La comunión del pulso y las estrellas
En un verano caben libros macarras, música en directo y un 'bloody mary' con amigos. A los días sin horas se consagra Andrea Levy. Toma el teclado la delegada de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid.
El verano es un estado mental del que todavía no me voy a desprender. Después de varios años sin vacaciones, este 2021 ha sido el momento en el que volví a viajar por placer. Para reír, comer bien y seguir leyendo con mi habitual hambre por las buenas historias. Como por ejemplo, Macarras interseculares, de Iñaki Domínguez: una cápsula del tiempo en forma de mirilla por la que espiar a ese Madrid tan cheli como musiquero, y genuino, de años atrás.
Cádiz o Palma de Mallorca han sido los destinos en los que he disfrutado con buenos amigos de desayunos sin prisa, charlas infinitas y brindis que me han recordado lo importante que es tomarse tiempo para una misma. Como esos veranos eternos en Cadaqués, donde pasé mi adolescencia, en los que he disfrutado tanto mientras Charles Aznavour o Georges Moustaki le ponían la banda sonora a momentos irrepetibles que tengo grabados en mi memoria. Pero seamos honestos: mi corazón lo robaron el brit pop y Jarvis Cocker.
De la misma manera que la música ha tenido una gran presencia en mi vida desde muy joven, también lo ha hecho la moda que, como no me canso de repetir, es cultura. No puedo olvidarme de esos maravillosos años 90 en los que Tom Ford reinaba en Yves Saint Laurent y yo me moría por todo lo que diseñaba. De hecho, confieso que sigo conservando un top de aquella era con mucho cariño.
Porque hay cosas que nunca cambian y siempre permanecen, continúa intacta mi devoción por los huevos con patatas, el bloody mary y la música en directo en cualquier época del año. Ojalá pronto podamos estar bailando tan libres y tan felices como aquellas noches en la sala Nitsa en las que Sideral nos hacía comulgar con el pulso y las estrellas.