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Clemente V y la Orden del Temple

La ORDEN DEL TEMPLE siempre ha estado rodeada por el misterio. A ello ayudaron nombres tan relevantes como el del papa Clemente V y el monarca Felipe el Hermoso. Esta es su historia.

- Texto: Jorge Jiménez

Son muchas las historias que corren sobre sobre los misterios del Vaticano. Gran parte de ellos pueden deberse al hermetismo que, durante años, ha mantenido la institució­n religiosa. Además, son públicamen­te conocidas muchas tramas de corrupción en el seno de la jerarquía. De hecho, fue en respuesta a toda esa corruptela y esa decadencia moral de algunos papas por lo que surgió en Europa la Reforma Protestant­e (siglo XVI). No fueron pocas, precisamen­te, las gentes que se unieron a la revolución contra una institució­n religiosa que se corrompía día tras día. Aunque solo triunfó la Reforma en aquellos países donde había mayores tasas de alfabetiza­ción, la pérdida de fieles le supuso un duro golpe a la Iglesia de Roma. Tal fue así que tuvo que emprender medidas de contraprop­aganda para paliar el daño que ya le estaba haciendo el protestant­ismo.

Los papas, a menudo llegaban al poder y una vez establecid­os en este, adquirían un poder casi superior al de los reyes de los diferentes Estados de Europa, gracias a la influencia que tenía la religión en la población. todo este poder que el papado concentrab­a no les venía dado de manera, digamos esporádica. La Iglesia de Roma fue cultivando su poder durante años y años, siendo, inconfundi­blemente, la Edad Media su Edad de Oro. Efectivame­nte, fue durante este período de la Historia de la Humanidad cuando la Iglesia consiguió más poder. Incluso en ocasiones el papado se imponía por encima de los reyes y los dirigentes de los territorio­s católicos. Bastantes son los conflictos sucesorios en los que se veía envuelta la Iglesia de Roma. Como dato curioso, tal fue el poder que se atribuía el papa que este podría liberar a un vasallo del compromiso de fidelidad con su señor, y reclamarlo para sí mismo. Un ejemplo de esto que acabamos de contar lo vemos de manera clara en la independen­cia del Reino de Portugal en el año 1179. Mediante una bula papal denominada Manifestus Probatum, el papa Alejandro III, el día 23 de mayo (1179) reconocía a Portugal como reino independie­nte al de León. Además, basándose en el principio de reclamar vasallaje para sí mismo, convirtió al rey Alfonso Henriques ( Alfonso I de Portugal), y a todo su reino como vasallos de la iglesia, con la protección que eso conllevaba.

simonía y nicolaísmo

En toda la Edad Media, como bien sabemos, no faltaron continuas críticas a la jerarquía de la Iglesia por simonía y nicolaísmo. La primera está relacionad­a con la venta de cargos religiosos a las familias nobles o a todo aquel que pudiera pagarlos. Aunque también incluye la venta de reliquias y la salvación de las almas. Precisamen­te de ello hizo una crítica contundent­e Juan Ruíz, Arcipreste de Hita en su estrofa: “Y si tienes dinero tendrás consolació­n/ placeres y alegrías y del Papa ración/ comprarás paraísos, ganarás la salvación/ donde hay mucho dinero hay mucha bendición”. Este poema aparece en el “Libro de Buen Amor”, una de las obras más importante­s de la literatura medieval española.

Pero los papas, en general, se guardaban un as en la manga con el que asustaban a todos aquellos que osaban contradeci­rles, o no obedecían como se esperaba: la excomunión. Como veremos en el caso de Clemente V, la excomunión fue muy utilizada como un arma contra los adversario­s. Y en la Edad Media, el hecho de ser excomulgad­o, tendría fuertes repercusio­nes sobre el sujeto.

Para conocer la mentalidad de toda esta etapa, tenemos que tener en cuenta que entorno al año mil comienzan a cobrar fuerza las leyendas de los dragones y todo tipo de seres malignos e imaginario­s. Es una época de profunda ignorancia en la que se promociona­n los miedos y el pesimismo es generaliza­do. Esto quedará como herencia hasta el final de la Edad Media, que unos fechan en el descubrimi­ento de América (1492) y otros en 1453 con la caída del Imperio Bizantino en manos de los turcos.

En todo este clima medieval fue en el que nació el Papa que nos concierne, Clemente V. Su nacimiento se produjo en Villandrau­t, en la región de Aquitania (Francia). El francés llegaría a convertirs­e en el pontífice número 195 de la Iglesia católica. Su mandato se extendió desde el año 1305 hasta el 1314, año en que muere. Como veremos más adelante en este reportaje, su muerte será vaticinada con inquietant­e exactitud por el Gran Maestre de la Orden del Temple, Jacques Bernard de Molay.

En el caso de Clemente V, podemos encontrar contundent­es críticas a su mandato. Son bastantes los historiado­res y expertos que destacan la poca personalid­ad del pontífice. Además, de él se cuenta que estuvo enterament­e a las órdenes del rey Felipe IV apodado “el Hermoso”.

una carrera meteórica

Nació bajo el nombre de Bertrand de Got, de él se sabe, además que estudió derecho canónico y civil en las universida­des de Orleans y Bolonia. Al finalizar sus estudios tuvo un ascenso muy rápido en la jerarquía romana. Su primer cargo fue el de canónigo en Burdeos. Más tarde sería ordenado vicario general en Lyon. También pasaría por los cargos de capellán del pontífice Bonifacio VIII, obispo de Comminges. Por último, llegó al cargo de arzobispo de Burdeos en el año 1299.

Tras la muerte de Bonifacio VIII en el año 1303, el cual había tenido importante­s disputas con Felipe IV el Hermoso, el sucesor designado fue Benedicto XI. Este último duró apenas 8 meses en el cargo. Benedicto fue más conciliado­r con el rey francés que su antecesor Bonifacio, pero las presiones del

CLEMENTE V nació en la región francesa de Aquitania. Este llegaría a convertirs­e en el pontífice 195 de la Iglesia católica. Su mandato se extendió desde el año 1305 hasta el 1314. Su muerte fue vaticinada con una inquietant­e

exactitud por el Gran Maestre de la Orden del Temple.

monarca francés no cesaron, aunque la actitud del pontífice cambió y trató de suavizar el conflicto.

Después del temprano fallecimie­nto de Benedicto XI, la llegada al poder de Clemente V se retrasó por el tiempo de 11 meses. Durante este período de tiempo las disputas entre cardenales fueron constantes y no se ponían de acuerdo para elegir un sucesor.

Pero para saber por qué Clemente V es acusado por historiado­res y expertos de ser una “marioneta” del rey francés, tenemos que remontarno­s a los sucesos acaecidos entre Bonifacio VIII y Felipe IV de Francia.

El núcleo del conflicto entre el pontífice y el monarca es, precisamen­te un concepto que tratábamos al inicio del reportaje, la concentrac­ión de poder por parte de los papas. De esta manera, muchos sucesores de San Pedro se creían por encima de los gobernante­s de los diferentes Estados. De esta manera, muchas de las decisiones que tomaban los reyes podrían ser rebatidas por el Papa, que se creía por encima de los monarcas. Sobre el año 1296, Felipe IV estimó oportuno cobrar tributos a los miembros del clero francés.

Esta medida adoptada por el gobierno del monarca habría irritado en gran manera al papa Bonifacio VIII, que lo consideró casi como una ofensa grave. De hecho, en 1296 hizo gala del concepto de la excomunión como amenaza. Mediante la emisión de una bula papal, Bonifacio amenazaba a Felipe el Hermoso con excomulgar­lo si cobraba impuestos al clero francés, sin antes tener la autorizaci­ón del Papa. El rey francés hizo caso omiso de la amenaza de Roma y contestó a la maniobra de Bonifacio, mediante una norma que prohibía la exportació­n de productos franceses a Roma. Al parecer, y tras unas tensas y duras negociacio­nes, ambos dirigentes acordaron un punto medio, (in medio virtus, pensaría Aristótele­s). El acuerdo fue que, en caso de extrema necesidad el rey de Francia podría cobrar tributos a los miembros del clero sin necesidad de autorizaci­ón del Papa de Roma. Como vemos, ambos cedieron en su postura, el uno permitió cierta injerencia papal en su gobierno y el otro consintió cierta libertad al monarca.

El pacto parecía bastante igualitari­o para ambas posturas, de hecho, en el año 1297 Bonifacio canonizó al abuelo de Felipe el Hermoso, Luis IX. La estabilida­d duró tan solo unos años, en 1301, el conflicto volvería a recrudecer­se. En esta ocasión, objeto de la disputa fue la detención de Bernard Saisset, quien fuera obispo de Pamiers por traición. El obispo fue detenido por las fuerzas del rey Felipe IV. Según algunos historiado­res la detención del obispo fue completame­nte realizada esperando un choque con Roma. Al parecer estaba en juego la jurisdicci­ón de Pamiers, disputada por el Conde de Foix, y el papado, quien tenía el territorio bajo su protección directa. Hay algunos historiado­res que hacen una lectura un poco más sesuda del asunto. Al parecer la intención que subyacía en la provocació­n francesa no era solo Pamiers, era poner fin a la idea de que el rey tenía que estar por debajo de la autoridad del Papa hasta en asuntos internos. Por lo tanto, la intención oculta de Felipe el Hermoso habría sido marcar un punto de inflexión y subordinar a todos los religiosos que hubiera en su reino bajo su mando. Y, como ya hemos dicho, acabar con las injerencia­s del Papa en los asuntos de Estado. Injerencia­s como las que quedaban patentes en el caso de la primera confrontac­ión sobre los tributos y los religiosos.

En esta ocasión, Bonifacio VIII se lo tomó aún peor que la anterior vez. Alarmándos­e ante el hecho de que al obispo lo fueran a juzgar las autoridade­s francesas. Este hecho es singular, puesto que, a un obispo, por aquel entonces tan solo lo podía someter a juicio el propio pontífice de Roma. Con lo cual esto suponía una clara violación de los privilegio­s eclesiásti­cos.

el atrevimien­to del rey

Ante el atrevimien­to del rey francés, el papa Bonifacio emitió una bula que se conoce como Ausculta fili (Eschucha hijo), en la que reprochaba a Felipe el Hermoso su desobedien­cia al papado y a los acuerdos a los que, con tanto esfuerzo, habían llegado. Esta bula papal fue quemada por todas las calles de Francia en el año 1301. Y, en un ejercicio propagandí­stico se emitió otra bula, esta vez falsa, desde el gobierno francés. El texto en cuestión insultaba en cierto modo a Felipe IV, alegando que Bonifacio era el verdadero rey de Francia, estando por encima del propio monarca y de su gobierno. Según se sabe, por historiado­res y expertos en la materia, la bula llamada Deum Time (Temor de Dios) no fue elaborada por el Vaticano. Del autor de la misma poco se sabe, pero se sospecha que fuera alguien cercano a Felipe IV. En cualquier caso, constituye un claro ejemplo de propaganda negra. Esto es, cuando

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 ??  ?? Junto a estas líneas, representa­ción de Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden del Temple.
Junto a estas líneas, representa­ción de Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden del Temple.
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Junto a estas líneas, sepultura de Bonifacio VIII.
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Muerte de Felipe el Hermoso.

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