Mas Alla Monografico (Connecor)
Maldiciones en la Antigua Roma
LAS DEFIXIONUM TABELLAE
Posiblemente, desde que el ser humano fue capaz de aprehender el primer pensamiento conceptual, las IDEAS MÁGICAS Y RELIGIOSAS se formularon y crecieron dentro él. Esta sensibilidad de tipo anímica, espiritual ha convivido con nosotros desde el amanecer de la civilización hasta la actualidad.
En el extenso cronológica y geográficamente ar te Prehistórico, existen muchas escenas que siempre se han relacionado con la hechicería, capacidad que, como ahora, podría enfocarse para propiciar tanto eventos positivos como para infligir daños. Además de cier tas figuras enigmáticas dibujadas o grabadas, descubier tas en buena par te del mundo y que han sido consideradas genéricamente como brujos o chamanes, los numerosos casos de pinturas de manos con dedos cor tados se han querido ver como manifestación de algún truculento ritual mágico, si bien, dado los difíciles trabajos que esta Humanidad primitiva tenía que realizar – como el tallado de la piedra–, podemos pensar que las amputaciones obedecen a traumas accidentales, en la misma línea que las numerosas fracturas consolidadas o las trepanaciones craneales se consideran mayormente como curas a un mal físico real, y no fruto de actos taumatúrgicos.
artes oscuras ancestrales
En este sentido de l as dobles i nterpretaciones, resulta curioso obser var la distinta naturaleza que se le concede a escenas similares. Así, es común atribuir una intención auspiciadora a las pinturas donde aparecen numerosos animales o alguna presa asaeteada, entendiendo que mediante l a magia simpática –aquella que cree que la esencia de algo se reproduce a través de su copia– se favorecerá una buena caza.
No sucede lo mismo cuando nos encontramos ante composiciones en las que un hombre es atacado por un animal o una lucha en la que unas figuras antropomorfas disparan flechas sobre otras iner tes. En este caso se i nterpreta sistemáticamente como la plasmación de un hecho ocurrido, sin barajar la hipótesis de que estas imágenes puedan significar la representación de imprecaciones, las más antiguas maldiciones que podemos contemplar.
Pasando el tiempo nos encontramos ya en la Historia. En todos l os continentes y entre todas las etnias existe la hechicería, pero, centrándonos en el ámbito del Mediterráneo oriental, que es el que espacial y culturalmente más nos concierne, vemos como en Egipto las artes oscuras están muy desarrolladas ya desde el Imperio Antiguo. A parte las múltiples grandes maldiciones de momias ilustres, de las cuales el paradigma es la de Tutankamón, existen infinidad
de muestras arqueológicas de otras pequeñas y domésticas, en la mayoría de los casos provenientes del pueblo llano, en las que se pedía para que tal o cual persona sufriera indecibles penalidades por cuestiones diversas, algunas tan nimias como el robo de prendas de vestir, pero, sobre todo, por temas amorosos. El protocolo para que la fórmula mágica diera resultados óptimos pasaba por complicadas normas, tales como f ijar los conjuros a las suelas de las sandalias para pisar sistemáticamente al indeseado o, incluso, por comerse el papiro sobre el que estaban escritas tras ser remojado en cerveza.
La impronta geográfica y, en gran medida también cultural, sobre la que surgió Roma fue la dejada por un pueblo aún poco estudiado y por demás misterioso: los etruscos. Aunque no se conoce demasiado sobre su Secreta Disciplina Mágica, sí sabemos la tremenda importancia que daban a las ciencias ocultas, sobre todo a la adivinación, así como a la numerología y la astrología de ascendencia caldea, que desarrollaron de forma paralela al resto de las ciencias. Llegaron al punto de que, hasta para la realización de un acto cotidiano, era necesario la inter vención de un arúspice.
El Lucumone, una figura similar a un reysacerdote, era el máximo encargado de las cuestiones cultuales y adivinatorias. Efectuaba los vaticinios a través de determinadas personas y objetos. En el primer caso, generalmente se trataba de jóvenes vírgenes que se encontraban en un estado alterado de conciencia; y, en el segundo, se utilizaban especialmente los espejos rituales, como el de Chalcas y el de Tages, del siglo IV a.C., y también el casco del Fulgurator, el cual estaba rematado en punta para recibir las energías cósmicas. Asimismo, se encontró la reproducción en bronce de un hígado de cordero con los nombres correspondientes a cada sector, utilizado para que los aprendices de augures pudieran practicar con él. Sin embargo, a pesar de la continua interrelación que los etruscos mantenían con el mundo mágico, que llegaban a encuadrar en lo que hoy denominaríamos como “otra dimensión”, los datos previos a la romanización en el campo de las maldiciones, son muy escasos.
magia griega
Sí que son mucho más conocidas las costumbres mágicas de los griegos. En la necrópolis del Kerameikos (Atenas, siglos siglos IX a.C. a VI d.C.) y en otras muchas repartidas por todo el territorio heleno, al igual que en diferentes lugares hectónicos (pozos, fuentes, templos dedica
El protocolo para que la FÓRMULA MÁGICA
diera resultados óptimos pasaba por complicadas normas, tales como fijar los conjuros a las suelas de las sandalias para pisar sistemáticamente al indeseado o, incluso, por comerse el papiro sobre el que estaban
escritas tras ser remojado en cerveza.
dos a divinidades demoníacas) se han hallado numerosos katares, maldiciones escritas, así como kolossois, siniestras figurillas que representaban al maldecido y que eran atravesadas por clavos y agujas; en su conjunto se encuadran en las katadesmoi, cuyo significado es el de ligaduras, ataduras.
Este tipo de imprecaciones existen, al menos, desde la Edad Heroica (guerra de Troya), ya que de esa época se mencionan unos oficiantes llamados Areteos=maldecidores, y eran utilizadas para todos los ámbitos de la vida. Las podemos reconocer en dos niveles diferenciados. Por un lado, estaban las desarrolladas en las magníficas tragedias griegas clásicas: Prometeo Encadenado, posiblemente de Esquilo; Edipo Rey o Antígona, de Sófocles; Hécuba, de Eurípides, etc., que tenían como implicados malditos a reyes y familias de alta alcurnia irradiando, incluso, a las divinidades; y, por otro, las que concernían a la gente común. Estas últimas podían ser desde hechizos para perjudicar a alguien por competencia profesional, como las encontradas en la tumba de una joven de hace 2.400 años contra cuatro matrimonios de taberneros, hasta conjuros amorosos. Especialmente requeridos eran los que servían para propiciar la agogé o magia de Eros –el amor carnal–, para lo cual, entre otros ritos, se quemaba una figurita que representaba a la persona amada.
Quizá la mayor compilación de encantamientos de la Antigüedad sean los Papiros Mágicos: se trata de una antología nigromante encontrada en el norte de Egipto, que abarca entre los siglos II a.C., a V d.C., con un añadido residual que llega hasta el VII. En este repertorio se encuentran modelos de conjuros tanto de katadesmoi griegas como de defixionum tabellae latinas.
brujería romana
Es en este crisol de i nfluencias mágicas, a l as que se sumaron l as llegadas desde otras tierras de gran tradición ocultista y cabalística como Persia, Israel y Mesopotámia, donde se fraguó la brujería romana. Aunque sea una afirmación generalista, los latinos eran bastante supersticiosos; tanto es así, que uno de los mas prestigiosos colegios sacerdotales estaba compuesto por los augures. Estos adivinos “de la administración pública” solo podían ser consultados por el emperador y por los magistrados, estando los últimos obligados durante mucho tiempo, a recibir el auspicium o buen augurio antes de asumir su cargo. El
resto de los ciudadanos tenía que recurrir a magos privados.
Fue esta familiaridad con los actos mágicoreligiosos que se transmitían a la existencia diaria, lo que motivó que las maldiciones fueran bastante habituales y que se utilizaran para una gran variedad de circunstancias, así, por ejemplo:
– Amores: “Mantente en su corazón y haz arder sus entrañas, su pecho, su hígado, su espíritu, sus huesos, su médula, hasta que venga a mí [nombre de la invocada], me ame y haga lo que yo quiera, quema enteramente el cerebro de la que amo, enciende y transforma sus entrañas, hazla sudar sangre hasta que venga a mí” [Papiros Mágicos].
– Robos: “Isis Muromem te confío el robo del cual he sido víctima. Para que lleves a cabo para mí los actos ejemplares conforme a tu divinidad y a tu majestad sin demora de forma que arrebates la vida a aquel que haya hecho, o haya ocultado, o a su heredero, el robo de una manta de cama blanca, una colcha nueva, y dos cubrecamas de mi propio uso. Yo te ruego, ¡oh mi soberana!, que castigues este robo” [templo de Isis en Baelo Claudia (Cádiz)].
– Pleitos: “Yo ato a Théagène, su lengua y su alma y las palabras de las que se sirve; yo ato también las manos de Pyrrhias, su lengua, su alma, sus palabras, yo ato también a Kineas, su lengua, su alma y sus palabras, con las que ayuda a Théagène; yo ato también la lengua de Phéréklès, su alma y su testimonio, que él hace en favor de Théagène. Yo ato a todos, yo los hago desaparecer, yo los entierro, yo los clavo “abajo”. En el Tribunal y ante el diéthètes, cuando ellos declaren contra mi, que no puedan comparecer de ninguna manera ni testificar ni asistir al juicio” [Ampurias (Gerona). Escrita al revés para leer frente a un espejo].
– Juegos circenses: “Yo te conjuro, démon, quien quiera que seas, y te pido que a par tir de ahora, de este día y de este momento, tortures y mates los caballos de los verdes y de los blancos, y hagas chocar y destroces a sus cocheros Clarus y Felix y Primulus y Romanus y no los dejes con vida. Yo te conjuro por el que te ha liberado de los dioses del mar y del aire...” [Hadrumentum (Tunez). Para asustar a los espíritus malignos, se les colgaban campanillas a los caballos].
Para hacer efectivo esta clase de magia negra, se confeccionaban las llamadas defixionum=embrujar, inmovilizar, tabellae=tablillas que consistían en una lámina tendente a rectangular, que no solía sobrepasar los 20 cm de larga y del mínimo grosor posible. Generalmente eran de plomo, ya que se trata de un material asociado desde antiguo a la magia. Los judíos hacían con él sus medallas y pantáculos y los babilonios escribían sobre hojas plúmbeas los nombres de sus dioses estelares, signos zodiacales, etc. También se vinculaba a Saturno, el tiempo que devora a sus hijos, representado con una hoz/guadaña en la mano, instrumento que, iconográficamente, aún tenemos asociado a la muerte. Además, el plomo es blando y maleable, de manera que se ajusta perfectamente a cumplir la función de “carta”. No obstante, también se han encontrado tabellae de otros metales, de cerá
Fue esta familiaridad con los actos MÁGICORELIGIOSOS que se transmitían a la existencia diaria, lo que motivó que las maldiciones fueran bastante habituales y que se utilizaran para una gran
variedad de circunstancias.
mica, incluso de mármol ( tabula execrationis). Una vez preparado el soporte, se inscribía en él, mediante un elemento punzante, el texto mágico, que entrañaba uso de vocablos desconocidos, repetición de palabras, utilización del latín como idioma, pero con alfabeto griego, letras en posición invertida (magia especular de procedencia etrusca) y, todo ello, con el fin de mantener el oscurantismo y la incomprensión por parte de los profanos. Hay que tener en cuenta que, desde el inicio del chamanismo o la hechicería siempre se utilizó como elemento fundamental el sonido: la música y la voz. Pero cuando estos ritos pasaron al lenguaje escrito se perdió gran parte de la fuerza y el misterio que transmitían, por lo cual era necesario recuperarlos mediante la utilización de elementos que escaparan a la comprensión del no iniciado.
Respecto al contenido de los textos, además de la parte puramente ritual, era necesario dejar clara constancia de a quién y por qué se lanzaba la imprecación. Para ello se especificaba el nombre y la filiación materna del conjurado, la falta que había cometido y que males se le deseaban, detallando pormenorizadamente las partes del cuerpo y las facultades que se querían perjudicar. El nombre u otros datos del peticionario muy raramente aparecían.
Una vez terminada la inscripción, la tablilla se enrollaba y se fijaba atravesándola con uno o varios grandes clavos, buscándose, a continuación, el sitio idóneo para ocultarla. Esta cuestión es principal para que la maldición surta efecto: como quiera que iba dirigida a las potencias del inframundo, se supone que aquellos lugares consagrados a las deidades y espectros infernales representan el camino más corto y rápido para que les llegara. Por estos motivos, son, sobre todo, las tumbas el lugar preferido para enterrar las defixionum. Pero no servía cualquiera de ellas, si no las correspondientes a personas que se han ido de este plano terrenal antes de que se agotara su tiempo o de forma violenta (aori=muertos maléficos): suicidas, mujeres embrazadas, niños y asesinados, ya que estos espíritus están disgustados con el mundo de los vivos y podían ser encadenados por los nigromantes mas fácilmente.
Una vez elegida la ubicación, se practicaba un hoyo en la tierra, se depositaba en él la tablilla y se volvía a tapar dando por concluido el proceso.
Y, aunque nunca podremos saber qué nivel de efectividad física o psicológica conseguía esta forma de maleficios tan antigua, sí es cier to que, incluso en el mundo cristiano y no obstante las expresas prohibiciones de la Iglesia, per vivió durante centurias, llegando con solo cambios formales hasta nuestro siglo XXI.