El enigma de la mesa de Salomón
Descubrimos sus huellas en España.
Una apasionante aventura en busca de uno de los OBJETOS DE PODER más importantes de toda la Historia, en donde, según diferentes tradiciones, estaría grabado el NOMBRE SECRETO de Dios.
El estudio de la Historia sigue estando repleto de misterios, algunos de ellos tan asombrosos que en no pocas ocasiones resulta complicado distinguir la realidad histórica del mundo de la fantasía y la imaginación. Este puede ser el caso de los denominados objetos de poder, unos utensilios a los que siempre se les ha otorgado cualidades especiales por haber pertenecido, o estado en contacto, con un personaje fuera de lo común. Entre ellos podríamos destacar algunos tan célebres como el Arca de la Alianza o el Santo Grial, a los que siempre se considerado como los objetos de culto más mediáticos de la religión judeocristiana.
Quizá la mesa de Salomón no resulte tan conocida como las anteriores, pero, a pesar de eso, su estudio resulta doblemente atractivo por dos motivos. En primer lugar porque su recorrido histórico (al menos al que se refiere la leyenda) se puede rastrear gracias a la existencia de una serie de referencias documentales y pruebas arqueológicas, pero también por estar estrechamente vinculado con nuestro país. Toledo, Asturias, Jaén, Madrid… son solo algunos de los muchos lugares en donde se ha buscado esta desconocida reliquia, pero ¿es realmente posible que la mesa de Salomón llegase a España en algún momento desconocido de nuestro pasado?
VIAJE AL MISTERIO
Antes de embarcarnos en este largo viaje, conviene tener presente qué fue realmente la mesa. A pesar de la diversidad de hipótesis, la mayor parte de los investigadores coinciden en afirmar que esta tiene que tratarse de la misma que Moisés mandó realizar por “mandato divino”, durante el Éxodo del pueblo israelita en el desierto. Según el Antiguo Testamento, la mesa de los Panes de la Presencia, como
en un principio se le llamó, estaba hecha de madera de acacia y recubierta de oro, y debido a su importancia ocupó un lugar de privilegio en el interior del Tabernáculo, junto a otros utensilios como el Arca o el Candelabro de los Siete Brazos. Allí permaneció hasta que, muchos siglos más tarde, el rey Salomón depositó todas reliquias en el interior del Templo de Jerusalén.
La Historia ha querido recordar a este legendario rey por su enorme sabiduría, que según las tradiciones tenía un origen divino. Es en estos momentos cuando la parte mítica en el estudio de la mesa toma forma definitiva, ya que según estas mismas tradiciones Salomón accedió a todo este saber merced al conocimiento de lo que se denominó Shem Shemaforash, o nombre secreto de Dios, cuya correcta pronunciación le otorgó, ni más ni menos, que el don de la creación. Consciente de la trascendencia de su descubrimiento, y para que este no cayese en el olvido, mandó grabar sobre la superficie de uno de los objetos de culto que se guardaban en el Templo, una inscripción geométrica, cuya interpretación solo fue accesible para él y su Sumo Sacerdote.
Después de una truculenta historia, en la que la reliquia tuvo que sobrevivir a las múltiples conquistas, saqueos y destrucciones que sufrió la ciudad de Jerusalén, la mesa de los Panes de la Presencia, o Mesa de Salomón, fue finalmente capturada por los legionarios de Roma en el año 70 d.c., siendo este uno de los momentos decisivos en la búsqueda de este objeto de poder, ya que, a diferencia de lo que ocurre con otros, en este caso contamos con información de primera mano gracias a la existencia de un testigo que dejó por escrito una información de trascendental importancia.
HUELLAS HISTÓRICAS
En “La Guerra de los Judíos”, Flavio Josefo, un prestigioso historiador contemporáneo a los hechos nos dice que: “Entre la gran cantidad de despojos, los más notables eran los que habían sido hallados en el Templo de Jerusalén, la mesa de oro que pesaba varios talentos y el candelabro de oro”.
Por si esto fuera poco, la información documental e historiográfica parece ponerse de acuerdo con la evidencia material que nos proporciona la Arqueología, ya que, si se observan los relieves que hoy en día se conservan en el famoso Arco de Tito de la capital imperial, se pueden distinguir sin
SEGÚN LA TRADICIÓN, EL REY SALOMÓN accedió a todo el saber merced al conocimiento de lo que se denominó Shem Shemaforash, o nombre secreto de Dios, cuya correcta pronunciación le otorgó, ni más ni menos, que el don de la creación.
ninguna dificultad, como un grupo de legionarios lleva a hombros el famoso candelabro de los Siete Brazos que los romanos capturaron en el interior del templo de Jerusalén.
El caso es que en Roma, quedó oculto durante varios siglos el famoso Tesoro de Salomón, viendo cómo el poderoso Imperio romano iba hundiéndose cada vez más como consecuencia de su debilidad económica, y por la presión que los pueblos bárbaros ejercían sobre sus dilatadas y cada vez más debilitadas fronteras, hasta que en el 410, Alarico, un joven y valeroso caudillo visigodo, conquistó y saqueó la ciudad milenaria ante el asombro de todos los que se cobijaban tras sus murallas. Desde entonces el destino de este importante tesoro, y el de la mesa de Salomón quedó vinculado a su pueblo, que, finalmente, logró asentarse en el sur de la Galia, dando lugar a la aparición del reino de Tolosa. Nuevamente, las referencias de un historiador del siglo VI d.c., Procopio de Cesarea, nos permiten seguir con claridad el apasionante recorrido histórico de la reliquia. En su Libro de las Guerras V afirma que: “Alarico el Anciano, en tiempos anteriores, lo había tomado como botín cuando capturó Roma. Entre ellos estaban también los tesoros de Salomón, el rey de los hebreos, un espectáculo más digno de mención… La mayoría de ellos estaban adornados con esmeraldas, y lo habían llevado de Jerusalén, por los romanos en la Antigüedad”.
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La cita de este historiador bizantino, y la existencia de innumerables tradiciones que vinculan la llegada
LA CITA DEL HISTORIADOR BIZANTINO PROCOPIO DE CESAREA, y la existencia de innumerables tradiciones que vinculan la llegada de la mesa del rey Salomón a España en el siglo VI d.c., permiten al investigador del pasado empezar a esbozar una especie de mapa del tesoro.
de la mesa del rey Salomón a España en el siglo VI d.c., permiten al investigador del pasado empezar a esbozar una especie de mapa del tesoro que apunta irremediablemente hacia España. Y eso es así porque, los visigodos no pudieron retener por mucho tiempo sus nuevas posesiones en el mediodía francés, ya que en el año 507 d.c. fueron derrotados por las tropas del franco Clodoveo, que desde hacía tiempo soñaba con la unificación política y religiosa de la antigua provincia romana de la Galia.
La mesa de Salomón tuvo que ponerse nuevamente en movimiento, esta vez dirección sur, buscando refugio en la que sería la nueva capital del reino hispanovisigodo, Toledo, en donde empezaron a surgir leyendas y nuevas tradiciones relacionadas con la existencia de un tesoro sagrado custodiado en la mítica Cueva de Hércules, cuya ubicación ha generado
una importante controversia entre los muchos “cazatesoros” e investigadores que ha recorrido la ciudad del Tajo tratando de hallar tan enigmático lugar.
Allí me trasladé mientras me documentaba para escribir mi primera obra El nombre de Dios, con la intención de encontrar nuevas pistas que me permitiesen comprender el papel que tuvo esta leyenda para, de esta forma, acercarme al lugar en donde debía seguir oculto el tesoro sagrado de los visigodos. Todos los indicios me quisieron indicar que la mesa había abandonado Toledo a principios del siglo VIII, huyendo de los invasores musulmanes que en el año 711 habían derrotado a Rodrigo en la decisiva batalla de Guadalete. Ese convencimiento me llegó después de estudiar con detenimiento las distintas crónicas que los historiadores de tradición musulmana elaboraron tras la conquista, y en las que se reflejaba una
y otra vez, su convencimiento de que la mesa del rey Salomón, no solo estaba en España, sino que los principales caudillos de la invasión, Tariq y Muza, habían recorrido la Península tratando de encontrar el poderoso objeto de culto. Es ahora cuando la búsqueda de la mesa se convirtió en un auténtico rompecabezas, y eso en parte debido a las más que evidentes contradicciones de los autores musulmanes cuando describen las circunstancias del supuesto hallazgo, que hoy en día muchos cuestionan.
Según Al-maqqarí en su Naft al-tib: “Tariq se dirigió a Toledo, capital de la monarquía goda, y la encontró vacía, pues sus habitantes habían huido y se habían refugiado en una ciudad que estaba al otro lado de las montañas. Reunió entonces a los judíos de Toledo, dejó en ella a algunos de sus compañeros y se marchó detrás de los que habían huido de
LAS CRÓNICAS DE LA TRADICIÓN MUSULMANA, elaboradas tras la conquista, reflejaban, una y otra vez, su convencimiento de que la mesa del rey Salomón no solo estaba en España, sino que los principales caudillos de la invasión, Tariq y Muza, habían recorrido la Península buscándola.
Toledo. Se encaminó hacia Wadi al-hiyara, luego se dirigió hacia el monte y lo cruzó por el fayy –desfiladero– que lleva ahora su nombre. Y llegó a la ciudad de Al-ma’ida, tras el monte, referido a la mesa de Salomón, hijo de David”.
Esta información provocó que muchos historiadores se centrasen en la búsqueda de la desconocida Ciudad de la Mesa mediante la elaboración de un mapa confeccionado a partir de los datos que nos ofrece este y otros autores. Según ellos, Tariq, después de la conquista de Toledo abandonó la ciudad y se fue con un grupo de leales en busca de un enclave en el que, al parecer, había quedado oculta la mesa de Salomón. Autores como Abd al-hakam aseguran que su nombre era el castillo de Farás, o Firás, mientras que otros afirman que a este enclave se accedía después de cruzar el Wad-al-hiyara, que no pudo ser otro más que el río Henares, y que posteriormente tuvo que atravesar un desfiladero que a partir de ese momento llevó el nombre del conquistador. El recuerdo de esta apasionante historia dio alas a la imaginación e hizo que muchos tratasen de ubicar estos extraños lugares transmitidos en las crónicas de los historiadores musulmanes, en algunas localidades españolas: Alcalá de Henares, Torija o Medinaceli.
A día de hoy nadie puede asegurar si la mesa estuvo allí o no, pero de lo que no cabe duda es de que los árabes no la encontraron, posiblemente porque los visigodos, en un desesperado intento de salvaguardar los restos de su tesoro, jugaron al gato y al ratón con un desvalido Tariq que tuvo que abandonar España para rendir cuentas de sus conquistas ante el mismísimo califa de Damasco.
Mientras tanto el misterio continúa.
LA TRADICIÓN MUSULMANA provocó que muchos historiadores se centrasen en la búsqueda de la desconocida Ciudad de la Mesa mediante la elaboración de un mapa confeccionado a partir de los datos que ofrece los autores de esta cultura.