A través del móvil, privacidad e intimidad se han volatilizado. ¿Qué queda cuando lo privado es público? Cine y libros responden.
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por Ángel Ramos
Las redes sociales han cambiado para siempre el concepto de intimidad. Aparentemente libres, informamos sobre nuestras vacaciones, la decoración de nuestra casa o nuestras relaciones personales. Valoramos, además, la calidad de nuestra vida teniendo en cuenta si será "instagrameable". ¿Será visualmente atractiva para provocar envidia en los demás? Hacemos el papel de vigilantes y de vigilados. Mostramos lo que Lacan llama "extimidad", una intimidad prefabricada para ser mostrada que fuera todo lo que no es apto para ser "contenido", todo lo que no es confesable. Las celebridades entregan sus cuentas personales de redes sociales a agencias de publicidad para evitar la "cancelación". Son cada vez más frecuentes las empresas que limpian la huella digital o borran entradas de Facebook que ahora provocarían malestar. Nos hemos convertido en observadores del otro. No necesitamos un Gran Hermano.