Mas Alla (Connecor)

KUNG-FU EMOCIONAL

CÓMO GANAR FORTALEZA MENTAL PARA EL ÉXITO Y LA FELICIDAD

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Uno de los psicólogos más reputados de España nos enseña su innovador método para ganar MÚSCULO EMOCIONAL. Podemos alcanzar un nivel de control mental sorprenden­te: el de las personas más fuertes y felices.

Estoy convencido de que dentro de unos años —quizá veinte, treinta o cincuenta— dispondrem­os de unos maravillos­os cascos de mejoramien­to personal, con electrodos que enviarán señales eléctricas a nuestro cerebro para es mular cualquier función mental, con un menú en el que se podrá elegir: “estar plenamente atento”, “tener un sueño reparador”, “estar de un humor fes vo”, “disponer de supermemor­ia”, “estar sexualment­e excitado”, etc. Le daremos al mando y ¡bum!: nos encontrare­mos justo cómo deseamos.

De hecho, eso ya existe –como proto po– y se llama “electroes mulación intracrane­al”. Se trata de una disciplina en desarrollo a la que solo le falta tener un mapeo muy detallado de cada función cerebral y un manejo más fino de la es mulación. ¡No estamos nada lejos de conseguirl­o!

A par r de ese día, la Historia de la Humanidad dará un vuelco. Prác camente todas las personas ofrecerán su mejor versión. ¿Cómo será un mundo en el que todos seamos completame­nte generosos, felices, sosegados, comprensiv­os y crea vos? Segurament­e, ya no habrá más guerras ni desigualda­des, cuidaremos del planeta y seremos muy espiritual­es.

Pero, a falta de que llegue ese día, la psicología dispone de otra vía para acercarnos a ese ideal. Se trata de es mular el cerebro con nuestro propio pensamient­o, de manera que prác camente encendamos las neuronas a placer.

Ahora mismo me encuentro en mi despacho de Barcelona, escribiend­o estas líneas, mientras el sol de invierno entra por la ventana y lo baña todo. En mi estéreo suena una canción llamada “Stranger”, de Paul Simon. Y me hallo en la situación mental perfecta para este trabajo: casi noto la serotonina fluir por las circunvala­ciones de mi materia gris. Y quiero estar siempre así: feliz y en forma. Y sé que tengo la clave en mi diálogo mental.

¿En qué po de personas nos vamos a conver r si aprendemos a manejar nuestro mando a distancia emocional, si aprendemos a fondo la psicología cogni va?

Seremos personas:

1) Alegres como las monjas de clausura. 2) Capaces de ac var la droga interior del éxtasis como los ar stas.

3) Felices, independie­ntemente de la situación, como los grandes viajeros.

4) Rebosantes de serotonina (sin causa) como los niños en un parque de atraccione­s.

5) En la abundancia, como los jóvenes, llenos de vida.

EL ABC DEL CONTROL MENTAL

La terapia cogni va es la escuela de psicología más estudiada en las universida­des de todo el mundo. La más cien}fica y eficaz. Pero eso no quita que beba de tradicione­s de miles de años de an güedad.

Quizá el primer aporte lo ver ó Lao Tsé, quinientos años antes del nacimiento de Cristo, en una China ancestral compuesta por cientos de reinos, con sus tantos emperadore­s y sus sabios correspond­ientes.

Solo un siglo más tarde, en la an quísima India, lo hizo Sidarta Gautama, Buda. Y, casi al mismo empo, en la occidental Grecia, varios filósofos clásicos, entre los que destacaron Diógenes y Epicteto. Desde el inicio, este “arte de vivir” fue revolucion­ario. Quienes lo descubrían, sabían que habían hallado un tesoro.

Y en la actualidad, todos los días, cientos de personas que se mueven en skateboard­s parecidos a los de Martymcfly, de Regreso al futuro, vuelven a descubrir fascinados

aquel arte de vivir: la moderna psicología cognitiva.

Como psicólogo, he conocido a miles de personas que han hecho ese eureka maravillos­o. ¡Yo mismo lo hago cada día! Y ahora, a través de este libro, me dispongo a traspasar este conocimien­to una vez más. ¡Bienvenido al club de las personas dotadas de poder emocional!

KUNG-FU EMOCIONAL

Como chaval de los años ochenta que fui, todavía tengo frescas en mi re na las imágenes de la película Karate Kid. ¿Cómo olvidar al señor Miyagi? Ese anciano japonés que enseñó artes marciales a un enclenque adolescent­e hasta conver rlo en cinturón negro.

Las técnicas pedagógica­s del señor Miyagi eran la monda: en vez de ejercicios sobre el tatami, imponía pesadas tareas de bricolaje y limpieza. Eso sí, detrás de cada esfuerzo había un aprendizaj­e crucial. Uno de esos ejercicios era “dar cera, pulir cera” sobre el coche del anciano. “Dar cera, pulir cera”, “dar cera, pulir cera”... Y con ello el chico aprendió los movimiento­s claves del kung-fu.

Pues algo muy parecido podemos hacer con la psicología cogni va. Y es que la fortaleza mental ene un entrenamie­nto similar, con dos movimiento­s que llamaremos: “renuncia y creación”. Repitamos: “renuncia y creación”. Empecemos estudiando el primer movimiento: la renuncia, la vía regia hacia la felicidad. No estaría nada mal empezar todos

los días renunciand­o. “Renunciar” –ese primer “dar cera”– consiste en darse cuenta de que no necesitamo­s casi nada para estar bien. ¡Qué liberación!

PRIMER PASO: LA RENUNCIA

Empecemos por definir la “renuncia alegre”, que es algo muy diferente que la “renuncia triste”: el ma z es fundamenta­l. La renuncia alegre es la capacidad de no apegarse a ningún bien, a sabiendas de que hay infinidad de fuentes de bienestar, de que vivimos en una desbordant­e abundancia. Se trata de soltar riendo, bailando, emocionado­s por la vida.

¿Por qué la renuncia alegre es tan esencial para la fortaleza emocional? Veámoslo. Las personas nos perturbamo­s siempre porque lamentamos algo que sucede (o podría suceder). Estamos de mal humor porque nos duele la espalda o dudamos del resultado de un examen. Pero, en realidad, la perturbaci­ón emocional no es producto del dolor o del suspenso, sino de la necesidad imperiosa de estar libre de dolor o de la obligación de aprobar el examen. Dicho de otra forma, el malestar procede de la incapacida­d de ver que podríamos estar genial sin librarnos del dolor y sin aprobar la asignatura. ¡Eso son solo nimiedades! Por lo tanto, lo que nos perturba emocionalm­ente son siempre necesidade­s absurdas a las que no queremos renunciar.

La renuncia alegre –el primer movimiento del kung‐ fu emocional– nos enseña que podemos ser felices en cualquier caso. Ya no es necesario nada: con o sin dolor, vamos a disfrutar. Con o sin }tulo académico, la vida va a ser genial. ¡Podemos renunciar a todo, podemos ser felices sin nada! Aquí se ha acabado la debilidad emocional. Pero esta alegría solo es posible si nos damos cuenta de lo que viene a con nuación.

NADAR EN LA ABUNDANCIA

Reconozco que a los seres humanos nos cuesta mucho renunciar, cuando en realidad podría ser lo más fácil del mundo. ¡Solo hay que probarlo! Si lo hacemos, se nos revelará que la vida es tan abundante que no hay nada que temer. De hecho, la renuncia y la abundancia son dos hechos comunicant­es. Cuando nos demos cuenta de este hecho paradójico, ya no tendremos ningún problema para la renuncia. Es más, nos enamorarem­os de ella: no nos apegaremos a nada porque entenderem­os la vida como un jardín repleto de frutos sabrosísim­os, inagotable­s e imperecede­ros. Y la fuente de la abundancia de la vida es debida a un fenómeno que yo llamo la “gra ficación creada”.

Cuando viajo a Madrid me encanta visitar el Museo del Prado. He ido en treinta o cuarenta ocasiones. Escuchando mi música con los auriculare­s, me paseo por mis salas favoritas. Me detengo frente a los cuadros de Velázquez, Goya y Rubens, y deslizo la mirada por las pinceladas mágicas de esos genios. Cada cuarenta minutos me doy un descanso y visito la cafetería para revisar mi correo o leer las no cias. Esas visitas al Museo del Prado son una delicia para mí. Pero estoy seguro de que para muchos esos paseos ar}s cos serían una tortura. Por ejemplo, para aquellos a quienes no les gusta el arte.

LA PERTURBACI­ÓN EMOCIONAL no es producto del dolor o del suspenso, sino de la necesidad imperiosa de estar libre de dolor. El malestar procede de la incapacida­d de ver que podríamos estar genial sin librarnos del dolor.

Lo mismo sucede con la afición al running o a levantar pesas en el gimnasio. Lo que para algunos es una ac vidad genial para otros es un calvario. Y es que el ser humano es el creador del significad­o de lo que nos sucede. Si empleamos a nuestro favor –con imaginació­n y destreza– esa capacidad creadora, viviremos en un mundo de infinita abundancia.

Por eso, a efectos de felicidad da igual estar trabajando en la oficina que en la playa, daiquiri en mano. Podremos ser felices en ambos casos si aprendemos a crear un significad­o hermoso en cada situación.

En Cancún puedo relajarme y decirme a mí mismo: “Esto es vida”. Y en la oficina, análogamen­te, puedo trabajar orgulloso y emocionado con nuevas metas y destrezas. Feliz en ambos casos. O, todo lo contrario, en ambos si os puedo sen rme mal por algún razonamien­to neuró co: “En esta playa hace demasiado calor” o “este curro es un palo”. Aunque parezca extraño, somos nosotros quienes nos damos permiso, o no, para la felicidad.

UN GANDHIANO EN PARÍS

Lanza del Vasto fue un joven que vivió en Francia durante el período previo a la Segunda Guerra Mundial. Se declaraba cris ano y gandhiano, prac cante de la no‐violencia, compositor de música clásica, escritor e intelectua­l global. Y durante un año de su juventud decidió vivir en la pobreza. No pensaba trabajar ni ganar dinero en absoluto; subsis ría de la beneficenc­ia, de la generosida­d de sus amigos y de los restos que desperdici­a el opulento mundo.

Su experiment­o resultó un éxito. Fue feliz y crea vamente fér l. Y al cabo de dos años dio por finalizada la experienci­a para iniciar otra: un viaje a la India para conocer a su admirado Gandhi. Más tarde fundaría en Europa un movimiento cris ano –y gandhiano– de gran calado llamado El Arca. Pero, como explica en su autobiogra’a, su experienci­a de renuncia en las calles de París fue un paso determinan­te en su crecimient­o espiritual.

¿Por qué la renuncia es el primer movimiento del kung‐fu emocional? Porque toda perturbaci­ón procede siempre de la creencia de que necesitamo­s mucho para estar bien: “¡Sin pareja, no puedo ser feliz!”; ¡hasta que no encuentre empleo, no puedo disfrutar!”; “si no recobro la salud, mi vida es un asco!”. Sin embargo, cuando ac vamos la renuncia comprendem­os que ya lo tenemos todo para ser felices. Como Lanza del Vasto, podemos prescindir con alegría de comodidade­s, absurdas autoimposi­ciones y exigencias locas. Entonces sobreviene un autén co nirvana.

Todas las mañanas me doy un ligero paseo por mi hermosa Barcelona. Escucho música a través del milagroso Spo fy. Y celebro que nado en la abundancia, básicament­e porque nada necesito y, sin embargo, dispongo de tanto.

SEGUNDO PASO: LA CREACIÓN

Un hombre rico invitó al sabio Nasrudín a una par da de caza, pero le dio por montura un caballo muy lento. El mulá no dijo nada pero, muy pronto, los demás se distanciar­on, perdiéndos­e de vista. Al poco comenzó

a llover intensamen­te. No había refugio en esa zona y todos los cazadores terminaron empapados.

Sin embargo, en cuanto empezó a llover, Nasrudín se quitó toda la ropa, la dobló y se sentó encima de ella. Cuando cesó la lluvia, se vis ó nuevamente y regresó a la casa de su anfitrión para almorzar. Nadie podía comprender cómo el sabio estaba seco. A pesar de sus veloces caballos, nadie había podido hallar refugio en la llanura. Le interrogar­on y Nasrudín aclaró:

–Fue el caballo que me dieron.

Al día siguiente le ofrecieron un caballo rápido y el anfitrión se reservó el más lento. Llovió nuevamente. Mientras regresaba a su casa a paso de tortuga, el rico se mojó más que nunca. Nasrudín, por su lado, repi ó la misma operación y regresó seco.

—¡Usted es el culpable! —gritó el anfitrión—. ¡Me hizo montar ese maldito caballo!

—O quizá —dijo el mulá— usted no puso nada de su parte para resolver el problema.

Como explica este an guo cuento, la fuente de la abundancia está en ser un buen creador de significad­os. Lo que también llamo “cambiar rápido de marco”. Es decir, en cada situación, saber ver qué nueva oportunida­d se ofrece.

En uno de mis libros anteriores hablé de la familia Kaufman, un ejemplo excelente de “crear significad­o” o “saber cambiar de marco”. Neil y Samanria Kaufman eran unos felices padres de dos hermosos niños. ¡Eran unos padrazos! No tenían ni treinta años y ya planeaban aumentar la familia.

Pero cuando Raun, su tercer hijo, cumplió dos años de edad y fue diagnos cado de au smo severo decidieron que aquello, lejos de ser una adversidad, iba a conver rse en una bendición. Los médicos les dijeron que Raun nunca llegaría a hablar y que tendría que vivir permanente­mente asis do.

A los Kaufman les dibujaron un futuro de desdicha y áspero trabajo, pero ellos no lo aceptaron. Enseguida diseñaron otro: una familia unida ante la oportunida­d de aprenderlo todo acerca del au smo. Una familia que iba a recibir con total amor al pequeño, incluida su enfermedad. Y se convencier­on de que podrían hacer algo hermoso y gra ficante con todo ello.

Tal fue su entusiasmo que crearon, durante los siguientes años, un método de comunicaci­ón au sta que derivó en una cura para su hijo Raun. Se convir ó en el primer caso de la historia de au smo rever do. Después de aquella increíble experienci­a, los Kaufman se hicieron famosos y establecie­ron un exitoso centro de tratamient­o que ahora, más de treinta años después, dirige ¡el propio Raun!

Este es un ejemplo fantás co de cambio de marco. Los Kaufman se dijeron: “Si no podemos ser felices de una manera, lo seremos de otra; porque incluso la enfermedad ofrece mil maneras de crecer y disfrutar”.

Nuestro día a día está lleno de situacione­s en las que entrenar este segundo movimiento de la fortaleza emocional: la creación de un nuevo marco. Si vamos en coche y nos encontramo­s con un atasco... es hora de relajarse y prac car nuestras dotes de canto (yo tengo un amigo que aprovecha para aprenderse las letras de las canciones). O si en el trabajo tenemos un jefe maleducado... es hora de aprender a manejar personas di’ciles e incluso intentar lograr su cambio...

Pero cada vez que nos negamos a renunciar a algo bloqueamos esa capacidad de crear nuevos retos, nuevas gra ficaciones. Y la abundancia de la vida requiere saber ser felices en cualquier situación. Renuncia y creación de un nuevo marco.

ENAMORADO DE UNA BANANA

Cuentan que los pigmeos de África u lizan un curioso truco para cazar monos. Construyen una jaula con barrotes muy pegados, de forma que entre tronco y tronco apenas cabe la mano del animal, y dentro depositan una banana grande y hermosa.

El mono ve la reluciente fruta y, salivando, mete la mano entre las aberturas que dejan los barrotes. Lo que después sucede es asombroso. El mono no puede sacar la banana de la jaula porque no pasa por los estrechos huecos del maderamen. ¡Y se queda enganchado a la fruta! ¡No la puede soltar! Los pigmeos acuden entonces y le lanzan una red encima. Así de simple. Quizá sea estúpido el comportami­ento del mono, pero la verdad es que el ser humano, una y otra vez, hace algo muy similar. Cuando nos negamos a renunciar a algo nos quedamos atrapados en una jaula mental que nos produce todo po de ansiedad. Yo he visto a tantas personas cogidas a la banana de tener hijos, a la de que vuelva determinad­a pareja, a la de recuperar la salud... que su vida era una autén ca jaula, una prisión muy oscura.

VACIAR EL ZURRÓN

Siempre que nos quedamos pegados a una banana eliminamos la magnífica abundancia que ofrece la vida. Ya se han acabado los paseos por el bosque, el resto de frutos y los juegos. Las bananas más comunes son la pareja, la salud, el estatus, la seguridad o la comodidad, pero podemos estar esclavizad­os por cualquier supuesto bien. Somos como monos porque no nos damos cuenta de que si dejamos caer cualquiera de esos beneficios obtendremo­s muchísimo más, y además recuperare­mos una libertad ge-nial.

Muchas veces me han preguntado hasta qué punto hay que renunciar, y yo creo que hay que renunciar a todo porque todo lo vamos a perder, incluso la vida. Cuando llegue el momento en que esta esté en peligro, lo único que nos va a calmar va a ser renunciar y crear un nuevo marco. Habrá que decirse entonces: “Es posible que deje de vivir, pero eso no será ninguna tragedia. Hasta entonces, voy a situarme en el marco de ser el mejor enfermo posible e intentar curarme. Mientras tanto amaré al mundo con la mayor intensidad posible”.

Eso es. No lo olvidemos nunca. No nos quedemos nada en el zurrón de la renuncia. Nuestro señor Miyagi par cular nos está repi endo una y otra vez: “Si quieres dominar el kung-fu emocional, renuncia y crea, renuncia y crea”.

CUANDO ACTIVAMOS LA RENUNCIA comprendem­os que ya lo tenemos todo para ser felices. Al igual que Lanza del Vasto podemos prescindir con alegría de comodidade­s, absurdas autoimposi­ciones y exigencias locas. Entonces sobreviene el auténtico nirvana.

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Rafael Santandreu.
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