Marie Claire España

A LA SOMBRA DE LA MORERA

Cinco libros que estiran el verano.

- por Charo Lagares

Valeria Castro ha tenido prácticas. Las recibía, completaba y entregaba. Estudia en Madrid la carrera de Biotecnolo­gía. Solo algunas asignatura­s remolonean en su agenda. Está a punto de rematarla. Nada tiene que ver con la música, pero le hace ilusión. Le ha reforzado el sentido del trabajo. Le ha atornillad­o los pies en la tierra. Valeria Castro tiene práctica. Tocó la música por primera vez cuando acababa de cumplir cuatro años. En un centro de La Palma entonó sus primeras notas. En casa ya las había oído. Los altavoces hacían jornada intensiva por las tardes, tras las horas de colegio. La música era solo placer. Sus padres dedicaban el trabajo a la ciencia. Él es matemático; ella, médica. Sus hermanas caminan por la misma rama. Paulina, su gemela, es física. Ella le desveló la fórmula de su música. La había encontrado en las canciones de Sílvia Pérez Cruz. La música de la catalana cambió el oído de la canaria. En 2015 comenzó a compartir en internet vídeos en los que aparecía cantando. Las versiones con las que su nombre logró un hueco en internet señalaron el camino. Sus vídeos pasaron de oreja a boca y de boca a pulgar. La valerizaci­ón de las canciones se populariza­ba. Warner, su discográfi­ca actual, le propuso entonces colocar el filtro Valeria a éxitos musicales de los 90 y principios del siglo XXI. Ella, con ellos, empezó a delimitar su sonido. En chiquita, su primer EP, le pone cotas y objetivos. Su música suaviza con lírica el folclore. Une guitarras punteadas a instrument­os de viento dulce. Sus seis primeras canciones se disfrazan, sin exigir músculo a la imaginació­n, de apuntes de Morricone para Cinema Paradiso. Quería un sonido pequeño, menudo, "chiquito como mi isla". Ni siquiera las mayúsculas capitulare­s están invitadas a su primer trabajo. En guerrera escribe a sus abuelas, sus hermanas, su madre y sus amigas. Es, anota, "la canción feminista por excelencia". En la corriente, le canta "al miedo de entrar en este mundo incierto, el de la música, casi de repente, le escribo al pavor de no saber no confiar en la gente. Le pido al agua que me quite la pena". Está satisfecha con su media docena de canciones. Ha compuesto muchas hasta dar con ellas. Pero espera que "no sean las mejores que escriba". Nada, dice, de lo primero lo es.

No hay en sus letras corazones rotos en busca de un chupito de atención ni instruccio­nes para bailar en pareja una noche de verano. Valeria Castro no le regala demasiada atención al amor romanticón. Su bolígrafo, como otros de su generación, como la literatura, el cine o la pintura, se pasea por otros temas. Diga la radio lo que diga, no solo de amor bebe la música.

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