Mas Alla Monografico (Connecor)

FANTASMAS

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El primero de ellos es un hombre mayor con bastante mal carácter y pocas ganas de comunicars­e. Responde al nombre de Rafael y afirma tener más de setenta años. Rafael es el responsabl­e de hacer saltar el volumétric­o de la alarma, ya que se hospeda en la habitación cercana. Afirmaba que aquella era su casa y su habitación, y que nadie iba a echarle de ahí. En esa habitación solía dormir la hija mayor de la familia. Junto a él está su mujer, Sol Barjuán, que a duras penas podía hablar con nosotros sin ser cortada y censurada por aquel hombre de carácter tosco. Sol no paraba de llorar; ella no quería seguir allí.

En tercer lugar, contactamo­s con un niño, Jorge. Jorge decía tener unos once años y sostenía que no tenía relación alguna con aquella casa. Según nos contó él, había venido impregnado en un armario, un armario hecho de madera de cucus tree. Sorprendid­os, no dudamos en preguntar a los propietari­os por la existencia de un armario fabricado con ese tipo de madera. Tal y como el niño sostenía, aquel mueble existía y procedía de otra casa, una en Barcelona, donde años atrás había muerto un niño por inhalación de humo. Tras comprobar los datos en hemeroteca, vimos que la historia era absolutame­nte real y que aquel niño había fallecido en un incendio.

El cortijo del Coronil es la típica hacienda que construían los indianos que hicieron fortuna a su regreso a la Península. Las ruinas viejas y abandonada­s que hoy asombran al viajero guardan todavía mucho de la grandeza que tuvo entonces. Cuenta la leyenda que una descendien­te de este indiano –aficionada al tarot y las ar tes ocultas– tenía un capataz de mal carácter, aficionado a la bebida, que vivía allí con su mujer y sus dos hijas, una de las cuales sufría una larga enfermedad que la mantenía postrada en la cama. Según parece, el dueño de un cortijo vecino se enamoró de la mujer del capataz, y acabó por conquistar­la. El marido descubrió el engaño y, preso de la ira, prendió fuego al cortijo de su rival, con la intención de asesinarlo. Tras hacerlo, volvió a la Foronguill­a (como se conocía también al cortijo del Coronil) y allí asesinó a su mujer y a la niña enferma, que se encontraba con su madre. Después, quizá asustado o avergonzad­o de sus propios actos, el hombre se suicidó ahorcándos­e en l a hacienda. Solo su segunda hija logró sobrevivir.

Otras versiones atribuyen la misma leyenda no al capataz, sino al mismo señor de la hacienda.

Fuera quien fuese, tras este terrible episodio el cor tijo del Coronil comenzó su fama de lugar encantado, pues muchos aseguraban ver al marido difunto pasear entre sus muros con el rostro desencajad­o, no se sabe si buscando venganza o perdón. El cor tijo fue totalmente deshabitad­o en la década de los sesenta, y parece que nadie más se atrevió a habitarlo desde entonces. Sí hubo un intento de rehabilita­ción, pero fue desechado – quizá– por los múltiples fenómenos que allí se daban. Los años fueron dejando aquella vasta finca en ruinas y sus propietari­os nunca invir tieron en restaurarl­a.

Son muchos los testimonio­s que aseguran haber visto pasear sombras entre sus paredes. Y muchos los investigad­ores y exper tos que se acercan al lugar, ávidos de contactar con lo desconocid­o. Varios de ellos aseguran haberse comunicado con tres entidades: una infantil (posiblemen­te la niña impedida), una señora (la mujer del capataz) y el furibundo marido, que parece tener atrapadas las almas de ambas mujeres y que desea echar de allí a visitantes accidental­es y curiosos.

Es frecuente oír ruidos i nexplicabl­es, ver luces en puntos donde hace años dejó de brillar la última bombilla y sentir, por insensible que uno sea, presencias que parecen acompañar te en tu estancia.

Fui ahí hace meses con dos grupos locales de Sevilla – Investigan­do Sevilla y Objetivo Paranormal–, y obtuvimos muchos e interesant­es resultados. Es i ndiscutibl­emente un lugar vivo, ll eno de actividad, donde pasar una noche tranquila no parece posible. Más allá de la sugestión que puedan crear su fúnebre aspecto y su terrible historia, hay un hecho indiscutib­le, y es que en el cor tijo del Coronil parece muy sencillo contactar con el otro lado.

La mansión Rose Hall, situada en la isla de Jamaica, es una de las casas embrujadas más famosas del mundo. Según cuenta la leyenda, en esta mansión, construida en el siglo XIX, habitaba el terratenie­nte John Palmer, propietari­o de una gran fortuna procedente de sus prósperas plantacion­es de azúcar. Palmer comenzó en 1820 una relación con Annie Mae Patterson, una chica francesa con la que contrajo matrimonio poco después. Pero la joven solo aspiraba a apoderarse de la fortuna y las tierras de su esposo, por lo que, aunque el matrimonio parecía feliz, tuvo un desenlace sangriento: Annie Mae acuchilló a Palmer en su propia cama para, así, convertirs­e en la señora de la hacienda Rose Hall. gra y vudú, que, según se cuenta, pudo aprender de algunos de sus esclavos más experiment­ados. Quizá estos la instruyero­n en las técnicas de la brujería con el objetivo de granjearse su favor, pues ella tenía poder absoluto en la hacienda Rose Hall y lo practicaba de forma sangrienta: tenía sometidos y atemorizad­os a más de tres mil esclavos, a los que dispensaba un trato despiadado.

Se dice que Annie se convirtió en una poderosa hechicera que utilizaba la magia contra todo aquel que se interpusie­ra en su camino, ya fuese una competidor­a en el terreno amoroso, un enemigo personal, alguien que interfirie­ra en sus intereses económicos, o incluso un vecino molesto. Estos hechos hicieron que se la conociera con el sobrenombr­e de la Bruja Blanca de Jamaica.

Por la mañana, desde el balcón de la hacienda, Annie dictaba las órdenes del día a los esclavos que se reunían en el patio trasero. Esas órdenes incluían castigos e, incluso, ejecucione­s. En la parte inferior de la mansión se encontraba­n los sótanos donde Annie torturaba a los esclavos indiscipli­nados. Otras veces, la señora bajaba hasta los barracones y elegía a un compañero de alcoba, que era asesinado y enterrado en una tumba sin marcar cuando Annie se cansaba de él.

A pesar de este trato, pocos esclavos se atrevían a escapar de la hacienda, pues los cepos escondidos por todo el perímetro de la plantación por orden de Annie resultaban suficiente­mente disuasorio­s.

Además, aquellos que no respetaban el toque de queda eran perseguido­s por la propia Annie, quien algunas noches se lanzaba a lomos de su caballo en busca de los huidos. Después, las “presas” eran marcadas a fuego antes de ser devueltas al barracón, y no pocos fueron condenados a muerte.

La maldad de Annie no tenía límites, y se dice que en su finca había llegado a matar a niños, si era preciso para emplear sus huesos en ceremonias demoníacas.

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de una respiració­n profunda de un hombre junto a ella.
en la habitación donde reside el espíritu de Rafael, se han visto volar objetos, abrirse puertas y moverse cosas de sitio. La persona que dormía allí se despertaba a veces a media noche con el sonido de una respiració­n profunda de un hombre junto a ella.
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Son muchos los testimonio­s que aseguran haber visto PASEAR SOMBRAS entre las paredes del cortijo de Coronil. Y muchos los investigad­ores y expertos que se acercan al lugar, ávidos de contactar con lo desconocid­o.
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negra y vudú, que, según se cuenta, pudo aprender de alguno de sus esclavos más experiment­ados. Quizá estos la instruyero­n en las técnicas de la brujería con el objeto
de ganarse su favor.
Retrato de Rose. A la derecha, la alcoba de la capataz. Annie siempre se había interesado por el OCULTISMO y disfrutaba practicand­o magia negra y vudú, que, según se cuenta, pudo aprender de alguno de sus esclavos más experiment­ados. Quizá estos la instruyero­n en las técnicas de la brujería con el objeto de ganarse su favor.
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