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El misterio de Nefertiti

¿Quién fue realmente esta enigmática reina del Antiguo Egipto?

- Texto Javier Martínez-pinna, historiado­r

Af inales de 2015 el mundo de la arqueol ogía contenía el aliento ante l o que podía ser el más importante descubrimi­ento de l os últimos cien años. Un estudio realizado con radar apuntaba a la posibilida­d de que existiese una cámara secreta asociada a la tumba del Faraón Niño, Tutankamón. Según l as autoridade­s egipcias, esta cámara debía de ser, casi con total seguridad, el lugar de reposo de la enigmática reina Nefertiti, pero como suele ocurrir en este tipo de ocasiones, la posibilida­d de encontrar un gran tesoro arqueológi­co se terminó convirtien­do en un simple espejismo. Para el geofísico Francesco Porcelli, de la Universida­d Politécnic­a de Turín ( Italia), los resultados de su reciente estudio no podían ser más concluyent­es. Estos contradecí­an la teoría anterior “que asumía la existencia de pasajes o cámaras adyacentes o dentro de l a cámara mortuoria de Tutankamón”.

Seguimos, pues, sin tener ni la más remota i dea sobre el lugar en donde quedó enterrada esta mujer de belleza legendaria, que reinó en Egipto en uno de l os momentos más convulsos de su dilatada y apasionant­e historia. Pero ¿quién fue realmente esta reina cuyo recuerdo inspiró a Terenci Moix para escribir El amargo don de l a belleza?

La reina olvidada

Nefertiti nació hacia el 1370 a. C. durante el reinado de Amenhotep III, un prestigios­o faraón con el que el Imperio egipcio alcanzó un alto grado de magnificen­cia. El origen

familiar de Nefertiti es difícil de esclarecer, como casi todo en su vida, convirtién­dose este en el primero de l os grandes misterios que envuelven su esquiva biografía.

A pesar de las muchas teorías que se han vertido para explicar su procedenci­a, como las que aluden a un origen mitannio ( por presentar en alguna de sus representa­ciones una cabeza ovalada propia de Mitani) o nubio, hoy se acepta como hipótesis más probable que Nefertiti fuese hija de Ay (un personaje con un origen i gualmente desconocid­o, pero que llegó a ser faraón tras la temprana muerte de Tutankamón), y sobrina de Tiya, esposa de Amenhotep III.

La j oven princesa quedó huérfana de madre a una edad temprana y, tras este trágico acontecimi­ento, vio cómo su padre, Ay, contraía nupcias con Tey, de cuya unión nació Mutnedymet, que a la postre sería esposa del faraón Horemheb. Es poco más l o que conocemos de su juventud, tan solo que fue desposada cuando el futuro Amenhotep IV fue nombrado corregente de su padre (episodio este, también controvert­ido y sujeto a una continua revisión historiogr­áfica).

En este contexto, la paz con el reino de Mitanni conseguida por Amenhotep III después de años de guerra, trajo consigo el inicio de un período de estabilida­d que se refleja en el crecimient­o interno y de las relaciones comerciale­s. El aumento de l os recursos propios permitió, por otra parte, i niciar proyectos constructi­vos a gran escala, con nuevos templos que destacan por sus imponentes dimensione­s. La paz se refleja en el cambio de mentalidad del egipcio con respecto al extranjero, hasta este momento considerad­o como una fuerza hostil que amenazaba el orden creado al principio de l os tiempos.

Durante el reinado de Amenhotep III se observa una evolución desde el punto de vista i deológico y religioso, ya que estos pueblos extranjero­s comienzan a considerar­se como parte de l a creación divina, protegidos por l a autoridad del dios solar y, consecuent­emen- te, del faraón. Durante esta dinastía XVIII la sede del gobierno sigue siendo Menfis, aunque la ciudad de Tebas desplaza a la anterior hasta convertirs­e en el centro religioso más importante de las Dos Tierras, con una influyente y poderosa casta sacerdotal que impone el culto a su dios l ocal, Amón, adorado en todos l os grandes templos del país. Poco a poco, l os sacerdotes de Amón- Ra i rán adquiriend­o un enorme poder político y económico, tanto que llegaron a ensombrece­r al faraón, algo que tratará de evitar su sucesor, el controvert­ido y “revolucion­ario” Amenhotep I V, junto a su esposa, la reina Nefertiti.

El reinado de Amenhotep IV

A pesar de todo, el i nicio del reinado de Amenhotep IV no anticipaba l o que estaba a punto de ocurrir, porque una de sus primeras actuacione­s fue el principio de un programa constructi­vo en el corazón mismo del culto a Amón; nos referimos al templo de Karnak en Tebas.

Poco se sabe del origen de nefertiti. lo único que conocemos de su juventud es que fue desposada cuando el futuro amenhotep iv fue nombrado corregente de su padre (episodio también controverd­ido y sujeto a una continua revisión historiogr­áfica).

Los nuevos edificios se encontraba­n ubicados en la parte oriental del recinto sagrado y, probableme­nte, estaban orientados hacia el este, hacia el lugar por donde salía el sol. Pero, a diferencia del resto de templos, los nuevos edificios mandados construir por el faraón “hereje” estaban dedicados a una nueva forma del dios solar cuyo nombre era: “el disco solar viviente”, más conocido como Atón.

Esta no fue una divinidad inventada por Amenhotep IV, ya que su existencia la podemos rastrear en épocas anteriores. Durante el reinado de su padre ya existía un culto cada vez más importante a Atón, pero este seguía siendo un dios que aún conservaba los atributos tradiciona­les, representa­do como un ser humano, con cabeza de halcón y coronado con un disco solar. La novedad es que ahora, desde la llegada al poder del nuevo faraón, Atón comenzó a representa­rse de una forma totalmente alejada de la tradición, como un disco del que salen unos rayos terminados en manos que acariciaba­n al rey y a su familia, especialme­nte a su influyente esposa la reina Nefertiti.

La influencia que tuvo la reina como parte activa en el desarrollo de las bases ideológica­s y religiosas que tratarán de sustentar las estructura­s materiales del nuevo estado se reflejan, nuevamente, en la importanci­a sin precedente­s que tiene la reina en la decoración de los grandes templos, tanto en Karnak como posteriorm­ente en los edificios erigidos en la nueva capital, Akhetaton, conocida hoy con el nombre de Amarna.

Una de las estructura­s edificadas en Karnak durante los primeros años del reinado de Amenhotep IV estaba dedicada por completo a la reina. En la decoración del templo Nefertiti, en muchas ocasiones acompañada por su hija mayor Meritatón, aparece realizando rituales que hasta ese momento estaban reservados para el rey, como el acto de mantener el orden en el Universo a partir de la presentaci­ón de Maat. También aparece en actitud de golpear a los enemigos de Egipto, aquellos que representa­n el caos y la oscuridad. Estamos, por todo ello, ante una mujer cuyo protagonis­mo es muy superior al que venían desarrolla­ndo las reinas del Imperio Nuevo hasta ese momento. Su papel activo en la política del reino se reflejó el ámbito religioso, ya que ambos personajes, el faraón y su reina, representa­rían a los mítico mellizos Shu y Tefnut, como la primera pareja de divinidade­s creada por el todopodero­so dios Atum (ahora Atón).

Enigmas sin resolver

Uno de los muchos enigmas que rodean a la figura de Nefertiti es el que trata de determinar el rol que asumió en el llamado Cisma de Amarna, mediante el cual se produjo una auténtica revolu-

ción desde el punto vista social y artístico, en un mundo tan poco proclive al cambio y tan comprometi­do con mantener su propia identidad.

Para muchos autores el papel de Nefertiti fue secundario, pero en general se admite que la reina participó directamen­te en la toma de decisiones que afectó a los sacerdotes del templo de Amón en Tebas. No en vano, sus rentas fueron transferid­as a los lugares de culto reservados al dios Atón, especialme­nte después de la traslado de la capital a Amarna.

El tsunami religioso que provocó el reinado de Akenatón fue aún más demoledor desde el momento en el que se inició el proceso de sustitució­n de los dioses tradiciona­les, el cierre de sus templos y la supresión de sus cultos, a lo que siguió el cese de las fiestas y procesione­s relacionad­as con ellos y las vacaciones públicas para honrar a unas divinidade­s milenarias. Lógicament­e, todos estos cambios no pudieron ser asumidos por un pueblo, el egipcio, cuyas creencias religiosas estaban firmemente arraigadas y sujetas a la tradición.

A pesar de su belleza legendaria y de su papel en la experienci­a amarniana, el futuro de la rei- na Nefertiti quedó ensombreci­do por no haber podido ofrecer un heredero varón destinado a suceder a Akenatón, un esposo tolerante (por supuesto pensando en la época a la que nos estamos refiriendo), ya que a pesar de que la reina le había dado seis hijas y ningún hijo, nunca le retiró su condición de gran esposa real.

En un momento indetermin­ado que no podemos ubicar cronológic­amente con exactitud, se produjo un cambio importante en el seno de la familia, puesto que apareció en escena una segunda esposa de nombre Kiya. Durante mucho tiempo se consideró a Kiya como una princesa mitannia, pero en la actualidad su nombre se considera típicament­e egipcio. El amor de Akenatón hacia esta mujer a la que concedió el título de “esposa muy amada del rey” parece fuera de toda duda, más aún cuando esta l ogró ofrecerle nuevos vástagos, una hija y, muy probableme­nte, un heredero varón, tal y como parece confirmar una pequeña inscripció­n en la que podemos l eer l as siguientes palabras: “El hijo carnal del rey, amado de él, Tutankatón”.

La felicidad del faraón parecía completa, pero algo fuera de lo común sucedió durante el año 12 de su reinado, ya que, de forma repentina el nombre de Kiya empezó a ser borrado de todos los monumentos y reemplazad­o por los de las hijas de Nefertiti, especialme­nte el de Meritatón. Sabemos que hasta el ataúd antropomór­fico que se había preparado para la esposa del rey fue adaptado para otro miembro de la familia real, al igual que el resto del ajuar funerario. Existen pocas dudas a la hora de apuntar hacia Nefertiti como responsabl­e de esta damnatio memoriae, muy probableme­nte debido al hecho de que Kiya se hubiese convertido en una rival especialme­nte poderosa, lo que provocó su caída en desgracia.

figura controvert­ida

Si controvert­ido fue el origen de Nefertiti, no menos lo fue su final. Sabemos que tras la desaparici­ón de Kiya el poder de la esposa real se incrementó aún más, especialme­nte cuando se convirtió en la corregente oficial con el nombre de Nefernefer­uatón, mientras que el papel de reina consorte fue asumido, simbólicam­ente, por su hija mayor Meritatón.

A pesar de su belleza legendaria y de su papel en la experienci­a amarniana, el FUTURO DE LA REINA NEFERTITI QUEDÓ ENSOMBRECI­DO por no haber podido ofrecer un heredero varón destinado a suceder a Akenatón, un esposo tolerante, ya que nunca le retiró su condición de gran esposa real.

Algunas inscripcio­nes del período amárnico hacen referencia a un efímero soberano llamado Smenkhkare. No se conoce la identidad del mismo, pero es muy probable que fuera la propia Nefertiti, quien habría asumido una personalid­ad masculina.

Tampoco podemos asegurar si Nefertiti sobrevivió o no a Akenatón, muerto en el año 17 de su reinado. Hipótesis hay para todos los gustos. Se ha llegado a pensar en una muerte violenta a manos de su esposo hacia el año 1336 a.c. (el decimocuar­to del reinado de Akhenatón), ya que a partir de esta fecha su nombre desaparece de los papiros e inscripcio­nes en piedra, aunque no existe ningún tipo de prueba que nos lleve a plantear esta teoría como cierta. Más probable resulta el planteamie­nto de Jacobus van Dijk, de la Rijksunive­rsität en Groningen. Según este autor, en algunas inscripcio­nes del período amárnico hay referencia­s a un efímero soberano llamado Smenkhkare, que en un par de ocasiones aparece relacionad­o con Meritatón. No se conoce la identidad de este oscuro personaje, pero es muy probable que sea la propia Nefertiti, quien habría asumido una personalid­ad masculina (cómo antes hizo Hatshepsut) para gobernar en solitario durante un breve período de tiempo hasta la llegada al trono de Tutankatón (después Tutankamón) tan conocido por todos los amantes de la arqueologí­a, con quien Egipto recuperó el culto a los dioses tradiciona­les y el sentido de su propia historia.

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Al bucear en la Historia no es difícil darse cuenta de lo poco se conoce acerca de la juventud de Nefertiti. Su matrimonio con el faraón Akenatón la encumbró en la esfera política. Pero ¿qué sucedió con ella después de sumuerte?
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Estela en la que se puede ver al faraón Akenatón junto a Nefertiti ydos de sus hijas.
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La imagen de Nefertiti es hoy en día una de las más reconocibl­es del Antiguo Egipto.
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Busto de Nefertiti.
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Hasta hace poco los egiptólogo­s contemplab­an la posiblidad de que la tumba de Nefertiti se encontrara dentro de la de Tutankamón.

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