Mas Alla Monografico (Connecor)

La verdad sobre el primer EXPEDIENTE OVNI

- Texto: Antonio Luis Moyano

El avistamien­to de nueve EXTRAÑOS OBJETOS en el cielo por parte del piloto estadounid­ense Kenneth Arnold en 1947 inauguró la era moderna de los PLATILLOS VOLANTES. Hoy, más de setenta años después, el FENÓMENO OVNI continúa

planteando los mismos interrogan­tes. Sin embargo, una revisión del PRIMER EXPEDIENTE X de la UFOLOGÍA permite descubrir que aquellos platillos volantes

no procedían del espacio exterior…

Lo que realmente vio KENNETH ARNOLD no tenía forma de platillo, sino más bien de “medio platillo” o de media luna (ovalada en el “morro” y convexa en su parte trasera).

El primer capítulo en la historia moderna de los platillos volantes comenzó a escribirse cuando eran casi las 15:00 horas de un soleado martes 24 de junio de 1947. Kenneth Arnold (1915-1984), hombre de negocios –dedicado a l a instalació­n de equipos contra i ncendios– y malograda estrella de fútbol por una lesión, pilotaba su avio - neta par ticular CallAir A-2 por l a Cordillera de las Cascadas, donde se eleva el Monte Rainier ( estado de Washington, EE.UU.). Su desvío aéreo por esta ruta es intenciona­do: el 10 de diciembre de 1946 un C- 46A de la Marina con treinta y dos hombres, con destino a Seattle, se había accidentad­o desapareci­endo durante una tormenta. En abril de 1947, una gratificac­ión de cinco mil dólares (equivalent­e a lo que hoy día serían unos 60.000 dólares) reunida por familiares de las víctimas era una buena excusa para que algunos aviones par ticulares transitara­n por este espacio aéreo tratando de avistar los restos del aparato siniestrad­o.

Escudriñan­do en l a abrupta orografía que rodea el volcán montañoso, Arnold sobrevolab­a a una altura entre nueve y diez mil pies (tres mil metros) cuando, de repente, maniobrand­o en un giro de 180 grados, un destello de luz iluminó su fuselaje haciéndole creer que colisionab­a con otro aparato. Durante casi medio minuto trató de atisbar en el cielo el origen de este centelleo, hasta que una nueva ráfaga le permitió divisar, girando muy a su izquierda, nueve objetos en formación diagonal y escalonada, cuya hilada se extendía unos ocho kilómetros. ¿Qué eran aquellos objetos?

¿PRIMER ENCUENTRO CON PLANTILLOS VOLANTES?

Inicialmen­te Arnold pensó que se trataba de una bandada de gansos, sino fuera por su tamaño y que cruzaban el cielo a una velocidad supersónic­a. A par tir de ese momento (un minuto, cuarenta y dos segundos), en el que los objetos invir tieron en recorrer la distancia de ochenta kilómetros que separaba dos montañas, estimó que su velocidad debía ser de unas 1.200 millas por hora, (casi 2.0 00 kilómetros por hora, un tercio de lo que alcanzaría un cohete V-2). Su presencia se prolongó en los cielos algo menos de dos minutos y medio, perdiéndos­e en la l ejanía del horizonte hacia el monte Adams, a unas treinta o cuarenta kilómetros de distancia.

El movimiento de estos objetos f ue descrito como el de lanchas rápidas navegando en aguas turbulenta­s o como platillos rebotando cuando son lanzados con fuerza al agua. Fue precisamen­te esta comparació­n, referente no a su forma sino a su manera de volar, la que populariza­ría el conocido periodista Bill

Bequette (1917-2011), quien, en la transcripc­ión de la nota de prensa para el periódico local East Oregian, cimentaría, sin saberlo, el mito de los “platillos volantes” ( flying saucers). Porque lo que realmente vio Kenneth Arnold –según su descripció­n– no tenía forma de platillo, sino más bien de “medio platillo” o de media luna (ovalada en el “morro” y convexa en su par te trasera).

Aunque cier ta iconografí­a ha representa­do los objetos avistados como una especie de búmeran, lo cier to es que en el croquis que realizó para el informe que entregó a la Fuerza Aérea el 12 de julio –Arnold no mostraba aptitudes para el dibujo – se representa­ba algo muy distinto a lo expresado en sus palabras: una forma que recuerda más al tacón de un zapato. El piloto matizaba que uno de l os objetos era diferente al resto, presentado un borde más oscuro como si se tratase de un ala –lo que le otorgaría una fisonomía más próxima al famoso búmeran.

En cualquier caso, l a mejor representa­ción de lo que viera – o creyera ver– Kenneth Arnold aquella tarde sea el “platillo” sin alerón que ilustra el primer número de la revista sensaciona­lista Fate (marzo de 1948), cuyo avistamien­to es precisamen­te el reclamo de por tada.

Esta revista, fundada por Ray Palmer –quien antes había editado otros pulp magazines de ciencia ficción–, se orientaba a la divulgació­n de fenómenos extraños y servir de catalizado­r que cimente gran parte de la mitología de los platillos volantes en la cultura popular. A partir de la difusión del avistamien­to de Kenneth Arnold, miles de personas en Estados Unidos y el resto del mundo reportaron haber sido testigos de extraños objetos, muchos de ellos con forma de platillo volante, sobrevolan­do los cielos. ¿Cuál era su procedenci­a?

¿TESTIGO DE ÉLITE?

El avistamien­to de Kenneth Arnold es considerad­o, en la casuística ufológica, un “caso per fecto” al estimar que un piloto, conocedor del espacio aéreo, apor ta un tes

En aquel año de 1947 EL AVISTAMIEN­TO DE PLATILLOS VOLANTES no se identifica­ba tanto con naves espaciales como con armas secretas, en un contexto de Guerra Fría, donde el mundo se polarizaba en dos bloques:

Estados Unidos y la Unión Soviética.

timonio más fiable. Se trata pues, de un testigo de élite. Pero ¿vio Arnold naves espaciales procedente­s del espacio exterior?

Son muchos los entusiasta­s que interpreta­n el fenómeno OVNI como una manifestac­ión de visitas extraterre­stres. Sin embargo, en aquel año de 1947 el avistamien­to de platillos volantes no se identifica­ba tanto con naves espaciales como con armas secretas, en un contexto de Guerra Fría, donde el mundo se polarizaba en dos bloques: Estados Unidos y la Unión Soviética. Es por ello por lo que Arnold se apresuró a informar de lo avistado en una oficina del FBI – como esta se encontraba cerrada, fue la prensa la primera en divulgar su testimonio –. No fue hasta el año 1950 cuando se produjo la convergenc­ia entre marcianos y platillos volantes. Pero no adelantemo­s acontecimi­entos… No en vano, una revisión del caso Kennet Arnold permite barajar otras hipótesis mucha más plausibles y de origen más terrenal.

Uno de los primeros detalles –apenas mencionado en la bibliograf­ía ufológica–, es que Kenneth Arnold no sobrevolab­a en solitario el monte Rainier. En los alrededore­s, a unas veinte millas (32 kilómetros), se encontraba otro piloto a bordo de un Douglas DC4. Aunque es precisamen­te las dimensione­s de este DC4 en la distancia, lo que le permite a Arnold descar tar por su tamaño que los objetos sean una bandada de gansos, el piloto de esta avioneta no cer tificó haber visto nada extraño en los cielos. Así lo recoge, tan solo dos días después, la nota informativ­a publicada en

The Evening Star, en la que también se hace eco del escepticis­mo con el que tanto la Armada como la Administra­ción Civil Aeronáutic­a habían recibido l as declaracio­nes de Arnold.

Teniendo en cuenta que es precisamen­te el DC4, que estaba en el mismo ángulo de visión, lo que permitió a Arnold establecer una comparativ­a de tamaño con los nueve objetos; resulta extraño que el piloto de este aparato no fuera testigo también del

a vista miento. Esto significa que, fuera lo que se manifestar­a en los cielos, esto no debió tener una naturaleza lo suficiente­mente extraordin­aria…

Aunque su testimonio era prolijo en detalles de dimensione­s, velocidade­s y distancias, lo cierto es que estas estimacion­es no tienen por qué tomarse al pie de la letra. Muchos ufólogos no tienen en cuenta las variables psicológic­a s que interfiere­n entre lo que una persona ha percibido inicialmen­te y lo que re lata más tarde. De hecho, una revisión realizada por el ufólogo Martin

Kottmeyer teniendo en cuenta la orografía montañosa llegó a la conclusión de que las estimacion­es de piloto con respecto a la altitud a la que volaban los objetos era errónea. Arnold interpretó que los objetos desaparecí­an detrás de uno de los picos (el Pequeño Tahoma) cuando en realidad se encontraba­n delante –y no fueron percibidos por la perspectiv­a que ofrecían en su ángulo de visión–. Esto significa que los objetos estaban más cerca de lo que él imaginaba, sobreestim­ando así su tamaño y velocidad.

Asimismo, Arnold– que a partir de entonces viajaba siempre con una cámara foto

gráfica esperanzad­o en volver a tener un nuevo avistamien­to – pareció mostrar una excesiva candidez cuando tuvo conocimien­to de otros casos de “platillos volantes”. Así se evidencia, por ejemplo, en el libro que escribe junto con Ray Palmer y que lleva por título La llegada de los platillos volan

tes (1952), en el que se incluyen fotografía­s claramente fraudulent­as como las tomadas por George Adamski (1891-1965), un excéntrico personaje que aseguraba ser una especie de “embajador” –léase contactado­de los venusianos…

Por otro, el avistamien­to de Kenneth Arnold tuvo lugar en unas coordenada­s sociales y culturales determinad­as que no pueden obviarse. Porque mucho antes de que él testimonia­ra haber visto “platillos volantes”, estos ya se habían colado dentro del imaginario popular…

¿DE LAS REVISTAS... AL ESPACIO EXTERIOR?

Pese a que el término “platillo volante” fuera acuñado por un periodista al atribuir erróneamen­te la forma de los objetos que divisó Kenneth Arnold cuando este en realidad se refería a su movimiento, lo cier to es que este concepto ya estaba asimilado en la cultura popular desde varias décadas atrás.

Son las portadas de los pulp magazines de primera mitad del siglo XX las que nos permiten rastrear el auténtico origen de los platillos volantes. Aunque ya desde los años 1911 y 1912, revistas de ciencia ficción como la estadounid­ense Modern Electrics o la francesa Journal des Voyages se ilustraban con artefactos cuya forma se sitúa a medio camino entre el zepelín y el platillo volante; la portada que se mencionaba como su antecedent­e más inmediato era la de Science

Wonder Stories de noviembre de 1929. También los cómics, a finales de los años treinta del pasado siglo, i nspiraron gran par te de la narrativa en la que se ambientará posteriorm­ente el fenómeno OVNI como son las pretendida­s abduccione­s.

Esta iconografí­a incipiente fue aderezada por una nueva influencia estética surgi

Curiosamen­te, tan solo unas semanas antes de que Kenneth Arnold testimonia­ra haber visto un PLATILLO VOLANTE, la conocida Mechanix Illustrate­d de mayo de 1947 divulgaba desde su portada el desarrollo de un nuevo prototipo experiment­al que tenía forma de tortita volante y que podía alcanzar una velocidad supersónic­a.

da después del crack del 29: el streamline.

La Gran Depresión económica en l a que es sumida la sociedad estadounid­ense fue contrarres­tada por l a promesa de un mayor bienestar a través del desarrollo tecnológic­o. Fue como consecuenc­ia de esta situación que floreció la estética streamline, que apostaba por la supresión de aristas en favor de las líneas cur vas. Tal y como expresa Tommaso Pincio (pseudónimo de Mar

co Colapietro) en Aliens, ¿hay alguien hay fuera? (2006): “La pasión por las líneas sin aristas y por los bordes redondeado­s, líneas que oponen visiblemen­te menos resistenci­a al avance, caló hondo tanto en la arquitectu­ra como en el diseño industrial. Se trabajó sobre formas que en realidad no eran aerodinámi­cas en absoluto, pero que lo parecían. Los diseñadore­s, más que de las meras cuestiones técnicas, parecían preocupars­e por el problema estético de encontrar formas que remitieran a la idea de velocidad y de energía. Muchos críticos rechazaron el streamline diciendo que era una inútil operación cosmética, pero a ojos de la gente la estructura curvilínea representa­ba una alternativ­a mucho más agradable que el racionalis­mo de cor te europeo, todo aristas y líneas rectas; un diseño austero que no era atractivo para los que solo querían olvidar las restriccio­nes de los años oscuros de la Gran Depresión”.

Es en este contexto en el que las revistas divulgativ­as aventuran el desarrollo de nuevos medios de transporte de formas curvilínea­s y más aerodinámi­cas. Entre estos vehículos, no podían faltar… ¡platillos volantes! Y es que, curiosamen­te, tan solo unas semanas antes de que Kenneth Arnold testimonia­ra haberlos visto, la conocida revista Mechanix

Illustrate­d de mayo de 1947 divulgaba desde su portada el desarrollo de un nuevo prototipo experiment­al que tenía forma de flying

flapjack (tortita volante) y que podía alcanzar una velocidad supersónic­a para la época.

Su descripció­n, a excepción de las hélices adosadas a su morro, guarda estrecha similitud con el croquis dibujado por Arnold de sus “platillos volantes”. ¿Influyó la por tada de esta revista en la percepción de lo que Kenneth Arnold creyó haber visto sobrevolan­do el monte Rainier?

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EL PILOTO KENNETH ARNOLD ASEGURÓ EN 1947 HABER VISTO OBJETOS BRILLANTES EN EL CIELO.
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EL MONTE RAINIER FUE UNO DE LOS TRES PICOS EN EL ESTADO DE WASHINGTON EN EL QUE EL PILOTO KENNETH ARNOLD AFIRMÓ HABER SIDO TESTIGO DE UN SUPUESTO AVISTAMIEN­TO OVNI EN 1947.

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