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La cruzada de Himmler

El interés nazi por el Santo Grial.

- Texto Javier Martínez-pinna, autor de Los orígenes ocultos del Tercer Reich. Editorial Guante Blanco

El 23 de octubre 1940, después de un ajetreado viaje por media España, Himmler y sus hombres de confianza embarcaron en un avión y pusieron rumbo a Barcelona, con la intención de protagoniz­ar uno de los episodios más increíbles de este oscuro período, caracteriz­ado por el triunfo del nacionalso­cialismo en una buena parte del continente europeo. Hacia las 13.00 horas la comitiva alemana llegó al aeropuerto de la ciudad condal, para encontrars­e con una cálida recepción por parte del pueblo de Barcelona, con su alcalde a la cabeza.

Inmediatam­ente el Reichsführ­er se desplazó hasta el Ritz, en donde sabemos que disfrutó de un almuerzo ofrecido por el jefe de la Región Militar, el general Luís Orgaz, pero hemos de suponer que durante toda la jornada Himmler habría estado esperando con impacienci­a que llegase el momento de iniciar la trascenden­tal búsqueda que había estado planeado desde muchos años atrás. Según las antiguas tradicione­s, perpetuada­s en el tiempo por las narracione­s del Ciclo Artúrico, el hallazgo del Grial estaba reservado para un hombre puro, y él así se considerab­a, entre otras cosas por creerse el más digno representa­nte de la raza aria y de sus valores ancestrale­s.

Aunque los investigad­ores y estudiosos de esta etapa han llegado en ocasiones a interpreta­r este mismo episodio como algo puramente legendario, ajeno a toda realidad histórica, los hechos que siguieron a continuaci­ón han sido corroborad­os en multitud de ocasiones, pero, a pesar de todo, aún existen reticencia­s a la hora de comprender estos hechos, tal vez porque a muchos nos sigue costando admitir cómo toda esta locura se

El NAZISMO bebía del esoterismo, algo que se hizo patente en la visita de Himmler a la ciudad Condal, durante la que mostró su interés por ir a Montserrat en busca del SANTO GRIAL.

impuso en un país europeo como Alemania, que en tan poco tiempo edificó una nueva manera de entender el mundo y el pasado tan ajena a l o que eran l os valores convencion­ales de unos países que ya habían enterrado el oscurantis­mo de etapas anteriores, merced al triunfo de la razón y el humanismo.

M ONTSERRAT Y LAS LEYENDAS ARTÚRICAS

Himmler ya había tratado de acercarse al enigma del Grial a partir de las investigac­iones de Rahn, quien no pudo sobrevivir al terror desatado en su país por el régimen extremista de l os nazis. Himmler hizo suya una antigua creencia que relacionab­a el Munsalvaes­che de las crónicas artúricas con la montaña mágica de Montserrat, lugar hacia donde se dirigió, no sabemos muy bien si para recoger nuevos datos en l a búsqueda de la reliquia, o para apoderarse directamen­te de ella. Al llegar a su destino, el alemán empezó a sentir en l o más profundo de su ser un extraño sentimient­o que l e hizo pensar en la inminencia de un gran descubrimi­ento. Pronto l os alemanes lograrían acceder a los poderes de un objeto sagrado que había sido buscado durante muchos siglos, y sería él, el mago negro de las SS, el elegido por el destino para completar esta hazaña.

Desgraciad­amente, las cosas no tardaron en torcerse para l os intereses de Himmler, porque el abad del monasterio, el padre Antoni María Marcet, que conocía el odio que sentía su visitante hacia el cristianis­mo, no se dignó ni siquiera en recibirle en persona, provocando una terrible conmoción en el amor propio de un ser que más tarde sería uno de l os principale­s responsabl­es del exterminio de millones de personas. El abad, conocedor de l a i mportancia de esta visita de estado, ordenó a un joven religioso versado en la l engua germana, Andreu Ripoll Noble, hacer de i mprovisado cicerone del l í der nacionalso­cialista, pero no sin antes advertirle de la necesidad de no revelarle ninguno de l os presuntos misterios que se escondían en las entrañas de la montaña.

Según declaracio­nes posteriore­s del propio Ripoll, Himmler llegó hasta Montserrat obsesionad­o con encontrar una pista sobre el Grial, y por eso se hizo acompañar de algunos

HIMMLER HIZO SUYA LA ANTIGUA CREENCIA que relacionab­a el Munsavaesc­he de las crónicas artúricas con la montaña mágica de Montserrat, lugar hacia donde se dirigió, no sabemos muy bien si para recoger nuevos datos en la búsqueda de la reliquia o para apoderarse de ella.

de l os miembros más poderosos de la SS, todos ellos expertos en el mundo de l o oculto y del esoterismo.

Pero este era su sitio, y Andreu Ripoll no iba a dejar pasar la oportunida­d de poner en un serio compromiso a su enajenado invitado.

UN PASEO POR LA MONTAÑA "MÁGIGA"

Siguiendo el recorrido f ijado para l os visitantes habituales del monasterio, y obviando para desesperac­ión de Himmler todas l as preguntan referentes al Grial, el bueno de Andreu Ripoll Noble l o condujo consciente­mente hasta el lugar en donde reposaba la imagen de la Moreneta, pidiéndole que cumpliese con l o que la tradición marcaba, y que besase l os pies de la Virgen que tenía frente a él. En este momento, según dijo el propio religioso más tarde, Himmler estalló con furia después de sufrir tan indigna humillació­n al pedírsele que besase l os pies de una Virgen, que además era negra, y por eso l e dijo a su interlocut­or que ya se encargaría él de acabar con todo este oscurantis­mo y con la irracional­idad de los cristianos ( y lo pensaba un hombre que ya antes habría intentado descubrir el lugar en donde se escondía el martillo de Thor, la piedra mágica caída desde la frente de Lucifer, o la raza de superhombr­es arios que vivían bajo la corteza terrestre).

Para Himmler ya había llegado el momento de terminar con todo este menospreci­o, por l o que a partir de ese momento se harían las cosas como a él l e pareciesen. Para inves-

SIGUIENDO EL RECORRIDO fijado por los visitantes habituales del monasterio, Andreu Ripoll Noble condujo a Himmler hasta el lugar donde reposaba la imagen de la Moreneta, y le pidió que cumpliera con la tradición de besar los pies a la Virgen. Himmler estalló de furia.

tigar las verdaderas huellas del Grial en Montserrat debía de visitar su Biblioteca, y por eso l e dijo al religioso, todavía con el enfado en el cuerpo, que l e acompañase hasta ella, sin ni siquiera imaginar que su petición iba a ser nuevamente rechazada por no considerar­se apropiada en aquel momento. Es más, el padre Ripoll tampoco l e iba a permitir investigar en las innumerabl­es cuevas y simas situadas en el interior de la montaña.

Ante dicha respuesta, l os tics nerviosos que padecía el ario desde hacía mucho tiempo se multiplica­ron exponencia­lmente poco a poco, a medida que pasaba el día, pero en esta ocasión no dijo nada, tal vez por su incapacida­d para digerir tamaña ofensa o para conservar la dignidad de la forma más conve- niente. Pero l o que hizo colmar la paciencia del Reichsführ­er fue la nueva puntualiza­ción del monje español cuando l e dijo que estaba equivocado en su particular forma de interpreta­r las Sagradas Escrituras. En ese momento Himmler dio media vuelta y se marchó prometiénd­ose así mismo que estos “malditos” monjes pagarían por haberle humillado públicamen­te.

UNA VISITA FALLIDA

El corto trayecto hasta Barcelona se l e hizo interminab­le, pero al f in logró llegar a la Ciudad Condal a las 19.30 horas para presidir una cena en compañía de la numerosa colonia alemana del lugar. Su viaje por tierras españolas estaba tocando a su f in, y ninguno de sus grandes objetivos fue cumplido con éxito, y para colmo esos presuntuos­os religiosos l e habían amargado su visita a un enclave que él siempre había considerad­o mágico. Estaba claro que ya nada podía salir peor, pero nuevamente se equivocaba.

A pesar de que en esta ocasión no podamos contar con documentac­ión oficial que nos permita corroborar históricam­ente el suceso, parece ser que la última noche de Himmler en el Ritz se produjo un episodio marcado por l a polémica. Aprovechan­do un descuido del alemán, alguien habría hecho desaparece­r el maletín que guardaba en su habitación.

Nadie ha podido asegurar quién fue el responsabl­e de esta operación, pero i nmediatame­nte las sospechas habrían recaído sobre un

A PESAR DE QUE NO EXISTE DOCUMENTAC­IÓN OFICIAL QUE PERMITA CORROBORAR HISTÓRICAM­ENTE EL SUCESO, parece ser que la última noche de Himmler en el Ritz se produjo un episodio marcado por la polémica: a Himmler le robaron un maletín de la habitación.

músico de jazz judío llamado Bernard Hilda, aunque l o más probable es que detrás del robo, si es que realmente se produjo, estuviesen l os servicios de espionaje franceses o ingleses.

En cuanto al maletín, no se puede saber l o que albergaba en su interior, y eso dio alas a la imaginació­n. Hubo quien dijo que en él podrían esconderse una serie de planos secretos sobre el lugar en donde estaría escondido el Santo Grial, mientras que otros prefiriero­n pensar en unos documentos en donde se habría sellado un acuerdo de colaboraci­ón entre la mística Ahnenerbe y algunos arqueólogo­s españoles.

La mañana siguiente, Himmler se dirigió hacia el aeropuerto del Prat para embarcar en un avión que l e llevase l ejos de este país de l ocos, en donde había sido humillado más que en ningún otro lugar. Su intento de arrancar del gobierno español un tratado para que su ejército atravesase el territorio había fracasado estrepitos­amente, y eso a pesar de sus innegables esfuerzos soportando la lluvia, todas las bandas musicales que durante días l e habían perseguido por media España, tidos de forma ridícula.

Para colmo de males, esos monjes de Montserrat se habían reído en sus narices, pidiéndole que él, el Reichsführ­er besase l os pies de la dichosa Virgen negra, para después dejarle sin ninguna posibilida­d de investigar a fondo ese monasterio en donde, tal vez, podría seguir escondido el Santo Grial.

EN CUANTO AL MALETÍN, no se sabe lo que albergaba, lo que ha dado alas a la imaginació­n. Hay quien dice que en él podrían esconderse una serie de planos secretos que señalaban dónde estaba el Santo Grial; otros prefieren pensar que allí se guardaba un acuerdo entre la Ahnenerbe y los arqueólogo­s españoles.

 ??  ?? 1940. Encuentro entre Himmler y Franco.
1940. Encuentro entre Himmler y Franco.
 ??  ?? Himmler durante su visita a Montserrat.
Himmler durante su visita a Montserrat.
 ??  ?? Junto a estas líneas, Grial de Valencia. A la derecha, Himmler junto a Hitler.
Junto a estas líneas, Grial de Valencia. A la derecha, Himmler junto a Hitler.
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 ??  ?? Himmler en la plaza de los toros de las Ventas.
Himmler en la plaza de los toros de las Ventas.

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