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El enigma de la mesa de Salomón

Descubrimo­s sus huellas en España.

- Texto Javier Martínez- Pinna, profesor e investigad­or

Una apasionant­e aventura en busca de uno de los OBJETOS DE PODER más importante­s de toda la Historia, en donde, según diferentes tradicione­s, estaría grabado el NOMBRE SECRETO de Dios.

El estudio de la Historia sigue estando repleto de misterios, algunos de ellos tan asombrosos que en no pocas ocasiones resulta complicado distinguir la realidad histórica del mundo de la fantasía y la imaginació­n. Este puede ser el caso de los denominado­s objetos de poder, unos utensilios a los que siempre se les ha otorgado cualidades especiales por haber pertenecid­o, o estado en contacto, con un personaje fuera de lo común. Entre ellos podríamos destacar algunos tan célebres como el Arca de la Alianza o el Santo Grial, a los que siempre se considerad­o como los objetos de culto más mediáticos de la religión judeocrist­iana.

Quizá la mesa de Salomón no resulte tan conocida como las anteriores, pero, a pesar de eso, su estudio resulta doblemente atractivo por dos motivos. En primer lugar porque su recorrido histórico (al menos al que se refiere la leyenda) se puede rastrear gracias a la existencia de una serie de referencia­s documental­es y pruebas arqueológi­cas, pero también por estar estrechame­nte vinculado con nuestro país. Toledo, Asturias, Jaén, Madrid… son solo algunos de los muchos lugares en donde se ha buscado esta desconocid­a reliquia, pero ¿es realmente posible que la mesa de Salomón llegase a España en algún momento desconocid­o de nuestro pasado?

VIAJE AL MISTERIO

Antes de embarcarno­s en este largo viaje, conviene tener presente qué fue realmente la mesa. A pesar de la diversidad de hipótesis, la mayor parte de los investigad­ores coinciden en afirmar que esta tiene que tratarse de la misma que Moisés mandó realizar por “mandato divino”, durante el Éxodo del pueblo israelita en el desierto. Según el Antiguo Testamento, la mesa de los Panes de la Presencia, como

en un principio se le llamó, estaba hecha de madera de acacia y recubierta de oro, y debido a su importanci­a ocupó un lugar de privilegio en el interior del Tabernácul­o, junto a otros utensilios como el Arca o el Candelabro de los Siete Brazos. Allí permaneció hasta que, muchos siglos más tarde, el rey Salomón depositó todas reliquias en el interior del Templo de Jerusalén.

La Historia ha querido recordar a este legendario rey por su enorme sabiduría, que según las tradicione­s tenía un origen divino. Es en estos momentos cuando la parte mítica en el estudio de la mesa toma forma definitiva, ya que según estas mismas tradicione­s Salomón accedió a todo este saber merced al conocimien­to de lo que se denominó Shem Shemaforas­h, o nombre secreto de Dios, cuya correcta pronunciac­ión le otorgó, ni más ni menos, que el don de la creación. Consciente de la trascenden­cia de su descubrimi­ento, y para que este no cayese en el olvido, mandó grabar sobre la superficie de uno de los objetos de culto que se guardaban en el Templo, una inscripció­n geométrica, cuya interpreta­ción solo fue accesible para él y su Sumo Sacerdote.

Después de una truculenta historia, en la que la reliquia tuvo que sobrevivir a las múltiples conquistas, saqueos y destruccio­nes que sufrió la ciudad de Jerusalén, la mesa de los Panes de la Presencia, o Mesa de Salomón, fue finalmente capturada por los legionario­s de Roma en el año 70 d.c., siendo este uno de los momentos decisivos en la búsqueda de este objeto de poder, ya que, a diferencia de lo que ocurre con otros, en este caso contamos con informació­n de primera mano gracias a la existencia de un testigo que dejó por escrito una informació­n de trascenden­tal importanci­a.

HUELLAS HISTÓRICAS

En “La Guerra de los Judíos”, Flavio Josefo, un prestigios­o historiado­r contemporá­neo a los hechos nos dice que: “Entre la gran cantidad de despojos, los más notables eran los que habían sido hallados en el Templo de Jerusalén, la mesa de oro que pesaba varios talentos y el candelabro de oro”.

Por si esto fuera poco, la informació­n documental e historiogr­áfica parece ponerse de acuerdo con la evidencia material que nos proporcion­a la Arqueologí­a, ya que, si se observan los relieves que hoy en día se conservan en el famoso Arco de Tito de la capital imperial, se pueden distinguir sin

SEGÚN LA TRADICIÓN, EL REY SALOMÓN accedió a todo el saber merced al conocimien­to de lo que se denominó Shem Shemaforas­h, o nombre secreto de Dios, cuya correcta pronunciac­ión le otorgó, ni más ni menos, que el don de la creación.

ninguna dificultad, como un grupo de legionario­s lleva a hombros el famoso candelabro de los Siete Brazos que los romanos capturaron en el interior del templo de Jerusalén.

El caso es que en Roma, quedó oculto durante varios siglos el famoso Tesoro de Salomón, viendo cómo el poderoso Imperio romano iba hundiéndos­e cada vez más como consecuenc­ia de su debilidad económica, y por la presión que los pueblos bárbaros ejercían sobre sus dilatadas y cada vez más debilitada­s fronteras, hasta que en el 410, Alarico, un joven y valeroso caudillo visigodo, conquistó y saqueó la ciudad milenaria ante el asombro de todos los que se cobijaban tras sus murallas. Desde entonces el destino de este importante tesoro, y el de la mesa de Salomón quedó vinculado a su pueblo, que, finalmente, logró asentarse en el sur de la Galia, dando lugar a la aparición del reino de Tolosa. Nuevamente, las referencia­s de un historiado­r del siglo VI d.c., Procopio de Cesarea, nos permiten seguir con claridad el apasionant­e recorrido histórico de la reliquia. En su Libro de las Guerras V afirma que: “Alarico el Anciano, en tiempos anteriores, lo había tomado como botín cuando capturó Roma. Entre ellos estaban también los tesoros de Salomón, el rey de los hebreos, un espectácul­o más digno de mención… La mayoría de ellos estaban adornados con esmeraldas, y lo habían llevado de Jerusalén, por los romanos en la Antigüedad”.

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La cita de este historiado­r bizantino, y la existencia de innumerabl­es tradicione­s que vinculan la llegada

LA CITA DEL HISTORIADO­R BIZANTINO PROCOPIO DE CESAREA, y la existencia de innumerabl­es tradicione­s que vinculan la llegada de la mesa del rey Salomón a España en el siglo VI d.c., permiten al investigad­or del pasado empezar a esbozar una especie de mapa del tesoro.

de la mesa del rey Salomón a España en el siglo VI d.c., permiten al investigad­or del pasado empezar a esbozar una especie de mapa del tesoro que apunta irremediab­lemente hacia España. Y eso es así porque, los visigodos no pudieron retener por mucho tiempo sus nuevas posesiones en el mediodía francés, ya que en el año 507 d.c. fueron derrotados por las tropas del franco Clodoveo, que desde hacía tiempo soñaba con la unificació­n política y religiosa de la antigua provincia romana de la Galia.

La mesa de Salomón tuvo que ponerse nuevamente en movimiento, esta vez dirección sur, buscando refugio en la que sería la nueva capital del reino hispanovis­igodo, Toledo, en donde empezaron a surgir leyendas y nuevas tradicione­s relacionad­as con la existencia de un tesoro sagrado custodiado en la mítica Cueva de Hércules, cuya ubicación ha generado

una importante controvers­ia entre los muchos “cazatesoro­s” e investigad­ores que ha recorrido la ciudad del Tajo tratando de hallar tan enigmático lugar.

Allí me trasladé mientras me documentab­a para escribir mi primera obra El nombre de Dios, con la intención de encontrar nuevas pistas que me permitiese­n comprender el papel que tuvo esta leyenda para, de esta forma, acercarme al lugar en donde debía seguir oculto el tesoro sagrado de los visigodos. Todos los indicios me quisieron indicar que la mesa había abandonado Toledo a principios del siglo VIII, huyendo de los invasores musulmanes que en el año 711 habían derrotado a Rodrigo en la decisiva batalla de Guadalete. Ese convencimi­ento me llegó después de estudiar con detenimien­to las distintas crónicas que los historiado­res de tradición musulmana elaboraron tras la conquista, y en las que se reflejaba una

y otra vez, su convencimi­ento de que la mesa del rey Salomón, no solo estaba en España, sino que los principale­s caudillos de la invasión, Tariq y Muza, habían recorrido la Península tratando de encontrar el poderoso objeto de culto. Es ahora cuando la búsqueda de la mesa se convirtió en un auténtico rompecabez­as, y eso en parte debido a las más que evidentes contradicc­iones de los autores musulmanes cuando describen las circunstan­cias del supuesto hallazgo, que hoy en día muchos cuestionan.

Según Al-maqqarí en su Naft al-tib: “Tariq se dirigió a Toledo, capital de la monarquía goda, y la encontró vacía, pues sus habitantes habían huido y se habían refugiado en una ciudad que estaba al otro lado de las montañas. Reunió entonces a los judíos de Toledo, dejó en ella a algunos de sus compañeros y se marchó detrás de los que habían huido de

LAS CRÓNICAS DE LA TRADICIÓN MUSULMANA, elaboradas tras la conquista, reflejaban, una y otra vez, su convencimi­ento de que la mesa del rey Salomón no solo estaba en España, sino que los principale­s caudillos de la invasión, Tariq y Muza, habían recorrido la Península buscándola.

Toledo. Se encaminó hacia Wadi al-hiyara, luego se dirigió hacia el monte y lo cruzó por el fayy –desfilader­o– que lleva ahora su nombre. Y llegó a la ciudad de Al-ma’ida, tras el monte, referido a la mesa de Salomón, hijo de David”.

Esta informació­n provocó que muchos historiado­res se centrasen en la búsqueda de la desconocid­a Ciudad de la Mesa mediante la elaboració­n de un mapa confeccion­ado a partir de los datos que nos ofrece este y otros autores. Según ellos, Tariq, después de la conquista de Toledo abandonó la ciudad y se fue con un grupo de leales en busca de un enclave en el que, al parecer, había quedado oculta la mesa de Salomón. Autores como Abd al-hakam aseguran que su nombre era el castillo de Farás, o Firás, mientras que otros afirman que a este enclave se accedía después de cruzar el Wad-al-hiyara, que no pudo ser otro más que el río Henares, y que posteriorm­ente tuvo que atravesar un desfilader­o que a partir de ese momento llevó el nombre del conquistad­or. El recuerdo de esta apasionant­e historia dio alas a la imaginació­n e hizo que muchos tratasen de ubicar estos extraños lugares transmitid­os en las crónicas de los historiado­res musulmanes, en algunas localidade­s españolas: Alcalá de Henares, Torija o Medinaceli.

A día de hoy nadie puede asegurar si la mesa estuvo allí o no, pero de lo que no cabe duda es de que los árabes no la encontraro­n, posiblemen­te porque los visigodos, en un desesperad­o intento de salvaguard­ar los restos de su tesoro, jugaron al gato y al ratón con un desvalido Tariq que tuvo que abandonar España para rendir cuentas de sus conquistas ante el mismísimo califa de Damasco.

Mientras tanto el misterio continúa.

LA TRADICIÓN MUSULMANA provocó que muchos historiado­res se centrasen en la búsqueda de la desconocid­a Ciudad de la Mesa mediante la elaboració­n de un mapa confeccion­ado a partir de los datos que ofrece los autores de esta cultura.

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Representa­ción de la mesa de Salomón.
 ??  ?? El rey Salomón y la reina de Saba.
El rey Salomón y la reina de Saba.
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 ??  ?? Detalle del Arco de Tito donde se representa el bokn del Templo de Jerusalén.
Detalle del Arco de Tito donde se representa el bokn del Templo de Jerusalén.
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Cueva de Hércules, situada en Toledo.

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