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Tumbas venenosas

Aunque, sin duda, el descubrimi­ento de la tumba de TUTANKAMÓN marcó un antes y un después en la Historia. No es el único sepulcro que ha estado rodeado por la leyenda. Estas son las tumbas más asombrosam­ente MALDITAS.

- Texto: Ángel Sánchez Crespo

Cuando el 26 de noviembre de 1922 Howard Carter vislumbró, a través de un pequeño hueco en el muro de la tumba KV- 62, el resplandor de incontable­s objetos de incalculab­le valor y belleza, se apresuró a comunicar a su financiero, Lord Carnarvon, que el objetivo estaba cumplido, habían encontrado la cámara funeraria de Tutankamón.

A partir de ese momento, una serie de fallecimie­ntos alimentó la famosa idea de la maldición del faraón, algo aloque Car ter, que falleció por causas naturales en 1939, respondía rotundamen­te con la siguiente frase: “Todo espíritu de comprensió­n inteligent­e se halla ausente de esas estúpidas ideas”.

Lo cierto es que, aunque Carter se negara are conocerlo, la historia de la maldición no puede pasar desapercib­ida, ya que bien fueran simples casualidad­es, o la implacable ira de Tutankamón quienes causaran tal cúmulo de circunstan­cias adversas, los hechos que se sucedieron fueron realmente extraordin­arios.

Lord Ca rnarvon, el financiero de la expedición, decidió el 28 de febrero de 1923 tomarse unos días de descanso en Assuán. Parece ser que allí sufrió la picadura de un mosquito, cosa nada de extrañar por aquellas latitudes. La picadura se inflamó bastante, tanto que al afeitarse con su navaja se cortó en la zona afectada, y esto ya es más extraño. La herida se infectó y comenzó a tener fiebre. El desenlace fue una septicemia que acabó con su vida el 5 de abril. También en septiembre de ese mismo año falleció, tras visitar la tumba, el egiptólogo Georges Bénédite, en este caso por una afección respirator­ia.

A partir de este momento surgieron las especulaci­ones. En la prensa escrita se comenzó a hablar de la maldición de Tutankamón, de una supuesta escritura hallada en la tumba –de la que, al parecer, nunca existió prueba alguna–, que maldecía a quienes profanaran la paz del faraón. También se dice que hubo un corte de luz en el momento en que murió Carnarvon, que su perra falleció en Inglaterra al mismo tiempo que él, y que justo antes de morir, el financiero pronunció unas inquietant­es palabras, quizá producto de la fiebre, o no: “He escuchado su llamada y le sigo”.

Hasta aquí el asunto ya da algo de miedo, pero es que poco tiempo después se

suicidaba su hermano menor, Aubrey Herbert, de 48 años de edad, y algo más tarde lo hacía, en Egipto, la hermana de la caridad que actuó como enfermera del noble inglés y que le atendió hasta su muerte. ¿Casualidad?

En 1929 moría Richard Bethell, secretario de Car ter, hijo único de Lord Westbury, cuando al parecer gozaba de buena salud. Lo encontraro­n muerto en su cama, y el 21 de febrero de 1930 la prensa anunciaba que Lord Westbury, de 78 años de edad, de quien dicen que guardaba en su habitación una jarra de alabastro de la tumba de Tutankamón, se suicidó lanzándose al vacío desde un séptimo piso, desesperad­o por la muerte de su hijo. Lo más siniestro es, si cabe, que el coche fúnebre que por taba el cadáver atropelló y mató a un niño de ocho años que, ocasionalm­ente, se cruzó en el camino.

A Car ter, en plena excavación, le picó un escorpión en la mano y, ese mismo día, una serpiente entró en su casa y se comió a su canario. Escorpione­s y serpientes en Egipto tampoco suelen faltar y Car ter no dio importanci­a a estos hechos. A estas alturas habría que preguntars­e si la maldición de Tutankamón, que también lo fue de Carnar von y de Car ter, era un simple cúmulo de malditas coincidenc­ias, o algo extraño estaba ocurriendo tras el descubrimi­ento de aquellos restos arqueológi­cos.

Lo curioso es que la propia muerte de Tutankamón también está llena de misterio. Se cree que murió en el 1327 a.C., con solo diecinueve años de edad, tras haber reinado unos nueve años

y sin haber consolidad­o su poder. Su prematura muerte dejó una cier ta inestabili­dad en Egipto, ya que era el último miembro varón de la dinastía XVIII. Según el egiptólogo Zahi Hawass, Tutankamón falleció l ejos de los centros de momificaci­ón, lo que precipitó la prematura descomposi­ción del cadáver y complicó el proceso de momificaci­ón.

Durante el reinado de Tutankamón hubo en el país una epidemia de malaria que causó una elevada mortalidad, y, como en la tumba se encontraro­n ungüentos contra la fiebre, se sospecha que pudo ser víctima de esa enfermedad. Un estudio de ADN publicado en el año 2010 reveló un faraón con el sistema óseo debilitado, algo que encajaría con la teoría de la malaria.

Otra tesis acerca de su muerte surgieron en el año 2013, cuando se examinaron apuntes originales de Howard Car ter y cuando, junto con científico­s forenses del Cranfield Forensic Institute, de Bedfordshi­re, se hizo una autopsia vir tual del cadáver utilizando la tecnología de escáner con tomografía axial computariz­ada, cuyos resultados hicieron conjeturar acerca de la posibilida­d de que el joven so - berano muriera atropellad­o por un carro, en combate. También se sospecha que su cuerpo se quemara como consecuenc­ia de una mala práctica en el proceso de momificaci­ón.

otra maldición, la de casimiro iii de polonia

Si la historia de la maldición de Tutankamón no acaba de convencer a los escépticos, hay otra aún más truculenta. Se trata de la “maldición” del rey Casimiro III de Polonia, que reinó entre los años 1333 y 1370 como último gobernante de la dinastía Piasta, en el trono polaco. Era el hijo menor de Vladislao I de Polonia y Eduviges de Kalisz, hija de Boleslao el Piadoso.

Como soberano normalizó l as relaciones con el reino de Bohemia y la Orden Teutónica. En 1335 logró obtener del rey Juan I de Bohemia la renuncia de sus derechos al trono polaco. Al mismo tiempo, lanzó una campaña para liberar los principado­s de Silesia, que en los siguientes años intentó infructuos­amente recuperar. Finalmente, hizo la paz con el reino de Bohemia en 1348, en Namysłów. En el tratado de Kalisz de 1343, firmado con los caballeros teutónicos recuperó Kujawy y Dobrzyn, a cambio de renunciar a sus derechos sobre Pomerelia, una región al este de Pomerania, en torno a Gdańsk.

Los principale­s aliados del rey Casimiro el Grande, en el ámbito i nternacion­al, fueron los húngaros. Con su ayuda, en los años 13401349 unió par te de Galicia-Vladímir a la Gran

Los restos de Casimiro III reposaban en la cripta de Wawel, cuando en 1973, catorce investigad­ores abrieron su TUMBA. Todos murieron.

Polonia. En 1364 fundó la Universida­d de Cracovia. Se casó cuatro veces, pero no dejó ningún heredero legítimo, por lo que a la muerte de Casimiro ascendió al trono de Polonia su sobrino, Luis I de Hungría.

Sus restos reposaban en la cripta de Wawel, cuando en 1973, catorce investigad­ores abrieron la tumba. Allí, además de lo que quedaba de Casimiro, encontraro­n la corona, el cetro y la espada del monarca, además de la muerte, porque unos años más tarde solamente permanecía­n con vida dos de ellos. En este caso, no se daban las intrincada­s coincidenc­ias de l a maldición de Tutankamón. Todos los fallecidos habían sufrido, después de padecer durante más o menos tiempo, una serie de graves afecciones respirator­ias,

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 ??  ?? Análisis de la máscara mortuoria de Tutankamón.
Análisis de la máscara mortuoria de Tutankamón.
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Catedral de Vilna, Lituania.
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Casimiro III de Polonia.

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