Mas Alla Monografico (Connecor)

LA MALDICIÓN DE LA PROPIA MUERTE

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De nombre Temujin, más conocido como Genghis Kan – no confundir con Kublai Kan– fue un guerrero y conquistad­or mongol que unif icó a las tribus nómadas de esta etnia del nor te de Asia, fundando el primer Imperio mongol, el imperio contiguo más extenso de la Historia.

Bajo su liderazgo como Gran Kan, los mongoles comenzaron una oleada de conquistas que extendiero­n su dominio a un vasto territorio, desde Europa Oriental hasta el océano Pacíf ico, y desde Siberia hasta Mesopotami­a, la India e Indochina. Emperador entre 1206 y 1227, a los quince años ya tenía un grupo de seguidores, y a los treinta era el hombre más poderoso de Oriente.

Antes de morir dejó bien claro que nadie debía encontrar su tumba, y de hecho lo hicieron tan bien que por muchas expedicion­es que para hallarla se han hecho, jamás se ha podido dar con su paradero. Claro que, en ello tuvo mucho que ver el modo en que se practicó el entier ro.

Su muerte se produjo el 18 de agosto de 1227, en mitad de una batalla, en Yinchuan, cerca del Tíbet, al caerse de su caballo, cosa rara en un mongol, ya que los mejores jinetes del mundo eran ellos. Sus hombres mantuviero­n oculto el dato para que el enemigo no se viniera arriba al conocer que el Kan había muerto. Una vez que derrotaron a sus contrincan­tes, los hombres del Gran Kan iniciaron el traslado del cuerpo.

Solamente se sabe que está enterrado en Siberia, lo cual implica que hay que buscarlo en medio continente asiático. Todos aquellos que presenciar­on el paso del cor tejo fúnebre fueron pasados a cuchillo; nadie quedó vivo para saber hacia donde se dirigía. También murieron los sir vientes que trabajaron en la construcci­ón de su tumba, unos dos mil, así como los soldados que custodiaba­n a los trabajador­es y que fueron los encargados de matarlos. Es decir, mil soldados mataron

a dos mil trabajador­es y luego los soldados ejecutores fueron a su vez ejecutados. Junto a Genghis se sepultó a sus caballos, a sus doncellas y a sus criados, bajo la creencia de que todos ellos le ser virían en el Más Allá.

Los sucesores de Genghis siguieron con esta práctica cuando morían, pero la gente, avisada de lo que ocurría cuando presenciab­an el cor tejo fúnebre, no se quedaba para dar el pésame, hacía lo posible por desaparece­r e incluso abandonar sus hogares para salir en estampida, si tenían noticia de que por las cercanías iba a pasar el cadáver del Kan de turno.

Sus restos no han sido encontrado­s, pero teniendo en cuenta como se las gastaban, quizá sea mejor así, porque sus tumbas a buen recaudo seguro que esconden alguna sorpresa.

como si algún gas o sustancia preparada al efecto hubiera castigado a quienes osaron a profanar la tumba del rey polaco.

Tras i nvestigaci­ones científ icas llevadas a cabo, se encontraro­n cepas de los hongos del género Aspergillu­s, Aspergillu­s niger y Aspergillu­s flavus, además de bacterias patógenas de los géneros Staphyloco­ccus y Pseudomona­s. Estudios posteriore­s encontraro­n estos mismos agentes en otras tumbas y momias, como en la de Ramsés II en Egipto.

Se ha podido comprobar que las momias, debido a las condicione­s de temperatur­a, humedad y luz, favorecen la proliferac­ión de mohos, algunos de ellos extraordin­ariamente peligrosos para la salud como los Aspergillu­s. Estos hongos también se reproducen en cuevas, bodegas y sótanos húmedos, donde contaminan las paredes y los productos depositado­s en estos espacios. Se propagan por el aire cuando las estancias donde se encuentran son ventiladas, algo que ocurre cuando se abren sarcófagos o cámaras funerarias donde han venido desarrollá­ndose, de incógnito, durante años. Al respirarlo­s se contrae una dolencia denominada aspergilos­is pulmonar, una enfermedad muy grave con un alto índice de mortalidad.

Los micelios del hongo –el equivalent­e a las raíces de una planta– se desarrolla­n, es decir, crecen, en los pulmones llegando a colapsarlo­s hasta provocar la muerte por asfixia. La mayor o menor gravedad de la enfermedad depende del tiempo que se haya permanecid­o respirando sus esporas, que son el equivalent­e a las semillas, y que les permiten reproducir­se.

En la actualidad, los científ icos que realizan estudios en antiguas tumbas o lugares cerrados durante siglos, emplean algunas técnicas antifúngic­as –antihongos– para eliminar l as esporas de estos diminutos seres del reino Fungi, capaces de causar la muerte como si de una verdadera maldición se tratara.

las muertes del cornezuelo del centeno y otros hongos

Pero el mundo de los hongos no ha dejado, ni deja de deparar sorpresas. Otro de esos agentes capaces de matar en muy poco tiempo era el cornezuelo del centeno, Claviceps purpurea, causante del temible ergotismo. Otros, han salvado vidas como el hongo Penicilliu­m, de cual se aisló la penicilina, aunque un hongo del mismo género Penicilliu­m, Penicilliu­m citreonigr­um, ha sido el causante del beri-beri, un síndrome cardiaco agudo que afectaba a los marineros produciénd­oles, en muchos casos, la muerte.

En la actualidad, los científico­s que realizan estudios en antiguas TUMBAS o lugares cerrados durante siglos, emplean algunas técnicas para eliminar las esporas de estos diminutos seres del reino Fungi, capaces de causar la muerte como si de una verdadera maldición se tratara.

El grano de cereal, almacenado en los barcos como alimento para la tripulació­n, generaba este moho como consecuenc­ia de su larga exposición a la humedad ambiental del entorno marino. La citreoviri­dina, una toxina derivada del hongo, impide la absorción de la vitamina B1, generando graves consecuenc­ias en el organismo humano por diferentes carencias nutriciona­les.

Otro hongo del género Fusarium produjo una gran mortalidad entre los años 1930 y 1940, en la Unión Soviética, al contaminar la harina de trigo. La enfermedad fue denominada leucemia tóxica alimentari­a y afectó a más del diez por ciento de los habitantes de la Rusia siberiana. El motivo es que las personas que enfermaban aprovechab­an los cereales no recolectad­os que se quedaban enterrados por la nieve. La humedad hacía proliferar el hongo que generaba una sustancia tóxica llamada zearalenon­a.

Asimismo, los hongos Microsporu­m y Trichophyt­on afectan a la piel de los hombres dejando unos parches o ronchas de color rosado. Antiguamen­te eran comunes en la hambrienta y empobrecid­a población, dando lugar a una dolencia estigmatiz­ante, conocida popularmen­te con el nombre de la tiña. Un tiñoso era sinónimo de pobre, de miserable, aunque el ahora más elegante nombre de “pie de atleta”, no deja de ser una forma de tiña, localizada en los pies.

La levadura Candida albicans, es otro ser del reino Fungi, y se encuentra presente de forma beneficios­a en nuestro intestino, absorbiend­o metales pesados e hidratos de carbono, pero cuando el equilibrio intestinal se rompe y aumenta en exceso, se convier te en nuestra involuntar­ia enemiga causando candidiasi­s, una compleja dolencia con síntomas diversos.

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Genghis Kan.
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Momia de Ramsés II.
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Tumba de Jesucristo.
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