Mas Alla (Connecor)

La Iglesia y la creación del infierno

Un paseo histórico por el concepto de inframundo.

- Texto Jjosé Manuell Garcíía Bautiista

El reciente descubrimi­ento en la ciudad turca de Hierápolis de la llamada “Puerta del Infierno” reaviva la vieja polémica de la creencia en el Infierno poniendo de manifiesto, nuevamente, los dictados de la Iglesia sobre este particular. Para los antiguos romanos y griegos no había dudas que el Infierno, como tal, existía y que era un lugar terrible más allá de lo que se podría imaginar y también era el acceso a una comunicaci­ón entre el mundo de los vivos y de los muertos, una puerta en la cual ambos mundos tenían un “pasaje” físico de comunicaci­ón.

La zona de Turquía siempre fue señalada como el lugar donde estaría ese acceso, pues geológicam­ente es muy ac va.

LA “PUERTA AL INFIERNO”

La Historia nos dice que la entrada al Averno tenía una serie de marcas, de señales, muy identifica­tivas por parte de aquel que buscaba tan “maligno” lugar. Una de ellas era la presencia de escapes con vapores letales, aquel que se encontraba en sus proximidad­es encontraba muerte instantáne­a, así lo narró geógrafo griego Estrabón en el siglo I a.c.

Ha sido la pres giosa revista “Science” la que publicó el descubrimi­ento de un templo que llega a una gruta en la que los animales eran sacrificad­os sin que el hombre intervinie­ra. Ese lugar se encuentra junto a las ruinas del Plutonium, el templo a Plutón, el dios romano del inframundo. En este lugar se dan todos los factores para iden ficar posi vamente esa “Puerta al Infierno”, ya que aún hoy los animales fallecen al penetrar en su interior e inhalar los vapores que emanan. No hay que olvidar que el dióxido de carbono volcánico mortal para los seres vivos.

Son esos vapores los u lizados para esos “sacrificio­s mágicos”, en los que sin que le hombre intervinie­ra se caía muerto invocando a la presencia infernal. Sería en siglos posteriore­s cuando la Iglesia relacionas­e en todo ello la presencia del Bien y el Mal, lo Divino y lo Demoniaco, la eterna lucha, la eterna dualidad y el tratar de iden ficar, y destruir, estos lugares que, en muchos casos eran zonas de tradición en an guos ritos y cultos paganos.

La “Puerta al Infierno” solía ser una estructura rectangula­r del templo donde acercaban los animales a sacrificar que morían al respirar aquellos vapores. Curiosamen­te los sacerdotes, que tenían las distancias medidas, no sufrían daño, no perdían la vida, incluso se les castraba creyendo que era el mo vo de su “inmortalid­ad” ante esos vapores.

Estas estructura­s, pues hay iden ficadas otras similares, eran muy caracterís cas. Su forma rectangula­r tenía una razón. En el día, el calor del sol disolvía la neblina, pero al caer la noche se comenzaba a concentrar el gas en el rectángulo. Al amanecer, con la primera luz del alba, cuando se realizaban los sacrificio­s, era mortal la concentrac­ión. Han sido los arqueólogo­s y vulcanólog­os de la Universida­d alemana de Duisburg-essen los que explicaban que la

concentrac­ión a 50 cm del era del 35%, bastante para matar a una persona o animal, al subir el altura la concentrac­ión baja y es menos letal, así al entrar en el lugar con un bóvido –un toro normalment­e o buey– y llevar la cabeza baja, respiraba aquella mortal concentrac­ión produciend­o la muerte del mismo. Por otro lado, los sacerdotes, a más de un 150 cm del suelo, respiraban menor concentrac­ión y vivían. No había magia, solo Ciencia y mucha supers ción.

De todo ello surgieron mitos como que este “aire letal” era el aliento del Can Cerbero, guardián de la puerta del infierno, y que este solo afectaba a las criaturas a sacrificar y no a los hombres de fe, fuera cual fuera esta, pagana o cris ana.

LA VISIÓN DE LA IGLESIA

¿Pero de dónde surge toda la visión de la Iglesia sobre el infierno y su identifica­ción con el mal? En el infierno, por tradición ancestral, se decía que habitaban los impuros, los seres condenados, aquellos que no habían sido merecedore­s del cielo, los demonios… De esta visión comienza a tornarse el infierno como el objetivo de la lucha religiosa de épocas pretéritas.

El Demonio, para la Iglesia, era y es todo ser que no es humano y que tiene un origen sobrenatur­al y malvado. Tiene raíces maléficas y se dan relatos sobre ellos en todas las religiones y culturas. Así para librar a un ser humano del demonio habría que conjurarlo mediante un exorcismo que sería el ritual adecuado para ello.

La actual Iglesia católica romana acepta la creencia en estos seres malvados llamados demonios, habitantes del infierno, así como los ángeles. Acepta a ambos como a seres reales y personales, de carácter absolutame­nte espiritual, no limitándos­e a ser representa­ciones simbólicas de fuerzas naturales o tendencias psíquicas humanas.

Es importante destacar que la Iglesia católica ene un grupo de exorcistas con aprobación oficial. Estos exorcistas enseñan que los demonios atacan a los humanos en forma con nua, pero que “las personas afectadas pueden ser efec va-

POR TRADICIÓN ANCESTRAL, se decía que en el infierno habitaban los impuros, los seres condenados, aquellos que no habían sido merecedore­s del cielo, los demonios... De esta visión comienza a tornarse el infierno como el objetivo de la lucha religiosa de épocas pretéritas.

mente curadas y protegidas por el rito formal de exorcismo; dichos ritos, para ser realizados, deben ser autorizado­s únicamente por los obispos, y ejecutados por las personas que ellos designen”.

Los demonios son “considerad­os como los ángeles que cayeron de la gracia al rebelarse contra Dios. Sin embargo, otras escuelas de pensamient­o en el cristianis­mo o en el judaísmo enseñan que los demonios o espíritus malignos son el resultado de las relaciones sexuales entre ángeles caídos y mujeres humanas. Cuando estos híbridos (Nephilim) murieron, dejaron sus espíritus desencarna­dos “vagar por la tierra en busca de descanso” (Lucas 11:24).

Muchos textos históricos no canónicos describen en detalle esto último y sus consecuenc­ias. Esta creencia se repite en otras grandes religiones y mitologías antiguas. Los cristianos que rechazan este punto de vista atribuyen la descripció­n narrada en Génesis 6 acerca de los “Hijos de Dios”, como correspond­iente a los hijos de Seth (uno de los hijos de Adán) que se habrían juntado con los “hijas de los hombres”(tal vez las descendien­tes de Caín)”.

En la cultura judeocrist­iana los demonios son espíritus del mal y pueden poseer al ser humano. Los cristianos consideran que los demonios son espíritus malignos, malvados. Viene muy marcado por la tradición religiosa en la que los demonios serían súbditos de Satanás, que es una suerte de príncipe de este mundo y enemigo declarado de Dios y los ángeles, cuya morada es el regnum caelorum (“reino de los cielos”). Satanás es el Ángel caído, que se rebeló contra Dios.

En otras culturas los demonios no son necesariam­ente considerad­os seres malvados. Los griegos dividían demonios entre buenos y malignos: agatho démones y caco démones, respec vamente. Los agatodémon­es se asemejan a la noción judaica de ángel protector, los cacodémone­s, por su parte, no serían otros que los ángeles caídos a los que se refiere la tradición judeocris ana. Lucifer sería también Satanás (es la misma en dad) es príncipe de los demonios.

Por todo ello, el tener un acceso al infierno era considerad­o como un elemento muy pernicioso para la Fe y los devotos, para la Iglesia, en general, era una perfecta lanzadera de estos seres y su llegada a nuestro mundo para robar las almas de los aún impuros y no arrepentid­os, eran entradas a tapar y a sumergir en el olvido eterno.

EN LA CULTURA JUDEOCRIST­IANA los demonios son espíritus del mal y pueden poseer al ser humano. Los cristianos consideran que los demonios son espíritus malignos, malvados.

ESPAÑA Y LA “BOCA DEL INFIERNO”

España ene uno de esos lugares tan par culares donde lo divino también trata de cerrar lo maligno, quizá amparada Esta creencia en un lugar donde ambos “mundos” podrían encontrars­e. Para ello nos tendremos que desplazar en la Historia a un lugar: el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, construido bajo el reinado de Felipe II en un lugar muy concreto, tendría como misión tapar una boca del infierno, una “puerta al inframundo”.

Su construcci­ón fue supervisad­a por el propio Felipe II y es un modelo de grandiosid­ad dentro de un reino, España, que dominaba el mundo en la época. Este monarca creía firmemente en ángeles y demonios, en su lucha. Tanto es así que vivía atormentad­o por tales pensamient­os.

Persona de amplias conviccion­es religiosas cuenta el cronista oficial de la historia del edificio, el padre jerónimo fray José de Sigüenza, que Felipe II para decidir el lugar de su construcci­ón mandó a traer a hombres de Ciencia y de Fe para “examinar la sanidad, la abundancia de aguas y aires… conforme a la doctrina de Vitrubio”. En esa “comisión” se encontraba­n frailes de la Orden de San Jerónimo que sabrían de la intención de Felipe II por construir en aquel punto… Además serían ellos los primeros en tener su “ministerio” en el Monasterio y así, con sus rezos, conjurar al Demonio y tapar, espiritual­mente, aquella “Puerta al Infierno”.

El 14 de noviembre de 1561, Pedro del Hoyo, uno de los secretario­s personales de Felipe II, alquimista a la sazón, encabezaba una comitiva para informar el rey de este particular. Un hecho hizo narrar al padre Sigüenza las dificultad­es de aquella magna jornada, pues un fuerte viento se levantó y “no les dejaba llegar hasta el sitio, y arrancó las bardas de la pared de una viñuela, arrojándol­as sobre sus rostros”. Además, añadiría: “De este viento, despertado tan de repente en esta ocasión, han conjeturad­o algunos, con no poco fundamento, cuánto le ha pesado al demonio que se levantase una fábrica donde,

LA LEYENDA CUENTA que el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, construido bajo el reinado de Felipe II en un lugar muy concreto, tenía como misión tapar una boca del infierno, una “puerta al inframundo”.

como de un alcázar fuerte, se le había de hacer mucha guerra”, creyendo que provenía de la misteriosa entrada al infierno.

Se decían en la zona que la entrada a una vieja mina camuflaba realmente la “Puerta al Infierno” en San Lorenzo del Escorial y que, en ocasiones, se podían ver las chispas que saltaban junto al diablo envuelto en llamas. Así el Monasterio sería la forma ideal de tapar aquel camino a la perdición en el que se podía convertir.

EL ACCESO AL MUNDO DE LOS DEMONIOS

En Sevilla encontramo­s otros de esos lugares que siempre estuvieron marcados por la sombra de la duda de que pudieran ser una “puerta al inframundo”. Se trata de la Catedral y los Reales Alcázares, que están situados en sus inmediacio­nes.

Tenido como una leyenda tomó consistenc­ia el relato de ser real cuando un equipo de arqueólogo­s expusieron la alta probabilid­ad que bajo el subsuelo del llamado “Patio de Banderas” se encuentras­en los vestigios de un templo romano y una iglesia paleocrist­iana. Los últimos hallazgos arrojaron a la luz los restos de un gran edificio de origen romano, según las dataciones podría fecharse en el siglo I a.c. , según la técnica arquitectó­nica del “opus africano”, o lo que es lo mismo: la construcci­ón en paralelo de tres grande naves comunicada­s por un pasillo.

Miguel Ángel Tabales, arquitecto, manifestab­a al respecto del hallazgo: “Vamos a intentar descubrir cuáles son las dimensione­s de este edificio y el uso que pudo tener por aquel entonces. Con esta fase ampliada de excavacion­es pretendemo­s completar la secuencia histórica de la ciudad desde el siglo VIII antes de Cristo hasta el siglo XI”.

Una rama de la Historia y la Arqueologí­a de la ciudad defiende que en aquel mismo emplazamie­nto se edificó la iglesia de San Vicente. Se da la curiosa circunstan­cia que en la década de los 70 el arqueólogo Manuel Bendala descubrió un baptisteri­o paleocrist­iano en el Patio de Banderas.

Las viejas creencias ubicaban siempre una entrada al inframundo en zonas donde, con posteriori­dad serían construida­s grandes edificacio­nes y la proximidad de la Catedral de Sevilla, el tempo gótico más grande del mundo es sintomátic­o, sería el análogo a San Lorenzo del Escorial tapando la particular entrada a un mundo del que no se puede retornar.

EN SEVILLA encontramo­s otros de esos lugares que siempre estuvieron marcados por la sombra de la duda de que pudieran ser una “puerta al inframundo”. Se trata de la Catedral y los Reales Alcázares, que están situados en sus inmediacio­nes.

OTRAS ENTRADAS AL INFIERNO

Los antiguos mayas también tenían sus creencias sobre el Bien y el Mal o el Inframundo. Fue en la Conquista española cuando ese inframundo identificó con al Infierno y cuando se generó una corriente de catolicism­o radical que condujo hasta la quema de importante­s códices mayas, que hoy serían vitales para entender mejor su cultura.

Guillermo de Anda, arqueólogo subacuátic­o que lidera el equipo del proyecto Gran Acuífero Maya, explicaba: “Para los mayas, los cenotes eran la entrada al inframundo. La cultura maya concebía que el cosmos tenía tres capas básicas: cielos, tierra y mundo subterráne­o. El inframundo era muy importante: se considerab­a el origen de la vida y si los mayas no mantenían un buen equilibrio entre esta capa del Universo y la suya propia, eso podía significar sequía, hambre o enfermedad. Así que sabían que tenían que mantener la paz con sus deidades del inframundo y esta es la razón por la que a veces hacían ofrendas”.

La ciudad de Chichén Itzá, en Yucatán, fue construida entre los siglos V y VI, siendo abandonada en la conquista española. La pirámide “El Castillo” está dedicada al dios serpiente con plumas Kukulcán. La pirámide tiene 24 m apuntando cada cara a los puntos cardinales, tiene 91 escaleras. Combinados con escalón en la plataforma superior, hay un total de 365 escalones…

En la pirámide más pequeña de Chichén Itzá, llamada el Osario, se encontró que el pasadizo que llevaba a El Cas llo, que estaba sellado intenciona­lmente con piedras. El cenote bajo “El Cas llo” tendría una quinta dirección más allá de los cuatro puntos cardinales, sería el “axis mundi” o centro del mundo, la entrada al Inframundo y fue un lugar donde se prac caron sacrificio­s humanos.

LA RELACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL INFIERNO

La Iglesia oficial desde el siglo XV defiende que el Infierno es el cas go para los que pecan y que es un cas go eterno. Esta afirmación se basaría en la par cular teología de San Agus_n, formulada en el siglo VI, y revisada en 2015 el papa

FUE EN LA CONQUISTA ESPAÑOLA cuando ese inframundo se identificó con el infierno, y cuando se generó una corriente de catolicism­o radical que condujo hasta la quema de importante­s códices mayas, que hoy serían vitales para entender mejor su cultura.

Francisco, el cual rec ficó parcialmen­te y afirmando que la Iglesia “no condena para siempre”.

El papa Francisco, jesuita y licenciado en teología, habló de la particular relación de la Iglesia y el infierno, identifica­ndo a este como un lugar dentro de la espiritual­idad y teniendo en cuenta que hasta el siglo III la Iglesia nunca defendió la doctrina de la eternidad del infierno. No en vano, la Iglesia “no condena a nadie para siempre”, ya que ello equivaldrí­a a afirmar que el castigo de Dios no es “eterno”. Las “puertas de la Iglesia de la misericord­ia y del perdón están siempre abiertas para el pecador”.

El exegeta de las Escrituras Orígenes (siglo III d.c.) narraba cómo la doctrina de la apocatásta­sis por la que el Dios de los Evangelios perdona siempre. Orígenes, para tal afirmación se basaba en la parábola del Hijo pródigo que vuelve a los brazos del padre siendo recibido con fiesta y algarabía por su padre y despertand­o la envidia del hermano bueno y fiel.

La “condena eterna” de San Agus2n (siglo VI d.c.) mo vó las iras de aquellas madres que había dado a luz niños muertos, pues sin bau smo tenían que ir al infierno. Y, para evitar esta situación la Iglesia creó la “doctrina del Limbo”, un lugar donde esos niños “ni gozan ni sufren”, ajeno a los Evangelios y que fue eliminado por el papa Juan Pablo II, cuya hermana, nacida no pudo ser bau zada y liberada del pecado original.

Durante el Concilio de Florencia en el siglo XV se rubricó la doctrina de San Agus2n en la que estaba presente el infierno eterno.

...Y LA “PUERTA” EN TURQUÍA

“Este espacio está lleno de un vapor tan misterioso y denso que uno di7cilment­e puede ver el suelo. Cualquier animal que pase más allá conoce instantáne­amente la muerte. Intenté pasar unos gorriones e inmediatam­ente exhalaron su úl mo aliento y cayeron muertos”, eran las palabras de Estrabón en el siglo I a.c. sobre la “Puerta del infierno” en la ciudad de Hierápolis en la an gua Frigia.

No eran los únicos pues los aedos helenos cantaban sobre el Tártaro que estaría del inframundo. El Imperio Romano convir ó el concepto inframundo y la relacionó con Hades como regente del Infierno, de ese su reino. Sería el judeocris anismo el que tomaría el relevo de esa “reconversi­ón” para teñir el mito del infierno y adaptarlo a las creencias religiosas de la época en la eterna lucha del Bien y Mal.

El descubrimi­ento de esta “Puerta al Infierno” reabre el debate histórico que siempre se ha mantenido vivo sobre le existencia 7sica de un lugar llamado Infierno.

LA IGLESIA OFICIAL defiende desde el siglo XV que el infierno es el castigo para los que pecan y que es un castigo eterno. Esta afirmación se basaría en la particular teología de San Agustín, revisada en 2015 por el papa Francisco.

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Chichén Itzá.
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 ??  ?? Puerta al infierno hallada en Turquía.
Puerta al infierno hallada en Turquía.
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Papa Francisco.

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