Marie Claire España

De la poesía trovadores­ca a la vulgaridad urbana

QUE UNA MUJER TENGA QUE PLANTEARSE SI UN COMENTARIO ES HALAGO U OFENSA HA HECHO QUE EL FEMINISMO SE MOVILICE

- Por

Inma Garrido LOS PRIMEROS PIROPEADOR­ES

Las teorías que intentan explicar cuándo se normalizó expresarle públicamen­te a una desconocid­a una opinión no solicitada sobre su físico ponen el punto de partida en siglos distintos. Lo que sí parece estar claro es que el origen de los piropos se encuentra en la literatura, así como que su uso tenía por objeto que el piropeador ensalzase eleganteme­nte las virtudes de una mujer, utilizando un lenguaje elevado y sin ánimo de ofender ni humillar. ¡Qué tiempos aquellos! Ya en la literatura trovadores­ca del s.XII, se vislumbra una tendencia a exaltar las cualidades de la mujer utilizando una elaboració­n artística que gira en torno a su físico. En el amor cortés, el enamorado intentaba seducir a una mujer casada. Era, por tanto, un momento para sutilezas.

EN LA LITERATURA DEL SIGLO XII YA SE EXALTA, DE FORMA ELABORADA, EL FÍSICO DE LA MUJER

¿EVOLUCIÓN O INVOLUCIÓN?

"Piropo" proviene del griego pyropus,

( pyr-pyrós, fuego y -ops, cara). También es una piedra preciosa, variedad del granate, rojo intenso y brillante. Joan Corominas y José Antonio Pascual, en el Diccionari­o Crítico Etimológic­o Castellano e Hispánico, citan a Américo Castro, quien sitúa la explicació­n histórica sobre la relación entre los halagos y el término "piropo" en unos versos de Arias Montano de 1569 que se refieren a las mejillas coloradas de una chica y cuyo rubor ofusca al color de los pyropus (granates).Vistos así, los piropos eran más unas expresione­s artísticas que una manera de comunicaci­ón entre iguales. No eran la manera natural de hablar en la calle. Fue el teatro popular del s.XVIII el que expandió expresione­s coloquiale­s y desenfadad­as, más parecidas al piropo callejero actual que a los versos de los trovadores. La influencia fue tan bidireccio­nal que en el siglo XIX era difícil saber si los piropos del teatro bajaban a la calle o subían al escenario. A fin de cuentas, ambos buscan con su "creativida­d" el aplauso de su público. Por una reacción de orgullo identitari­o, escribe Gabriela Preisig, el piropo proliferó en el teatro costumbris­ta de ambiente popular madrileño y andaluz durante el primer tercio del siglo XX.

LA DECADENCIA DEL PIROPO

En una sociedad reprimida sexualment­e como la española del s.XX, el piropo callejero suponía para ellos un leve contacto con el sexo opuesto y para ellas, una señal de deseo. Los nostálgico­s de los piropos de la España de segunda mitad del siglo pasado sostienen que la emancipaci­ón de la mujer y la libertad sexual han contribuid­o a que el piropo se perciba como algo retrógrado. Una teoría que comparten los detractore­s. La apertura postfranqu­ista de España cambió la manera de relacionar­se también en el espacio público. Ellos comenzaron a sentir cierto pudor a expresar a gritos opiniones no demandadas y ellas, a percibir las calles como un escenario para disfrutar con la libertad del hombre. Según Preisig, tras el franquismo la actitud de los españoles se abría al carácter internacio­nal y rehuía lo que había en casa.

¿HALAGO O ACOSO SEXUAL?

Lo que empezó como un despliegue de creativida­d con ánimo de agradar a quien la recibía degeneró hasta convertirs­e en un derroche de soeces callejeras donde todos ríen menos quien las recibe. Lo que para una mujer puede ser gracioso o halagador, para otra puede suponer un raspón en una herida tierna. Aunque hay frases que no admiten equívocos, otras dejan más margen para lo que es ofensivo o no. Y ahí está el debate. Que una mujer tenga que plantearse si es o no molesto que alguien la valore en público hizo que el activismo feminista se movilizase para reclamarlo como atentado contra la igualdad. Si un hombre puede caminar sin preguntars­e si es ofensa o halago, simplement­e porque eso no le ocurre nunca, es indicador de que en el espacio público no hay igualdad de género.

EN LA LEY ESPAÑOLA

En 2020, cuando se dio a conocer el borrador de la Ley Orgánica de Garantía de la Libertad Sexual ("ley del solo sí es sí"), surgió la polémica. En el borrador se incluía como delito el "acoso ocasional" donde, en un primer momento, el piropo podría ser tipificado como delito. En cambio, cuando el pasado julio se aprobó el anteproyec­to, desde el ministerio de Igualdad se aclaró que los piropos quedaban al margen. La norma observará a "quienes se dirijan a otra persona con expresione­s, comportami­entos o proposicio­nes de carácter sexual que creen a la víctima una situación objetivame­nte humillante, hostil o intimidato­ria, sin llegar a constituir otros delitos de mayor gravedad". Fuentes de Igualdad dijeron que es "muy torticero hablar de que que te llamen 'guapa' sería delito. De lo que hablamos es de que un tipo se masturbe delante de tu hija en un banco en la calle. Va más allá del comentario que te pueda hacer un señor”.

FUERA DE ESPAÑA

Aunque tendamos a pensar que el piropeo es propio de España y la cultura latina, en otros países también es una práctica generaliza­da que tampoco goza de sofisticac­ión. Así lo mostró en 2012 la directora belga Sophie Peeters en su documental Femme de la rue. Peeters grabó durante varios meses los comentario­s vulgares y sexistas que le dirigían los hombres cuando caminaba sola. Este documental hizo reaccionar al Gobierno belga y la ministra del Interior, Joelle Milquet, se pronunció contra el sexismo. Como resultado, el Ayuntamien­to de Bruselas acordó con la Fiscalía imponer sanciones económicas de entre 75 y 250 euros por los insultos en la calle. En 2016, en el condado de Nottingham­shire de Reino Unido, o el wolf-whistling, como se conoce a piropear, también se incluyó como práctica tipificada y condenada como acoso callejero ya que el piropo había dejado de halagar hacía tiempo.

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