5 MITOS DE LA ALIMENTACIÓN VEGANA
IDENTIFICARSE COMO VEGANA AÚN ACARREA, MUCHAS VECES, UN INTERROGATORIO INTENSO Y PLENO DE ESCEPTICISMO. DESMONTAMOS ALGUNO DE LOS ARGUMENTOS MÁS EXTENDIDOS EN SU CONTRA.
LA SOJA PARA CONSUMO VEGANO CONTAMINA MUCHO
En realidad, la mayor parte de la soja que se cultiva en el mundo se destina a alimentar ganado.
Solo en la UE, la producción de pienso para ganado consumió, en 2019, un 87% de la soja importada. Además, también se usa para elaborar combustible (de hecho, es el 90 % de la materia prima para agrodiesel en Estados Unidos). El tofu no va a deforestar la Amazonia.
LA ALIMENTACIÓN VEGANA NO ES COMPLETA
Si es equilibrada, es tan sana como una buena dieta omnívora.
Es uno de los argumentos más extendidos en contra del veganismo. Sin embargo, quienes practican esta alimentación obtienen proteínas (las hay en casi todos los vegetales), calcio (no solo lo da la leche) o vitamina B12 (por suplementación, igual que las vacas). Según la ONU, un 70 % de las nuevas enfermedades humanas tienen origen animal.
ES ABSURDO QUE NO SE PUEDA CONSUMIR LECHE, MIEL O SEDA
Que los animales produzcan estas sustancias de forma natural no legitima su explotación.
La vaca da leche porque es madre, como las humanas, no porque sea "lechera". Tras los lácteos hay explotación animal para forzar embarazos y privar a los terneros de alimento materno, y eso es lo que rechaza el veganismo.
SER VEGANO ES CARO
Algunos de los ingredientes más baratos del mercado son veganos, como las legumbres.
Un estilo de vida respetuoso con el planeta exige, a veces, decisiones que no son fáciles. Sin embargo, parte de los alimentos de "lujo" veganos (hamburguesas, quesos) cuestan menos que los no veganos y, en cualquier caso, no son el grueso de la cesta.
CAMBIAR DE DIETA NO VA A SALVAR EL PLANETA
La alimentación plant-based es un arma muy eficiente contra el cambio climático.
Según un estudio publicado por la revista Science, un recorte masivo del consumo de productos animales reduciría el gasto mundial de agua en un 20% y las emisiones de CO2 en un 50%. Además, hasta un 76% de la tierra que ocupa el ganado y la agricultura para alimentarlo volvería a la naturaleza o a la alimentación humana.