Marie Claire España

DE PADRE A HIJO

OLIVIER POLGE, NARIZ DE CHANEL, SE SINCERA SOBRE SU COMPROMISO Y TRABAJO CON LA 'MAISON', SIETE AÑOS DESPUÉS DE HABER TOMADO EL RELEVO DE SU PADRE.

- por Sophie Fernández

Olivier Polge (Grasse, 1974) nació rodeado de flores. De forma literal. Su talento y nariz excepciona­les le llevaron a trabajar con ellas, conceptual­izando perfumes que dejaron huella en la historia de Chanel. Con el corazón entre París y Grasse y una elegancia innata, el perfumista recuerda la importanci­a de la naturaleza en el mundo olfativo de la maison.

La historia de su familia está estrechame­nte vinculada a la de Chanel. ¿En qué momento decidió tomar el relevo? Se hizo en varias etapas. Descubrí, al entrar en Chanel, que un momento clave para mí había sido el día en el que empecé a dedicarme a esta profesión. El relevo se hizo progresiva­mente, fue una iniciativa de mi padre (Jacques Polge, nariz de Chanel de 1978 a 2015). Llegué a cierta edad y quiso pasar el testigo. Comentó al propietari­o de la maison que tenía que empezar a pensar en su sucesión y resultó que en aquel entonces, llevaba 16 años trabajando en una empresa llamada el IFF, para la que había hecho diferentes perfumes. Pareció lógico y natural. ¿Cómo percibe el trabajo de Chanel en Grasse, 35 años después de su inicio oficial? Estamos muy conectados. Cuando Gabrielle Chanel conoció a Ernest Beaux, vivía en la región. Es una de las mayores riquezas de Chanel: detrás de todo lo que se crea, integramos todo el savoirfair­e. El perfumista creó esta fórmula del número 5 y fue contratado por Chanel. Desde entonces fabricamos nuestros perfumes. Siempre estuvimos muy conectados con los productore­s de flores. Al principio, lo estábamos con los industrial­es, las flores se importaban a las manufactur­as y seleccioná­bamos las esencias que hacían. Nos acercó mucho a los productore­s. Formalizam­os el contrato con la familia Mul en los años 80, pero siempre estuvimos presentes. Fue bastante revolucion­ario en el sector, nos permitió entender que la perfumería empieza en el campo. ¿ Cómo definiría el compromiso de Chanel con la ecología? Desarrolla­mos diferentes acciones en el mundo. Existe un reto detrás de cada materia prima con grandes ejes. Buscamos una agricultur­a orgánica, luchamos contra el uso de todos los derivados del petróleo… En cada punto del globo nos aseguramos de que en cada etapa de la transforma­ción, todo el mundo reciba un sueldo decente. Nos exige, incluso a nivel técnico, una recolecta de datos colosal. En Grasse cultivan cinco tipos de flores tradiciona­les. ¿Cómo consigue innovar con aromas clásicos? Son los dos aspectos de nuestro trabajo en Grasse. El primer objetivo fue la preservaci­ón de nuestro savoir-faire para el jazmín y la rosa, y con las tres que añadimos, buscamos algo diferente. Para el nardo, concebimos un sistema de extracción personaliz­ado en la manufactur­a. Para la selección varietal del geranio, llevamos a cabo una selección muy particular, original, que correspond­ió a una nueva faceta olfativa. El iris es especial, y con mi padre, teníamos la sensación de que no se trabajaba de forma adecuada. Gracias a esta pequeña producción, conseguimo­s valorar nuestros conocimien­tos y en la actualidad, dirigir mejor nuestras filiales extranjera­s. ¿Cuál es la flor más exigente? La más difícil a nivel agrícola es el jazmín. Es muy pequeño, delicado, ligero, difícil. Desde un punto de vista estético, tiene algo que atrapa, muy potente, con notas animales… Es muy especial. ¿Cómo definiría un buen perfume? Lo primero es que nos guste el perfume. Debe tener una identidad que podamos reconocer entre mil.

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“Somos los guardianes de las fórmulas de Chanel y debemos hacer todo lo posible para tener el control absoluto de nuestros ingredient­es” confirma Olivier Polge

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