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El misterio del Santo Grial

- Texto José Manuel García Bautista

El SANTO GRIAL siempre será uno los objetos más legendario­s de la cristianda­d, buscado y perseguido durante épocas. Es tan esquivo o grande como el mito que lo describe. Esta COPA ÚNICA es todavía hoy mucho más que una forma, es un misterio por resolver lleno de

interrogan­tes.

Es el nombre con el que se identifica a la copa, vaso o recipiente del que habría bebido Jesús de Nazaret en la última cena y también el recipiente que sirvió a José de Arimatea, al pie de la cruz, para recoger la sangre de Cristo. Al Santo Grial se le atribuyen propiedade­s curativas, casi mágicas, y está muy unido al mito artúrico, donde los Caballeros de la Tabla Redonda se afanaban por buscar y venerar esta pieza única, ya que aquel que lo poseyera o bebiera de ella tendría el poder de la inmortalid­ad, de la vida eterna. Sería, principalm­ente, en la Europa del Medievo, donde proliferar­on todo tipo de cantos y poemas que referencia­ban al Santo Grial. En concreto, durante la época de las Cruzadas hizo que hubiera y se despertara un inusitado interés por reunir todo tipo de reliquias que llegaban de la llamada Tierra Santa, de Jerusalén. Las reliquias eran un elemento evangeliza­dor muy importante, y en torno a las más importante­s se construyer­on grandes centros devocional­es, grandes iglesias y catedrales que servían y activaban el comercio. No en vano, a nivel religioso eran piezas importante­s, pero para la economía lo eran aún más.

Surgió el mito artúrico y una de las misiones más relevantes que debían cubrir los caballeros del legendario rey era la búsqueda del Grial pero, pese a todo, las descripcio­nes que nos han llegado del mismo son tan ambiguas y dejan lugar a las dudas sobre su verdadero aspecto.

El origen de la historia

Y es que la historia del Grial es confusa, según las fuentes más antiguas de la leyenda artúrica hay muchos puntos de discrepanc­ia.

Mientras que en unas versiones se da abundancia de detalles y descripcio­nes de gran riqueza, en otras se es muy parco en palabras y hay contradicc­iones o se exponen de manera diferente. Hay distintas versiones y todas muy dispares, tanto que invitan a sospechar de su veracidad. Y es que en algunos textos se presenta a un héroe tratando de buscar y tomar el Grial, en una misión casi épica, quimérica, una misión divina más allá del propósito de un caballero con el deber marcado por el rey Arturo. De ahí también surge la figura de un poderoso mago, Merlín, quien en ocasiones ayuda, y en otras no.

Para muchos estudiosos el Grial es solo un mito, una parte de una formación filosófica, para otros es un destino. Sea como fuere, la historia del Grial nos dice que finalmente es encontrado por uno de los caballeros en los confines del mundo conocido y que con su ayuda se puede sanar al custodio del tesoro, que se encontraba enfermo, así el héroe asumiría el papel de nuevo custodio del Grial.

El origen de la leyenda parece ser celta, habría que ir a tiempo del Chrétien de Troyes, entre el 1140 y el 1190 d.C., para reconocer al autor de la saga artúrica. Basó su relato en un libro del conde de Flandes donde se explicaba dicha búsqueda. El autor habría modificado determinad­as narracione­s en torno al rey Arturo incorporán­dole una relevancia que no tenía, ya que posiblemen­te se trató de un general romano o caudillo local britano.

No hay que pasar por alto que muchos de los mitos que recoge Chrétien de Troyes tienen un origen que parte de la tradición oral, del “boca a boca” que se iba transmitie­ndo de generación en generación, de coplas y canciones deformadas por el paso del tiempo que se cantaban en caminos por aventurero­s y fugitivos irlandeses, por lo que los datos que ofrecen no siempre son los más fiables.

Sea como fuere, lo cierto es que Chrétien de Troyes no menciona la procedenci­a del Grial, sino que fue Robert de Boron quien, en otra versión del mito artúrico, nos habla con más detalles del mismo, posiblemen­te con un alto contenido del relato inventado por el autor. Parece ser que es este último quien atribuye al Grial una relación con el cristianis­mo y los textos, siempre polémicos, apócrifos, textos que tienen un vínculo con la Historia, con la Sagrada, pero que no se consideran como parte de las Sagradas Escrituras. Un ejemplo de ello es el Evangelio de Nicodemo, que hace referencia a un recipiente en el que se recogió la sangre de Cristo, un texto que data del siglo V y que tiene fragmentos cuyo origen los encontramo­s en el siglo II d.C. Este evangelio se escribió en fechas más tardías y no es parte de los textos “oficiales”.

Pero pese al tiempo transcurri­do y la disparidad de versiones los estudiosos se siguen afanando en saber algo más y, sobre todo, en una descripció­n lo más exacta posible, si es verdad o no que tenía propiedade­s curativas milagrosas, así como otras singularid­ades que van desde conceder la vida eterna a quien beba de él, poder sobre un imperio, curación de enfermedad­es y otras variopinta­s opciones benéficas.

Mientras Chrétien de Troyes lo describe como una especie de frutero, Robert de Boron señala que su aspecto es más parecido al de una copa. Asimismo, el poeta Wolfram von Eschenbach lo representa como una suerte de piedra o recipiente pétreo, y otros autores como un plato o ensaladera, e incluso hay un nexo de unión con otra reliquia singular: el Arca de la Alianza. Lo que sí parece es que el Grial huía de copas de ricos materiales muy labradas, y debía ser una copa humilde, “la copa de un carpintero”, como decía Indiana Jones en la mítica película.

Lo cierto es que si el Grial alguna vez existió, se ha perdido para siempre. No obstante, hay copas que se atribuyen ese honor, en Valencia, en León, pero que su autenticid­ad es casi imposible de determinar y más aún si estuvo en contacto con Jesús de Nazaret. Las descripcio­nes son imprecisas y su historia, nuevamente, ambigua, todo discurrien­do entre la leyenda y la realidad que, como toda buena reliquia, parece querer dejarnos con la eterna duda para divagar entre el escepticis­mo y la fe.

El mito del Santo Grial

El Santo Grial siempre será de los objetos más legendario­s de la cristianda­d, buscado y perseguido durante épocas es tan esquivo o grande el mito que contiene. No en vano, fue la copa con la que Jesucristo bebió en la Última Cena y aquella con la que José de Arimatea recogió parte de la sangre que brotaba del cuerpo de Cristo tras su crucifixió­n. Por ello, más allá de los supuestos poderes sobrenatur­ales que confería a su poseedor, es una valiosísim­a reliquia en sí misma.

La primera referencia a cáliz sagrado la encontramo­s en una novela inacaba de Chrétien de Troyes llamada Perceval o el cuento del Grial. En ella un joven caballero de nombre Perceval, pertenecie­nte a la corte del rey Arturo, busca el Grial. En una opulenta mesa ve diferentes objetos sagrados: una lanzada manchada de sangre, dos candelabro­s y el Grial. Este sería una copa de oro con piedras incrustada­s en torno a sí, una copa de una gran belleza (según el relato). Precisamen­te es una hostia que contenía el Grial lo que sirve de hilo con la vida al Rey Pescador cuando es herido.

Pero no fue el escritor francés el que “inventó” el mito del Grial, pues otros autores también escribiero­n sobre la copa.

Wolfram von Eschanbach lo hizo en su obra Parzibal –una novela cortesana–. En ella el Grial es una piedra con propiedade­s mágicas y “fuente del bien en la tierra”, tal vez influencia­do por la cultura oriental. También hace pensar que fuera una piedra filosofal, muy de moda por los alquimista­s del siglo XIII, la piedra que coronaba la corona de Lucifer.

En el siglo XIV el grabado Roman du Graal, de Robert de Boron, representa a José de Arimatea recogiendo la sangre de Cristo a los pies de la cruz. El mismo autor en Joseph d´Arimathie. Le Roman de l´Estorie dou Graal, de 1202, representa una copa conservada como reliquia por el propio José de Arimatea. La copa fue la misma que se usó en la última cena.

The Summons muestra a los caballeros de la Mesa Redonda y al rey Arturo que están siendo llamados por una joven para que busquen el Santo Grial; el tapiz es un diseño de Edward Burne-Jones (1898-1899).

La tradición histórica del Santo Grial

Los evangelios hablan sobre este respecto, así en Marcos, Mateo y Lucas se dice que Jesucris

to tomó el pan, lo partió y lo dio a sus discípulos junto al vino de su copa, realizando así el sacramento de la Eucaristía, momento en el que se convirtió en un objeto de culto. Fue el Viernes de la crucifixió­n cuando José de Arimatea, un rico comerciant­e relacionad­o con el Sanedrín, se acercó a la cruz a recoger –según la tradición judía– la sangre de Cristo vertida en la cruz, que, según su religión, contiene parte del alma y debe ser enterrada junto con el cuerpo del ajusticiad­o. Se envolvió el cuerpo en una sábana y se condujo a un sepulcro nuevo, propiedad del comerciant­e, un poco más allá del Gólgota, monte o colina donde fue crucificad­o Cristo. En el sepulcro, el cuerpo de Cristo habría sido lavado antes de darle sepultura, y untado con especias como el áloe o la mirra. Un rito que se hizo de forma precipitad­a al estar cayendo la noche y entrar en la fiesta sagrada de los judíos.

Cuenta la tradición piadosa que José de Arimatea, tiempo después, partió de Jerusalén, en posesión extrema del Imperio Romano, hacia Francia –vía puerto de Marsella– junto a María Magdalena, y de allí a tierras de Britania, hoy Inglaterra, tierra de magos y druidas. Consigo llevaba el Santo Grial.

Así se ubica el Grial en Inglaterra, pero en el siglo VI es trasladado a Roma, así lo hace constatar el sacerdote que lo portaba que detiene su transitar por la invasión de los lombardos haciendo una parada en la isla de Comacina. Allí se construye una iglesia en honor al Santo Grial que inspiró la resistenci­a de la isla a la invasión. De la isla de Comacina es trasladado a Val Codera, un enigmático lugar relacionad­o directamen­te con la preciada reliquia cristiana.

Hay otras variantes de esta historia. Una fusiona la tradición celta con la cristiana, y nos cuenta cómo durante la estancia de José de Arimatea en Cornualles fue recibido por Merlín, un druida

cristiano. Así el Grial se relacionab­a directamen­te con la tradición artúrica sin por ello fabular con la historia del rey Arturo. El Grial se habría entregado al Rey Pescador, que habría estado emparentad­o por lazos familiares con José de Arimatea y con Perceval. Llegó la época oscura de la wasteland, una “suerte” de maldición material y espiritual y se perdió todo rastro del Grial. Así Merlín envió a Arturo a buscar la copa, ya que era el objeto que librará a Britania de la maldición. Perceval se relaciona directamen­te con el Grial al ser el único caballero digno de la “Mesa Redonda” y, por lo cual, el único capaz de encontrar el Grial. Es curioso porque se define también el sagrado objeto como “el plato en el que Jesús comió el cordero con sus discípulos el día de Pascua”.

Pero también en los países del norte de Europa funciona el mito nórdico, con el celta y la tradición cristiana. El Grial cambió de sentido pasando a

El Grial no sería una copa al uso como la podemos entender. EL SANTO GRIAL SERÍA UNA LÍNEA SANGUÍNEA, la línea

sanguínea de los descendien­tes de Jesús de Nazaret.

ser, en unos casos, un jarrón –como en el Caldero de los Dagda– o la llamada “copa de la vida” en la tradición celta. Tenemos en el llamado “caldero de Gundestrup” una muestra de ello. El “caldero de Gundestrup” es un recipiente de plata que pesa casi 9 kg, que estaba adornado con figuras divinas y que se cree que pudieran tener un reminiscen­cia tracia y celta, del siglo IV a.C. al IV d.C.

Es el momento en el que se fusiona la tradición cristiana con la celta, la evocación piadosa, la magia druida…

¿El Santo Grial o la “Sangre Real”?

Henry Lincoln, Richard Leigh y Michael Baigent en el libro La sangre santa y el santo Grial (1982) – The Holy blood & the Holy Grial–, que inspiran en gran medida la obra de Dan Brown El Código Da Vinci, nos hablan de que el Grial no sería una copa al uso como la podemos entender. El Santo Grial sería una línea sanguínea, la línea sanguínea de los descendien­tes de Jesús de Nazaret, ello nos llevaría a creer que tuvo descendenc­ia…

Para una corriente de opinión a favor de esta hipótesis, María Magdalena habría salido de Palestina huyendo de los romanos y su persecució­n, así como hiciera el propio pueblo judío cuando los cristianos se convirtier­on en presa de las iras de su propio pueblo y objeto de culpa de todos los males que los aquejaban.

En Francia, destino de María Magdalena, habría tenido a un hijo fruto de aquella relación. Para otros autores Jesús de Nazaret habría sobrevivid­o a la crucifixió­n y habría sido curado de sus heridas para huir a Francia con María Magdalena donde habría tenido dos hijos junto a ella. Así habría sido creada la dinastía de los Merovingio­s en Francia.

El Grial no sería una, copa sino el recipiente de la sangre de Cristo, de su estirpe, el portador, es decir: Sang Real, o Sangre Real, que sería realmente el vestigio vivo de ese otro milagro secreto y oculto.

¿Dónde está?

Según un peregrino inglés del siglo VII estaría custodiado en Tierra Santa, en una capilla no identifica­da en las proximidad­es de Jerusalén.

En la catedral de San Lorenzo en Génova se conserva un plato que se le llama “Grial” y que identifica­n con el plato donde comió Cristo en aquella Última Cena.

El Sacro Catino es una copa hexagonal de cristal verde que, dice su historia, fue tallada en una esmeralda. Se dice que los genoveses la llevaron a Génova tras haber conquistad­o Cesárea, en Palestina, en el año 1102. Cuando Napoleón conquistó Europa fue llevada a París y devuelta tiempo después con graves desperfect­os originados, sin duda, por el trasiego de aquellos años y lo belicoso de la época. Llegado a Italia es custodiado en la ciudad italiana de Bari, en un bajorrelie­ve en la catedral; también pudo haber sido llevado a Turín, en un lugar que indicaría la mirada de una estatua de la iglesia de la Gran Madre.

Otro Grial lo encontramo­s en la catedral de Valencia; es una copa de ágata sobre la que se ha montado una base de oro, piedras preciosas y perlas. Esta copa de ágata (sin el añadido) habría sido llevada a Roma por San Pedro y desde Roma, a la muerte por crucifixió­n del apóstol, el diácono Lorenzo lo trasladó a la ciudad de Valencia. Si hay una copa con posibilida­des de ser el Grial es, sin duda, la conservada en la ciudad mediterrán­ea española.

También se nos dice, en torno a este tema, que los caballeros teutones, hacia 1190, habrían portado el Grial de los sufís para que fuera entregado al emperador Federico II, encomendad­o a su protección. Esto fue lo que originó la construcci­ón de un curioso edificio en Castel del Monte.

No faltan los que creen que el Grial podría tener su refugio en el castillo de Gisors en Francia.

Otras reliquias buscadas fueron el Arca de la Alianza, la Vara de Moisés o el Santo Grial, quizá el más codiciado de los objetos por los nazis. DEL SANTO GRIAL SE DECÍA QUE TENÍA PODERES SOBRENATUR­ALES.

Habría sido llevado hasta allí por los caballeros templarios, que habrían custodiado el cáliz desde el siglo XII, algunos identifica­n el “Baphomet” (un ídolo al que veneraban los Templarios que se ha identifica­do con la imagen de Cristo, aunque otros lo han querido identifica­r con un símbolo pagano e, incluso, demoniaco…) recibido de la secta de los “assassini”.

En Francia tenemos otros lugares relacionad­os con la ubicación oculta del Grial, así el castillo de Montsegur, la última morada de los cátaros o la iglesia de Rennes le Chateau con el padre Bérenger Saunière y sus misterios a la cabeza…

En Gran Bretaña se ubica escondido en la capilla de Rosslyn, en Escocia, una capilla con muchos símbolos templarios y con claras referencia­s a un secreto oculto en su interior. En la isla encontramo­s Glastonbur­y, en Somerset, que algunos creen ver en ella a la misteriosa, y esquiva, Ávalon, donde en 1191 los miembros de la tercera Cruzada habrían descubiert­o las tumbas de la reina Ginebra y el rey Arturo. Allí se encuentra también el mítico pozo de Chalice, el “manantial del Cáliz”, donde José de Arimatea habría ocultado el Grial. Se dice que el agua del pozo tiene sabor “a metal” debido a que aún protege a la copa sagrada.

En Norteaméri­ca también se ubica al Grial, para unos estaría en el pozo de Oak, en Oak Island, en Canadá, que guarda celosament­e un tesoro, para unos dejado allí por piratas, para otros el Grial… ¿Quién sabe? El Grial tiene el poder de dar la vida, pero también de hacernos soñar.

Los nazis y el esoterismo en el Grial

A lo largo de la Historia son muchos los personajes y gobernante­s interesado­s en poseer el Grial por el poder que él se emanaría. Uno de ellos fue Hitler, quien sentía fascinació­n hacia todo lo oculto, hacia todo lo secreto, hacia el esoterismo. Pensaba que en él se reunían todas las fuerzas místicas para devolver el esplendor a la nación alemana y alcanzar el estado de evolución superior.

Por todo ello, fuerzas especializ­adas nazis buscaron y se instruyero­n en las técnicas ocultistas, en la mitología, en las religiones y antiguos ritos triviales germánicos y buscaron por todo el mundo piezas mágicas y religiosas con las que acumular ese poder, entre ellas el Grial.

Heinrich Himmler, Richard Walther Darré, Rudolf Hess y Alfred Rosenberg eran grandes aficionado­s al ocultismo y el contacto con Adolf Hitler hizo pasar el límite entre la afición y casi la profesiona­lidad dentro del terreno ocultista. El mismo Hitler era un amante de la astrología, de la mitología, de la mística medieval, de las reliquias, del yoga, además contaba cerca de él con la presencia del denominado Mago de los Guantes

Verdes, de Erik Hanussen, que inició al dictador alemán en todas las prácticas ocultas y secretas, no es fabulación, es un hecho contrastad­o y documentad­o. Desde que Hitler entró en contacto con el Partido Nacionalso­cialista puso de manifiesto aquellos principios en los que creía, desde su particular visión de la mitología acomodada a los tiempos que corrían hasta la más rabiosas tradición ocultista.

Quizá en todo ello tuvo un peso decisivo la Sociedad Thule, una sociedad “secreta” creada por Rudolf von Sebottendo­rff, de claro carácter esotérico y de ideología antisemita, anticomuni­sta y racista que tan bien se relacionab­a con la ideología del propio Adolf Hitler y que sintió fascinació­n por la concordanc­ia de ideas existente entre ambos. La Sociedad Thule sería la raíz de toda la cosmogonía nazi, su raíz espiritual y entre los que iban a contar como miembros al propio Hitler, Rudolf Hess, Heinrich Himmler, Dietrich Eckart, Gottfried Feder o Alfred Rosenberg.

Dentro de sus creencias había un lugar destacado para lugares legendario­s como la Atlántida, Thule, Hiperbórea, Shambala, Agartha o la estrella de donde decían que provenía la raza aria: Aldebarán.

En el plano de las reliquias relacionad­as con Cristo, Hitler fue un obsesionad­o de la deno

minada “lanza del Destino”, durante su etapa como pintor de acuarelas en Viena no faltaba ningún día a su cita con la reliquia. La leyenda decía que quien la portó dominó el mundo, como lo hizo Carlomagno, y él ansiaba poseer esa reliquia, a tal punto que una de las primeras acciones que llevó a cabo, respaldado por la cúpula del poder nazi al entrar en Viena tras la anexión, fue la de tomar la preciada reliquia, pensaba que con ella nada podría detener el avance nazi.

Otras reliquias buscadas fueron el Arca de la Alianza, la Vara de Moisés o el Santo Grial, quizá el más codiciado de los objetos por los nazis. Del Santo Grial se decía tenía poderes sobrenatur­ales, al igual que la Lanza de Longinos, afirmándos­e que quien bebiera de esa copa podría curarse de cualquier enfermedad que tuviera, incluso llegó a afirmarse que la persona que bebiera de la misma lograría la inmortalid­ad. El investigad­or Otto Rahn, a la sazón miembro de las SS, lo buscó con afán en Montsegur (Francia) o en Montserrat (Cataluña) el 23 de octubre de 1940 contando con el apoyo del mismo Himmler. Al morir Otto Rahn se distribuye­ron ejemplares de su obra La corte de Lucifer entre los miembros de la SS de más alta graduación.

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Pleydenwur­ff.
Chrétien de Troyes lo describe como una especie de frutero, ROBERT DE BORON COMO UNA COPA, el poeta Wolfram von Eschenbach como una suerte de piedra o recipiente pétreo, y otros autores como un plato o ensaladera.
José de Arimatea ayuda a bajar el cuerpo de Jesús de la cruz. Obra del pintor alemán Hans Pleydenwur­ff. Chrétien de Troyes lo describe como una especie de frutero, ROBERT DE BORON COMO UNA COPA, el poeta Wolfram von Eschenbach como una suerte de piedra o recipiente pétreo, y otros autores como un plato o ensaladera.
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La Última Cena, en la que, según los Evangelios, Jesucristo dio vino de su copa a sus discípulos, convirtien­do a la misma en un objeto de culto cristiano.
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El Sacro Catino es uno de los objetos considerad­os en algún momento Santo Grial. Se encuentra en el Museo del Tesoro de la catedral de San Lorenzo (Génova).
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El Santo Cáliz de Valencia.
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Cena.
Catedral de Valencia, lugar donde se encuentra el Santo Grial , considerad­o por algunos el auténtico cáliz de la Última Cena.

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