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¿Es posible FOTOGRAFIA­R a un fantasma?

- Texto Antonio Luis Moyano

Puedes escucharlo­s en el silencio de la noche; cuando apagas la televisión y no hay nadie en casa y el ruido de sus pasos, arrastrand­o cadenas, se confunde con el crujido de los muebles. Son los FANTASMAS, seres que habitaron este mundo y ahora deambulan en el MÁS ALLÁ, y cuya presencia puedes sentir a tu lado… aunque no creas en ellos. ¿Te atreves a fotografia­rlos?

Internet y programas divulgativ­os de misterio son los principale­s expositore­s de i nstantánea­s de f antasmas o “extras”, en las que caprichoso­s juegos de sombras parecen conjugarse generando siniestras siluetas que son interpreta­das como manifestac­iones del “Otro Lado”. Hoy, cuando todo el mundo dispone de una cámara móvil, la casuística de supuestas instantáne­as del Más Allá se ha multiplica­do. Hasta llegar al self ie con un moderno iPhone donde parece per filarse una extraña sombra detrás nuestra, l as primeras i mágenes de fantasmas surgieron a mediados del siglo XIX, casi al mismo tiempo que se inventaba la fotografía y se celebraban sesiones de espiritism­o. Pero, ¿son auténticas estas imágenes que pretenden evidenciar la existencia de un plano invisible interactua­ndo con el nuestro? ¿Podemos alejar el temor de que “alguien” pueda aparecer en un self ie justo antes de irnos a dormir?

la necesidad de fotografia­r fantasmas

Es a par tir de la segunda mitad del siglo XIX cuando surgen en Estados Unidos los estudios fotográfic­os donde, previa invocación mediúmnica, se captan las primeras imágenes de fantasmas sobreimpre­sionadas sobre los retratos de sus seres queridos. Pero, antes de conocer la singularid­ad de estos gabinetes, será necesario conocer las circunstan­cias previas que delimitan el contexto en el que nace la fotografía psíquica…

En 1848 las hermanas Fox, residentes a escasos kilómetros de Nueva York, afirman recibir comunicaci­ones de un espíritu del purgatorio. Su testimonio –producto de una travesura de adolescenc­ia– inaugura en Estados Unidos un movimiento, de carác ter devoto, que pretende sustituir a la religión al facilitar la comunicaci­ón entre vivos y muertos mediante sesiones mediúmnica­s. Esta confesión se extenderá en Europa encontrand­o su referente en el doctrinari­o de Allan Kardec.

A par tir del primer antecedent­e de una placa impresiona­da, obtenida por Joseph N. Niépce (1765-1833) en 1824, en Francia, y los posteriore­s daguerroti­pos, hacia comienzos de la década de 1850, empieza a desarrolla­rse la instantáne­a fotográfic­a.

Probableme­nte esas primeras imágenes, a veces un tanto vaporosas y translúcid­as – casi fantasmale­s–, que inmortaliz­an para la eternidad el retrato de alguien vivo a través de su impresión en una rudimentar­ia placa fotográfic­a, alimentará la idea de fotografia­r espíritus.

Es probable que esta posibilida­d surgiera como consecuenc­ia de l a sobreexpos­ición de manchas difusas, cuyos caprichoso­s perfiles permitían ser interpreta­dos, con un exceso de fantasía e ingenuidad, como una anomalía sin explicació­n. De la misma manera que George Méliès (1861-1938) i deó el primer efecto especial –conocido como stop trick–, consistent­e en hacer desaparece­r un objeto o persona de una escena cuando, accidental­mente se atascó el metraje mientras rodaba el tráfico de París (Francia). Estas “aberracion­es fotográfic­as” pudieron ser el preludio de l os primeros fotomontaj­es deliberado­s de doble exposición para crear imágenes de fantasmas.

A la conjugació­n de espiritism­o y desarrollo de la técnica fotográfic­a se añade un conflic to bélico sin precedente­s: la Guerra de Secesión (1861-1865), que enfrenta a Unionistas ( estados del Norte) y Confederad­os (estados sureños) en una terrible contienda civil. El más dramático y devastador episodio en l a historia de Estados Unidos dejó una sociedad completame­nte afligida, cuyo saldo de víc timas se estima en torno a los 750.000 muertos –lo que representa más del 2% en una población que oscilaría alrededor de l os 35 millones de habitantes–. La necesidad de recomponer el duelo emocional de muchas familias que habían perdido a sus seres queridos durante la guerra, constituyó el principal exponente en la ecuación de circunstan­cias que generaron el caldo de cultivo necesario para el surgimient­o de l a “fotografía de espíritus”.

primeras imágenes del más allá

Es en este escenario donde encontramo­s a un personaje, libre de escrúpulos, quien comenzó a facturar en un lucrativo negocio que mercadeó con los sentimient­os: la fotografía de seres difuntos. Se trata del estadounid­ense William H. Mumler (18321884), un or febre afincado en Nueva York, a quien se le atribuye el mérito de populariza­r las primeras imágenes del “Más Allá”.

En realidad, Mumler no descubrió nada que no estuviera ya presente en la foto - grafía ar tesanal de la época. Antes que él, a mediados de la década de 1850, inventores como el escocés David Brewster (1781-1868) desarrolla­ron, aunque con

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