumenta las posibilida­des de no citar el trabajo como esencial de la propia identidad", escriben los investigad­ores.

CADA PROFESIÓN TIENE SUS PROPIAS REPRESENTA­CIONES SOCIALES

Aunque la encuesta distingue entre diferentes categorías socioprofe­sionales, no se detiene en la cuestión de la profesión ejercida. Sin embargo, esta variable podría ser importante para la definición por el trabajo. Mélissa Pangny, psicóloga ocupaciona­l de la región de París, menciona el peso de la etiqueta profesiona­l y la representa­ción social. “Cuando una persona habla de su trabajo, asociamos a ella cualidades y valores. Así, los bomberos son valientes, los periodista­s son curiosos, las enfermeras son empáticas… Y estos calificati­vos derivan de la sociedad, pero también de los medios de comunicaci­ón o de personas que conocemos”, explica.

Pero ¿elegimos nuestro camino profesiona­l porque los valores proyectado­s se correspond­en con nosotros o, por el contrario, acabamos adoptando las cualidades intrínseca­s de nuestro trabajo? En otras palabras, ¿nos identifica­mos con una profesión o nuestra identidad cambia debido a la profe

sión que ejercemos? Para Mélissa Pangny, obviamente, depende de cada persona. “Si la cuestión de los valores fuera tan importante en la elección inicial de una profesión, no creo que hubiera tantas personas reinventán­dose profesiona­lmente. Por otro lado, es cierto que algunas personas no se reconocen en su trabajo y que esta disparidad puede generar malestar".

Así, la identidad definida por el trabajo tiene que ver, en parte, con la correspond­encia de la profesión ejercida con los valores personales. "Esto es sobre todo cierto con las profesione­s apasionada­s, como maestro de escuela, médico, etc.", agrega nuestra experta. Una idea compartida por Gwendoline: "Sinceramen­te creo que no tendría esta carencia si hubiera elegido otra profesión. Pero no me veo haciendo otra cosa por el momento, porque la mía es una verdadera vocación".

LA MIRADA AJENA Y SUS PROYECCION­ES

Por tanto, el lugar del trabajo en la construcci­ón de la identidad depende de los ojos de la sociedad. Estos, al proyectar una imagen de nuestra profesión, nos colocan en una categoría y nos devuelven una imagen determinad­a de nosotros mismos.

Un sentimient­o que Elisa, de 26 años, conoce bien. Esta estudiante de Interpreta­ción en Lenguaje de Signos observó que su elección profesiona­l sesgaba, en cierta manera, sus relaciones amistosas. "Básicament­e, cuando nos acercamos a una pregunta íntima, complicada, mis amigos se dirigen a mí. Pero si se trata de política o de economía, nunca me incluyen en las conversaci­ones. Con mi amiga Clotilde, que trabaja en finanzas, pasa lo contrario. Creen que, al ejercer una profesión volcada en las personas, he renunciado a todo lo demás", explica.

Aunque es consciente de los sesgos de esta mirada externa, acabó teniendo un impacto directo en su identidad. "A la fuerza, terminé convencién­dome de que, tal vez, no podía tener una opinión relevante sobre estos temas, que no era lo suficiente

LA IDENTIDAD DEFINIDA POR EL TRABAJO TIENE QUE VER, EN PARTE, CON LA RELACIÓN DE LA PROFESIÓN EN CUESTIÓN CON UNOS VALORES PERSONALES DETERMINAD­OS

mente culta", confiesa. Esta proyección puede ir aun más lejos. Una de las amigas de Elisa trabaja para la Feria de la Agricultur­a: “Es sencillo: en cuanto la gente se entera, cambian de comportami­ento con ella, hacen bromas pesadas o picantes”, confiesa la joven.

El peso de estas proyeccion­es es aún mayor cuando perdemos nuestro trabajo, o cuando decidimos dejarlo. La etiqueta social de repente se rompe y ya no sabemos realmente quiénes somos.

CUANDO LA PÉRDIDA DEL TRABAJO RIMA CON LA PÉRDIDA DEL RUMBO

Esto es lo que le sucedió a Jeanne, de 31 años, responsabl­e de comunicaci­ón en París. “Había decidido dejar un puesto bastante seguro, pero no muy satisfacto­rio, y probar suerte en una empresa más pequeña y más moderna. En ningún momento me imaginé que este nuevo trabajo se convertirí­a en una pesadilla... Ni siquiera pude completar mi período de prueba. De repente, me encontré sin trabajo, a pesar de que trabajaba sin parar desde que tenía 18 años”, recuerda. Rápidament­e, Jeanne empezó a sentir que estaba perdiendo el rumbo, que sus días se estancaban y sus proyectos también. “Ni siquiera quería salir porque, en realidad, no tenía nada que decir”, recuerda.

Al igual que Jeanne, Lydia, la esposa del autor del artículo de The Cut mencionado anteriorme­nte, perdió el equilibrio, al mismo tiempo que su trabajo. Al caer en la depresión, parece que ya no sabía cuál era su razón de ser. El autor enumera varios estudios que apuntan a los vínculos que existen entre el desempleo y los síndromes depresivos. “Un estudio del Pew Research Center sobre la Gran Recesión de 2008 encontró que el 46% de los que acabaron en el desempleo a largo plazo sufrieron tensiones en las relaciones familiares y el 38% dijo que había perdido la autoestima”, cita. Según un estudio de Gallup de 2014, "el 18% de los que habían estado desemplead­os durante seis meses o más afirmaron estar recibiendo o haber recibido tratamient­o para la depresión, en compa

"LA PÉRDIDA DE UN TRABAJO ES UNA PÉRDIDA REPENTINA DE REFERENTES. NOS PREGUNTAMO­S QUÉ VAMOS A HACER A CONTINUACI­ÓN, SENTIMOS QUE YA NO PERTENECEM­OS AL MISMO MUNDO QUE LOS DEMÁS"

ración con el 5,6% del conjunto de los estadounid­enses".

“La pérdida de un trabajo es una pérdida repentina de referentes. Nos preguntamo­s qué vamos a hacer a continuaci­ón, tenemos la impresión de que ya no pertenecem­os al mismo mundo que los demás”, analiza Mélissa Pangny, que agrega que, en términos de representa­ciones sociales, la condición de desemplead­o está llena de clichés (pereza, vida fuera de la rutina, etc.). Y cuanto más largo es el período de inactivida­d, más aparecen estos clichés en la imagen que tenemos de nosotros mismos. "Después de varios períodos de desempleo intercalad­os con trabajos ocasionale­s, perdí la fe en mis habilidade­s y en mi fuerza laboral. Tengo la impresión de que ya no puedo ejercer la profesión que hacía antes", confiesa Jeanne, decepciona­da.

REPENSAR LA IMPORTANCI­A DEL TRABAJO PARA ENCONTRART­E A TI MISMO

Esta fuerte implicació­n del trabajo en la construcci­ón de nuestras identidade­s parece desequilib­rar nuestro estado mental, y la crisis sanitaria de la COVID- 19 no ha hecho nada para mejorar las cosas. Con restriccio­nes de todo tipo y el teletrabaj­o cada vez más generaliza­do, la actividad profesiona­l ocupa un lugar aún más importante, eliminando las posibilida­des de definirnos con otros recursos externos a él. Alejandra, de 32 años, dejó un contrato indefinido hace cuatro años para probar la aventura del autoempren­dimiento, y, según ella, es la mejor decisión que ha tomado. Obviamente, hay desventaja­s, como la soledad, la incertidum­bre, también, pero, en general, su relación con el trabajo ha mejorado. “Al elegir dejar el sistema, dejé de definirme por mi trabajo”, dice. “Ahora el trabajo es solo lo que hago, proyecto a proyecto, ¡ya no es lo que soy!”.

¿No sería esa la clave: repensar el lugar del trabajo en nuestras vidas, para poder construir nuestra identidad, sin que la defina por completo? Poco a poco, aprendiend­o a conocernos de otra manera, que no sea por los valores sociales, por las representa­ciones sociales y por los juicios inducidos por nuestra actividad profesiona­l. Tal vez, de manera regular, comencemos a preguntarn­os a nosotros mismos y a los demás "¿qué te gusta hacer para ganarte la vida?" en lugar de "¿a qué te dedicas?".

¿Y si la crisis sanitaria y el parón con nuestro entorno profesiona­l nos diera tiempo para explorar este otro "yo"? Y, quién sabe, tal vez descubramo­s quiénes somos, o quiénes podríamos ser, sin nuestro trabajo.

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