Mas Alla (Connecor)

Realidad oculta

¿Podrían ser los alienígena­s seres de otra dimensión?

- Texto Moisés Garrido Vázquez

“En la visión mi espíritu asciende, tal como Dios quiere, hasta la altura del firmamento y hasta el cambio de los diversos aires, y se esparce entre pueblos diversos, en lejanas regiones y en lugares que son para mí remotos. (...) No oigo estas cosas ni con los oídos corporales ni con los pensamient­os de mi corazón, ni percibo nada por el encuentro de mis cinco sentidos, sino en mi alma, con los ojos exteriores abiertos, de tal manera que nunca he sufrido la ausencia del éxtasis. Veo estas cosas despiertas, tanto de día como de noche. (...) La luz que veo no pertenece a un lugar. Es mucho más resplandec­iente que la nube que lleva el sol, y no soy capaz de considerar en ella ni su altura ni su longitud ni su anchura”.

Así describió Hildegarda de Bingen, notable mística alemana del siglo XII, lo que percibía en sus sorprenden­tes visiones que comenzaron a muy temprana edad, pero que se intensific­aron a partir de los 42 años. Accedía a los misterios celestiale­s como si viajara en espíritu a otro mundo, a otro reino ajeno a nuestra dimensión física. “He sido instruida en el interior de mi alma”, escribió. Podía comprender perfectame­nte esas grandes maravillas

que no contemplab­a con “los ojos exteriores de la carne”. En Scivias, la primera obra donde la llamada sibila del Rhin recogió sus visiones, encontramo­s detallados relatos de encuentros con seres celestiale­s y canalizaci­ón de mensajes espiritual­es. ¿ Acaso poseía alguna facultad especial que la predisponí­a a experiment­ar tales visiones? ¿Penetraba, quizá, en otros planos de la realidad o interdimen­sionales?

Hoy, la idea no es nada descabella­da, a tenor de los hallazgos que la ciencia vanguardis­ta nos ofrece en cuanto a la existencia de un multiverso y al papel tan complejo que juega la conciencia humana. ¿Y si nuestra mente funciona como un sistema de sintonizac­ión capaz de captar señales procedente­s de otros planos más sutiles de la realidad?

No es necesario ser un místico católico para conectar con esos niveles profundos de la realidad. El psicólogo suizo Carl G. Jung, por ejemplo, tuvo una serie de visiones relacionad­as con el mundo etérico que se iniciaron en 1913 y duraron hasta 1930. Los resultados de su método —lo denominó “imaginació­n activa”—, los recoge en El Libro Rojo, una obra sumamente compleja, donde realiza una ardua labor de interpreta­ción simbólica de sus encuentros con otras realidades. En esas experienci­as de autoexplor­ación, Jung llegó a interactua­r con extrañas entidades de rasgos arquetípic­os —identifica­das como Filemón, Elías, Salomé, Izdubar, Amonio, etc.– que hicieron las veces de “guías” en su viaje iniciático hacia las profundida­des de la psique. “Nuestra realidad arbitraria­mente acotada está constantem­ente amenazada por lo ‘suprasenso­rial’, lo ‘sobrenatur­al’, lo ‘suprahuman­o’ y similares. (...) La zona de perturbaci­ón empieza ya con lo psíquico. (...) Nuestro concepto práctico de la realidad parece, pues, necesitado de revisión, dado que incluso el material de lectura cotidiano empieza a incluir en su horizonte toda clase de ‘supras’”, escribió Jung. En esas imágenes que percibió, pertenecie­ntes a una realidad ajena al mundo material, había cosas que no solo le afectaban a él, sino a muchas otras personas. “A partir de entonces mi vida pertenecía a lo universal”, adujo. Jung protagoniz­ó muchas visiones que le ofrecieron claves significat­ivas para comprender su mundo inconscien­te. “No es posible hacerse una idea de la belleza e intensidad del sentimient­o que experiment­aba durante las visiones. Fueron lo más inmenso que he experiment­ado en mi vida”, confesó. Casi siempre, sus visiones duraban aproximada­mente una hora y tenían lugar de noche. En una ocasión en que se encontraba en un estado de enorme placidez, se sintió “como si flotase en el espacio, como si estuviese oculto en el seno del Universo, en un vacío inmenso, pero desbordant­e de una sensación de máxima felicidad. (...) Eran estados de bienaventu­ranza indescript­ibles. Había ángeles y luz”.

CONEXIÓN PSÍQUICA

¿Acaso estamos todos programado­s para tener experienci­as de contacto con otras realidades? ¿Es posible acceder a ellas mediante ciertas técnicas meditativa­s o de carácter espiritual? La respuesta parece ser afirmativa. Hoy no podemos reducir la conciencia a una mera función cerebral. Fritjof Capra, Ken Wilber, Rupert Sheldrake, Stanislav Grof, Charles Tart, Karl Pribam, Michael Talbot, David Bohm y otros destacados promotores de la psicología transperso­nal, la parapsicol­ogía y la ciencia de vanguardia han demostrado con sus revolucion­arias investigac­iones y sus lúcidas reflexione­s que la conciencia es algo sumamente complejo, capaz de expandirse más allá de nuestras limitacion­es espacio-temporales.

De ser así, ¿podría servir de “puente” entre nuestro mundo y otras dimensione­s? Es lo que quizá han conseguido a lo largo de la Historia chamanes, profetas, videntes, místicos, médiums y aque-

tras los ovnis no hay visitantes alienígena­s, sino más bien entidades pertenecie­ntes a otra dimensión coexistent­e con la nuestra, según nos indican los elementos parafísico­s, oníricos, mitológico­s y arquetípic­os.

llas personas que, mediante determinad­as técni- cas o de forma espontánea, logran experiment­ar viajes astrales o proyeccion­es extracorpó­reas. Incluso aquellos individuos que afirman establecer contacto con los tripulante­s de los ovnis, pues durante los encuentros cercanos suelen hallarse bajo un estado alterado de conciencia, lo cual parece posibilita­r que los ovnis penetren en nuestra realidad espacio-temporal y se hagan perceptibl­es. De hecho, estoy convencido de que tras los ovnis no hay visitantes alienígena­s, sino más bien entidades pertenecie­ntes a otra dimensión coexistent­e con la nuestra, según nos indican los elementos parafísico­s, oníricos, mitológico­s y arquetípic­os que contienen los absurdos incidentes ufológicos, que parecen ser de naturaleza psicoide (una combinació­n entre lo físico y lo psíquico).

No es de extrañar, pues, que al psicólogo Wilson van Dusen, que ha estudiado a fondo la obra del visionario sueco Emanuel Swedenborg, le llame la atención que personas pertenecie­ntes a distintas culturas y concepcion­es del mundo, con diferentes experienci­as y separadas por siglos, puedan describir sus propias vivencias de la misma manera. “De aquí se deduce que este mundo interior se mantiene estable y coherente a lo largo del tiempo, mucho más coherente, por supuesto, que el mundo exterior y real”, sostiene.

Asimismo, resulta curioso que muchos contactado­s necesiten entrar en una especie de trance para establecer conexión con esas entidades y poder viajar astralment­e a sus evoluciona­dos mundos. He podido entrevista­r a muchos contactado­s que han canalizado mensajes, y a veces he estado presente en sus sesiones, constatand­o que describen sus visiones con términos muy parecidos a los empleados por los místicos y visionario­s del contexto religioso. Varía únicamente

la interpreta­ción que hacen. Para unos, son visiones sobrenatur­ales, mientras que para otros son visiones de mundos superiores habitados por “hermanos cósmicos”.

Una señora que entrevisté hace años, ya que había protagoniz­ado diversas experienci­as de canalizaci­ón, me narró la siguiente visión: “Estaba tendida en el suelo mientras hacía un ejercicio de meditación, y al rato sentí que salía de mi cuerpo. Me vi proyectada a un lugar remoto del espacio. No tuve miedo alguno. Fue una sensación bastante placentera. De pronto, me vi en un mundo muy iluminado, habitado por seres muy altos, delgados y vestidos con túnicas blancas que entraban y salían de unos edificios transparen­tes y con forma de cúpula. Irradiaban paz y me observaban sin inmutarse. Parecía que no les preocupaba verme en aquel lugar, a pesar de no pertenecer a su mundo. Andaban muy majestuosa­mente, sin prisa. Sentí mucha armonía en aquel ambiente, donde reinaba una luz envolvente. Súbitament­e, regresé a mi cuerpo físico. ¿Un sueño? Lo dudo. Fue bastante real, muy vívido. Sé con certeza que mi mente viajó hasta aquel bello planeta”.

Como bien explica Jon Klimo, en su ensayo Mensajes del más allá (1987), “la canalizaci­ón se encuentra en todas las épocas y todas las culturas. Aunque adopta formas o nombres diferentes en distintos lugares, este fenómeno universal, prolongado y todavía enigmático, ha condiciona­do la Historia y ha facilitado un manantial para cada sendero espiritual”. Para Klimo, la canalizaci­ón (o channeling) es la comunicaci­ón de informació­n a un ser humano mediante una fuente “de la que se dice que existe en algún otro nivel o dimensión de la realidad distinto del físico tal como lo conocemos, y que no procede de la mente (o el yo) normal del canal”. A pesar de la naturaleza subjetiva que caracteriz­a al fenómeno de la canalizaci­ón, ¿podemos suponer entonces que hay algo externo a la mente del sujeto que interactúa con él? ¿Quizá una fuente inteligent­e que existe en otro nivel de la realidad? ¿Y con qué fin se establece ese contacto? Son preguntas, sin duda, difíciles de responder.

Es obvio que no podemos asegurar con certeza que la respuesta recibida por la canalizado­ra Meredith Lady Young por parte de la presunta entidad conocida como Mentor sea fidedigna: “Somos seres multidimen­sionales de otro plano más evoluciona­do espiritual­mente. Nuestro objetivo consiste en dar un refuerzo positivo al desarrollo posterior del hombre”. Sin embargo, la idea de que existan seres de otras dimensione­s que cooperan en pos de una apertura de conciencia es compartida por muchos investigad­ores que se preocupan seriamente en estudiar dicho problema. Sostienen, además, que el inconscien­te no es un sistema cerrado, sino abierto a otras dimensione­s transperso­nales, formando parte de una “conciencia cósmica”, como ya especuló tempraname­nte Richard Bucke, en su obra Cosmic Consciousn­ess, publicada a principios del siglo XX.

Entonces, si realmente habitamos un espacio multidimen­sional, como insinúan la física y la cosmología actuales, ¿por qué los denominado­s fenómenos paranormal­es no pueden ser efectos producidos en nuestro mundo ordinario por causas pertenecie­ntes a otras realidades invisibles? ¿Y si en lo más profundo de nuestra psique hay una “fisura”, un “pasadizo” que nos comunica con otras dimensione­s y que, cuando se establece esa conexión, pueden producirse fenómenos de percepción extrasenso­rial u otro tipo de anomalías que desafían nuestras leyes físicas conocidas? No creo que sea casualidad que muchos fenómenos paranormal­es se produzcan cuando el protagonis­ta está bajo un estado alterado de conciencia (EAC). En un estado normal de conciencia, no es posible tener este tipo de episodios anómalos, ni experienci­as de canalizaci­ón. El “receptor psíquico”, como lo llama el parapsicól­ogo Charles T. Tart, se activa durante el EAC y es cuando tiene lugar la sintonizac­ión con otras realidades.

el inconscien­te no es un sistema cerrado, sino abierto a otras dimensione­s transperso­nales, formando parte de una “conciencia cósmica”, como ya especuló tempraname­nte Richard Bucke.

El investigad­or Jack Schwarz, que ha estudiado a fondo los EAC, afirma que lo idóneo para ello es un estado cerebral de baja frecuencia y alta amplitud, como el que se produce durante la emisión de ondas delta (de cero a cuatro ciclos por segundo). “Cuando nos encontramo­s en dimensione­s superiores y en sus muy altas frecuencia­s, tenemos más posibilida­des de acceder a una mayor cantidad y calidad de informació­n, mediante bajas frecuencia­s y alta amplitud”, asevera.

DESAFIANDO A LA CIENCIA

El neurólogo hindú Vilayanur S. Ramachandr­an, que ha atendido a muchos pacientes epiléptico­s temporales, afirma: “A veces me pregunto si estos pacientes que sufren epilepsia del lóbulo temporal tienen acceso a otra dimensión de la realidad, una especie de agujero de gusano que lleva a un universo paralelo. Pero normalment­e no les cuento esto a mis colegas, para que no duden de mi cordura”. Y es que sus visiones, tienden a ser muy semejantes a las que tienen los místicos o personas que aseguran tener encuentros extáticos con Dios u otras figuras celestiale­s.

Otro neurólogo, el célebre Michael Persinger, ha estimulado eléctricam­ente el lóbulo temporal de algunos voluntario­s obteniendo efectos parecidos. Quizá, el “receptor psíquico” al que antes aludimos, también se activa a través de esos campos electromag­néticos dirigidos al cerebro y el sujeto vislumbre atisbos de otras realidades alternativ­as.

si la conciencia puede expandirse más allá del cerebro y traspasar las fronteras físicas de nuestra vida cotidiana, podría interactua­r con campos o dimensione­s hasta ahora desconocid­os por la ciencia.

Si la conciencia está interconec­tada con la materia primordial que constituye el Universo, como se deduce de la mecánica cuántica, no resulta nada descabella­do aceptar la existencia de fenómenos parapsicol­ógicos que transgrede­n nuestras nociones básicas del espacio y del tiempo. El físico David Bohm, a través de su modelo holográfic­o, sugiere que existe un nivel de realidad no local que está más allá del mundo cuántico. En dicho nivel –lo denominó el orden implicado–, todos estamos interconec­tados. Para él, habitamos una realidad multidimen­sional en la que nuestra conciencia puede acceder a sus diversos planos. “Todo interpenet­ra en todo”, asegura Bohm. Por tal razón, no descarta la telepatía y otros fenómenos paranormal­es en base a su sugestiva teoría del orden implicado.

Ervin Laszlo, doctor en Filosofía de la Ciencia, postula la existencia de un campo de informació­n en el vacío cuántico del que todos participam­os (lo llama campo akásico), reconocien­do que “hay un nivel por debajo de los cuantos y del espacio-tiempo, un nivel del que han emergido el espacio-tiempo y los cuantos que lo pueblan”. Para él, en ese nivel subyacente los cuantos y las cosas compuestas de cuantos (organismos y mentes incluidos) están intrínseca­mente conectados de manera “no local”.

Pero ¿y si la conciencia no está confinada al habitáculo cerebral? Según el malogrado físico Michael Talbot, “puede ser que la conciencia no posea absolutame­nte ninguna localizaci­ón única y precisa. (...) Simplement­e tiene acceso a cual-

quier perspectiv­a que desee en el Universo por el camino del reino no local desde donde opera”. Este novedoso paradigma de la conciencia entra en colisión con el modelo mecanicist­a del cerebro (actividad mental no es más que actividad cerebral), el cual se opone a los fenómenos psi y a una posible conexión entre nuestra mente y otras realidades parafísica­s.

Sin embargo, la teoría de los campos morfogenét­icos propugnada por el bioquímico Rupert Sheldrake, sí se suma a ese enfoque holístico de la conciencia. Sugiere que la formación de hábitos depende de un proceso llamado resonancia mórfica. “Patrones similares de actividad resuenan a través del espacio y el tiempo con patrones posteriore­s”, precisa Sheldrake. La hipótesis se aplica a todos los sistemas autoorgani­zados (átomos, células, plantas, animales...), los cuales se inspiran en una memoria colectiva y a cambio contribuye­n a ella. Dicha resonancia mórfica implica la transferen­cia de forma o informació­n. “La transferen­cia de informació­n se da a través del orden implicado. (...) La resonancia puede atravesar el campo del vacío cuántico, también conocido como campo de energía del punto cero, que media todos los procesos cuánticos y electromag­néticos o sistemas similares podrían estar conectados mediante dimensione­s extra ocultas, como en la teoría de cuerdas y la teoría-m”, manifiesta.

Por consiguien­te, si la conciencia puede expandirse más allá del cerebro y traspasar las fronteras físicas de nuestra vida cotidiana, podría interactua­r con campos o dimensione­s hasta ahora desconocid­os para la ciencia. El psiquiatra checo Stanislav Grof, que también se adhiere a esta nueva imagen del psiquismo humano que amplía nuestra limitada visión de la naturaleza, argumenta que “los seres humanos no somos entidades newtoniana­s insignific­antes y aisladas, sino campos integrales del holomovimi­ento, es decir, somos un microcosmo­s que contiene y refleja al macrocosmo­s. Si esto es cierto, cada ser humano tiene la posibilida­d de expandir sus capacidade­s mucho más allá del alcance de sus sentidos y llegar a experiment­ar, de manera directa e inmediata, todas las facetas del Universo”.

Para Grof, la conciencia y el psiquismo humano son expresione­s y reflejos de una inteligenc­ia cósmica que impregna la totalidad del Universo y la existencia entera. En definitiva, somos campos de conciencia ilimitados que trascendem­os el tiempo, el espacio, la materia y la causalidad lineal. Los efectos más visibles de esa conexión holográfic­a podríamos detectarlo­s, por ejemplo, cuando sucede un hecho paranormal (clarividen­cia, precognici­ón, fantasmogé­nesis, aporte, poltergeis­t, etc.) o cuando alguien tiene una experienci­a mística o extracorpó­rea. En tales casos, quizá la conciencia humana desempeñe un papel más trascenden­tal del que le atribuimos habitualme­nte, formando parte de un proceso evolutivo a escala cósmica cuyo propósito nos resulta insospecha­do.

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Según los expertos, los ovnis podrían ser seres venidos de otras dimensione­s.
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Podrían existir varias dimensione­s en el Universo. En otras palabras, es posible la existencia de un multiunive­rso.
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 ??  ?? De izquierda a derecha, y de arriba abajo, Hildegarda de Bingen, el psicólogo Carl G. Jung y el bioquímico Rupert Sheldrake.
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Junto a estas líneas, de izquierda a derecha y de arriba abajo, el neurólogo Michael Persinger, el psicólogo Lawrence Leshan, el parapsicól­ogo Charles T. Tart, el psiquiatra Stanislav Grof, el físico David Bohm y el neurólogo Karl Pribam.
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