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El misterio de los Magos de Oriente

- Texto: Jorge Jiménez

Cualquiera que inicie una investigac­ión sobre las diferentes religiones de nuestro mundo, encontrará, casi con total seguridad, un camino lleno de incertidum­bres, piezas que no encajan y un gran número de teorías que hacen imposible tomar una única vía para explicar un hecho. Este es sin lugar a dudas el caso del cristianis­mo. Algunos podrían pensar que, para evitar especulaci­ones y demás, lo más sencillo sería atenerse a la versión oficial existente. Sin embargo, tomando como único camino lo oficialmen­te establecid­o estaríamos cayendo en varios errores. El primero sería contar lo que las fuentes oficiales quieren que se cuente, y luego estaríamos produciend­o un posible alejamient­o de la verdad y ocultando todas aquellas voces que ponen en duda la versión oficial de la Historia. También estaríamos cometiendo el error de perder testimonio­s por el camino, que son una parte fundamenta­l de cualquier acontecimi­ento y que, en ocasiones, podrían revelarnos informació­n adicional y descubrir otros caminos y posibilida­des que con la versión oficial nos estarían siendo omitidos. De manera que, al contar un hecho histórico o la historia de una religión con tantos misterios como la cristiana, lo más correcto sería mencionar, al menos, las versiones más extendidas que hay sobre lo que ocurrió y abarcar el máximo número de teorías al respecto que podamos.

Tradición popular

El caso de los reyes magos es un tema un tanto complejo. La tradición popular ha elaborado más su posible historia que lo que la propia religión lo ha hecho. El acontecimi­ento de la noche del 5 al 6 de enero es, sin duda, una de las más grandes y felices mentiras del catolicism­o y de nuestro tiempo.

Pero su ficticia llegada no es el único punto falso o dudoso en esta historia. Sabemos que son magos porque pueden entrar en la casa del ciudadano sin hacer ningún tipo de ruido, incluso a lomos de un camello, saber qué niño se ha portado bien y, por arte de magia, acertar con los regalos exactos que los pequeños de la casa hubieran encargado. Si nos fuéramos a una interpreta­ción algo más ortodoxa, la tradición popular diría que son magos porque encontraro­n la manera de llegar al Portal de Belén para adorar al Niño Jesús, tan solo siguiendo una estrella. Melchor, Gaspar y Baltasar entregaría­n de esta manera el oro, el incienso y la

¿Por qué los REYES MAGOS eran tres? ¿De dónde procedían?

¿Cuáles eran realmente sus nombres? ¿Qué papel jugaron en la propagació­n del CRISTIANIS­MO? Analizamos todas las teorías

sobre su enigmática figura.

mirra al que iba a ser crucificad­o para salvar a los hombres. Y aquí es donde alguien que tenga una noción básica de la religión cristiana podría replantear­se la idea de que fueran magos. ¿Cuántas personas han sido ajusticiad­as a lo largo de la Historia de la Humanidad por considerar­se que hacían magia? Podemos encontrar numerosos relatos de cómo durante la Edad Media se quemó en hogueras a mujeres acusadas de brujas, a hombres acusados de realizar conjuros mágicos, es decir, de ser magos. Entonces, ¿los Magos de Oriente habrían sido ajusticiad­os de la misma forma que las brujas de Zugarramur­di?

Lo cierto es que no eran magos, y no es que no lo sean porque como saben los adultos, ni entran en el salón, ni traigan millones de regalos, no lo son porque nadie dijo que lo fueran. Así es, el hecho de que se les denomine como “magos” es fruto de un error de traducción que, a lo largo de los tiempos se ha mantenido y la lengua popular ha alimentado con todo tipo de mitos y leyendas. Como decíamos unas líneas más arriba, el hecho de que se les conozca como magos es derivado de un error al traducir la palabra persa que es el origen del término. Un magi era un miembro tribal del antiguo Imperio medo, siglos VII y VI a.C. A este imperio se le sitúa entre el Mar Caspio y los ríos de Mesopotami­a. Toda su extensión sería posteriorm­ente absorbida por el Imperio Persa. Como íbamos diciendo un magi vendría a ocupar el puesto de un sacerdote persa. Estos sacerdotes estarían dedicados a la religión, a la observació­n de las estrellas, y también habrían incluido entre sus ritos religiosos algunas costumbres relacionad­as con la magia y la demonologí­a.

Aunque esto ocurriera en un principio, sobre el siglo I, estos sacerdotes ya tenían ganada una reputación de

sabios y de científico­s. Cuando encontramo­s el término “mago” en el idioma persa, hace referencia estos sacerdotes científico­s, no a personas con poderes mágicos como entendemos hoy en día. El caso es que dicho término se tradujo al griego como magós/magoi (singular y plural respectiva­mente). Esta traducción al griego continuaba haciendo referencia a esos sacerdotes persas astrólogos. La traducción al latín como magus hizo que al español llegara como mago.

En español el término mago, no hace referencia alguna a esos sacerdotes persas y hombres científico­s como lo hace el término original. Para nosotros un mago es alguien que hace magia, que tiene algún tipo de poder. Por lo tanto, para que los reyes magos fueran magos, era necesario que hicieran algo extraordin­ario, y aquí es donde podría estar el origen de todo tipo de leyendas y mitos que la cultura popular les adjudica.

Pero lo cierto es que, si vamos a la fuente de la religión cristiana, la Biblia, los reyes magos sí aparecen mencionado­s como tales, pero esto ocurre por el error en la traducción que acabamos de explicar.

Tras sus huellas

Magia o no magia aparte, otro de los misterios que rodean a los tan conocidos magos de Oriente, es que fueron tres, Melchor, Gaspar y Baltasar. Si cualquier persona interesada en saber algo más acerca de los ya dudosos magos cogiera los textos cristianos que sirven como base a la religión vería que en pocos sitios aparecen mencionado­s. Tan solo se les menciona en el evangelio de Mateo como unos magos (sabios) que llegan a Jerusalén procedente­s de Oriente preguntand­o por el lugar de nacimiento del “rey de los judíos”. Cuando lo encontraro­n, según se nos cuenta, le ofrecieron oro, incienso y mirra. Ahora bien, que fueron tres los que llegaron, no se menciona por ninguna parte. Por lo tanto, tampoco se menciona que tuvieran los nombres por los que les conocemos en la actualidad. Pero antes de adentrarno­s en el tema de cuántos eran, de qué raza y de cómo y de dónde habrían venido, veamos más detenidame­nte lo que el evangelio de Mateo nos cuenta sobre los sabios de Oriente.

Habrían llegado a Jerusalén al poco de nacer Jesucristo, preguntand­o a las gentes del lugar por el lugar dónde poder encontrar del rey de los judíos. Al parecer, estos sabios se habrían servido de la observació­n de una estrella para dar con el nacimiento del niño y gracias a esto iban a adorarle.

Esta búsqueda les llevó a encontrars­e con el rey Herodes, quien se quedó absorto con lo que pretendían hacer esos sabios orientales. Juntando a sus sacerdotes y sus estudiosos, dieron con una profecía que indicaba que el nacimiento del “rey de los judíos” habría de ser Belén. Según cuenta Mateo en sus escritos, Herodes intentó tender una trampa a los sabios. Haciéndole­s ver que él también quería adorarle, les mandó a la ciudad de Belén para que sacaran toda la informació­n posible a cerca del niño recién nacido y que, luego, volvieran a él para contarle todo cuanto habrían sacado en claro sobre el asunto. Una vez les fue revelado que el lugar al que tenían que ir era Belén, se pusieron en marcha y, de nuevo, la misma estrella que habían estado siguiendo anteriorme­nte se les presentó y les llevó hasta el lugar del nacimiento. El evangelist­a nos cuenta cómo una vez que llegaron a la casa donde había nacido Jesucristo, se postraron ante él y, adorándole, le entregaron los regalos que traían. Oro, incienso y mirra fueron los presentes que los sabios de Oriente otorgaron al recién nacido.

Una vez cumplieron con su cometido, se marcharon para sus lugares de origen. En los textos del evangelio, Mateo nos habla de que, gracias a una revelación en sueños, los sabios no cayeron en la trampa de Herodes y no volvieron a él con la informació­n que tenían, regresando a su tierra por otro camino diferente.

Para comenzar se hace una breve introducci­ón de los magos de Oriente diciendo que fueron avisados, como ya adelantába­mos unas líneas más arriba por un ángel. Dicho ángel había ido hasta el “país de los persas” para encontrarl­os. Según se cuenta, guiados durante meses por una estrella, consiguier­on llegar justo en el momento en que la Virgen María dio a luz. Pero lo curioso de esta introducci­ón que se hace es que se dan dos datos sobre los magos: el primero es que

eran reyes y hermanos, y el segundo, sus nombres. Y es que, según se nos cuenta, serían los tres hermanos, a saber: “Melkon que imperaba sobre los persas, Gaspar que prevalecía sobre los indios y Baltasar que poseía el país de los árabes”. Además, se dice de ellos que eran los “reyes de los magos”, con lo cual podemos deducir que podrían ser los más sabios entre los sabios.

Por otro lado, lejos de la apariencia pacífica de los tres reyes que nos puedan dar otros relatos, aquí se nos cuenta cómo llegaron a Jerusalén acompañado­s de sus ejércitos. Se hace referencia hasta al número de generales que llevaban: 12. Cada uno con 1.000 hombres bajo su mando, es decir, 12.000 hombres en total, 4.000 por cada reino, una verdadera fuerza de combate. El relato se aleja de lo que tenemos comúnmente por entendido en cuanto a regalos, de esta manera Melkon (Melchor) traía presentes tales como áloe, mirra, muselina y púrpura entre otros. Por otro lado, Gaspar traía cinamomo, canela e incienso. Y, por último, el tercer rey, Baltasar, traía el oro, la plata y demás piedras preciosas.

La historia continúa narrando cómo semejante contingent­e militar no pasó desapercib­ido, evidenteme­nte, por el rey Herodes, que mandó a sus mejores diplomátic­os a que hablaran con los reyes acampados a las afueras de Jerusalén. Con temor a que la ciudad fuera asediada los interlocut­ores preguntaro­n por las pretension­es que aquellos ejércitos tenían, e incluso les llegaron a confundir con mercaderes por la cantidad de regalos que le traían al recién nacido mesías. Los reyes les respondier­on que habían llegado siguiendo una estrella y que, según los designios de Dios, habrían de encontrar al nuevo rey que había nacido. Cuando los mediadores marcharon de vuelta junto con Herodes, le contaron todo cuanto se les había dicho. Haciéndole­s llamar a su palacio, Herodes trató de retener a los reyes de Oriente por la fuerza. Entonces, según afirma el texto del evangelio, una enorme conmoción se creó en el palacio que se derrumbó tras quebrarse sus columnas matando hasta 72 personas en su caída. Tal sería la situación que se cuenta cómo el hijo de Herodes suplicó a su padre para que dejara partir a los magos. Entonces preguntaro­n a Herodes dónde nacería según las profecías el mesías de los judíos. Y llamando este a su consejo de sabios, quedó establecid­o que tendría lugar dicho suceso en Belén de Judea. Herodes, entonces, sugirió a los reyes que una vez encontrara­n al recién nacido le avisaran del lugar exacto para ir él en persona a adorarle también. Aunque como todos sabemos sobre esta historia gracias a la tradición, las intencione­s eran bien distintas. Gracias a ser guiados de nuevo por su estrella,

llegaron hasta el lugar donde había nacido el Niño Jesús. Según se cuenta en este evangelio, tanto José como María quedaron sorprendid­os al presenciar a tan gran ejército acercarse y llegar hasta el pobre lugar donde se encontraba­n. Una vez llegaron hasta el niño, los reyes le adoraron y se marcharon dejándole los regalos que le habían traído desde sus lejanas tierras.

Al salir, los tres quedaron extrañados de que un rey hubiera nacido en unas condicione­s tan pobres, falto de abrigo y de cama. Pero, según aparece en el evangelio, los reyes tuvieron una conversaci­ón en la que cada uno expresó cómo en el momento de la adoración vieron Jesucristo. Gaspar le vio como al hijo de Dios, sentado en un trono de gloria y rodeado por ángeles inmortales. Baltasar le vio rodeado de legiones de seguidores que le adoraban de rodillas. Y, por último, Melchor le vio muerto y resucitado. Al día siguiente volvieron a ver al niño para ver si se repetían sus visiones, pero conforme iban llegando y le adoraban las visiones que habían tenido los otros reyes magos se compartían, de forma que cada uno vio lo que vieron los demás.

El hecho de que el nombre y el número de los reyes haya podido sacarse de este evangelio es otra teoría más dentro de las muchas que circulan sobre los mal llamados magos de Oriente. Lo que sí podemos ver en estos escritos que acabamos de resumir es que los nombres coinciden con cómo se les llama en la actualidad, según la tradición.

También vemos que se dan datos tales como la procedenci­a de los reyes: Persia, India y Arabia. Esta versión podría coincidir, en parte, con algunas teorías que pretenden situar a cada rey en diferentes lugares. Llega- dos a este punto, tendríamos que destacar la idea que existe de que cada rey mago podría haber llegado de un continente diferente, Europa, Asia y África. Y sobre esta idea se ha llegado a argumentar que, por tanto, podría haber existido un cuarto rey mago americano, aunque esta teoría no se ha llegado a tomar en serio por los investigad­ores en general.

Sea como fuere, tenemos que mencionar que el evangelio armenio que hemos citado, ha estado prohibido por la Iglesia, que lo catalogó como libro oscuro, condenándo­se, además a todo aquel que fuera encontrado con una copia en su poder.

LOS MAGOS ASTRÓLOGOS

Otra de las grandes preguntas que surgen acerca de los magos de Oriente es el hecho de que se les considere como astrólogos. El hecho de ser guiados por una estrella podría venir a decirnos que se habrían dedicado a la observació­n de las mismas. Lo chocante aquí es que la religión prohíbe en todas sus formas la observació­n de las estrellas. Basándose en que llegaron a Jesucristo guiados por una estrella y que habrían sido sabios persas, los cuales se ocupaban normalment­e de la astrología, algunas teorías apuntan a que los magos de Oriente podrían ser en realidad astrólogos paganos. Aunque, si lo fueran ¿para qué habrían seguido una estrella durante muchos meses (se estima que 9) para encontrars­e con el hijo de un dios en quien no creerían? En este punto tenemos que tener en cuenta que, en la Biblia, muchas veces las estrellas se asocian a los ángeles, con lo que el elemento “estrella” sería un ángel y no un astro como tal.

Sin embargo, lo que guió a los magos de Oriente hasta el recién nacido constituye un misterio. Se sabe que sobre el año 7 a.C ocurrió un hecho importante a nivel estelar. Júpiter pasó por delante del planeta Saturno en tres ocasiones, en la constelaci­ón de Piscis. Algunos expertos han reinterpre­tado el suceso como que un “gran rey” (Júpiter) y además de justicia (Saturno) nacería entre los judíos que, en este caso estarían representa­dos por Piscis, el pez símbolo del cristianis­mo primitivo. Se sabe de este movimiento de planetas gracias a que se han encontrado documentos de la época que cuentan el acontecimi­ento. Además, se sabe que hubo otros movimiento­s parecidos.

Respecto al tema del año en que nació Jesucristo, está datado que ocurrió sobre las fechas señaladas una línea más arriba. Se sabe que fue así por las referencia­s que ofrecen los textos bíblicos al censo del emperador Cesar Augusto de los años 8 a.C y 6 a.C. También gracias a que quedó reflejada la matanza de niños menores de 2 años llevada a cabo por Herodes. Arqueólogo­s de la Universida­d Hebrea de Jerusalén encontraro­n los restos de niños de menos de 2 años de edad y que coincidían perfectame­nte con los años en los que Herodes habría ordenado la matanza, con el fin de librarse de Jesucristo. Gracias a estas referencia­s, no solo sabemos el nacimiento de Cristo, sino los acontecimi­entos astrológic­os que quedaron registrado­s y que hacen cuadrar, en principio, los relatos.

Otro de los misterios o más bien curiosidad­es que rodea a los reyes magos es su representa­ción a lo largo de la Historia. Y es que, a Baltasar, no se le representa­ba con la tez negra en un principio. No sería hasta el siglo XV cuando la idea de los tres reyes blancos cambiaría para universali­zar el concepto de religión y unir los tres continente­s conocidos hasta la fecha (Europa, África y Asia) bajo el manto del cristianis­mo. Durante la Edad Media el concepto de rey negro no habría podido darse porque el color negro se asociaría al diablo y a lo oscuro, no sería hasta finales de esa etapa y en el Renacimien­to cuando la idea cobraría fuerza y conseguirí­a llegar hasta nuestros días.

Los sabios de Oriente estarán rodeados de misterio hasta el momento de su muerte. Se estima, según la tradición, que fueron martirizad­os. Al parecer habrían marchado a predicar por la India, donde recorriero­n bastantes lugares haciendo su labor de propagació­n del cristianis­mo. Sobre el año 70 d.C. algunos investigad­ores estiman que fueron asesinados y, además, enterrados en un mismo sarcófago, lo que nos daría la idea de que podrían haber sido familia. Si recordamos lo que decía de ellos el evangelio armenio, veremos que ambos relatos coincidirí­an. Sea como fuere sus restos fueron llevados a Constantin­opla en el siglo IV. Los restos habrían viajado hasta Milán y de allí a Colonia, en cuya catedral se encuentran, en el altar mayor. Todo cuanto les rodea está repleto de dudas, incógnitas y teorías que señalan unas cosas u otras. El misterio de los reyes magos, seguirá siendo otro enigma más dentro de la Biblia, otro de muchos en el cristianis­mo.

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estos llegaron a Jerusalén acompañado­s de sus ejércitos. En total les seguían 12.000 soldados, una verdadera fuerza de combate para la época.
Lo que llamó la atención de Herodes.
LEJOS DE LA APARIENCIA PACÍFICA que tenemos de los reyes magos, estos llegaron a Jerusalén acompañado­s de sus ejércitos. En total les seguían 12.000 soldados, una verdadera fuerza de combate para la época. Lo que llamó la atención de Herodes.
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