Mas Alla Monografico (Connecor)
LAS “OTRAS” SÁBANAS
Son numerosas las sábanas santas diseminadas por toda la cristiandad. Cuando los persas saquearon Jerusalén en el año 614 todavía no existían, pero no tardaron en hacerlo: solo medio siglo después, en el 651, surgieron los primeros sudarios empapados en sangre, aunque estos deberían haberse elevado al cielo con Jesús cuando este resucitó.
No se sabe con exactitud cuándo se elaboró la primera reliquia del santo sudario, pero en el 670 el obispo franco Arculfo de Périgueux, durante una visita al Santo Sepulcro de Jerusalén, pudo besar un sudario de casi dos metros y medio de longitud, en el que se distinguía el contorno del cuerpo de Jesús. Aunque sindonólogos, como Ian Wilson, no han tenido en cuenta esta reliquia, parece que siguió siendo adorada en la ciudad santa durante al menos siglo y medio más. Luego desapareció sin dejar rastro, mientras que aparecían otros sudarios en diferentes partes del mundo. En Constantinopla hubo al menos dos –uno en la iglesia de Santa María de Blanquerna y otro en la Santa María de Faros– hasta que los cruzados saquearon la ciudad a principios del segundo milenio y se llevaron todas las reliquias que encontraron.
En la actualidad hay al menos media docena de sábanas santas en Francia, otras pocas en Italia, alguna en Lisboa y en España hay catalogadas casi una veintena –la más famosa está en Silos–. No obstante, de todas las sábanas santas la más conocida y estudiada es la Síndone de Turín. Hubo otra que tras salir de Constantinopla en tiempo de los cruzados y pasar por varios propietarios, llegó a manos del rey Luis IX de Francia. De ella todavía puede verse un trocito en la catedral de Toledo. También hay algunas vendas crísticas manchadas de sangre y sudor en mayor o menor profusión en diversos santuarios cristianos, entre ellos el gerundense de Sant Drap, en San Feliu de Guíxols, pero estas son reliquias textiles menores. No puede decirse lo mismo del santo sudario de Oviedo, que merece un espacio aparte.