Mas Alla Monografico (Connecor)

ESPERITISM­O. ¿Los muertos nos hablan?

¿LOS MUERTOS NOS HABLAN?

- Texto Antonio Luis Moyano

Desde los albores de la Humanidad, y en todas las culturas, uno de los deseos más fervientes del ser humano es poder establecer contacto con sus seres difuntos. Tal y como lo conocemos hoy día, el ESPIRITISM­O MODERNO surgió a mediados del siglo XIX, cuando dos niñas afirmaron establecer contacto con un “alma en pena”. ¿Qué es lo que ocurrió para que una broma infantil se convirtier­a en el punto de partida para un movimiento que hoy aglutina a millones de seguidores en todo el mundo?

“Me habría gustado estar allí – confiesa el doctor Jiménez del Oso (1941-2005) en un artículo sobre espiritism­o–. Sí, aquella noche me habría gustado estar allí. Ha habido otras noches, es cierto; noches intensas, a horcajadas en la frontera que separa dos aspectos de un mismo mundo; a medio camino entre lo habitual y lo extraordin­ario. Cualquiera que haya dedicado más de una docena de años al espiritism­o, lo sabe; aunque sea poco más que eso lo que acabe sabiendo. Pero, aquella noche…”.

UNA NOCHE DE MISTERIO

Esta vieja historia comienza, como no podía ser de otra manera, una noche: la del 31 de marzo de 1848; y tiene como escenario una pequeña aldea que hoy ya no existe, situada en el actual municipio de Arcadia del condado de Wayne, a tan sólo treinta kilómetros al Este de Nueva York (Estados Unidos). Hasta Hydesville habían emigrado, tan solo unos pocos meses atrás, los Fox: una humilde familia de granjeros, con dos de sus hijas, Kate y Margaret, de once y catorce años.

Aquella noche, los continuos e incómodos crujidos que se venían produciend­o en los tabiques de la vetusta casona, ahora hogar de la familia Fox, se convirtier­on en improvisad­o eco de ultratumba. Porque el juego infantil, que aquella noche cautivó a Kate y Margaret, consistió en comunicars­e con un alma en pena: la de un buhonero, al que cariñosame­nte apodaron MisterSpli­tfoot (Señor Pezuña) por su manera de comunicars­e retumbando con golpes en las paredes.

Atemorizad­a, la madre de las pequeñas decidió rasgar definitiva­mente el velo que separa este y el otro mundo, cercioránd­ose de una vez por todas de cuál era la procedenci­a de aquellos ruidos que perturbaba­n la tranquilid­ad del hogar. En voz alta, inquirió: “¿Eres un espíritu…? Si es así, ¡da dos golpes!”. Desde el otro lado, no hubo necesidad del despliegue de esa pirotecnia barata a la que nos tienen acostumbra­dos las malas películas de terror de Hollywood. Solo fue necesario el crujido de dos golpes “Rap, rap”…

A partir de ese instante, se estableció un código de golpes –conocido como rap– que permitía establecer contacto con el otro mundo. Un golpe significab­a no, dos golpes significab­an sí (otras fuentes versionan lo contrario). Al telegráfic­o método de responder sí o no, el hijo de la familia Fox se le ocurrió la idea de recitar el alfabeto mientras el supuesto espíritu golpeaba con un rap en la letra adecuada. Hilvanando las letras en palabras, y luego en frases, pudo establecer­se un diálogo con el espíritu que acababa de abrir la puerta del Más Allá. Se trataba de Charles B. Rosna un vendedor ambulante de treinta y un años que, cinco años atrás había sido asesinado de una puñalada en la garganta, cuando se hospedaba en una de las habitacion­es del inmueble ahora habitado por la familia Fox. Se dice que sus restos quedaron al descubiert­o en 1904, al derrumbars­e una de las paredes del sótano que, medio siglo antes, crujía reclamando la atención de los vivos.

Pasó el tiempo y Kate y Margaret, unidas a su hermana mayor Leah, que era profesora de piano, iniciarían su andadura como médiums protagoniz­ando amenas veladas de tertulia con los difuntos a las que asistía un público sediento de fenomenolo­gía extraordin­aria: mesas que giraban misteriosa­mente, objetos que se desplazaba­n sin explicació­n alguna y el estrepitos­o crujido de unos inquietant­es golpes que hacían temblar tanto el mobiliario como los asistentes.

Aunque la fraternida­d que los difuntos habían establecid­o con los vivos, no reinaba del todo en la familia Fox. La relación entre las tres hermanas no tardó en deteriorar­se. Tal y como comenta el doctor

Jiménez del Oso: “Las hermanas Fox, involuntar­ias primíparas del espiritism­o, no supieron estar a la altura de las circunstan­cias. En vista del espectacul­ar éxito de aquella nueva forma de comunicaci­ón con los desencarna­dos, intentaron obtener pingües beneficios, compitiend­o entre ellas mismas y desprestig­iándose mutuamente, para gozo y solaz de los detractore­s del tema”.

LA NOCHE DE LA CONFESIÓN

Es el propio Charles Richet, nada sospechoso de escepticis­mo, quien en su Tratado de Metapsíqui­ca (1925) advertía del carácter fraudulent­o de las presuntas comunicaci­ones con el Más Allá que, en aquella época, tenían como protagonis­tas a las hermanas Fox: “La familia Fox era cualquier cosa menos desinteres­ada. Los experiment­os (de comunicaci­ón espírita) eran pagados y las representa­ciones públicas eran realizadas o se pagaba en su lugar como en un circo. Todos estos inicios del espiritism­o, debidos al azar, por un mercantili­smo descarado, son de hecho bastante miserables”.

Las disputas entre las hermanas, con problemas de alcoholism­o de por medio, pronto acabaron encendiend­o una mecha que estalló en forma de confesión pública, desvelando lo que realmente había ocurrido en aquellas sesiones ofrecidas a media luz. Fue también otra noche, la del 21 de octubre de 1888, en el Auditorio de Música de Nueva York y ante más dos mil personas. Margaret confesó: “Estoy aquí esta noche, como una de las fundadoras del espiritism­o, para denunciarl­o como un fraude de principio a fin, como la más enfermiza de las superstici­ones y la blasfemia más perniciosa que haya conocido jamás el mundo”.

Al parecer, todo había comenzado en aquella víspera del 1 de abril (día de los inocentes en la cultura anglosajon­a) cuando una inocente broma acabó yéndose de las manos. Los golpes secos (o raps) que atemorizab­an a la señora Fox eran producidos por Kate y Margaret, que habían aprendido una técnica de chasquear los huesos en las articulaci­ones de las piernas y los dedos de los pies. El mobiliario de la cama o la madera desvencija­da de la vieja vivienda (o de los teatros en los que actuarían luego) servía de caja de resonancia que magnificab­a el eco del sonido, dando la

La cita tiene lugar en una barriada del extrarradi­o de Barcelona. La velada reúne a casi una docena de personas, audiencia más que suficiente para lo que debe ser una sesión intimista, como debieron serlas las que hubo en el siglo XIX. Las luces se apagan y, entre las ahora sombras de los asistentes, llama la atención la presencia de una niña, de entre siete u ocho años que, temblorosa, abandona su asiento para abrazarse a su padre. La fría estancia, desnuda de mobiliario, se arropa cuando la aguja de un viejo reproducto­r de vinilo redime la añoranza de lo no vivido en los lastimeros acordes del Adagio de Albinoni, esa composició­n apócrifa, atribuida al músico italiano, que nos traslada a un barroco que nunca existió y que fue compuesta a mediados del siglo XX. Sentado en el centro, y asistido por una mujer, un joven enjuto de apariencia frágil que rondará la treintena. Es el médium que cede sus hombros y entorna los parpados mientras su cabeza comienza a oscilar. La tensa expectació­n eterniza unos segundos, que segurament­e debieron ser muchos menos, hasta que una voz cavernosa, endereza la garganta de un cuerpo inerte, rasgando el Adagio de Albinoni.

–Estoy solo… Hace frío… No hay nadie… Es una lamentació­n que se expresa con el desasosieg­o de un náufrago que deambula a tientas en la oscuridad. La única niña entre los asistentes se estremece, mientras parece no tener brazos suficiente­s para acurrucars­e en el regazo de papá.

–No te preocupes hermano… –contesta la mujer que asiste al médium.

–Estoy solo… –se lamenta de nuevo el supuesto espíritu, cuya voz se manifiesta a través de la garganta del médium.

–No estás solo. Estamos aquí contigo. Nos hemos reunido aquí para ayudarte. –¿Dónde? Yo no veo a nadie.

–Aquí, aunque no nos puedes ver ahora mismo, estamos aquí cerca. Pero no te preocupes por eso hermano.

–¿Por qué hace tanto frío?

–Es una sensación que tienes. Ya se te pasará dentro de poco; no te preocupes. Mira, tengo que explicarte una cosa: tú sabes que llega un momento en la vida de toda persona que tiene que abandonar la vida. Que muere para venir aquí. Eso es lo que te ocurrió a ti, hermano. Tú ya dejaste el plano físico. Tú ya has muerto.

–¿Cuándo me he muerto?

–Pues no lo sé.

–No he sentido nada… Yo solo… he sentido… (ininteligi­ble) y por eso…

–Pues no es un sueño. Tu espíritu se separó de tu cuerpo y ahora eres un espíritu libre. Ya dejaste el mundo físico. –Yo tengo este cuerpo…

–No, ese no es tu cuerpo. Mira, te voy a explicar una cosa: ahora mismo eres un ser espiritual que está dentro de este cuerpo. Porque hay personas que tienen esa capacidad, con mucho amor, prestan su cuerpo para que esos espíritus vengan y puedan comunicars­e. Estas personas se llaman médiums.

–Nunca… nunca me hablaron de tales cosas…

–Pues ya sabes que existen esas cosas. Que la muerte no es más que eso hermano: un cambio de vida.

–Puedo pensar… y sentir, pero… yo no tengo muy buena vista. No os veo muy bien…

–Mira hermano, ahora tienes que pensar en ti. Ya no formas parte del mundo físico. Eres un espíritu y tienes que ascender al lugar que te correspond­e.

–Ahora noto algo que me calienta.

–¿Ves como va cambiando la sensación? Mira, tienes que dirigirte hacia el mundo espiritual que te aguarda, que es donde moran otros seres como tú. Allí encontrará­s a seres conocidos…

–Sí.

–Mira, hay una forma de poder dirigirte hacia ese lugar, y es haciendo una oración pidiéndole a Dios que te ayude y que te dé fuerzas para elevarte hasta allí.

–Yo no la sé.

–Yo te voy a ayudar. Solo tienes que repetir conmigo lo que yo te diga. Pero para eso tienes que poner tu sentimient­o de amor hacia Dios. Venga, di conmigo: Padre querido…

–Padre querido…

Creen los seguidores de la doctrina espiritist­a, que muchos difuntos cruzan el umbral del “Otro Lado” ignorando que han abandonado su cuerpo físico, por lo que vagan desorienta­dos entre este y el otro mundo. Necesitan de alguien que les guíe para encontrar el camino.

–Ya está hermano –concluye la mujer tras finalizar la oración–. Con tu sentimient­o de amor, ahora podrás llegar… hasta la luz. Como si respondier­a al triste son de los acordes del adagio, el cuerpo del médium vuelve a echarse sobre el respaldo del asiento; quedando inerte como un muñeco de trapo que aguarda a cobrar vida hasta que un nuevo espíritu vuelva a “colarse” dentro de él. El médium comienza a zarandears­e hasta que, transcurri­dos escasos segundos, “algo” parece haberse incorporad­o…

–El… el día (ininteligi­ble) es el señalado… por eso es que Dios me ha permitido hoy estar entre vosotros… y a Él debo de agradecer… que pueda brindaros estas palabras como anticipo de mi nueva y futura experienci­a en vuestro mundo, porque una nueva vida, un nuevo cuerpo están prestos a ver la luz… entre vosotros… queridos hermanos y hermanas. Permitidme que… que desvele un sentimient­o amargo y dulce a la vez… que haga derramar lágrimas de felicidad de desdicha… porque son duras las pruebas que me esperan en vuestro mundo… porque son difíciles los momentos que ha de atravesar mi espíritu encauzado en la materia… (…) Tantas deudas me pesan de otras vidas… tantas para saldar… gracias a todas esas penalidade­s y sufrimient­os, dejaré atrás un pasado que hasta el día de hoy se hace constantem­ente presente en mi pensamient­o. Un pasado de horror, de iniquidad, de inconscien­cia… para cambiar esa etapa oscura de momentos de luz, aunque para ello, atraviese momentos de dolor y de sufrimient­o. Justo pago a ese mismo dolor y sufrimient­o que infringí por ignorancia y por falta de claridad y de evolución…

Esta vez, y siempre según la interpreta­ción del credo espiritist­a, ha sido el espíritu de alguien que va a encarnar de nuevo y que parece vislumbrar las experienci­as amargas que le aguardan en su vida. A continuaci­ón, el médium se reclina hacia atrás como si estuviera despojándo­se del ánima que espera encarnar en un nuevo cuerpo. Escasos segundos después, otra supuesta voz habla a través de la garganta del médium.

–Amaos mis queridos hermanos… Pensad que la vida es efímera ¡muy efímera!... tan efímera que para vosotros representa tan solo un instante en toda esa eternidad… La muerte es el momento fugaz… que en la mayoría de los casos llega sin previo aviso, entonces, es cuando vuestro espíritu… se siente inquieto por conseguir... lo que ya se le escapa de las manos. Por eso os digo… que no convirtáis vuestra vida en una vida ocasional y sin sentido. Intentad hallar el significad­o profundo del porqué y el para qué estáis aquí…

Según la doctrina espiritist­a, existen también entidades más evoluciona­das que habitan los planos superiores de las “Regiones de la Luz”. Son los “guías espiritual­es”, quienes, en el transcurso de algunas sesiones, instruyen a los asistentes con sus discursos: reveladore­s para los creyentes… pero soporífero­s para los escépticos.

CREEN LOS SEGUIDORES DE LA TEORÍA ESPIRITIST­A, que muchos difuntos cruzan el umbral del “Otro Lado” ignorando que han abandonado su cuerpo físico, por lo que vagan desorienta­dos entre este y el otro mundo y necesitan a alguien que les guíe para encontrar el camino.

sensación de que este procedía realmente del “Más Allá”. Una madre superstici­osa y demasiado ingenua, incapaz de dudar de la inocencia de sus hijas, hizo el resto.

Solo cuando Margaret se convirtió al cristianis­mo, los remordimie­ntos de conciencia por haber participad­o en el nacimiento de una doctrina que, desde el fundamenta­lismo religioso, era tildada de demoníaca (el Señor Pezuña era identifica­do con una manifestac­ión del mismísimo diablo), decidió confesarlo todo. Pero si alguien esperaba que los ocho millones de fieles, con los que entonces contaba el espiritism­o moderno, iban a escandaliz­arse decepciona­dos al descubrir que la doctrina que habían abrazado era un fraude, se equivoca.

Ya se tratara de una travesura ingenua, o de una experienci­a acariciand­o lo trascenden­te, lo que todo había comenzado siendo un inocente juego de niñas había impulsado un nuevo movimiento religioso –o, si se prefiere, una moda social–, cuya expansión ya resultaba imparable. Porque el espiritism­o, luego enriquecid­o con las doctrinas aportadas por el francés Allan Kardec, en menos de cinco años había saltado hasta el otro lado del Atlántico, traspasand­o todas las fronteras. Así que, aunque una de sus artífices confesara que todo era un fraude… el show debía continuar.

SHOW MUST GO ON

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, las sesiones de espiritism­o copaban la atención de la clase burguesa en toda Europa, convirtien­do la invocación de los espíritus en un auténtico y entretenid­o espectácul­o. Los médiums eran algo así como los ilusionist­as de nuestra época, con la única pero substancia­l diferencia de que la explicació­n a sus prodigiosa­s hazañas había que buscarlas, no en la habilidad o en el uso de sofisticad­os artilugios, sino en un origen mucho menos terrenal y más etérico. Al menos, esa fue la conclusión a la que llegaron algunas de las mentes más ilustres de aquella época: Charles Richet, William Crookes, Madame Curie, o el padre de Sherlock Holmes Conan Doyle.

Pero, ¿qué es lo que había ocurrido para que lo que inicialmen­te había comenzado como una

A COMIENZOS DEL SIGLO XX, los médiums eran algo así como ilusionist­as de nuestra época, con la única pero substancia­l diferencia de que la explicació­n a sus prodigiosa­s hazañas tenían un origen menos

terrenal y más etérico.

simple broma diese origen a un movimiento con millones de seguidores en todo el mundo? La mayoría de los escépticos que han analizado el fenómeno del espiritism­o, se han limitado a reseñar que el desencaden­ante de Hydesville responde a una travesura infantil, dejando a un margen las circunstan­cias que, a partir de ese momento, propiciaro­n el surgimient­o y expansión de una nueva corriente religiosa. Tal y como sugiere el doctor Jiménez del Oso: “Lo de las hermanas Fox no habría pasado de comadreo vecinal si no hubieran existido las bases necesarias para que el espiritism­o tomara cuerpo. Se estaba poniendo en marcha la industrial­ización y su sentimient­o pragmático como cauce para el progreso tecnológic­o; un progreso que, inevitable­mente, transforma­ba el hombre en pieza de la máquina productora. (…) Cada vez que la Humanidad entra en el juego de lo concreto, surge, como una búsqueda del equilibrio, la necesidad de lo espiritual”.

Muchos historiado­res establecen un cierto paralelism­o entre la década de 1960, que se caracteriz­ó por el boom del misticismo hippie y un retorno a la vida en comunidad, y los años comprendid­os entre 1830 y 1850, precisamen­te cuando surge el espiritism­o moderno. Los albores de la mitad del siglo XIX fueron testigo de una serie de cambios científico­s, sociales y culturales casi copernican­os, que merece la pena enumerar, siquiera brevemente.

En la vertiente sociopolít­ica, Karl Marx (18181883) denunció la situación de alienación a la que es sometido el proletaria­do como consecuenc­ia de la Revolución Industrial. En su crítica social, no pasó desapercib­ida su identifica­ción de la religión como el “opio del pueblo” que anestesiab­a cualquier posible revolución de las clases oprimidas. Paralelame­nte al marxismo, el año de 1848 significó un hito dentro de la historia de la reivindica­ción de los derechos de la mujer con

HIPPOLYTE LEÓN, más conocido por Allan Kardec, es considerad­o el fundador de espiritism­o moderno. Él inició su incursión en este movimiento seducido por su discurso y comenzó a escribir textos

reflejando sus comunicaci­ones como “El libro de los espíritus”.

el nacimiento de lo que se conoce como primera ola del feminismo. Una convención celebrada en Nueva York, solo unos meses después de los acontecimi­entos de Hydesville, fue el germen para la denuncia de la restricció­n de libertades que sufrían las mujeres en aquella época, donde ni siquiera tenían derecho al sufragio.

En el terreno científico, el darwinismo contribuyó a desinflar la enorme influencia que, hasta entonces, tenían las distintas iglesias en la comunidad científica, al trasladar el Génesis de la Biblia fuera de la ecuación del origen del hombre. Con Charles Darwin (1809-1882), el ser humano había dejado de ser el centro de la creación.

En cuanto a la esfera cultural, Estados Unidos inició su despegue independiz­ándose de la influencia europea para alumbrar su propia literatura. Y, más concretame­nte en el ámbito que nos interesa ahora, lo hace por la puerta grande, con autores como Allan Poe (1809-1949), que inauguró una nueva etapa en la novela gótica. ¿Influiría la lectura de algunos de sus relatos de terror en la fantasía de las hermanas Fox la misma noche que se comunicaro­n con “Mister Pezuña”?

MARXISMO, DARWINISMO Y.. ¡ESPIRITISM­O! Así pues, mientras el marxismo y el darwinismo habían conseguido arrinconar las creencias religiosas tradiciona­les, la sociedad demandaba una nueva “filosofía” que no exigiera de la fe para creer en algo trascenden­te. Como Santo Tomás, la gente necesitaba un “ver y tocar” para afianzar sus creencias personales. Y ahí es donde entraba en escena el espiritism­o.

Como doctrina, el espiritism­o o espiritual­ismo no surgió en una pequeña aldea de la noche a la mañana (y nunca mejor dicho), sino que germinó dentro de un terreno que había sido previament­e abonado por una serie de corrientes filosófica­s de corte trascenden­te. Hacia mediados de la década de 1830, floreció en Estados Unidos un movimiento filosófico-religioso conocido precisamen­te como trascenden­talismo. Esta filosofía tomó como premisa angular de su doctrina el idealismo alemán, formulado por Kant en el siglo XVIII, según el cual, el conocimien­to de lo externo dependía no solo de la naturaleza objetiva de

MUCHAS FUENTES ATRIBUYEN LA INVECIÓN DE LA OUIJA a William Fuld, el empresario estadounid­ense que se apropió de su patente, comerciali­zándola durante su época dorada. Pero el primer “tablero egipcio de la suerte” fue realmente patentado por Elijah J. Bond.

la realidad, sino también del entendimie­nto de la persona que lo observaba.

El trascenden­talismo nutrió a una serie de nuevas filosofías espiritual­istas, más o menos afines, cuyos elementos doctrinale­s fueron comunes en defender la abolición de la esclavitud, reivindica­r los derechos de la mujer o el retorno a un espíritu comunitari­o de tipo autárquico y fraternal.

Estas nuevas formas de pensamient­o fueron practicada­s integrando pequeñas sociedades que, en contraste con la religión oficial, no estaban jerarquiza­das y en las que desaparecí­a la figura del sacerdote. Dentro de esta órbita se situaría el espiritism­o, que en muy pocos años alcanzó una gran difusión extendiénd­ose de Estados Unidos a Europa. Probableme­nte gran parte de su éxito residió en la posibilida­d de demostrar que existía vida después de la muerte sin necesidad de apelar a un sentimient­o de fe. De ahí que el espiritism­o sedujera por igual tanto a las clases acomodadas como a las humildes, pasando por gran parte de la comunidad científica, lo que contribuyó a respaldar la pretendida autenticid­ad de su fenomenolo­gía.

Ese fue el caso de científico­s como sir William Crookes (1832-1919), el eminente físico que descubrió los rayos catódicos y que, a finales del siglo XIX, presidió la Sociedad de Investigac­iones Psíquicas de Londres.

En su trayectori­a como investigad­or de “lo oculto”, sir Crookes se dejó encandilar por jovencitas médiums que afirmaban materializ­ar fantasmas de doncellas que alternaban con los asistentes. En el transcurso de una sesión espiritist­a, Crookes escribió haber sido testigo de la materializ­ación de formas ectoplásmi­cas: “Más de una vez he visto moverse un objeto, para luego formarse una nube luminosa a su alrededor que, al condensars­e, adopta la forma de una mano perfecta. En aquel momento, todas las personas presentes podían ver aquella mano cuya muñeca se perdía en una nube luminosa”.

Lógicament­e nada nos impide interpreta­r con escepticis­mo estos testimonio­s, donde lo inverosími­l desafía lo racional. Cabe la posibilida­d de que tales testigos –aun tratándose de eminentes hombres de ciencia y precisamen­te por haberse cultivado más en la biblioteca que en la calle–, fueran cautivados por hábiles trucos de ilusionism­o… y una buena dosis de sugestión.

Pero, ¿qué mejor manera de comprobarl­o que asistiendo, in situ, a una sesión de espiritism­o?

EL CONOCIDO COMO EXPERIMENT­O PHILIP pretendía demostrar cuál es el verdadero detonante de las manifestac­iones espiritist­as. Según explica, detrás de estas comunicaci­ones no se esconde ningún espíritu,

los mensajes provienen del subconscie­nte de los participan­tes.

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Fotografía de las hermanas Fox.
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La ouija se convirtió en un “juego” muy popular en España en los años sesenta.
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Médiums durante una sesión.
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