¿QUIÉN ERES SIN TU TRABAJO?
Abordamos la dependencia emocional hacia nuestra profesión.
OCUPA UN PAPEL ESENCIAL EN NUESTRA VIDA DIARIA, A VECES HASTA EL PUNTO DE CONVERTIRSE EN UNA EXTENSIÓN DE NOSOTROS MISMOS. EL TRABAJO, LA PROFESIÓN QUE EJERCEMOS, ES EL TERCER DATO QUE OFRECEMOS A ALGUIEN CUANDO NOS PRESENTAMOS. PERO ¿QUÉ QUEDA DE NOSOTROS CUANDO LO PERDEMOS?
El otro día me encontré con un artículo publicado por The Cut que planteaba la cuestión de cómo redescubrir la identidad de uno mismo después de haber perdido el trabajo. El autor explica que su esposa, Lydia, fue despedida por su empleador y que, desde entonces, atraviesa una fase de cuestionamiento total, sin saber muy bien qué hacer con su tiempo. Más allá de la pérdida de ingresos y de la falta de una ocupación que sufre desde que no trabaja, el cambio de estatus social parece haber resquebrajado su identidad. ¿Quién es ella ahora, sin su trabajo? La pregunta acecha a cada vez más personas a nuestro alrededor a causa de la pandemia del coronavirus y de su impacto en la economía y en nuestros negocios. Hace poco le formulé esa misma pregunta a Gwendoline, de 24 años, una joven recién graduada en la universidad con la que yo había trabajado en el pasado.
Desde que dejó de ser estudiante, siente "un vacío, una carencia. No me siento lo suficientemente legitimada como para decir que soy periodista, ya que todavía no tengo un puesto fijo ni un contrato de autónoma. Es como si hubiera perdido algo, como si fuera menos interesante, porque no me puedo definir profesionalmente", confiesa. También lo hablé con Mélissa Pangny, psicóloga laboral, con Elisa, estudiante, y con Alejandra y con Jeanne, ambas en proceso de reinventarse, con o sin trabajo.
MÁS ALLÁ DE LO ECONÓMICO: LAS CINCO FUNCIONES DEL TRABAJO
Para Gwendoline, como para Lydia, la cuestión del trabajo parece decisiva en la construcción de su identidad. Este tema ha sido estudiado en pro
"EL TRABAJO NO SOLO REVELA LA CLASE SOCIAL, SINO LA BIOGRAFÍA, LA RUTINA AJENA"
fundidad por muchos filósofos, sociólogos y economistas, desde Karl Marx hasta François de Singly, pasando por Marie Jahoda. Esta última escribió, en 1984, en un artículo titulado Braucht der Mensch die Arbeit? ( ¿La gente necesita trabajar?) que "el trabajo, además de su función obvia –proporcionar ingresos– cumple cinco funciones esenciales: impone una estructura temporal a la vida, crea contactos sociales fuera del círculo familiar, proporciona metas que van más allá de las propias, obliga a la acción y define una identidad social concreta".
Céline Alix, emprendedora y autora de Merci, mais non, merci ( Gracias, pero no, gracias), una encuesta a mujeres que abandonan sus carreras, cita en su libro a la escritora Yasmina Reza. "Un trabajo es muy definitorio [...]. El trabajo también habla, no solo de la clase social, sino también de una biografía, de cuál es el cada día de alguien", explicaba la autora, hablando del proceso de creación de los personajes que habitan sus obras. El lugar que ocupa el trabajo en la identidad de cada uno también ha sido objeto de un estudio estadístico, realizado por Dominique Méda, Hélène Garner y Claudia Senik y publicado en 2006 en la revista Économie et Statistique. Su trabajo "ofrece una aproximación cuantitativa al lugar que ocupa el trabajo en la identidad de las personas, no tanto al medir el tiempo de trabajo, sino al analizar la percepción subjetiva de la importancia que los individuos le dan al trabajo", leemos en el preámbulo de la investigación.
La encuesta obviamente no se puede resumir en unas pocas líneas, pero de ella se desprende, sin embargo, que el lugar que ocupa el trabajo en la construcción de la identidad de cada persona depende de diferentes variables: la categoría sociolaboral, el género, el tener o no hijos, etc. Por tanto, dos elementos parecen constituir lo que se podría llamar una 'identidad a través del trabajo': pertenecer a las más altas categorías socioprofesionales y no tener cargas familiares. Simétricamente, es más probable que no nos definamos por nuestro trabajo cuando estamos inactivos o cuando pertenecemos a las categorías de ocupaciones intermedias y de obreros y empleados. Tener hijos pequeños, por otra parte, aumenta las posibilidades de no citar el trabajo como esencial de la propia identidad", escriben los investigadores.
CADA PROFESIÓN TIENE SUS PROPIAS REPRESENTACIONES SOCIALES
Aunque la encuesta distingue entre diferentes categorías socioprofesionales, no se detiene en la cuestión de la profesión ejercida. Sin embargo, esta variable podría ser importante para la definición por el trabajo. Mélissa Pangny, psicóloga ocupacional de la región de París, menciona el peso de la etiqueta profesional y la representación social. “Cuando una persona habla de su trabajo, asociamos a ella cualidades y valores. Así, los bomberos son valientes, los periodistas son curiosos, las enfermeras son empáticas… Y estos calificativos derivan de la sociedad, pero también de los medios de comunicación o de personas que conocemos”, explica.
Pero ¿elegimos nuestro camino profesional porque los valores proyectados se corresponden con nosotros o, por el contrario, acabamos adoptando las cualidades intrínsecas de nuestro trabajo? En otras palabras, ¿nos identificamos con una profesión o nuestra identidad cambia debido a la profe
sión que ejercemos? Para Mélissa Pangny, obviamente, depende de cada persona. “Si la cuestión de los valores fuera tan importante en la elección inicial de una profesión, no creo que hubiera tantas personas reinventándose profesionalmente. Por otro lado, es cierto que algunas personas no se reconocen en su trabajo y que esta disparidad puede generar malestar".
Así, la identidad definida por el trabajo tiene que ver, en parte, con la correspondencia de la profesión ejercida con los valores personales. "Esto es sobre todo cierto con las profesiones apasionadas, como maestro de escuela, médico, etc.", agrega nuestra experta. Una idea compartida por Gwendoline: "Sinceramente creo que no tendría esta carencia si hubiera elegido otra profesión. Pero no me veo haciendo otra cosa por el momento, porque la mía es una verdadera vocación".
LA MIRADA AJENA Y SUS PROYECCIONES
Por tanto, el lugar del trabajo en la construcción de la identidad depende de los ojos de la sociedad. Estos, al proyectar una imagen de nuestra profesión, nos colocan en una categoría y nos devuelven una imagen determinada de nosotros mismos.
Un sentimiento que Elisa, de 26 años, conoce bien. Esta estudiante de Interpretación en Lenguaje de Signos observó que su elección profesional sesgaba, en cierta manera, sus relaciones amistosas. "Básicamente, cuando nos acercamos a una pregunta íntima, complicada, mis amigos se dirigen a mí. Pero si se trata de política o de economía, nunca me incluyen en las conversaciones. Con mi amiga Clotilde, que trabaja en finanzas, pasa lo contrario. Creen que, al ejercer una profesión volcada en las personas, he renunciado a todo lo demás", explica.
Aunque es consciente de los sesgos de esta mirada externa, acabó teniendo un impacto directo en su identidad. "A la fuerza, terminé convenciéndome de que, tal vez, no podía tener una opinión relevante sobre estos temas, que no era lo suficiente
LA IDENTIDAD DEFINIDA POR EL TRABAJO TIENE QUE VER, EN PARTE, CON LA RELACIÓN DE LA PROFESIÓN EN CUESTIÓN CON UNOS VALORES PERSONALES DETERMINADOS
mente culta", confiesa. Esta proyección puede ir aun más lejos. Una de las amigas de Elisa trabaja para la Feria de la Agricultura: “Es sencillo: en cuanto la gente se entera, cambian de comportamiento con ella, hacen bromas pesadas o picantes”, confiesa la joven.
El peso de estas proyecciones es aún mayor cuando perdemos nuestro trabajo, o cuando decidimos dejarlo. La etiqueta social de repente se rompe y ya no sabemos realmente quiénes somos.
CUANDO LA PÉRDIDA DEL TRABAJO RIMA CON LA PÉRDIDA DEL RUMBO
Esto es lo que le sucedió a Jeanne, de 31 años, responsable de comunicación en París. “Había decidido dejar un puesto bastante seguro, pero no muy satisfactorio, y probar suerte en una empresa más pequeña y más moderna. En ningún momento me imaginé que este nuevo trabajo se convertiría en una pesadilla... Ni siquiera pude completar mi período de prueba. De repente, me encontré sin trabajo, a pesar de que trabajaba sin parar desde que tenía 18 años”, recuerda. Rápidamente, Jeanne empezó a sentir que estaba perdiendo el rumbo, que sus días se estancaban y sus proyectos también. “Ni siquiera quería salir porque, en realidad, no tenía nada que decir”, recuerda.
Al igual que Jeanne, Lydia, la esposa del autor del artículo de The Cut mencionado anteriormente, perdió el equilibrio, al mismo tiempo que su trabajo. Al caer en la depresión, parece que ya no sabía cuál era su razón de ser. El autor enumera varios estudios que apuntan a los vínculos que existen entre el desempleo y los síndromes depresivos. “Un estudio del Pew Research Center sobre la Gran Recesión de 2008 encontró que el 46% de los que acabaron en el desempleo a largo plazo sufrieron tensiones en las relaciones familiares y el 38% dijo que había perdido la autoestima”, cita. Según un estudio de Gallup de 2014, "el 18% de los que habían estado desempleados durante seis meses o más afirmaron estar recibiendo o haber recibido tratamiento para la depresión, en compa
"LA PÉRDIDA DE UN TRABAJO ES UNA PÉRDIDA REPENTINA DE REFERENTES. NOS PREGUNTAMOS QUÉ VAMOS A HACER A CONTINUACIÓN, SENTIMOS QUE YA NO PERTENECEMOS AL MISMO MUNDO QUE LOS DEMÁS"
ración con el 5,6% del conjunto de los estadounidenses".
“La pérdida de un trabajo es una pérdida repentina de referentes. Nos preguntamos qué vamos a hacer a continuación, tenemos la impresión de que ya no pertenecemos al mismo mundo que los demás”, analiza Mélissa Pangny, que agrega que, en términos de representaciones sociales, la condición de desempleado está llena de clichés (pereza, vida fuera de la rutina, etc.). Y cuanto más largo es el período de inactividad, más aparecen estos clichés en la imagen que tenemos de nosotros mismos. "Después de varios períodos de desempleo intercalados con trabajos ocasionales, perdí la fe en mis habilidades y en mi fuerza laboral. Tengo la impresión de que ya no puedo ejercer la profesión que hacía antes", confiesa Jeanne, decepcionada.
REPENSAR LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO PARA ENCONTRARTE A TI MISMO
Esta fuerte implicación del trabajo en la construcción de nuestras identidades parece desequilibrar nuestro estado mental, y la crisis sanitaria de la COVID- 19 no ha hecho nada para mejorar las cosas. Con restricciones de todo tipo y el teletrabajo cada vez más generalizado, la actividad profesional ocupa un lugar aún más importante, eliminando las posibilidades de definirnos con otros recursos externos a él. Alejandra, de 32 años, dejó un contrato indefinido hace cuatro años para probar la aventura del autoemprendimiento, y, según ella, es la mejor decisión que ha tomado. Obviamente, hay desventajas, como la soledad, la incertidumbre, también, pero, en general, su relación con el trabajo ha mejorado. “Al elegir dejar el sistema, dejé de definirme por mi trabajo”, dice. “Ahora el trabajo es solo lo que hago, proyecto a proyecto, ¡ya no es lo que soy!”.
¿No sería esa la clave: repensar el lugar del trabajo en nuestras vidas, para poder construir nuestra identidad, sin que la defina por completo? Poco a poco, aprendiendo a conocernos de otra manera, que no sea por los valores sociales, por las representaciones sociales y por los juicios inducidos por nuestra actividad profesional. Tal vez, de manera regular, comencemos a preguntarnos a nosotros mismos y a los demás "¿qué te gusta hacer para ganarte la vida?" en lugar de "¿a qué te dedicas?".
¿Y si la crisis sanitaria y el parón con nuestro entorno profesional nos diera tiempo para explorar este otro "yo"? Y, quién sabe, tal vez descubramos quiénes somos, o quiénes podríamos ser, sin nuestro trabajo.