DESPACHOS QUE NOS INSPIRAN
Tres espacios de trabajo a los que apetece volver.
¿DÓNDE TRABAJAN LOS QUE MÁS SABEN DE DECORACIÓN? LOS FUNDADORES DE UN ANTICUARIO, UNA GALERÍA DE ARTE Y UN ESTUDIO DE ARQUITECTURA E INTERIORISMO NOS ABREN LAS PUERTAS DE SUS PECULIARES DESPACHOS. EN ELLOS BUSCAMOS LA INSPIRACIÓN NECESARIA PARA RENOVAR LA OFICINA, ESTÉ DENTRO O FUERA DE CASA. LA PECERA DE BERENIS
Alfonso y Armel son los socios fundadores de uno de los anticuarios más míticos de Madrid. Se conocieron cuando estudiaban en el Liceo Francés. En 1999 adquirieron un pequeño local en el barrio de La Latina, a orillas del Rastro, y nació Berenis ( berenis.net). En 2004 se mudaron a su ubicación actual: uno de los locales de las Galerías Piquer, inauguradas en 1950 en el mismo barrio.
El suyo es un lugar de trabajo peculiar, acorde a la necesidades del oficio. Además de un espacio donde mostrar las piezas que importan y las que ellos mismos diseñan, necesitaban un rincón privado para llevar a cabo "las labores de oficina". Por eso crearon el despacho, que se esconde en una pequeña esquina al fondo de la sala. Una suerte de pecera acogedora de estilo industrial que les ofrece una panorámica de la tienda. Aquí es donde llevan al día su ' cuaderno de bitácora', apuntan las próximas ferias y eventos para profesionales y consultan las montañas de libros (de historia del arte, de diseño) que les ayudan a contextualizar sus hallazgos y a afinar las restauraciones. Para crear la salita levantaron un par de paredes. La lateral tiene una puerta corredera metálica. El muro frontal, el más grande, es una cristalera. "Es una especie de filtro de lo que pasa en la tienda", explica Alfonso. Una solución ingeniosa que bien podría recrearse en un hogar. Las otras dos paredes, de ladrillo visto, son vestigios de la vida del edificio. Las descubrieron mientras hacían la obra y decidieron dejarlas al aire. Una de ellas (la que se ve en la imagen) traza una curva convexa: es el muro de una de las torres de estilo regionalista que aún vigilan las Galerías Piquer.
Entre los ladrillos, cristales y puertas, Alfonso y Armel han construido un retiro estético y funcional, una dualidad que cada vez reclaman más sus clientes y que ellos han interiorizado con gusto. También es su caja de tesoros, donde guardan para sí las piezas que "indultan" (o sea, las que deciden quedarse ellos mismos). "Al final siempre acabamos creando vínculos emocionales con lo que traemos al anticuario", reconoce Alfonso con humor. Su último capricho fue el cuadro del fondo. El de Armel, la virgen de alabastro que aparece en primer plano.
A través del cristal se divisa la zona de exposición. En ella descansan muebles de siglos pasados (fundamentalmente, XVII, XVIII y XIX) y piezas de decoración y arte más modernas, como los cuadros de Elena Morales, su restauradora de confianza. En estos metros cuadrados, Armel, farmacéutica de formación, y Alfonso, proyecto de arquitecto, crean ambientes exquisitos. Comedores regios o modernos, salas de estar que invitan a la conversación y, cómo no, despachos que logran que volver a la oficina sea un trámite placentero.
«POR FIN ESTAMOS DEJANDO DE VER EL ARTE COMO ALGO INTOCABLE QUE SOLO PUEDE ESTAR AISLADO Y EN UNA VITRINA. SI VAS A CONVIVIR CON UNA PIEZA, TE TIENE QUE GUSTAR ESTÉTICAMENTE COMO OBJETO DECORATIVO, MÁS ALLÁ DE SU VALOR ARTÍSTICO »