NO ES SOLO UNA CARA BONITA
EN LA GALERÍA BADR EL JUNDI DE MARBELLA, LA EXPOSICIÓN QUE CIERRA EL AÑO ES UN ESPEJO HECHO DE LIENZO. HASTA NAVIDAD, AQUÍ EL MUNDO QUEDA RETRATADO.
A Matthew Eguavoen le gusta el marrón. Le gusta jugar con él, llenarlo de brillos, matizarlo. Le gusta el color oscuro porque se parece al de su piel. Busca las texturas en las pinturas acrílicas, en los materiales al óleo y en la tiza y se pone a dibujar. El nigeriano pinta miradas. El ceño, las gafas y los párpados centran sus retratos, vestidos siempre con tejidos suaves y colores que vibran sobre el lienzo. Entre sedas, naranjas, lentejuelas y turquesas, en la obra de Eguavoen se estampan críticas a la inseguridad de su país y a la forma en la que el entorno, o sea, el dinero, ejerce de condicionante. En sus retratos está su origen. En los de Iván Forcadell, también. El catalán conduce sus obras entre la ciudad y el pueblo. Sus retratos de rosa encendido se aplastan y enmarcan por flores, plantas y frutas. En el pincel de Jonni Cheatwood, los rostros se desfiguran a través del color, se derriten por el lienzo en tonos rojos y azules. Las mujeres de Margaux HenryThieullent repiten la paleta, picassianas y violentas. Hasta el 22 de diciembre, la Exposición colectiva, alrededor del autorretrato y el retrato de Badr El Jundi mira al espejo y a su marco.