Mas Alla Monografico (Connecor)
¿QUÉ SE OCULTA TRAS
LA ÚLTIMA CENA?
Con la publicación de la novela “El código Da Vinci”, de Dan Brown, la ya CONOCIDA PINTURA DE “LA ÚLTIMA CENA”, del artista florentino Leonardo Da Vinci, se hizo famosa por la supuesta aparición de una mujer en lugar de uno de los apóstoles. Desde entonces, varios son los SECRETOS QUE PARECEN OCULTARSE en esta, como el hallado por la historiadora italiana Elisabetta Sangalli. Pero, ¿será este el último?
El escritor estadounidense Dan Brown mostró, en el best seller El código Da Vinci, el mural de La última cena como una pista principal sobre un secreto que destruiría l os pilares en l os que está construida la Iglesia Católica. Según este, Leonardo Da Vinci habría ocultado claros indicios sobre el auténtico Santo Grial.
Esta gran obra pictórica, de 880 centímetros de ancho y 470 centímetros de alto, fue encargada, en 1495, por el duque de Milán, Ludovico Sforza, tras fallecer su esposa Beatriz, devota cristina, y plasmada en el convento dominico de Santa Maria delle Grazie. Concluida en 1497, Leonardo, quien era contrario a l os i deales de l a Iglesia, aprovechó para esconder i nformación que, de hacerlo públicamente, l o conver tiría en un hereje a ojos de la Santa Inquisición.
UNA MUJER EN LA CENA
En 1993, Vit toria Haziel, escritora y abogada italiana, mostró al público un documento, al parecer del propio Leonardo Da Vinci, en donde este confirmaría la presencia de una mujer en el mural. Aunque, según textos del Nuevo Testamento, a la cena sólo acudieron Jesús de Nazaret y sus discípulos (todos hombres), en las festividades de la época podían asistir también mujeres.
Al parecer, uno de los apóstoles de la imagen no sería tal, y ese sería Juan, situado en un puesto de honor, a la derecha de Cristo. Tal como cita “Juan 13:23-25”: “uno de sus discípulos, al que Jesús amaba, estaba a la mesa reclinado en el pecho de Jesús”. ¿No sería, pues, l ógico que esta persona fuese aquella mujer a la que quería? María Magdalena, un personaje que la Biblia tachó con la mácula de la prostitución, pero que si nos basamos en l os evangelios apócrifos (aquellos que descar tó y prohibió la Iglesia, centrados en la vida de Jesucristo), tomaría otro rol to - talmente distinto: la mujer del Mesías.
Si se obser va bien la pintura, la f igura ciertamente posee rostro y manos femeninas, además de que es la única ataviada con los mismos colores de Jesús, el azul y el rojo, pero de modo opuesto. Da Vinci, dado a las ilusiones ópticas, los cambios de perspectiva y a los enigmas, agregó claves en el cuadro para demostrar esta presencia femenina.
En el extremo derecho de la pintura, junto a Simón el Zelote, hay un nudo en el mantel, sinónimo del vínculo existente entre la pareja.
Tomando como punto de inicio el pan colocado al lado de María Magdalena, al trazar una recta que se uniría con el punto más alto
de la cabeza de la mujer, de ahí a dónde su mano se junta con la de Cristo, después a la cima de la cabeza de él, y finaliza en el pan, junto al hombre. Estas líneas formarían una “M”, inicial del nombre de ella y, como dicen algunos, la de “matrimonio”.
Pero, a simple vista, la escena no concuerda con lo citado en el versículo de “Juan 13:2325”. Para esto, Terrence Masson, diseñador gráfico de la Universidad de Northeastern, en Boston, logró, mediante técnicas de superposición por reflexión, desplazar a María Magdalena a la izquierda de Jesús, encajando en un hueco que queda libre expresamente en el mural, y con lo que queda apoyada sobre el hombre.
Sin embargo, el investigador Mario Taddei se inclina a que esta teoría no es más que parte de la ficción creada por Dan Brown para El código Da Vinci, y que en realidad no existe tal mujer en el cuadro, sino que es el propio Juan, a quien se le describe en los evangelios como una persona de rasgos afeminados.
LA REACCIÓN DE LOS APÓSTOLES
Para l a última cena, Jesús de Nazaret reunió a sus discípulos para anunciar que uno de ellos iba a traicionarlo. Leonardo ref lejó en l a pintura l a reacción de éstos ante tal noticia. Comenzando desde el lado izquierda de esta:
Bartolomé se pone de pie, estupefacto ante la afirmación de Cristo.
Santiago el Menor estira el brazo para refrenar a Simón Pedro, ante su reacción.
Andrés está asombrado, mostrando ambas manos, pero es difícil saber si por lo que acaba de enterarse o por lo que parece que va a hacer su hermano, Simón Pedro.
Judas Iscariote, el conocido traidor de Jesús, ostenta l a posición más baja del mural, obser va a Simón Pedro.
Simón Pedro, furibundo, pasa por detrás de Judas, empuñando un cuchillo (el único que hay en toda l a pintura), y parece arremeter contra Juan/María Magdalena, con un gesto amenazante de la mano izquierda, que se posa sobre él/ella.
Juan/María Magdalena, como Jesucristo, mantiene la calma, impasible, como si ya supiese lo que iba a ocurrir y de quién se trata (como pareja, sería normal que él le hubiera confiado este secreto).
Tomás, considerado por muchos hermano de Jesús (su nombre, en arameo, significa “gemelo”, y en los tex tos se menciona que lo es, pero no se sabe de quién), alza un dedo al cielo, signo de proclamarse el primero entre los demás, el sucesor legítimo tras su muerte.
Santiago el Mayor, se escandaliza, abriendo los brazos hacia el Mesías.
Felipe pregunta si será él el autor de la traición. Mateo, Judas Tadeo y Simón el Zelote conversan entre sí, tal vez ausentes. A diferencia del resto, estos tres personajes son los únicos que aparecen con las palmas de las manos ha
cia arriba, un gesto interpretado como de sinceridad y conocimiento.
Lo curioso es que el famoso cáliz con el que Jesús compartiría el vino, junto con el pan, su sangre y su cuerpo, no existe en la pintura (en realidad, el vino tampoco). ¿Y si el motivo del escándalo, al igual que el Santo Grial, era algo completamente distinto?
¿EL VERDADERO GRIAL?
Otra de las teorías sobre lo que Da Vinci quiso ocultar en La última cena es la auténtica finalidad que tuvo ésta. El motivo sería el de proclamar l a descendencia surgida entre la unión de Jesús y María Magdalena (el auténtico Santo Grial), y que habría estado presente en la pintura. La exposición de este retoño, la continuación del linaje de Cristo, sería una causa más que notable para que sus discípulos, desconocedores de los hechos, reaccio - naran de ese modo, molestando en especial a Tomás, al dejar de ser el futuro líder, y enfureciendo a Simón Pedro, quien de por sí odiaba a María Magdalena y sentía celos del Mesías, y quien temería el declive de la religión que había ayudado a fundar y que tomaría un nuevo rumbo, quizás más poderoso.
Este bebé se camuflaría, como una ilusión óptica tridimensional en el medio plano que sería el mural, en el brazo de Judas Iscariote, siendo éste el cuerpo, que se sentaría sobre la mesa, y la cabeza formaría par te del cuello de éste, volteada hacia Andrés. Según esta interpretación, el modo de localizarlo sería a través de las miradas de Bar tolomé, Andrés y María Magdalena, que se centrarían en el punto donde se encontraría el niño, y las manos de Mateo, Judas Tadeo y Simón el Zelote, que señalarían al lugar.
Pero si María Magdalena es desplazada a la izquierda de Cristo, y el bebé es colocado entre sus progenitores, Tomás, Santiago el Mayor y Felipe serían también los que observarían al descendiente, además de Simón Pedro, cuya amenaza podría quedar trasladada hacia éste.
Lo que no se comprendería es por qué el pintor italiano ocultaría al niño en la f igura del traidor. Basándonos en l os Manuscritos de Nag Hammadi, en concreto en el llamado “Evangelio de Judas”, el apóstol obró el mal acto por el que se le conoce bajo las órdenes del propio Cristo, un sacrif icio necesario para poder aumentar y prolongar el poder de su palabra. Por lo tanto, también cabría pensar que, al considerarlo el discípulo en quien más confiaba, fuera el único que conociera la existencia de su progenie.
Con todo esto, Da Vinci confirmaría que Jesús no era un personaje divino, así como sus discípulos, sin milagros como el de la resurrección, por lo que, para ello, solo tuvo que prescindir, a la hora de pintar, de las aureolas que deberían ir sobre la cabeza de cada uno de ellos. Su descubridor, Mario Taddei, ha comparado otras obras de temática cristina similares de diversos autores, en donde aparecen los halos como símbolos sagrados.
LA IMPORTANCIA DEL TRES
Estudiando la obra con un poco más de profundidad, uno se da cuenta de que el número tres tiene una fuer te presencia.
Los apóstoles se concentran en grupos de tres personas, seis a cada lado del Mesías.
Judas Iscariote es el único personaje que luce tres colores diferentes en sus ropajes.
Tres son los ventanales situados a la espalda de Cristo.
La posición de Jesús es la de un triángulo equilátero per fec to.
Esta cifra, además de ser aquella que representa la expresión ar tística, también sería la de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y la del espíritu, el cuerpo y la mente, características del hombre.
ROSTROS CONOCIDOS
Otro punto a destacar es en quién se inspiró Da Vinci para pintar cier tos rostros.
Judas Tadeo, sería un autorretrato suyo, aunque, dado que en aquel momento tenía cuarenta y cinco años, tampoco es del todo f iable, al ser el de un anciano.
Simón el Zelote, uno de los apóstolos más desconocidos y menos apreciados por la Iglesia, tendría los rasgos del filósofo griego Platón, odiado por la misma por su concepto sobre lo divino, donde descarta que el poder sea único y limitado, centrándolo más en las ideas y el conocimiento, y en el concepto del ser.
Para Jesús, la primera cara que pintó, escogió a un joven del coro de la iglesia que le cautivó tanto por su belleza como por la paz e inocencia que transmitía.
Dejó para el final, años más tarde, a Judas Iscariote, buscando un modelo rudo, ejemplo de la criminalidad, siendo un conocido quien le mencionó un hombre que estaba apresado en Roma (hay versiones en la que no se trata de un criminal, sino de un borracho). Llegando a las últimas sesiones, éste le preguntó si no lo
reconocía, cosa que Leonardo no hizo, y le confesó que había sido el mismo joven que había posado para él al principio, como Jesús, y que el rumbo de su vida había ido a la deriva. En la historia del borracho, éste explica que había posado antes para un cuadro exactamente igual, y fue Leonardo quien lo identificó.
HIMNO A DIOS
Parece ser que la obra también esconde una par titura. Así lo ha revelado el músico Giovanni Maria Pala, tras cuatro años de investigación. Colocando un pentagrama sobre la escena, l as notas serían aquellas formadas por todos los panes y manos, que, leídas de derecha a izquierda, crearía una melodía de cuarenta segundos, un himno a Dios, en un ritmo de tres cuar tos, por las cuatro agrupaciones de apóstoles, de tres cada uno.
PIEDRAS PRECIOSAS
Este año, el último hallazgo proviene de la historiadora Elisabetta Sangalli.
Esta asegura que hay piedras preciosas pintadas en las prendas de Jesús y siete de los apóstoles, referencia a las doce piedras del Paraíso del Antiguo Testamento, y que Leonardo habría reducido a ocho, simbolizando el Apocalipsis. Por ejemplo, Juan (o María Magdalena) luciría un diamante, equivalente a la luminosidad espiritual, o el zafiro en Andrés, que sería la piedra de la Ciudad Celeste que se cita en el capítulo veinticinco del Apocalipsis.
OTRAS CURIOSIDADES
Al experimentar con una nueva técnica, utilizando óleo sobre yeso seco, l a pintura se deterioró rápidamente, especialmente por la humedad y el moho, lo que hizo que el mural se sometiera a múltiples restauraciones desde el año 1500. Sin embargo, consiguió so - brevivir milagrosamente a un bombardeo durante la II Guerra Mundial, donde fue una de las pocas paredes que se mantuvieron en pie.
Un símbolo de la mala suer te, presagio del desastre que iba a suceder tras el anuncio de Cristo, es un salero volcado, pintado al lado de Judas Iscariote.
Hay quienes ven en la figura de Jesús, si se refleja y superpone, al diablo carnero Baphomet.
Colin Humphreys, de l a Universidad de Cambridge (Inglaterra), siguiendo la cronolo - gía de “Juan 13:1, 18:28” en lugar de “Marcos 14:12” y “Lucas 22:7”, sitúa la última cena el miércoles uno de abril del año 33, y no el jueves, al coincidir la crucif ixión con la matanza de corderos de Pascua.
También hay otras hipótesis en donde la cena sería un martes y la crucifixión en martes. Otro caso es el de 1983, en la Universidad de Oxford (Inglaterra), cuyos i nvestigadores la fecharon en miércoles, pues no era lógico que en una sola noche se realizara el arresto, el interrogatorio, y los juicios de Herodes y Poncio Pilato, que transcurrieron a ambos extremos de la ciudad.