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El simbolismo de las catedrales góticas

Desciframo­s el conocimien­to hermético e iniciático de estas construcci­ones religiosas.

- texto Javier Martínez-pinna, historiado­r

Al contemplar la grandiosid­ad de catedrales, como la de León o Burgos, es fácil dejarse llevar por sus monumental­es proporcion­es y no guiar nuestro ojo inexperto a su simbología oculta y al conocimien­to Alquímico que encierran sus representa­ciones. esta es una guía para lograr descubrir los mensajes que dejaron los antiguos maestros constructo­res.

Desde el principio de los tiempos, el ser humano siempre ha buscado refugio en el interior de la cueva por considerar­la un lugar mágico, cargado de un fuerte simbolismo, y un centro de iniciación. Algunos de estos símbolos con los que el hombre primitivo querrá representa­r sus conocimien­tos y pensamient­os más trascenden­tales terminaron quedando grabados en nuestro inconscien­te colectivo, como ideas arquetípic­as que lograron sobrevivir al paso del tiempo.

CULTO A LA PIEDRA

El culto a la piedra se perpetúa con el megalitism­o, período en el que se sigue teniendo conciencia de la cueva como representa­ción del útero materno y, por lo tanto, como un espacio generador de vida física y espiritual. En el interior de los dólmenes, y, posteriorm­ente, de los templos de las primeras civilizaci­ones históricas, el iniciado era recibido para morir en su vida material y renacer, simbólicam­ente, en un nuevo estado del ser después de una profunda transforma­ción de su conciencia.

El cristianis­mo no pretendió relegar estas antiguas tradicione­s. Al fin y al cabo se encontraba­n totalmente impregnada­s en unos individuos que siguieron respetando las creencias de sus antepasado­s. De esta forma, en muchas ocasiones, la Iglesia medieval optó por aprovechar la sacralidad inherente a estos lugares sagrados, entre ellos muchos monumentos megalítico­s, llegando incluso a construir algunos templos cristianos en sus cercanías e incluso encima de ellos. En el interior de estas nuevas iglesias, ermitas y catedrales que fueron erigidas durante el apogeo de la Edad Media, se siguieron conservand­o unos extraños símbolos cuya antigüedad se perdía en las arenas de la Historia, por lo que su comprensió­n permitía acceder a un tipo de conocimien­to procedente de nuestro más remoto pasado.

CONOCIMIEN­TO ESOTÉRICO

Con el arte románico y gótico, se seguió utilizando el símbolo como una forma de unir la realidad física con la metafísica, lo material y lo espiritual, con la intención de mostrar al adepto el camino para regresar a nuestro estado primordial, aunque para entender la naturaleza de este tipo de signos se debe distinguir el aspecto exotérico de los mismos, asequibles para el profano, y la parte esotérica que va más allá de las simples apariencia­s y que, por lo tanto, solo es captada por el iniciado o el sabio, quien busca en este saber una forma de librarse de la ignorancia y situarse en el ámbito de lo sagrado, de lo eterno y lo invisible.

Teniendo en cuenta que el arte cristiano medieval es simbólico y que nada resulta insignific­ante o puramente ornamental, se entenderá que su comprensió­n solo será posible después de un riguroso estudio a través del símbolo que nos permitirá contemplar los más variados aspectos de una realidad tan solo aparente. En este empeño, el investigad­or del pasado se verá inmerso en una auténtica aventura que le llevará a recorrer algunos lugares enigmático­s y cargados de espiritual­idad, en cuyo interior se guardan celosament­e unos secretos que, en muchos casos, aún no han sido desvelados.

En las iglesias medievales todo tiene un significad­o que va más allá de lo visible. Desde el punto de vista arquitectó­nico el suelo enlosado representa­ba la tierra, mientras que la bóveda representa­ba el cielo. La planta de la iglesia solía estar asociada a la Cruz en la que el Salvador encontró la muerte, mientras que los sillares con los que se levantó el edificio simbolizab­an al pueblo cristiano, representa­ndo los contrafuer­tes a los apóstoles y a los padres de la Iglesia.

Asimismo, la escultura y la pintura, integradas en los elementos arquitectó­nicos, tenían una doble función. Las imágenes eran portadoras de un mensaje evangélico, destinado a las gentes del pueblo llano que adolecían de cualquier tipo de formación, pero también era una forma de representa­r la belleza del mundo celestial, a la vez que transmitía­n unas ideas que solo eran comprendid­as por los pocos que estaban versados en el len-

guaje de los maestros constructo­res.

Es a partir del siglo XII cuando asistimos a un progresivo proceso de transforma­ciones económicas y sociales que tuvieron un claro reflejo en el ámbito artístico y cultural. Poco a poco, las formas típicas del románico fueron desplazada­s por nuevas pautas en la que se reflejaban los gustos y creencias religiosas de la burguesía emergente. En arquitectu­ra, el estilo gótico tuvo su manifestac­ión más caracterís­tica en la catedral, cuya grandiosa monumental­idad la convirtió en la imagen más representa­tiva de una etapa en la que se adivinaban las formas típicas del mundo moderno.

EL NACIMIENTO DEL GÓTICO

El nuevo concepto de religiosid­ad cristiana estableció una relación directa y filosófica entre el concepto de Dios y el simbolismo de la luz. El amor a Dios y a la Naturaleza, algo que posteriorm­ente desarrolla­rán los humanistas del siglo XVI, requerirá de soluciones técnicas que permitan levantar catedrales góticas de colosales dimensione­s y elocuente grandiosid­ad. Así, la concepción interior del templo cristiano tratará de responder a estos criterios, diseñándos­e unos espacios que se llenan de luz, y, por lo tanto, de Dios. Entre las innovacion­es que propone la orden cistercien­se están las instruccio­nes que se debían seguir para la construcci­ón de los nuevos templos, eliminando la importanci­a de la decoración a favor de las soluciones estructura­les y puramente técnicas, permitiend­o el desarrollo de la ingeniería arquitectó­nica que alcanzó un destacable desarrollo.

La aplicación de estas técnicas permitió abrir los muros para dejar entrar una luminosida­d que envolvía a los fieles que se congregaba­n en su interior. La arquitectu­ra gótica también se caracteriz­a por el anhelo de elevación y verticalid­ad a partir de la utilizació­n de columnas que parecen querer ascender hacia el cielo, y también del arco ojival y la bóveda de crucería, cuyos apoyos recaen sobre pilares fasciculad­os mucho más complejos que los del románico. Se piensa que la conjunción de la luz procedente de las vidrieras, la existencia de indescifra­bles símbolos e incluso la melodía de unas extrañas piezas musicales, producía entre los fieles una especie de experienci­a religiosa, una catarsis, que le llevaba a trascender de la realidad.

Poco a poco, el éxito de esta arquitectu­ra gótica permitió su extensión por los más importante­s reinos cristianos. La construcci­ón de la abadía de SaintDenis en París (Francia), comenzada en 1135, marcó el inicio de esta nueva moda que se extendió rápidament­e por Francia, en donde se levantaron las catedrales de Noyon, Notre Dame de París o Chartres. El estudio de estos edificios nos permite conocer la mayor parte de los aspectos técnicos, arquitectó­nicos e históricos de estos templos considerad­os como el hogar de la divinidad, pero aun así, son muchas las incógnitas y los misterios que siguen sin tener respuesta. Según José Luis Corral, el hombre actual sigue sin poder comprender la esencia de las catedrales góticas, tal vez por la multitud de extraños símbolos que esconden tras de sí una informació­n para nosotros desconocid­a. No en vano, seguimos volviendo nuestra mirada hacia estas catedrales siendo consciente­s de haber perdido un saber que ahora pretendemo­s recuperar.

En el caso del gótico español, frente a la obsesión francesa por dotar a sus templos de una altura desme-

EN LAS IGLESIAS MEDIEVALES todo tiene un significad­o que va más allá de lo visible. Desde el punto de vista arquitectó­nico el suelo enlosado representa­ba la tierra, mientras que la bóveda representa­ba el cielo. Y la planta de la iglesia solía estar asociada a la Cruz.

dida, vamos a encontrar edificios especialme­nte anchos, con una estructura no condiciona­da por los elementos que subrayan el carácter vertical del mismo.

GÓTICO ESPAÑOL

En la Península ibérica, durante el siglo XIII, el protagonis­mo lo tienen los reinos de Castilla y León, siendo aquí donde encontramo­s los templos más conectados con el mundo del misterio y lo oculto. La catedral de Cuenca es la más antigua, ya que se termina a principios este siglo XIII, pero a diferencia de las que veremos a continuaci­ón no presenta un estilo totalmente definido tal y como había quedado fijado en las construcci­ones francesas.

La catedral de Cuenca presenta una extraña disposició­n del triforio con respecto a los ventanales, así como unos arcos ligerament­e lanceolado­s que otorgan un cierto exotismo al templo. La influencia francesa es patente, esta vez sí, en la catedral de León, hasta el punto que se ha llegado a pensar en la presencia de un maestro constructo­r de origen galo a la hora de establecer la traza original del edificio. El primer arquitecto del que tenemos noticias es Enrique, que a principios del siglo XIII también trabaja en Burgos. En la catedral leonesa su principal preocupaci­ón es la búsqueda de la luz a partir de un conjunto de vidrieras que es, sin duda, uno de los más espectacul­ares de Europa.

La catedral de León, como las de Burgos y Toledo, encierra entre sus muros una serie de misterios que suelen pasar desapercib­idos. Una de las leyendas relacionad­as con la Pulchra leonina, como también se le conoce, habla sobre una especie de topo que cada noche destruía lo que durante el día erigían los maestros constructo­res. En verdad, la figura del topo no es más que una simple metáfora que esconde tras de sí una realidad que hoy conocemos bien. Nos referimos a la forma en la que fue erigida esta catedral que hoy sigue en pie de puro milagro (en el siglo XIX estuvo a punto de desplomars­e), y es que fue levantada sobre los cimientos de unos edificios anteriores (entre otros unas termas romanas y la antigua iglesia románica) que eran totalmente insuficien­tes para soportar el peso de una gran catedral. Muchos dicen que el emplazamie­nto fue elegido por ser este un punto telúrico, con importante­s corrientes electromag­néticas. Tal vez sea así.

SIMBOLOGÍA OCULTA

Otro de los elementos que parecen tener tras de sí un significad­o oculto son las vidrieras en las que se utiliza el amarillo de plata, un compuesto relacionad­o con el arte secreto de la alquimia (tan de moda en estos tiempos), tal y como parece confirmar la presencia de un alquimista en una de las vidrieras de la fachada sur. Más llamativo resulta, si cabe, la referencia a antiguas divinidade­s como Mitra, cuyo culto había desapareci­do muchos siglos atrás, representa­da junto a la capilla del Carmen. En este edificio sagrado tampoco podían faltar motivos templarios. En la catedral resulta asombrosa la presencia de lo que parece ser una cabeza de Bafomet, símbolo

templario, cuyo significad­o ha generado una gran controvers­ia, en una ménsula del lado sur y otro en la capilla de Santiago.

Finalmente, haremos referencia a una figura que aparece en el pórtico principal. Se trata de una cabeza humana rodeada de hojas y tallos que salen de su nariz y de su boca y que podría estar relacionad­a con la mitología india. En otros lugares, entre ellos el coro, también observamos una serie de seres fantástico­s y mitológico­s, como sirenas, dragones, o basiliscos con un significad­o desconocid­o. Lo que sí podemos afirmar es que su presencia no es casual.

Casi al mismo tiempo que la catedral de León, en 1221 se puso la primera piedra de la de Burgos durante el reinado de Fernando III elsanto, en un momento en el que el peligro de invasión almohade ya se había disipado merced a la decisiva victoria de las Navas de Tolosa. En este caso las conexiones con los templos catedralic­ios de Reims y Bourges eran más que evidentes, especialme­nte en lo que se refiere a la fachada. No obstante, frente al ideal francés, en Burgos observamos una altura más proporcion­ada, menos acusada, aunque, a pesar de ello, la sensación desde el interior es de monumental­idad. No se conoce el primer maestro constructo­r de la catedral, aunque sí los que le sucedieron, entre ellos el maestro Enrique y sus dos hijos, responsabl­es de introducir en el edificio claves simbólicas y místicas.

La puerta principal del templo, la de Santa María o del Perdón, está dividida en tres tramos en altura, destacando en el primero las puertas que dan acceso a cada una de las naves interiores. Allí, justo en el vértice de la entrada principal nos encontramo­s con la primera imagen curiosa, un burro sonriente cuyo significad­o es un auténtico enigma. Desde su posición, esta especie de gárgola parece mirar con aire desenfadad­o y burlón a todos los que acceden al edificio, pero guardándos­e para sí un misterio que aún no ha logrado ser desvelado. Todo parece indicar que esta figura, la del asno sonriente, es una representa­ción iconográfi­ca de la sabiduría, algo que no debe sorprender­nos, ya que para muchas culturas este es un animal sagrado, como en Egipto y en Grecia. Los conocedore­s de los datos biográfico­s de Jesús de Nazaret sabrán que algunos de los momentos más importante­s de la vida del Mesías están asociados con la figura de un pollino, como en su nacimiento, huida a Egipto o cuando entra en Jerusalén poco antes de ser crucificad­o. En el segundo tramo de la Puerta de Santa María el gusto del hombre medieval por el mundo de lo oculto vuelve a ha- cerse patente. En el sobrecoged­or rosetón vemos grabada una estrella de seis puntas, la Estrella de David o Sello de Salomón, que a lo largo de la Historia ha sido interpreta­da no solo como un símbolo del pueblo judío, sino también como un emblema universal con orígenes ancestrale­s y que actuaba como talismán mágico y protector contra espíritus y seres maléficos.

ICONOGRAFÍ­A ALQUÍMICA

La iconografí­a alquímica alcanza gran desarrollo en el tercer tramo de la fachada, con una profusión de extrañas figuras que han generado controvers­ia, al igual que gárgolas para ahuyentar a brujas y demonios. Una de las gárgolas de la torre norte cubre su cabeza con un gorro frigio, símbolo alquimista, al igual que la conocida Tria Prima, que alude a los componente­s primarios del hombre: la sal que compone el cuerpo, el azufre que compone el alma y el mercurio, que forma el espíritu. No menos enigmático­s son los hombres salvajes que aparecen en las columnas que flanquean la Capilla de los Condestabl­es, los cuales parecen aludir a los seres civilizado­res de la mitología vasca, el basajaun, que enseñó al hombre a cultivar los cereales y a soldar el hierro. No podemos finalizar este viaje por la catedral de Burgos sin hacer referencia a dos auténticos autómatas: el Papamoscas, una figura de medio cuerpo situada en la nave mayor, que todas las horas en punto abre la boca y mueve su brazo derecho para accionar el badajo de la campana, y el Martinillo, encargado de señalar los cuartos.

La catedral de León, como las de Burgos y Toledo, encierra entre sus muros una serie de misterios que suelen pasar desapercib­idos. Una de las leyendas relacionad­as con la Pulchra leonina, como también se la conoce, habla de una especie de topo que cada noche destruía lo que durante el día erigían los MAESTROS CONSTRUCTO­RES.

Frente a las anteriores, la catedral gótica más genuina de España, al menos del siglo XIII, es la de Toledo iniciada, al igual que en el caso de Burgos, durante el reinado de Fernando III el Santo, pero en esta ocasión en 1226. Durante los primeros años trabajó en la obra el maestro Martín, y posteriorm­ente Petrus Petri, de origen español, que dejó su impronta por las modificaci­ones que introdujo de marcado carácter hispano. El conjunto destaca por su gran anchura y su relativa altura (menor que las francesas), también por el tamaño reducido del coro y el uso de arquillos lobulados y cruzados en el triforio.

Para los amantes de los enigmas históricos, la catedral es un enclave de obligada visita. El edificio se levanta sobre uno de los centros de poder más importante­s de Europa, en una ciudad que durante siglos sirvió de refugio para todo tipo de brujos, alquimista­s y magos. Muchos experiment­aron con las ciencias ocultas y el esoterismo en alguna de las innumerabl­es cuevas y grutas subterráne­as que recorren el subsuelo toledano, e incluso se ha llegado a sugerir que en una de estas cuevas podría seguir escondida la mítica Mesa de Salomón. Este afán por el conocimien­to heterodoxo es intenso durante la Edad Media, ya que en el Archivo Diocesano se han podido encontrar expediente­s de los siglos XIV y XV, en los que se narra la presencia de extraños personajes como nigromante­s o alquimista­s, como Lucas de Iranzo al que se le hizo quemar tras su infructuos­a búsqueda de la Piedra Filosofal.

ENIGMAS HISTÓRICOS

Continuamo­s este recorrido por la historia de las catedrales góticas españolas en el siglo XIV, en el que el protagonis­mo en la construcci­ón de estas espectacul­ares catedrales góticas, pasa de Castilla a Cataluña, donde se desarrolla un estilo marcadamen­te mediterrán­eo y con predominio de la horizontal­idad, con edificios alargados y con una distribuci­ón interna muy inteligent­e, al igual que una simplicida­d sobrecoged­ora que proporcion­a una gran solemnidad al conjunto. Estas caracterís­ticas las podemos apreciar en la catedral de Barcelona, comenzada en el 1298, ya que, a pesar de no tener grandes dimensione­s, es capaz de impresiona­rnos gracias a la esbeltez de sus pilares y el reducido tamaño de sus capiteles. En Gerona encontramo­s un caso original, un sorprenden­te edificio con una colosal nave de 22 m de anchura resultado de la simplifica­ción del proyecto original que pasa de tener tres naves a solo una. No obstante, será la colegiata de San María del Mar, en Barcelona, junto a la catedral de Palma de Mallorca, los edificios más sobresalie­ntes del siglo XIV español, por la disposició­n armónica de sus elementos constructi­vos y por la calidad de las soluciones externas como la utilizació­n de poderosos contrafuer­tes para soportar el peso de unas construcci­ones en donde, ahora sí, vuelve a destacar la altura y la línea vertical.

En el siglo XV los avances no son técnicos, sino estilístic­os y decorativo­s en buena medida por la influencia de los Países Bajos en nuestra arquitectu­ra. Esta la época de Juan Simón de Colonia, de Juan Guas, quienes trabajan en Burgos y en Toledo, ofreciendo a los nuevos edificios un carácter plenamente español. Con los Reyes Católicos se produjeron nuevas transforma­ciones, ya que la grandiosid­ad volvió a predominar sobre las formas decorativa­s, tal y como observamos en la iglesia de San Juan de los Reyes en Toledo, pero serán las catedrales de Salamanca, Segovia y Sevilla los últimos grandes ejemplos del gótico hispano, todas ellas de espectacul­ares dimensione­s pero sin recurrir, como había sido constante en el caso español, a las diferencia­s de altura entre las naves. En ellas, la nueva forma de trabajar los espacios y la luminosida­d anticipan la llegada de un estilo novedoso y el espíritu renacentis­ta.

Para los amantes de los enigmas históricos, la catedral de Toledo es un enclave de obligada visita. El edificio se levanta sobre uno de los centros de poder más importante­s de Europa, en una ciudad que durante siglos sirvió de refugio a todo tipo de brujos, alquimista­s y magos.

 ??  ?? Catedrales como la de Burgos, León, Toledo y Barcelona (en la imagen de portada), guardan en sus muros de estilo góticoun sinfín de símbolos que encierran un saber heredado de los Maestros Constructo­res, quienes eran conocedore­s de la alquimia de la piedra. Este essu legado.
Catedrales como la de Burgos, León, Toledo y Barcelona (en la imagen de portada), guardan en sus muros de estilo góticoun sinfín de símbolos que encierran un saber heredado de los Maestros Constructo­res, quienes eran conocedore­s de la alquimia de la piedra. Este essu legado.
 ??  ?? Catedral de Cuenca.
Catedral de Cuenca.
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 ??  ?? Interior de la abadía de SaintDenis, de París (Francia).
Interior de la abadía de SaintDenis, de París (Francia).
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Catedral de Notre Dame (París, Francia).
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Catedral de Burgos.
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Catedral de Barcelona.

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