Gules y otrosotro tros no-muertos
El origen real de la figura del vampiro.
El fenómeno vampírico está extendido por la mayor parte del planeta y, aunque con ciertas variantes, el arquetipo del vampiro se encuentra en casi todas las culturas de cualquier época. Es posible que ya en la más remota Prehistoria existieran conceptos asimilables a estos seres, puesto que en muchas de las representaciones rupestres paleolíticas y posteriores encontramos formas y dibujos que nos invitan a pensar en entes extraños, pero, en cualquier caso, actualmente resulta imposible verificar nada a este respecto. Por tanto, para adentrarnos en el mundo de los no- muertos, tomaremos como punto de partida la civilización de mayor Antigüedad a la que podemos retrotraernos dentro de la Historia: los pueblos mesopotámicos: sumerios, acadios babilonios y asirios. antiguos demonios
A pesar de remontarnos hasta 3.300 años a.c., su influencia histórica y religiosa ha llegado vivamente hasta nosotros, de suerte que se rastrean grandes pervivencias de sus mitologías en las tres principales religiones monoteístas actuales: judaísmo, cristianismo y mahometanismo. Su repertorio demonológico ha marcado fuertemente el concepto occidental sobre los seres malignos y ha trascendido hasta nuestros días en forma de mitos y tradiciones.
De hecho, el personaje principal de este relato – el gul– es, posiblemente, una adaptación árabe, a través de la Grecia clásica, de l os demonios sumerios l l amados gallu, seres pertenecientes al inframundo y cuya penosa actividad comprendía hacer enfermar a la gente y molestarla mediante violentas tormentas, vendavales e inundaciones, arrastrando a sus víctimas al mundo subterráneo.
Sin embargo, hay otra posibilidad (que igualmente deviene de la cosmovisión sumeria) para su ancestral origen, a partir de la cual se vincularía a los gules con Lilith, la primera mujer de Adán, de la que tenemos testimonios en los Textos Rabínicos (interpretación del Génesis 1, 27), el Antiguo Testamento (Isaías, 34, 14) y el Corán.
A la luz de la escasa información con la que contamos sobre esta mítica figura femenina, tras su voluntaria huida del Edén, Lilith se instaló en una cueva del Mar Rojo, lugar habitado por innumerables demonios con los que se apareó, dando a luz a infinidad de lilim, que, como su madre, se alimentarían de la carne y la sangre de los niños pequeños. Estos híbridos demoníacos, encarnan a la perfección las características de los gules.
La leyenda, no obstante, está fundamentada en la figura de la diosa sumeria Lilitu, la más terrible de todas. Tan maligna divinidad tenía por costumbre pasearse de noche rodeada de animales tenebrosos, esperando el momento propicio para atacar a los hombres y matar a los niños, de los que bebía su sangre.
Además, las cosmologías de l os distintos pueblos que, sucesivamente, fueron habitando las tierras entre l os ríos Tigris y Éufrates, incluían la creencia en una vida ultraterrena, en la cual l os difuntos llevaban una paupérrima existencia subterránea entre sombras. Estos espectros, sin embargo, podían salir al exterior para exigir l os requeridos sacrificios rituales necesarios para su elemental sustento, so pena de infringir graves daños a sus familiares aún vivos.
Esta concepción del cadáver- espíritu que, a pesar de su condición, necesita cierta alimentación puramente física para continuar su trayectoria vital, nos revierte claramente a la figura posterior del vampiro.
El origen del vampiro
Sea como fuere, la existencia de l os gules (cuya etimología proviene de la raíz semita gala- yagulu), junto con l os yinns, se instaló entre l os pueblos preislámicos del desierto de Arabia, poblando de aberrantes criaturas sus solitarias noches.
Hasta tal punto han estado presentes en la li teratura arabo- palestina estas especies monstruosas, que han dado l ugar a una tipol ogía específica de cuentos ll amados jreref f iye, llegando a formar parte del imaginario
colectivo de estas etnias y de sus más f irmes creencias. Antigüamente, cuando, a partir de la caída de la tarde, era necesario transitar por una zona despoblada, se entonaba la siguiente oración: “¡Ho dueño de este val l e! Te pido protección frente a l a plebe que te obedece”. Incluso actualmente, en el norte de África – principalmente Marruecos– se sigue creyendo en su realidad (sobre todo las mujeres que se sienten más vulnerables ante ellos), de suerte que, para no atraerlos, no se pronuncia directamente su nombre, denominándolos con eufemismos tales como: r yal l - majffiyya ( l os hombres de l o oculto), mwalin l - l erd (señores del subsuelo)...
Según las tradiciones semitas, los gules eran extraños seres semihumanos que habitaban preferentemente en cementerios y lugares hinóspitos y que podían trasmutar a placer su apariencia externa, convirtiéndose frecuentemente en hienas.
También se l es presenta como í ncubos que se unían a las mujeres para dejarlas embrazadas, resultando su progenie gules como ellos. Las hembras, llamadas generalmente como guleh o si ´ala (ogresa), eran muy activas sexualmente y, según el cronista AdDamiri, eran las peores de entre las shaytanas (de Shaytan= Satán). Estas, a diferencia de l os machos, se aparecían a los hombres camufladas de una gentil apariencia para arrastrarlos a sus cubiles, incluso durante el día, cuando estaban desprevenidos. Sin embargo, su aspecto habitual – en ambos sexos– era desagradable: humanoides huesudos, de piel cetrina o blanquecina, rasgos de zombi
aunque con ojos vivaces, poderosas garras en sus manos con las que despedazar l os cuerpos, andares desgarbados pero dotados de cierta agilidad y desprendían mal olor.
Respecto al nacimiento y la muerte de l os gules hay diferentes interpretaciones: se puede ser gul por descender de un demonio, por nacer mestizo entre gul/ah y humano/a o nacer humano y convertirse en gul al practicar el reprobable acto del canibalismo.
La forma de su muerte es también confusa: mientras que para unos, por el mero hecho de estar a caballo entre el mundo de l os vivos y el de l os muertos resultan indestructibles, para otros bastaba con cortarles l a cabeza y quemarlos. Eso sí, era necesario acabar con ellos al primer golpe, por que si había que recurrir a un segundo, la fuerza del gul se duplicaba en eses lapso de tiempo...
Tras las huellas históricas de los gul
Fue debido a l os cuentos de “Las Mil y Una Noches” – compilación anónima medieval–, que el concepto de l os no- muertos desarrol l ado en el folclore musulmán pasó a Europa. La más explícita de estas narraciones es la denominada “Del Príncipe y l a Vampira”, en la cual se trata el siguiente tema: un príncipe que andaba de caza por el desierto acompañado del gran visir del reino, se topó con un ser monstruoso. El visir, que tenía sus propios intereses sobre el trono, l e incitó a perseguirl o, a pesar del riesgo que conllevaba, pero el extraño ente desapareció sin dejar rastro. Poco después, entre las dunas, el joven atisbó a una bella mujer (en realidad una gulah transformada). Acercándose a socorrerla, esta, con malas artes, condujo al joven hasta cerca de su guarida, donde, por casualidad, pudo oír como l a gulah decía a sus hijos que l es llevaba a un hombre robusto para que l es sir viera de alimento... El príncipe, que tras enterarse de la conversación veía pronto su f in, no se le ocurrió más que encomendarse a Alah, resultando acertada su decisión, ya que, ante su nombre, la gulah desapareció.
De esta suerte, la f i gura del gul se extendió tanto por Oriente – es muy frecuente su aparición en manga y anime japoneses–, como por Occidente, donde ha formado parte indisoluble de la li teratura de terror ( también, con posterioridad, del cine y l os juegos de rol) desde el siglo XVIII en edelante. Y no solo de terror, ya que, incluso en relatos infantiles y juveniles, se representan seres diabólicos que encarnan l os parámetros constantes del gul: cambiar de apariencia y alimentarse de niños.
Así, por ejemplo, en “Hansel y Gretel”, de l os hermanos Grimm, se puede entrever la personalidad de una gulah a través de la metamorfosis de la bruja en pájaro que guiaba hacia su casa a l os pequeños perdidos en el bosque, y en su deseo por comérselos. O en el cuento de H. C. Adersen, de “Los Cisnes Salvajes”, en el cual Elisa, su protagonista, se encuentra con tres brujas (que, en realidad, son gulah) en un cementerio revolviendo a un difunto en su tumba...
En cualquier caso, el relato iniciático para l os gules en Europa fue “Vathek”, escrito por W. T. Beckford en 1786. Esta historia del género gótico narra las disparatadas aventuras del príncipe persa Vethek en su tránsito hasta el Reino del Fuego.
Estructurada en el más puro estilo de “Las Mil y Una Noches”, el autor, para l egitimarla, incardina la familia del protagonista con la del auténtico califa Harun al- Rashid, receptor del célebre libro de cuentos orientales.
A l o largo de las mágicas historias por las que pasa este príncipe adorador de l as potencias ectónicas y aojador, y su madre, la maga griega Carathis, l os gules hacen acto de presencia en numerosas ocasiones, siempre asociados a l os lugares más tétricos, a la noche más oscura y, por supuesto, a la ingesta de cadáveres.
Con posterioridad a Beckford, prácticamente todos l os l i teratos del género hacen referencia, de una u otra forma, a l os gules: Lord Bayron l os menciona en su poema épico “El Giaour”; E. A. Poe l os cita en sus escritos “Las Campanas” o“Ulalume”; C. H. Smit nos habla en sus narraciones de “La estirpe sin nombre” y “El Ghoul” de un linaje de humanoides caníbales que se alimentan de muertos; H. G. Wells se inspira en ellos (aunque los denomina como morlocks) para su novela (después adaptada como película con varias versiones y series de televisión) “La Máquina del Tiempo”; incluso de las “Crónicas de Narnia”, de C. S. Lewis se extraen personajes que cumplen con el arquetipo del gul, aunque más dulcificado...
En “El Bestiario Fantástico”, de T. Allan, el tratado sobre los gules está bien desarrollado y presenta sus propias características: según se los describe, son criaturas al servicio de los vampiros. Tanto el uno como el otro crean una unión de sangre para toda la eternidad y, por tanto, la única forma de liberarse es por muerte del amo, o por la negación, por parte de este, a ingerir sangre durante todo un año.
a partir del siglo xix, se atribuye a los gules la facultad de poseer a los suicidas, utilizando su cuerpo hasta el momento en que, debido a la descomposición, ya no resulta habitable y es necesario desecharlo para coger un nuevo huésped.
¿Vampiros o zombies?
A partir del siglo XIX, se atribuye a l os gules la facultad de poseer a l os suicidas, utilizando su cuerpo hasta el momento en que, debido a la descomposición, ya no resulta habitable. Asimismo, se va asumiendo paulatinamente, que los gules son una variante, aunque muy poco conocida, de l os vampiros; una especie de “hermano pobre” – y feo– de l a misma familia y que, como estos, huyen de la luz, viven en necrópolis y se asustan con l os crucifijos y el toque de campanas.
Sin embargo, el gran reconocimiento de los gules llegará de la mano del escritor de terror H. P. Lovecraft. Este maestro de la literatura terrorífica los menciona en varias de sus obras, pero en “El Modelo de Pickman” es donde se le da carta de naturaleza real. Este relato tiene como fundamento la vida del pintor estadounidense R. U. Pickman, que, por la extravagancia, sardonismo y morbosidad de sus cuadros, se ganó el repudio de casi todos sus colegas y de buena parte de la sociedad de la época.
Y con esta perturbadora idea volvemos al relato “El Modelo de Pickman” y su sorprendente final. Thurber, un amigo del pintor estaba mirando uno de sus lienzos que representaba a un gul y se dio cuenta que, fijada a una de sus esquinas, había una fotografía; sabiendo que Pickman siempre llevaba en sus paseos la cámara fotográfica, para captar paisajes y sitios que luego plasmaría en sus trabajos. La cogió para observarla verificando, que, efectivamente, el abominable modelo de la pintura era el mismo que aparecía en la instantánea. Sin embargo, le llamó la atención un objeto que llevaba al cuello el ser de la foto y que no aparecía en el cuadro, motivo por el cual lo miró a la luz detenidamente, averiguando, con pavor, que se traba de la misma cámara que estaba a su lado, sobre una mesa: ¡la foto había sido captada frente a un espejo!
Tal vez solo eran imaginaciones de Pickman, pero lo cierto es que todo parece indicar que se creía un gul. ¿Verdad? ¿Mentira? ¿Producto de su aterradora creatividad?
Sea como fuere, lo cierto es que estos seres legendarios han acompañado a la mitología desde tiempos ancestrales y han servido para crear la imagen de los vampiros que hoy en día tenemos todos en mente.
con el paso de los siglos se va asumiendo que los gules son una variante, aunque muy poco conocida, de los vampiros. Una especie de “hermano pobre” de la misma familia, que, como estos, huyen de la luz, viven en necrópolis y se asustan con los crucifijos y el toque de campanas.