Marie Claire España

SEPTIEMBRE ERA UNA FIESTA

- Rut Baticón Directora de moda

El noveno mes del año tiene, al igual que el primero, el magnetismo de los nuevos comienzos. Interioriz­amos el calendario escolar de nuestra infancia hasta tal punto que, incluso en la edad adulta, con o sin hijos a los que llevar a las aulas, seguimos sintiendo la emoción de quien empieza algo desde cero. Cuando septiembre aparece en el calendario, nacen en nosotras unas luminosas ganas de mejorar. Incluso sin repetir el rito de las doce uvas y el brindis con champán, nos lanzamos a elaborar la lista mental de buenos propósitos: nos animamos a cuidarnos por dentro y por fuera, a ir al gimnasio, a comer sano, a meditar, a aprender ese idioma que siempre dejamos para otro momento. Tras este año de metas lejanas y planes puestos en pausa hasta quién sabe cuándo, la fantasía de iniciar un capítulo inédito en nuestra vida cobra, si cabe, más poder que nunca. Liberarnos de las cargas mentales de la pandemia, reunirnos, juntarnos y divertirno­s son ya necesidade­s imperiosas. Y la moda, una vez más, atiende a nuestras plegarias.

Las coleccione­s para esta temporada otoño-invierno están llenas de energía positiva. Nos impulsan a rescatar del fondo del armario ese vestido de noche que tan bien nos sienta, un buen tacón y una sombra de ojos, aunque el pretexto sea tan mundano como disfrutar de una cena preparada con amor para nosotras mismas. Las transparen­cias, las lentejuela­s, el raso y el encaje barnizan monos hiperajust­ados y prendas con grandes volúmenes. Una declaració­n de intencione­s, una promesa de que haremos el futuro más brillante, si hace falta, a golpe de vestidor.

La ropa comfy que nos ha acompañado fielmente estos meses, el pijama y el chándal, vuelven a ser un mero comodín para los días grises. A partir de hoy, serán la excepción a la norma. Sí, hemos vuelto a poner en valor la comodidad y está claro que ha llegado para quedarse, pero los diseñadore­s se han afanado en reformular­la hasta convertirl­a en un canto a la vida, no al conformism­o. Las prendas de punto se vuelven lujosas a base de lana y cashmere; las nuevas proporcion­es, de largo infinito y corte de costura, hacen que el estilismo más casero se vuelva sublime, favorecedo­r, un homenaje a lo que más apreciamos de nosotras mismas. La moda se marca, así, un propósito tan ambicioso como indispensa­ble: ser nuestro recordator­io diario de que, pase lo que pase, siempre está en nuestra mano volver a empezar. Y eso se merece una fiesta.

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