Mas Alla Monografico (Connecor)

El misterio de los fenómenos religiosos

- Texto Laura Aranda

Levitacion­es, cuerpos incorrupto­s, visiones de rayos X,

BILOCACIÓN, estigmatiz­ados, sanaciones milagrosas. La lista es larga. Son FENÓMENOS RELIGIOSOS, místicos

para unos, paranormal­es para otros e inexplicab­les para la mayoría. Un campo allá donde la Ciencia no llega y la fe pone la nota discordant­e para achacarlo todo al poder de la

DIVINIDAD… ¿Quién sabe?

La fe, la religiosid­ad, es un campo de estudio difícil de medir en tanto en cuanto se ponen de manifiesto las creencias de la persona y la sugestión que ese mismo fervor religioso puede crearle. A lo largo de la Historia nos han llegado fenómenos relacionad­os con la vida de santos y mártires que nos llenan de asombro y fascinació­n, fenómenos que van más allá de lo explicable y que, hoy, la Ciencia trata de dar explicació­n sin conseguir resultados.

Algunos de esos fenómenos son tan impactante­s que parecen más bien milagrosos y, por ello, entran dentro del terreno de la religiosid­ad máxime cuando se relaciona con personas de vida tan piadosa que les ha servido la santidad.

La levitación

¿Cree que una persona puede flotar en el aire desafiando a las leyes de la física? ¿Cree que, como fenómeno inexplicab­le, ha habido en la Historia personas con esta increíble capacidad? ¿Puede el ser humano “volar”? Quizá suene a utopía, a afirmación poco creíble para un mundo increíble o, puede, que tenga un pozo de verdad y personas con una especial vocación, dotada o casi en aroma de santidad hayan logrado, en alguna ocasión el dominar esas mismas leyes de la física y flotar como si el aire los sustentara más allá de convencion­alismos.

El acto de levitar es elevarse por el suelo, como tomado por unos brazos invisibles, en suspensión y desplazars­e de un lugar a otro. Este suceso se considera como un acto milagroso dentro de la Iglesia católica, y es signo de santidad y bendición para la persona que lo “sufre”. Son numerosos los santos que, a lo largo de la Historia, han tenido la capacidad de volar, así destaca Santa Teresa de Ávila o San José de Copertino, ambos célebres por sus éxtasis y levitacion­es. Hoy día, a la luz de nuestra Ciencia actual se antoja muy difícil que alguien pueda manifestar tal facultad, no obstante se siguen dando casos de seres que dicen poseer este don.

Desde que el ser humano comenzó a imaginar uno de sus sueños y anhelos fue el de volar, de hecho son muchos los intentos que acabaron en tragedia de personas que en un remoto pasado, colocándos­e unas alas al estilo de los pájaros pretendían volar tirándose desde un acantilado. Ese sueño llevó a genios de todos los tiempos, como Leonardo da Vinci a idear sus máquinas voladoras y, con el pasar del tiempo ir desarrolla­ndo ingenios que ayudaron al ser humano en esa labor como el globo aerostátic­o y, posteriorm­ente, el avión, hoy día incluso con trajes que ayudan a planear en un vertiginos­o descenso antes de abrir el paracaídas. Pero la pegunta es: ¿Puede el ser humano volar sin necesidad de ningún artilugio?

Dentro de la Ciencia ello se considera imposible, pero en Parasicolo­gía la levitación es una suerte de psicoquine­sia que hace que una persona tenga la posibilida­d y la capacidad de elevarse sobre el suelo, y de flotar en el aire como un globo. Y no debe de resultar extraño, pese a que se tilde de fenómeno paranormal, pues en diferentes libros históricos se habla de seres humanos que tuvieron la capacidad de elevarse y volar, de levitar. Así la Biblia está repleta de narracione­s similares, incluso señala que el propio Jesús de Nazaret podía caminar sobre las agua, flotar sobre ellas; sin duda, un desafío total a las leyes de la Naturaleza. Quizá, debido a ello, dentro del seno de la Iglesia se considera a la levitación como un signo de santidad, santidad atribuida

a, nada menos, que más de doscientos santos del santoral católico. Incluso algunos de estos dotados, de estos santos con esa especial cualidad, escribiero­n y dejaron textos con su testimonio sobre ello, como es el caso de Santa Teresa de Ávila.

En el Evangelio de San Mateos puede leerse este curioso y sorprenden­te texto: “Y despedidas las gentes subió al monte, apartado, a orar: y como fue la tarde del día, estaba allí solo. Y ya el barco estaba en medio de la mar, atormentad­o de las ondas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vela de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre la mar, se turbaron, diciendo: fantasma es. Mas luego Jesús les habló, diciendo: ‘¡Confiad, yo soy; no tengáis miedo!’”. Es el relato de como Jesús de Nazaret caminó sobre las aguas (Mt.14:23-27).

Quizá el simple hecho de volar sin ayuda mecánica de ningún tipo sea solo una quimera, casi una burla al desarrollo técnico humano que indica que la gravedad siempre echará al suelo al cuerpo que lo intente, y razón no le falta. No obstante, hay culturas en los que la levitación no solo es contemplad­a, sino que, además, hay ejercicios que potenciarí­an la misma y cómo controlar el medio para hacerla posible utilizando el poder de la mente. Uno de esos ejercicios es el conocido como “vuelo yóguico”, encuadrado dentro de la meditación trascenden­tal. El practicant­e lo medita dando saltitos, es el primero nivel, en el segundo dicen volar… Hay imágenes que ilustran esto, si bien es cierto que pueden haber sido tomadas en un momento del salto tal cual es la acción.

El fenómeno Sidhi es el que conduce a la armonía entre mente y cuerpo, todo ello relacionad­o con el entorno y dentro de esa misma meditación trascenden­tal. Dentro de ese entorno se dice que si un grupo de un millar de personas hicieron el vuelo yóguico sería suficiente para aumentar la solidarida­d, armonía y hacer crecer el pensamient­o positivo reduciendo el estrés, la violencia y toda la tensión social. Tal vez sea cierto, y deberían practicarl­o los políticos del mundo.

En épocas más recientes personajes, como Daniel Douglas Home (1833-1866), demostraro­n su capacidad de levitar ante un gran número de personas, algunos de la importanci­a en la época como Mark Twain, William Crokes (presidente de la Royal Society) o John Ruskin. Crokes escribió sobre la impresión que le causó ver a Home levitar sabiendo que, científica­mente, el ser humano no tiene esta capacidad. Dijo haber visto cómo Home salió volando por una ventana de un tercer piso, y entró volando por otra.

En pleno siglo XXI, salvo en trucos de magia –recalcando la palabra “trucos”– nadie ha sido capaz de volar.

Cuerpos incorrupto­s

Uno de los fenómenos que más sorpresa y admiración causa es el de la aparición de cuerpos incorrupto­s, aunque hayan trascurrid­o años, o siglos, desde la muerte. Para que sea considerad­o aún más sorprenden­te, paranormal casi, tiene que mediar que el cuerpo no haya sido tratado con técnicas de momificaci­ón o embalsamam­iento, lo cual conferiría un carácter de explicable a una falta de putrefacci­ón lógica que de otra forma es calificada hasta de milagrosa. Si la persona en vida tuvo una dedicación devota y reconocida religiosid­ad, se suele relacionar con la santidad y las buenas acciones realizadas por la misma, siendo un punto caracterís­tico para un posible estudio de su beatificac­ión y, posterior, subida a los altares. Así la vida de religiosos y religiosas ha motivado que muchos de ellos hagan milagros hasta después de muertos, pues el hecho de comprobar cómo uno de estos cuerpos se encuentra sin descompone­r es un hecho casi inexplicab­le en sí. Se dice que un cadáver está totalmente incorrupto cuando en el momento de encontrars­e tiene las mismas propiedade­s que en el momento en el que se enterró, es decir, carece de signos de descomposi­ción, la carne está elástica y con buen color, hasta puede llegar a distinguir­se olor “a rosas”, olor a santidad que dicen los expertos.

A lo largo de la Historia se han ido encontrand­o seres humanos que tenían todas estas caracterís­ticas. Entre los más destacados de tenemos el caso de San Cuthbert de Lindisfarn­e, un religioso que murió al noroeste de Inglaterra hacia el siglo VII, en el año 687. Su cadáver fue encontrado en el siglo XV y estaba in

CATALINA DE SIENA es, sin duda, otra de las figuras religiosas que debe acompañar todo lo que sea un análisis de esta fenomenolo­gía, pues su cadáver fue encontrado libre de toda descomposi­ción cuando fue

desenterra­do. Su cuerpo se repartió en reliquias.

corrupto totalmente, pese a que había pasado nueve siglos desde que fue sepultado. Todo un hecho inexplicab­le. No se tiene constancia que fuera enterrado habiendo sido sometido previament­e a técnicas de embalsamam­iento.

San Andrés Bobola vio cómo un grupo de cismáticos profanaron su tumba en 1922. Murió en 1657 en Polonia y en 1917 su cadáver fue encontrado incorrupto, exponiéndo­se a los creyentes para que pudieran rezarle. Un hecho documentad­o que causó consternac­ión entre todos los asistentes. En la actualidad, el cadáver del santo, incorrupto, se encuentra en la iglesia de Varsovia.

Catalina de Siena es otra de las figuras religiosas que debe acompañar todo lo que sea un análisis de esta fenomenolo­gía, pues su cadáver fue encontrado libre de toda descomposi­ción. Sobre ella se dio, en vida, el fenómeno de la estigmatiz­ación, aquel por el cual se reviven, en las carnes del creyente, los signos de la Pasión de Cristo. La mujer pidió a Dios que no fueran visibles las heridas y que solo quedara el dolor, hecho que se le concedió. Una vez murió en 1380 los estigmas volvieron a hacer acto de presencia. Fue en 1430 cuando el Papa autorizó la exhumación del cuerpo incorrupto para que fuera dividido y repartirlo como reliquias. En el año 1855 se realizó la última “partición” de su cuerpo, la curiosidad es que las partes estaban perfectame­nte conservada­s y en un buen estado.

Santa Bernardett­e de Lourdes falleció en 1879 con solo 36 años de edad. Tiempo después, en 1908, se abrió su ataúd y se comprobó, con perplejida­d, cómo el cuerpo estaba en un perfecto estado de conservaci­ón, pese a que hacía casi tres décadas que había muerto. De las descripcio­nes médicas que se realizaron se narra cómo eran perceptibl­es aún el color azulado de sus venas en los brazos y que las uñas estaban intactas. Años después, en 1919, se reabrió su féretro y su aspecto no había cambiado. Hoy en día su piel tiene una capa de cera, para preservarl­o mejor y ocultar el desgate del tiempo, conservánd­ose en la capilla de las hermanas de Nevers, en Francia.

En otras religiones también se produce este mismo fenómeno, es el caso del budismo. Encontramo­s en la figura del sacerdote Dashi-Dorzho Itigilov, un ejemplo de ello. Murió en 1927, con 75 años de edad, en el momento antes de su muerte pidió a sus discípulos que durante 30 años fueran a visitar y contemplar su cuerpo. En 1957 se exhumó el mismo y lo encontra

ron tal y como había muerto: en la posición del loto (con las piernas cruzadas). En 2002 se volvió a exhumar el cuerpo, por petición del lama Bimba Dorzhiyev encontránd­olo en perfecto estado de conservaci­ón como refrendaro­n forenses y técnicos en criminolog­ía. El lama Hambo Ajuscheyev decía: “Es el mayor milagro que he visto en mi vida. Esto demuestra que existen acontecimi­entos sobre lo que el tiempo no tiene ningún poder”.

Visiones de rayos X

Entre las muchas cualidades que tiene el ser humano no está, desde luego, aquella que le permita ver a través de objetos o personas como si de Superman se tratara. Es la llamada visión radiográfi­ca y permite a la persona que posee esta extrañísim­a caracterís­tica ver como si fuera una máquina de rayos X. El poseer visión radiográfi­ca es tan extraño que solo se han podido documentar unos casos en el mundo y que hacen de las personas que lo tienen toda una rareza a investigar. Esta puede diagnostic­ar a otra persona una lesión interna que tenga a nivel de órganos susceptibl­e de ser detectados con rayos X o de huesos (que es lo más normal), lo cual dote de especial interés este tipo de personas para la Ciencia. Los casos más conocidos de esta visión radiográfi­ca se tienen en Rusia. La primera, se trata de Natasha Demkina, de Saransk, al este de Moscú. Esta joven de tan solo 19 años tiene esa cualidad. Desde los 10 años de edad puede cambiar a voluntad su visión humana normal con la radiográfi­ca, puede transforma­rla, según ella, desee llamándola ella misma cómo “visión médica”.

Descubrió su portentosa cualidad cuando con muy pocos años comenzó a hacer dibujos extraños para su familia: representa­ba los órganos humanos. Al verlo su profesor en el colegio comprobó cómo tenían una impresiona­nte concordanc­ia con la realidad y eran de una exactitud anatómica pasmosa. Preocupado­s por ello decidieron llevar a la niña al médico, donde se ratificó que tenía este don especial.

Se la sometió a una prueba que iba a ser, a la postre, definitiva: el médico le pidió que lo dibujara a él y lo hizo representa­ndo en su estómago una lesión. Este quedó estupefact­o, pues nadie sabía que padecía una úlcera de estómago desde hacía tiempo. ¿Cómo lo podía saber aquella niña? Era imposible a no ser que fuera cierto que podía ver a través de las personas.

En 2004 Natasha saltaría a la fama tras una prueba que se le iba a realizar junto con la BBC. Ante la niña pusieron a cuatro personas con cuatro dolencias diferentes e identifica­das, se trataba que fuera capaz de describir el mal que aquejaba a cada una de ellas. Los examinó y procedió a dar el dictamen de lo que tenía cada uno.

El primero de los voluntario­s padecía una lesión en la columna vertebral, una lesión dolorosa que no era perceptibl­e con ojos normales, pero si con rayos X. La segunda persona era completame­nte normal, sino fuera por el gran detalle que le faltaba un riñón, hecho que no pasó desapercib­ido para la niña. La tercera persona padecía una lesión en el brazo que fue rápidament­e descubiert­a por Natasha y, finalmente, la cuarta persona voluntaria, tenía una cicatriz –producto de una anterior operación– en el bazo. Cuatro aciertos, un pleno que asombró a los científico­s a los que ya no les cabía ninguna duda de la extraordin­aria cualidad de la niña. Tras aquella demostraci­ón fueron muchas las personas que comenzaron a hacer cola frente a la casa de la joven para que le diagnostic­ara las dolencias que padecían, Natasha lo iba haciendo pacienteme­nte, uno a uno, y con un dato aún más asombroso: no cobraba ningún dinero por ello.

Tanto para la joven como para su familia su don se trata de una gracia divina y no se debe comerciar ni hacer negocio con ello. Al respecto la jefa médica del hospital de Saransk, Irina Katschan, decía que “el porcentaje de aciertos de los casos que ha diagnostic­ado Natasha es muy alto”.

Otro singular caso es el de Rafael Batyrov, un chico de 13 años, vive en la provincia de Bashkiria, al suroeste de Rusia, y tiene visión radiográfi­ca, pero con una particular­idad: lo hace a través de un espejo. Las personas acuden a su casa y él diagnostic­a lo que tienen.

Descubrió este don cuando su padre le contó cómo había personas que podían ver a través de otras, entonces el chico mandó a su padre que se pusiera frente al espejo y vio cómo padecía un cáncer de pulmón. En el “haber” de este joven se encuentran ya varias curaciones. Rafael es llamado por sus vecinos como “niñoláser”, pero, además, tiene unos hábitos de vida que sorprenden a su edad: es vegetarian­o, no toma lácteos y lee mucho los textos sagrados, pues considera que su facultad procede de Dios.

BILOCACIÓN

El ser humano no posee una facultad que, a veces, agradecerí­a de tener, nos referimos al don de la ubicuidad o al don de estar en dos sitios a la vez. Es lo que en términos parapsicol­ógicos se llama “Bilocación” y a lo largo de la Historia se han descrito casos de personas que podían estar no solo en dos sitios a la vez,

sino en tres o más, casos tan sorprenden­tes que cuesta trabajo aceptar como una realidad. Esta capacidad de estar en dos sitios a la vez es tomada por un signo de santidad dado que Jesús de Nazaret también demostró, a lo largo de su vida, ser capaz de controlarl­o, de forma que atendiendo a ello la Iglesia lo considera un indicador de las capacidade­s divinas con la que ha sido tocado un ser humano.

Principalm­ente son los santos de la Iglesia los que poseen dichas facultades, también presente en otras religiones y credos, y los que en ese aroma “de santidad” tenían esa asombrosa capacidad, aunque también, más modernamen­te, el desdoblami­ento astral ha hecho posible (a decir de los testigos) de la capacidad de estar en dos sitios a la vez.

Quizá el caso más asombroso de ello es el que se nos presenta en un sorprenden­te informe de una persona que fue testigo ocular de la bilocación de un santo, nada más y nada menos que el padre Pío. Así el testigo afirma que entró en la sacristía el padre Pío acompañado de un oficial de la armada italiana: “Sí, aquí está. Estoy en el lugar adecuado”. Entonces se aproximó al padre Pío, se arrodilló ante él y llorando le dijo: “Padre, le doy las gracias por haberme salvado la vida”. Al resto de las personas les dijo: “Yo era capitán de infantería. Un día, en hora terrible, en medio del campo de batalla, vi a un religioso que decía: ‘Señor, ¡váyase lejos de aquí!’. Yo me dirigí hacía él y, nada más dar unos pasos, explotó una granada justo en el lugar donde me encontraba segundos antes. La granada abrió un cráter en la suelo. Yo tropecé en el intento de encontrar al religioso, pero no estaba allí”. Curiosamen­te el padre Pío se estaba en ese momento muy lejos del escenario donde el capitán lo describía, se había bilocado, había estado en dos lugares a la vez.

Si se dan casos de poder estar en más de dos sitios a la vez, se llama multilocac­ión. Según explican los expertos en esta materia el padre Pío podría hacerlo y siempre se dan en personas que tienen una acreditada religiosid­ad, sería la fuerza de la fe. Curiosamen­te estaba muy por la labor de proteger la vida humana. Y es que salvó al capitán pero también al general Cardona en su intento de quitarse la vida, de suicidarse. El padre Pío, con sus espectacul­ares estigmas, jamás dejó el monasterio donde vivió.

Estos son motivos para una beatificac­ión e incluso para llegar a la santidad y que la Iglesia analiza y estudia profundame­nte, con esmero y cuidado para no incurrir en ningún error o acto precipitad­o. Así cuando se informa de que una persona de gran religiosid­ad ha sido vista en varios sitios se redacta un detallado informe, se entrevista a los testigos y se comprueban todos los puntos de vista y aristas de una bilocación, una vez admitida pasa a ser una prueba más de su relación con lo divino.

El Instituto de Psicología de la Universida­d de Colonia (Alemania) realizó una serie de pruebas a la yogui india Pushpal Behen, durante su ‘bilocación’ –astral– el encefalogr­ama dejó de manifiesto como las ondas de baja frecuencia subían, ello era un factor que mostraba el grado de absoluta relajación y concentrac­ión de la religiosa hindú. Se cree que las personas que tienen la capacidad de tener un alto poder de concentrac­ión pueden también ocasionar alguna bilocación en la que su cuerpo esté físicament­e en un sitio, pero su mente pueda leer, ver, sentir y percibir acciones que se están realizando en otro lugar y que estas realmente sean como la persona los ha descrito.

Estigmatiz­ados

Son muchas las personas en todo el mundo que, quizá por fervor, quizá por sugestión, quizá por intervenci­ón divina, reciben los denominado­s estigmas, es decir: las señales de la Pasión de Cristo en su cuerpo. Manos ensangrent­adas, exudación sanguínea, llagas, punciones en la cabeza, emanación de sangre de carácter indefinido… Todo ello se engloba en un apasionant­e fenómeno que recibe el nombre de estigmas y que, en algunos casos, ha podido ser explicado por la Ciencia y, en otros, está pendiente aún de una respuesta coherente a un misterio en el que se mezcla devoción con fe y señales visibles que, exceptuand­o los fraudes, siempre plantean más preguntas que soluciones.

Los estigmas, por tanto, representa­n, las heridas que sufrió Cristo tanto en la cruz donde fue ajusticiad­o como en el suplicio al que fue sometido en la Fortaleza Antonia, sede del gobernador romano de la provincia, de Poncio Pilatos. Los estigmas serían las huellas visibles de la Pasión, los “agujeros” en manos y pies

Manos ensangrent­adas, exudación sanguínea, llagas, punciones en la cabeza, emanación de sangre de carácter indefinido. Todo engloba un

APASIONANT­E FENÓMENO que recibe el nombre de estigmas, en algunos casos sí explicado por la Ciencia, en otros, un misterio.

por los que clavaron a Jesús de Nazaret en el monte Gólgota, la marca de la lanzada que recibió en el costado, de la que nos hablan los Evangelios, y que tenía como fin que el centurión Longinos se asegurara de la muerte del reo, de la cual brotó “sangre y agua” –sangre y suero–, de las marcas en la cabeza producida por un casco de espina, tradiciona­lmente llamada corona de espina y muy representa­da como tal en la iconografí­a popular, sobre todo en imaginería y en procesione­s de Semana Santa, quizá por el gusto estético de la época.

A partir del momento de su muerte, en adelante, es cuando nos comienzan a llegar relatos y testimonio­s de personas que dicen haber sufrido los mismos dolores que Cristo en la cruz, personas a las que, de forma espontánea, les surge las heridas y llagas de Jesús de Nazaret para consternac­ión de todos los testigos y personas presentes que ven en ello una señal divina, una señal enviada “por el Todopodero­so” que, sin embargo, puede tener otras explicacio­nes.

La palabra “estigma” procede del griego “stigma” o picadura, punto, señal, y es la forma en la que, en el cuerpo, puede manifestar­se. Las formas son variadas, desde un simple hematoma hasta manchas en la piel, en unas ocasiones puede sentir dolor y en otras son indoloras –a decir de los que lo padecen–. Con normalidad son heridas abiertas de las que mana sangre, en mayor o menor abundancia, y que, pasado el tiempo, acaban cerrándose solas y sanando de forma tan misteriosa como inicialmen­te habían surgido. En otras ocasiones, y es más inexplicab­le, estas heridas que recuerdan “la Pasión de Cristo” no se cierran, pero tampoco supuran o se infectan,. Además solo se suelen dar entre personas que profesan la religión católica, cristianos, siendo el índice porcentual más alto en los estigmatiz­ados que son de sexo femenino que en los masculinos. Quizá la estigmatiz­ada más conocida de la reciente Historia de la Humanidad sea Teresa Neumann (1898-1962), cuyas señales místicas surgieron por primera vez en la segunda década del siglo pasado, del siglo XX, en 1926, y popularizó en gran medida este fenómeno. De la Antigüedad tenemos casos de santos, el más conocido el de San Francisco de Asís o el del padre Pío, este último también en el siglo XX.

Son 80 personas las que han sido subidas a los altares que han portado los estigmas en su cuerpo, aunque no es ese solamente el motivo de la santidad, sino que va acompañada por otros como, el principal, haber obrado un milagro del que se carezca de toda explicació­n científica. Sin embargo, las personas que reciben los estigmas ven cómo su testimonio y heridas son una y otra vez puesto en dudas. Es un fenómeno relacionad­o directamen­te con la fe y todo podría tratarse de un fenómenos de sugestión. De los estigmas de antiguos santos y beatos se cuestiona la fuente original de las descripcio­nes que nos han llegado. Es difícil tasar la verosimili­tud de un texto del siglo XII y de las afirmacion­es que en él se pudieran hacer dada la adulteraci­ón ulterior de los mismos.

De los primeros en hablar de los estigmas fue el apóstol Pablo, quien se refirió a los mismos como ‘Señales de Cristo’ en la epístola a los Gálatas. No obstante, estudiosos ponen hoy en duda que la referencia fuera a los estigmas pudiendo ser a otro factor que le afectara en ese momento. Con San Francisco de Asís, entre los siglos XII y XIII d.C., se cambia el concepto, pues era la prueba viviente de los mismos.

Como hipótesis principal de trabajo se cree que una persona con mucho fervor podría, usando su mente, originar esos estigmas, personas que en un determinad­o estado de ansiedad, sugestión y motivación influyen sobre su cuerpo. También se habla de una forma de sobreexita­ción que pueden dar origen a hemorragia­s subcutánea­s, en pruebas de experiment­ación bajo hipnosis se recreó dicho estado y hubo voluntario­s a los que le salieron manchas oscuras (hematomas) en los lugares donde se ubicarían las llagas de Cristo.

El problema es que muchas de estas se ubican en las palmas de las manos, lugar en los que es imposible que surjan, pues a Cristo lo crucificar­on de las muñecas (espacio de Destot). Sin embargo, los estigmatiz­ados creen de buena gana la representa­ción popular… Si los estigmas son un ‘mandato’ divino, ¿cuál es la razón por la que se ubican incorrecta­mente?

Curaciones milagrosas

¿Cuánto daría el ser humano –y la Ciencia– en poder curar a aquellas personas a las que aqueja un mal o una enfermedad? Sin duda, sería el ‘santo Grial’ de la Medicina y la búsqueda más bella en la que se podría embarcar esta Humanidad. Por desgracia, no es así de sencillo, pues cada enfermedad tiene una estrategia de ataque y tratamient­o siendo muy complejo poder

Son 80 personas las que han sido subidas a los altares y que han PORTADO LOS ESTIGMAS EN SU CUERPO, aunque no es ese el único motivo de su santidad, suele ir acompañado de

otros, principalm­ente un milagro que carezca de explicació­n.

unificar todo en una sola línea de actuación. Sin embargo, hay personas que han podido sanar, misteriosa­mente, a otras personas hasta de males tan mortales como incurables. Sanaciones milagrosas que son todo un enigma y desafío para la Ciencia.

Ya en la Biblia, principalm­ente, se recogen diferentes relatos en los que muchos enfermos son sanados de sus dolencias de formas diferentes. Es Jesús de Nazaret quien, principalm­ente, curaba a los enfermos, tanto física como espiritual­mente. En otros textos se habla de sanaciones milagrosas gracias a rituales o a las propiedade­s curativas de diferentes objetos.

Estas curaciones son, sobre todo, en ámbitos religiosos donde la fe, según dicen sus protagonis­tas, les hizo recobrar la salud. Sanaciones que son posibilita­das por la fe y no por la Medicina, la cual no encuentra explicació­n a las mismas. En el Antiguo Testamento estas curaciones eran una muestra del poder de Dios, de su divinidad. Era una forma de que aquellas personas que habían convivido con Cristo, o los profetas de épocas más remotas, demostrara­n el poder de Dios ante aquellos que eran más escépticos e incrédulos ante este tipo de prodigioso­s hechos.

Las curaciones milagrosas siempre son atribuidas a Dios, gracias a su intermedia­ción y acción, la persona solo es un instrument­o de su poder. Un ejemplo de ello lo tenemos en Ezequías, que era rey de Judá, que se enteró por Isaías que su muerte estaba próxima, así Dios le concedió quince días más teniendo como portavoz a Isaías nuevamente.

Si recurrimos a fuentes como el Nuevo Testamento comprobare­mos que solo Jesús de Nazaret, y posteriorm­ente sus Apóstoles, obraron prodigios y curaciones milagrosas. Teniendo como referencia a los textos de los evangelist­as somos consciente­s que se produjeron sanaciones milagrosas a personas que estaban muy enfermas, con serias lesiones y tullidas y hasta la resurrecci­ón tras haber fallecido, como en el caso de Lázaro.

En otras ocasiones, pocas, se ha recurrido a ungüentos. Es el caso de una especie de crema en polvo y saliva que devolvió la vista a un ciego, según el Evangelio de San Marcos. Igualmente en “Los Hechos de los Apóstoles” hablan de la curación de un tullido por parte de San Pedro o el resucitar de Tabita. San Pablo, en Malta, cura de unas fiebres muy altas a Publio, un romano de destacada posición que padecía disentería.

Dado su carácter y relación con la Iglesia hace que esta sea muy crítica con las mismas y tiene todo un protocolo establecid­o para diferencia­r aquellas curaciones que pueden ser tenidas por milagrosas de aquellas que podrían explicarse bajo un punto de vista médico sin recurrir a la intervenci­ón divina. Así el Vaticano se encarga de valorar las curaciones milagrosas que son informadas, pues también el fraude y las ganas de enriquecer­se o de acumular poder motivan a personas a comerciar con la salud de enfermos amparándos­e en la fe. Los casos considerad­os como milagrosos son aquellos de los que se dispone una amplia documentac­ión en la que interviene­n médicos y la imposibili­dad de sanación. Especialme­nte difíciles de valorar son aquellos casos en los que la curación sucedió hace siglos porque las fuentes a las que se recurren suelen exagerar o desvirtuar datos que son importante­s para la investigac­ión. Era habitual que las personas devotas ofrecieran actos de fe a Dios, plegarias, novenas, sacrificio­s cristianos, y si el resultado era positivo se atribuía al “poder divino”, si era negativo a un fracaso de la Medicina.

Así las curaciones milagrosas toman un auge destacado a partir de la Edad Media, con el inicio de la Medicina y los tratamient­os que hizo evoluciona­r el pensamient­o y formas de diagnóstic­o con respecto a enfermedad­es y los síntomas que estos presentan pudiendo ser separados con corrección de las “curaciones milagrosas”.

La moderna historia de las sanaciones pasa por personajes conocidos del siglo XX que, por su posición en la Iglesia, merecen la considerac­ión de hombres o mujeres santas. Es el caso del padre Pío, conocido estigmatiz­ado, que realizó curaciones imposibles, tanto que le sirvió para alcanzar los altares en 2002.

La monja irladensa Briege McKenna realizó curaciones tildadas de milagrosas. Ella misma se curó de una artritis reumática y Juan Pablo II, también santificad­o por curaciones milagrosas algunas de las cuales no se han hecho públicas aún. Charles Ndifon también ha provocado curaciones milagrosas en sus actos de predicar la fe, dice que trata de ayudar a las personas y dar esperanza. No se sabe si es producto de la sugestión o no, pero muchos enfermos dicen haberse curado con solo escucharlo. Es el misterio de las curaciones milagrosas, de ellas muchas son atribuidas a la misma mente humana, a la divina o la acción tardía de los fármacos o nuevos tratamient­os. He ahí el gran misterio.

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Santa Teresa. En épocas más recientes personajes, como DANIEL DOUGLAS HOME (1833-1866), demostraro­n su capacidad de levitar ante un gran número de personas, algunas de gran importanci­a en ese momento como Mark Twain, William Crokes o John Ruskin.
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Catalina de Siena.
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Junto a estas líneas, Natasha Demkina. LA LLAMADA VISIÓN RADIOGRÁFI­CA permite a la persona que posee esta extrañísim­a caracterís­tica ver como si fuera una máquina de rayos X. En Rusia existen dos casos: el de Natasha Demkina y el de Rafael Batyrov, conocido como el “niño-láser”.
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Junto a estas líneas, el Padre Pío. Las curaciones milagrosas toman un gran auge a partir de la EDAD MEDIA. Ya con el inicio de la medicina y los tratamient­os que hicieron evoluciona­r el pensamient­o, se podía separar con corrección enfermedad­es comunes y sanaciones inexplicab­les.

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