Mas Alla (Connecor)

La momia que grita

Descifran el enigma de la maldición del hijo de Ramsés III.

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Durante décadas el Museo Egipcio de El Cairo ha guardado con recelo una momia un tanto singular, a la cual solo tenían acceso algunos estudiosos bajo permiso previo. Se trata del Individuo E, la momia más extraña y enigmática de toda la vasta colección del museo. No en vano, la forma en la que fue enterrada hace recordar como si esta estuviera dando un grito eterno de terror que empezó hace tres milenios. El porqué, nadie lo sabía hasta ahora. Y es que se acaba de descubrir su secreto, el cual deja al descubiert­o una historia de luchas de poder, asesinatos de faraones y maldicione­s que persiguen hasta el Más Allá.

La momia fue encontrada en el año 1881, por el arqueólogo alemán Heinrich Karl Burgsch en el Valle de los Reyes. Cuando por fin consiguió acceder a la que se sería denominada como Tumba DB320, descubrió asombrado más de 50 momias apoyadas en las paredes.

HALLAZGO HISTÓRICO

Aunque Brugsch no lo sabía, acababa de hacer uno de los mayores hallazgos de la egiptologí­a de todos los empos. Grandes nombres protagonis­tas de la historia como Ramsés II, Tutmosis II o Se I iban desfilando por delante de sus ojos a medida que los operarios los sacaban de la tumba para llevarlos al museo. Pero, sin duda, la momia más llama va fue aquella que se encontraba sin ningún po de iden ficación. Estaba embalsamad­a con los mejores materiales, sólo al alcance de la familia real, pero no tenía la expresión hierá ca y durmiente de las demás, sino que se retorcía en un rictus de dolor, con la boca abierta. Por si no fuera suficiente, sus brazos estaban sujetos con fuerte ras de cuero que se clavaban en su piel, el cuerpo estaba envuelto en pieles de oveja (un animal considerad­o impuro por los an guos y que no cumplía ningún papel en la momificaci­ón) y además, sobre su piel alguien había trazado maldicione­s rituales y unas feas marcas en el cuello indicaban que el sujeto había sido estrangula­do.

UNA CONDENA ETERNA

Ahora se sabe que esta momia pertenecía a uno de los hijos del faraón Ramsés III, cuya condena, por conspirar con el propósito de matar a su padre y asaltar su trono, fue la muerte, y ser embalsamad­o con la boca abierta para que purgase por sus pecados eternament­e y jamás pudiera descansar en paz.

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