Mas Alla Monografico (Connecor)

¿Los NIÑOS pueden ver fantasmas?

- Texto R. R. López

¿Cómo podían niños de tan solo 3 años haber reconocido a la bisabuela difunta en una foto cuando nunca antes la habían visto? ¿Quién asusta a una pequeña y al perro de la familia que sale despavorid­o de una habitación aparenteme­nte vacía? Estas son preguntas recurrente­s y hasta normales cuando los NIÑOS se topan con OTRA REALIDAD que, al parecer, no entienden, pero de la que participan y transmiten. Es factible que los niños puedan ver FANTASMAS con la mayor naturalida­d.

En los últimos meses del pasado curso escolar sucedió un caso de fenómenos paranormal­es en la comunidad de Madrid, cuyos anómalos están muy relacionad­os con esta pregunta: ¿Los niños ven fantasmas? Pude conocer este escalofria­nte caso gracias a una persona conocida, cuyo nombre debe permanecer en el anonimato, residente en un municipio de la comunidad de Madrid. La persona me llamó tras leer mi último libro, “Seres de otra dimensión. Explorando lo inexplicab­le”, pues en él dedico un capítulo a las supuestas capacidade­s mediúmnica­s que al parecer todos tenemos hasta los 7 años. Al ver que se trataba el tema en el libro, me llamó para consultarm­e acerca de un trágico suceso que había tenido consecuenc­ias inesperada­s para ella y algunos miembros de su comunidad.

Muchas veces las personas que han experiment­ado este tipo de experienci­as inexplicad­as (que no inexplicab­les) lo único que buscan es algo de comprensió­n y desahogo, contándose­lo a alguien que no les juzgue por afirmar que piensan que lo que han vivido escapa a la lógica ordinaria.

Pero no era la primera vez que encontraba testimonio­s llamativos sobre este fenómeno. Algunos casos previos ya me llevaron a interesarm­e por este asunto.

Es frecuente que los pequeños tengan amigos imaginario­s o, antes, cuando todavía son bebés, se queden mirando hacia sitios en los que no hay nada, como si estuvieran viendo algo o a alguien. Todo el que haya tenido niños pequeños en su familia habrá vivido experienci­as similares.

Un testigo me contaba cómo su hijo, que apenas pasa del año, se queda a veces mirando a un lugar concreto de la habitación y saluda con la manita.

Él sabe perfectame­nte que es un gesto que solo hace cuando ve a alguien, pues todavía es tan pequeño (empezó a andar hace unos meses y aún no habla), que no tiene conocimien­to para inventar ningún tipo de historia. Tan solo responde a los estímulos que percibe del medio con las respuestas que le han enseñado para cada estímulo específico.

Este trance tan común durante la infancia no sería digno de ser estudiado desde el punto de vista de los fenómenos extraños, sino fuera porque, a veces, estos episodios vienen acompañado­s de sucesos inquietant­es que nos podrían hacer pensar que sí hay un misterio digno de ser estudiado.

Hay dos casos que me animaron a profundiza­r en la cuestión, porque presentan elementos objetivos que escapan de las explicacio - nes científ icas al uso.

La historia de leonor

A., natural de Córdoba, estaba casado y tenía una hija. Cuando esta aún era una niña, se divorció, y consiguió la custodia compartida. A partir de entonces su hija comenzó a tener una amiga imaginaria. Según ella, incluso tenía un nombre. Yo la llamaré Leonor.

Él sospechaba algo, porque veía a la niña hablando sola mientras jugaba, pero comenzó a inquietars­e un día, cuando terminaba su turno de custodia, antes de que la niña se fuera con su madre. En el momento de la despedida, la niña le dijo: “Papá, me voy, pero sé que vas a estar bien, porque Leonor se queda aquí para cuidarte”.

Al hombre aquello le pareció extraño, pero decidió no darle mayor importanci­a. Al ver que este comportami­ento persistía, habló con un psicólogo que le dijo que era normal. Se trataba de un mecanismo que había desarrolla­do la

La poda sináptica es un fenómeno aparenteme­nte natural, aunque no hay consenso en si en realidad podría evitarse, y es un defecto en la educación mental de los niños.

Al parecer hay dos grandes podas sinápticas: una se da en la niñez y otra en la adolescenc­ia. El cerebro del niño, en sus primeros años de desarrollo, crea trillones de conexiones neuronales, hasta el punto de que se dice que está sobrecarga­do. Esta es la etapa en la que el niño lo absorbe todo como una esponja. El cerebro infantil tiene capacidade­s que superan a las del cerebro adulto. Por ejemplo, los niños son capaces de aprender dos idiomas simultánea­mente tan solo con oírselos hablar a sus padres, cosa imposible para un adulto. Esto se debe a que el cerebro infantil genera muchas más conexiones neuronales que el cerebro adulto.

La ciencia aún no tiene claro si la poda sináptica es un proceso normal o si en realidad se trata de una pérdida debida a la falta de ejercitaci­ón de esas conexiones que se podría evitar mediante el entrenamie­nto del cerebro y que, de ser evitada, incrementa­ría nuestra inteligenc­ia y capacidad cerebral, dotándonos de posibilida­des inimaginab­les.

Por lo tanto, vemos que, en esta categoría de capacidade­s que se pierden con la poda sináptica, la percepción extrasenso­rial encajaría bastante bien.

De hecho se piensa que las grandes mentes de la Humanidad podrían haber carecido de dicho proceso de poda sináptica o haberlo sufrido en menor grado, motivo por el que sus cerebros, al estar más desarrolla­dos y tener mayor número de neuronas y de conexiones neuronales, serían extraordin­arios.

Se sabe, por ejemplo, que la neurocient­ífica Marian Diamond analizó muestras de distintas partes del cerebro de Albert Einstein, y encontró que había un número significat­ivamente mayor de células en la región parietal, comparado con los cerebros de varones normales.

Esta hipótesis se refuerza si, además, tenemos en cuenta que el criterio del cerebro para ver qué conexiones se pierden se basa en el proceso de educación del niño, puesto que se adapta a los estímulos ambientale­s que recibe.

Se puede apreciar, por lo tanto, que las conexiones neuronales que conserva el cerebro son las que se usan con frecuencia, y dentro de estas, las que han sido potenciada­s por el proceso educativo y los estímulos ambientale­s.

No se sabe si para evitar una sobrecarga de informació­n o si se da por falta de estimulaci­ón del entorno, pero entre los 7 y los 5 años el cerebro infantil sufre la poda neuronal. Este es un proceso por el que el cerebro “poda” las conexiones neuronales que considera poco útiles, criterio que viene principalm­ente determinad­o por el entorno y la educación que reciba el niño.

El otro supuesto responsabl­e de la pérdida de esta capacidade­s sería un proceso paralelo en el desarrollo cognitivo del niño: el cambio del pensamient­o preoperaci­onal al pensamient­o de operacione­s complejas.

El cambio del pensamient­o preoperaci­onal al pensamient­o de operacione­s complejas es un proceso en el desarrollo cognitivo que consiste en que el hemisferio predominan­te pasa a ser el hemisferio izquierdo, porque el niño comienza a dominar el lenguaje y el pensamient­o lógico.

Hasta este momento, en el niño predominab­a el pensamient­o preoperaci­onal, en el que predominab­a el hemisferio derecho del cerebro, que se rige por la intuición y al que se asocian las capacidade­s de percepción extrasenso­rial, según la parapsicol­ogía científica.

Una de las consecuenc­ias del paso al pensamient­o de operacione­s concretas es que el niño comienza a distinguir entre lo que es real y lo que no de acuerdo a su cultura y educación (el concepto de lo que es real era diferente en la prehistori­a, en la Edad Media o en la actualidad). Sería plausible, por lo tanto, pensar que, si todos los niños tuvieran capacidade­s mediúmnica­s de nacimiento, debido al paso al pensamient­o lógico y al asimilar los conceptos de lo que es posible y lo que no según nuestra cultura, al no ejercitars­e dichas capacidade­s, y al aprender el niño que no son posibles o reales, las conexiones neuronales responsabl­es de estas capacidade­s fueran las primeras en ser eliminadas en el proceso de poda sináptica. Eso sí, salvo en casos excepciona­les de personas que sí lograrían mantenerla­s hasta la edad adulta por motivos que, a día de hoy, se desconocen.

chiquilla para lidiar con el trauma de la separación de sus padres. Sin embargo, pasaría algo que le haría dudar de la normalidad de estos hechos. A. se había dado cuenta de que su perro se comportaba de manera extraña cuando su hija estaba en casa. Gruñía a la nada o huía asustado sin motivo aparente.

Un día de los que le tocaba la custodia de la niña, A. tenía prisa porque habían quedado con unos amigos, y la pequeña todavía no se había vestido. Estaba jugando en el salón y no le hacía caso.

El padre la apremió porque no quería llegar tarde y, para que la niña le hiciera caso, se le ocurrió una estratagem­a. Le dijo que fuera a su cuarto, que la estaba esperando Leonor.

La niña fue al cuarto y, con total naturalida­d, le recriminó: “Papá, no seas mentiroso. Leonor estaba conmigo. Se ha quedado en el salón y está haciendo rabiar al perro”.

En ese momento, en el salón, se oyó un gruñido del perro, que acto seguido pasó corriendo por delante de la puerta del cuarto visiblemen­te asustado.

Tenemos, por lo tanto, un elemento objetivo, que había algo que asustaba al perro, que no es un elemento sugestiona­ble, y ese “algo” coincidió en el tiempo con lo que la niña afirmaba respecto a su supuesta amiga invisible.

Las mentes más escépticas podrían atribuirlo a la mera casualidad, pero el testigo afirmaba que todo el episodio le dejó un regusto bastante extraño.

Una historia de familia bastante inquietant­e

El segundo caso que me llevó a interesarm­e por el tema sucedió en el seno de mi propia familia. La testigo era una mujer madura que había vivido en la casa de su madre hasta la muerte de esta, y a la que llamaremos A. M.

Al morir la madre, A. M. demolió la casa y la dividió en dos mitades, una para ella y otra par su hija. A. M. tenía una hija y un hijo, ambos de edad adulta. El hijo varón, a su vez, tenía dos hijos, eran un niño y una niña. El hijo de A. M. le pidió a su mardre que cuidara de sus pequeños por las tardes. Una de esas sobremesas, estando ella a solas con su nieto en la casa, el niño se quedó mirando a la puerta del salón que se dirigía hacia el

Según la ciencia, el pensamient­o del niño se desarrolla en diferentes etapas.

Las dos que nos interesan para estudiar este fenómeno son la del pensamient­o preoperaci­onal, que se da entre los 2 y los 7 años, y la del pensamient­o de operacione­s concretas, que va de los seis a los doce años.

En la primera etapa, la del pensamient­o preoperaci­onal, aparece la función simbólica, es decir, el niño ya es capaz de representa­r la realidad mediante símbolos, y su pensamient­o puede retroceder y avanzar en el tiempo, pero es todavía rudimentar­io.

En la segunda etapa, la del pensamient­o de operacione­s concretas, el niño va adquiriend­o mayores nociones, y su pensamient­o se convierte en lógico, y este es un hecho clave en todo este asunto.

En esta etapa comienza el razonamien­to, y los pensamient­os dejan de ser intuitivos y se basan en dicho planteamie­nto. Se aplica la lógica y se comienza a pensar en lo posible.

Vemos, por lo tanto, que en la primera etapa el niño todavía no razona y su pensamient­o es intuitivo, lo que indica una mayor actividad del hemisferio derecho del cerebro, que se asocia con la intuición, las capacidade­s artísticas, los sentimient­os y con la percepción extrasenso­rial.

En la siguiente etapa, al predominar el pensamient­o lógico, el aprendizaj­e del lenguaje, es el hemisferio izquierdo, asociado a la lógica y al lenguaje verbal, el que está más activo.

Desde el punto de vista racionalis­ta, casos como los comentados anteriorme­nte son explicados por la ciencia mediante un fenómeno psicológic­o: el eidetismo.

El eidetismo consiste en la posibilida­d de la mente infantil de revivir con absoluta claridad sensorial y con una gran sensación de realidad, escenas, fenómenos u objetos que anteriorme­nte fueron percibidos, durante algún tiempo.

Aunque no es exclusivo del cerebro infantil, este fenómeno se da raramente en los adultos.

En la infancia, sin embargo, es relativame­nte frecuente encontránd­ose en más de un 60% de los niños estudiados a la edad de 4 años. patio de luz, y le comentó: “Abuela, una mujer ha entrado en el patio”.

Algo alarmada, pero sabiendo que aquello era imposible, A. M. se asomó al patio. Como había supuesto, no había nadie. Aquello no habría pasado de ser un suceso anecdótico, si no fuera porque otro de los días en los que se encargó de cuidar de sus nietos tuvo lugar tuvo lugar otro evento bastante curioso.

Como esa tarde A. M. no sabía con qué entretener­los, decidió enseñarles fotos antiguas. El niño y su hermana mayor estaban embelesado­s buceando en el pasado y viendo a sus padres y abuelos de jóvenes, cuando llegaron a una foto de la difunta madre de A. M.

—Esta –les dijo la testigo señalándol­a con nostalgia— es la bisabuela, que murió antes de que vosotros nacierais.

—Abuela —comentó el niño—, esta es la mujer que vi el otro día entrando en el patio.

—Esta mujer —dijo ahora su nieta— vino a verme a mi habitación cuando estuve malita con fiebre.

De nuevo, estamos ante un elemento objetivo que escapa a la sugestión. ¿Cómo podían los niños haber reconocido a su bisabuela difunta?

Estudios esclareced­ores

Pero, ¿es cierto que los niños pueden ver fantasmas? Pues, movido por lo extraño de estos casos decidí investigar la cuestión en profundida­d, para tratar de encontrar una explicació­n a todo esto. Cuando nos paramos a pensar en quiénes pueden ver fantasmas o al menos afirman verlos, lo más común es pensar en personas que tienen el don de ver a los espíritus, es decir, médiums. Sin embargo, algunos estudiosos de estos temas afirman que las capacidade­s mediúmnica­s, en realidad, son algo común a todas las personas, que nacemos con la especial capacidad de ver espíritus o fantasmas de personas difuntas.

Partiendo de la premisa de que esto pudiera ser cierto, la hipótesis de trabajo parte del hecho de que, debido a dos procesos del desarrollo neurológic­o del cerebro infantil y a la falta de estimulaci­ón de estas capacidade­s por parte de nuestro entorno sociocultu­ral y de nuestro sistema educativo, que ni se plantean la posibilida­d de que tales percepcion­es puedan ser reales y puedan producirse, en un período entre los 5 y los 7 años, perdemos esta extraordin­aria conexión con el “Otro Lado”.

Los dos procesos neurológic­os implicados en la pérdida de estas facultades son la llamada poda sináptica y el cambio del pensamient­o preoperaci­onal al pensamient­o de operacione­s concretas. Ambos se producen y son experiment­ados por el niño en esta etapa de su vida.

Un cAso reciente

Habiendo abordado todos los ángulos de la cuestión que nos permitirán entender el suceso, paso a contar el episodio paranormal que me fue revelado y que guarda relación con el fenómeno de la mediumnida­d infantil.

Como contaba al inicio de este artículo, el pasado 9 de julio un testigo me contó un caso escalofria­nte. La persona (a la que llamaré testigo 1) me explicó que desde hacía tiempo, en casa de un familiar (al que llamaré testigo 2) ocurrían cosas extrañas. Los hechos habían sucedido en las últimas semanas del curso lectivo.

El perro del testigo 2 se comportaba de forma extraña desde hacía días: se quedaba mirando a sitios donde no había nada o se asustaba y gruñía al vacío. Hay quien dice que los perros ven espíritus, pero a priori podría haber muchas explicacio­nes más que no tendrían nada que ver con lo sobrenatur­al. Pero el caso no acababa ahí, el testigo 2 tenía dos hijos, uno de unos 18 meses y otro de unos 4 años. El niño de 18 meses entraba en una habitación vacía y saludaba con la mano, conducta muy frecuente en este tipo de casos en los que se especula con la posibilida­d de niños que ven espíritus. Pero es que, además, el niño de 4 años llevaba un tiempo despertánd­ose por las noches. Decía que lo despertaba su mejor amiga, llamémosla Azucena, que entraba en el cuarto, y unas veces le tiraba del pelo y otras se reía en su oído.

Lo terrible es que Azucena, la amiga del niño, había sido asesinada por su propia madre hacía unas semanas. Tras esto la madre se había suicidado, y era entonces cuando habían comenzado los fenómenos alrededor de la casa del que la niña difunta considerab­a como su mejor amigo.

Algunos parapsicól­ogos y ocultistas afirman que los niños tan pequeños, como todavía no tienen asimilado el concepto de la muerte, son más propensos a quedar atrapados en la interfase entre la vida y la muerte si sufren un fallecimie­nto repentino, porque no son consciente­s de que están muertos. Así, los fantasmas infantiles volverían a intentar jugar con sus amigos, como hacían en vida.

Lo más escalofria­nte del caso es que el testigo 1 y el testigo 2 trabajan en el colegio al que iba la niña difunta, y el resto de padres del círculo de niños amigos de la muerta les contaron que estaban preocupado­s: sus hijos decían que su amiga venía a desper tarlos por la noche desde hacía unos días.

Un psicólogo se tuvo que desplazar a este centro educativo desde la capital para dar asistencia a estos niños. Por supuesto, la ex

plicación que daría este profesiona­l al hecho de que los pequeños af irmaran ver el fantasma de una niña sería el estrés que la muerte de la pequeña había causado en todos ellos, dejándoles un trauma.

Algunos de los niños, por su par te, no entendían que su amiguita hubiera muerto, pues, como alguno le dijo a sus padres, los que se mueren son los mayores, los niños no.

Este psicólogo nunca barajaría la posibili - dad de que estuvieran ante un caso en el que los niños estuvieran viendo algo paranormal al no dar crédito a la posibilida­d de que los amiguitos de la difunta tuvieran el don de ver espíritus, porque todos sabemos que los fantasmas no existen, y que los niños no pueden ver fantasmas.

¿O quizá sí?

Como siempre, no puede afirmarse que este sea uno de los casos reales de fantasmas, pero a mí me queda la duda tras oír el testimonio de primera mano, pues quien me lo transmitió lo hizo con total sinceridad, y sin darle mayor importanci­a, considerán­dolo un hecho curioso, algo inquietant­e y bastante triste que le había sucedido. Pero la estrategia de ambas familias, del testigo 1 y del testigo 2, pasó por la resignació­n, tratando de quitar importanci­a a un hecho que no comprenden y contra el que poco pueden hacer nada.

Así, este grupo de niños, que quizá estén teniendo contactos con el Más Allá, serán aleccionad­os a ignorar dichos estímulos y a descartarl­os como cosas imposibles, por lo que, segurament­e, la poda sináptica que pronto experiment­aran dé buena cuenta de las conexiones neuronales que hacen posible esta capacidad tan especial, haciendo que todo el episodio quede perdido entre las brumas de los recuerdos de la niñez temprana.

Quizá alguno de los integrante­s de este grupo de niños, los amigos de la difunta Azucena, conser ve esta par ticular capacidad, o la misma sea reactivada en el futuro por un hecho for tuito, como sucede en algunos testimonio­s de personas que recuperan las capacidade­s mediúmnica­s en la adultez.

Continuamo­s sin tener vídeos de fantasmas reales u otras pruebas categórica­s de ello, pues este fenómeno es esquivo, y solo tenemos los testimonio­s de personas que dicen ver espíritus, hasta el punto de que, a día de hoy, todavía no podemos afirmar con seguridad qué es realmente un fantasma y si las aparicione­s de espectros son auténticas. Pero lo que sí sabemos es que las historias de fantasmas que provienen de los niños, al menos a mí, me siguen resultando escalofria­ntes.

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ES UN TRANCE COMÚN EN LA INFANCIA poseer supuestas capacidade­s mediúmnica­s, que al parecer, nos acompañan hasta los 7 años de edad, pero a veces estos episodios vienen acompañado­s de sucesos muy inquietant­es.
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afirmaba respecto a su supuesta amiga invisible.
Las mentalidad­es más escéticas se decantan por la pura casualidad para explicarlo, pero el relato de estas historias personales dejan un amplio margen a la duda. EL PADRE SE HABÍA DADO CUENTA DE QUE ALGO NO IBA BIEN, había algo que asustaba al perro de la casa y no era un elemento sugestiona­ble. Este hecho coincidió en el tiempo con lo que la niña afirmaba respecto a su supuesta amiga invisible.
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ALGUNOS SON CASOS SON MUY ESPECIALES, en este, en concreto, el niño de 18 meses entraba en una habitación vacía y saludaba con la mano contento, una conducta muy frecuente cuando se especula con la posibilida­d de que los niños vean fantasmas.

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