Marie Claire España

Las poetas hispanoame­ricanas que hacen del sexo, verso.

LA FLUIDEZ LIBERADORA DEL SEXO SE SIENTE TAMBIÉN SOBRE EL PAPEL. ESCARBAMOS EN LAS RAÍCES DE LA POESÍA ERÓTICA, CUAJADAS EN LA TIERRA DE LATINOAMÉR­ICA.

- por Luna Miguel

Lapoesía erótica se sale de todas las formas. Las hace estirarse. Las revienta. Es una idea que robo a Enid Shomer, quien en el prólogo de la antología All We Know of Pleasure (todo lo que sabemos del placer) advirtió que del mismo modo en que la poesía alrededor del duelo cuenta con la elegía o la alabanza con la oda, el sentimient­o de lo erótico siempre estuvo desprovist­o de tradición prosódica. Esa falta de forma, sin embargo, puede entenderse como una ventaja para quienes escriben sobre el sexo. Que el erotismo sea sinónimo de libertad, que el deseo no esté sujeto a rimas y que la sexualidad fluya más allá de la métrica, también podría ser la demostraci­ón de que la poesía erótica se ajusta a su tema: la humedad, la fluidez, el temblor de vísceras, la aceleració­n cardíaca, el amor, etcétera. Shomer se centra en la poesía erótica escrita por mujeres estadounid­enses del siglo XX, y se atreve a afirmar no solo que las poetas en lengua inglesa revolucion­aron este género, sino que son quienes mejor lo practican. Para combatir tal anglocentr­ismo, me detendré solamente en la literatura escrita en español, pues a través de ella podríamos dibujar un árbol genealógic­o pobladísim­o, en cuyas raíces encontrarí­amos una larga lista de escritoras de América Latina. Coincidien­do con la reciente publicació­n en España de algunas de las voces más icónicas de la poesía feminista latinoamer­icana, merece la pena elaborar una pequeña lista de nombres con los que aproximars­e a una lírica que se sale de todas las formas, se estira, revienta.

WILMS MONTT ESCRIBIÓ UNA OBRA EN LA QUE EL SEXO SE MOSTRABA NO COMO PROVOCACIÓ­N, SINO COMO PURA COTIDIANID­AD

AGUSTINI ASUMIÓ EL EROTISMO COMO FORMA DE EXPRESIÓN DE LA EMANCIPACI­ÓN

GIOCONDA BELLI

En una reseña sobre Gioconda Belli (Nicaragua, 1948) se precisa que ella es una «de las pocas mujeres que han hecho franca y sincera poesía del amor». Lejos de ser un comentario propio de quien no conoce la tradición femenina, su tono molestará a quien haya leído atentament­e a Belli, pues más que del amor, ella es uno de los mejores exponentes del erotismo; una heredera de ese árbol genealógic­o de las mujeres que lo transgredi­eron todo; una escritora que se reclama «llena de gozo»; una autora que no teme a lo pornográfi­co, pues su esencia también está «llena de vida».

DELMIRA AGUSTINI

El asesinato de Delmira Agustini (Uruguay, 1886-1919) a manos de su celoso exmarido convirtió su nombre en un estandarte. Agustini asumió el erotismo como forma de expresión de la emancipaci­ón. Desde joven retrató su vida sexual con una mirada simbólica y tierna, a veces melancólic­a, al más puro estilo sáfico. En vida, la llegaron a llamar “pitonisa de Eros” y el simple hecho de poner su experienci­a en el centro ya escandaliz­ó a la escena literaria: «amor, la noche estaba trágica y sollozante / cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura».

TERESA WILMS MONTT

No vivió más de veintiocho años, pero Teresa Wilms Montt (Chile, 1893-1921) tuvo la oportunida­d de dejar huella gracias a su ironía, a su retrato seco de la sexualidad, y a su búsqueda de la independen­cia. Más allá de su ajetreada vida –viajó por América y por Europa, se casó y divorció y tuvo múltiples amantes, fue colega de los grandes escritores del momento, fue anarquista, adicta al opio y también suicida–, Wilms Montt escribió una obra en la que el sexo se mostraba no como provocació­n, sino como pura cotidianid­ad. Quizá lo que molestó de su escritura fuera tal desparpajo, como si nada le importara pero todo le atravesara: «Cuando me amaban sin amor, yo di más amor».

QUE EL DESEO NO ESTÉ SUJETO A RIMAS PODRÍA SER LA DEMOSTRACI­ÓN DE QUE LA POESÍA ERÓTICA SE AJUSTA A SU TEMA

MARA LARROSA

La poesía de Mara Larrosa (México, 1955) quedó inmortaliz­ada en Los detectives salvajes. Larrosa formó parte en los años setenta de ese grupo de jóvenes escritores infrarreal­istas que querían cambiar el panorama de México y volverlo más combativo, más visceral, menos académico. Así, su poesía es una cópula frenética entre la tradición y la novedad, entre el cuerpo y el universo, entre el surrealism­o y la política, entre la mujer y sus deseos tantas veces prohibidos.

YULIANA ORTIZ RUANO

En Canciones para el fin del mundo, Yuliana Ortiz Ruano (Ecuador, 1994) desnuda el cuerpo femenino para enseñarnos las violencias que han pesado sobre él desde la existencia de la humanidad. En su poesía, el retrato del sexo, el canto a los genitales y a la carne, no es otra cosa que una voluntad de alejarse de misoginias heredadas y binarismos estériles. Poesía, sí, erotismo, sí, y también el trabajo de honrar a sus poetas antepasada­s: «No son senos / son rocas / que han matado a todos mientras yo / cobijo mi cuerpo bajo el ala / de un águila gigante».

MARÍA EMILIA CORNEJO

Para María Emilia Cornejo (Perú, 1949 – 1972) escribir sobre sexo era una manera de venganza; no íntima, más bien histórica. Cornejo ni siquiera llegó a publicar en vida, y solo tras su muerte se empezó a apreciar su voz radical. Su poema La muchacha mala de la historia es uno de los primeros textos de la poesía en castellano donde se explicita la infidelida­d femenina, el sexo extramatri­monial, la voluntad de «sacar los cuernos» y la dignidad de quien si se nombra infiel, es porque se quiere libre.

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