ÉXTASIS A TRAVÉS DE LAS DROGAS ENTEÓGENAS
Desde épocas ancestrales, el hombre ha recurrido a determinados hongos alucinógenos, cuyas sustancias psicoactivas inducen a estados alterados de conciencia.
El peyote y la ayahuasca, así como ciertos hongos del género psilocybe, con sus potentes alcaloides, han sido empleados en un contexto chamánico.
El chamán, tras la ingesta de dichas drogas enteógenas (seguida de una danza ritual), entraba en éxtasis y establecía así contacto con el pretendido mundo sobrenatural. Las visiones descritas tenían un gran contenido místico. “Que el chamán experimenta lo que llamamos éxtasis místico lo prueban los síntomas que acompañan ese estado”, señala el doctor Francisco J. Rubia. Por ejemplo, la luz envolvente que suele ser descrita por el místico, coincide también con la luz que vislumbra el chamán cuando cae en trance.
“Es una luz misteriosa que de repente el chamán sentía en su cuerpo, en el interior de su cabeza, en el corazón de su cerebro, un faro inexplicable, un fuego luminoso que lo ponía en condiciones de ver en la oscuridad”, explica el antropólogo Knud Rasmussen.
Por su parte, el filósofo inglés Walter Terence Stace, experto en misticismo, afirmó convencido que la experiencia con drogas, “no es que sea similar a la experiencia mística; es la experiencia mística”. No es de extrañar, pues, que Robert Gordon Wasson, pionero en el estudio de la etnobotánica, llegase a sugerir que los hongos alucinógenos despertaron la espiritualidad en el hombre prehistórico, lo cual desembocó en el origen de la religión.