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los secretos del oráculo de delfos

en la Antigüedad la consulta al oráculo era una práctica habitual. la PITIA era la encargada de predecir el futuro de todo aquel que deseaba conocer su futuro. Pero ¿ de dónde nacía su poder sobrenatur­al? desvelamos los secretos de las pitonesas griegas.

- Texto Olga Romay

Imagínese que usted es gobernante de una polis griega del siglo V a.c. y le avisan de que los persas, con Jerjes a la cabeza, van a invadir su país con una fuerza descomunal. ¿Qué haría, huir, aliarse con el enemigo, resistir? Les diré lo que haría un griego: una consulta al oráculo de Delfos. Sin una respuesta del oráculo nadie daba un paso en Grecia en la Antigüedad, a pesar de que raras veces los vaticinios fuesen claros. Hoy nos parece risible, pero para ellos era un asunto muy serio. No todas eran preguntas y respuestas tan trascenden­tales. Plutarco, el escritor griego del siglo II, nos cuenta que algunas tenían más bien un carácter doméstico: “Si se iban a casar, si era convenient­e que se embarcasen, si iban a obtener la victoria, si debían labrar sus campos o si era preferible dejar en barbecho la tierra”.

Pero ¿quién era la Pitia y por qué era tan influyente para los griegos? Para dar respuesta a esas preguntas, hay que conocer lo acontecido en Delfos desde su fundación hasta el año 385 cuando el emperador Teodosio acabó con el rito pagano para siempre. Se trata de una historia que combina mística y política, en la cual una mujer poseída por Apolo vaticinaba el futuro. ¿ Acaso no hay poder más fascinante que saber lo que va a suceder? ¿Y si en verdad esas campesinas ignorantes no eran unas farsantes?

origen del templo de delfos

Es Homero el que nos informa en la Ilíada cómo se fundó el templo. La fecha en la que sucedió la guerra de Troya es difícil de precisar, pero Homero compuso su epopeya no más tarde del siglo VIII a. C.

El poeta nos dice entre verso y verso que el oráculo estaba en su origen dedicado a la diosa Gaia, una antigua divinidad también conocida como la diosa Tierra. Allí vivía un dragón llamado Tifón con al que se enfrentó Apolo. Al vencer Apolo, el dragón se pudrió en aquel lugar, que por eso pasó a llamarse Pytho que significa: yo hago pudrir.

Homero nos relata que Apolo se transformó en un delfín, por eso el nombre de Delfos. Para que hubiese sacerdotes en el templo Apolo desvió un barco cretense y se hizo con su tripulació­n a la que obligó a servir en el templo prometiend­o volver todos los años para emitir sus vaticinios. Hasta ahí sus orígenes, Homero no nos aporta mucho más.

Existe cierta confusión en cuanto a edad de las pitonisas. Son mujeres elegidas en el mismo Delfos, pero algunas fuentes nos dicen que son jóvenes y en otras nos informan que son ancianas.

Parece ser que en su origen eran campesinas vírgenes, pero que una de ellas fue violada y para que no volviese a suceder semejante profanació­n se eligieron mujeres de más de cincuenta años.

La fuente más fiable es la de Plutarco, escritor griego del siglo I, las conoció en persona porque él mismo ejerció como sacerdote del templo, ocupando importante­s cargos públicos en Delfos en el reinado de Claudio y de Nerón. En esta

Existe cierta confusión en cuanto a la edad de las pitonisas. son mujeres elegidas en el mismo Delfos, pero algunas fuentes nos dicen que son jóvenes y en otras nos informan que son ancianas.

época, describe a la Pitia como una muchacha del pueblo de Delfos completame­nte ignorante.

El dramaturgo Esquilo, que vivió en el siglo V a.c., y el historiado­r Diodoro de Sicilia, que vivió en el siglo I a.c, sin embargo, las describen como mujeres viejas.

Ya fueran jóvenes o viejas, no tenían ningún don especial, pero debían de someterse a una serie de ceremonias para poder vaticinar.

el ritual para solicitar un oráculo a la pitia

En épocas muy antiguas la Pitia solo respondía a las consultas una vez al año, el día del nacimiento de Apolo, que sucedía el séptimo día del mes griego de nombre bysios, que tenía lugar a mediados del invierno.

Luego las consultas de la Pitia pasaron a realizarse el día siete de cada mes, excepto en invierno que durante tres meses se suponía que Apolo estaba ausente de Delfos. Pero con el tiempo, las consultas fueron tan exitosas que la Pitia tuvo que trabajar durante casi todo el año, incluso fuera de su período habitual como fue el caso de la consulta de Alejandro Magno, que la arrastró al templo para que vaticinase porque no eran días de consulta.

En su momento de auge, tanto era el trabajo que soportaban que llegaron a turnarse tres pitias en Delfos.

La Pitia se purificaba y se vestía de gala, luego llegaba hasta el templo de Apolo donde la esperaban los consultant­es. Son famosas las dos frases que estaban escritas en el templo: “Conócete a ti mismo” y “nada en demasía”. Pero Plutarco nos informa de una tercera sentencia no tan conocida: “Compromete­rse trae desgracia”.

Los peregrinos también debían de refrescars­e en la fuente Castalia, sobre la cual permanece grabada hasta nuestros días la frase: “Al buen peregrino le basta una gota, al malo, ni el océano podría lavar su mancha”.

Después se tenía que esperar el turno para hacer la consulta. Los habitantes de Delfos tenían preferenci­a. Luego estaban las consultas de los que venían de parte de las polis que pertenecía­n a la Anfictioní­a.

La Anfictioní­a Délfica la formaban una serie de polis griegas, entre ellas las poderosas Tebas, Atenas y Esparta. A la cola para las consultas estaban el resto de los peregrinos que participab­an en un sorteo que determinab­a el turno.

Hubo casos de polis que al no estar de acuerdo con el oráculo pidieron un segundo más favorable, como le ocurrió a Atenas antes de la batalla de Salamina.

Las preguntas variaban. Las había que podían ser respondida­s con un sí o un no, o a veces necesitaba una explicació­n más extensa.

Podía ir el interesado en persona o enviar a otro para que hiciese la consulta, y no era raro que cuando uno consultaba, la Pitia le diese una respuesta que no tenía que ver porque iba dirigida a otra persona.

El oráculo en sí era un negocio. En el propio templo vendía los animales que debían sacrificar­se y las tartas sagradas (pélanos).

Plutarco nos informa de que había sacerdotes y hombres sagrados que sacrificab­an a las víctimas, hacían libaciones sobre ellas y observaban su movimiento y temblor. Lo apto para el sacrificio debía de ser puro, ileso e intacto tanto del cuerpo como del alma. La pureza del cuerpo de la víctima era fácil de ver a simple vista, pero para el alma utilizaban una sencilla prueba: a los toros ponién-

En épocas muy antiguas la pitia solo respondía a las consultas una vez al año, el día del nacimiento de apolo, que sucedía el séptimo día del mes griego de nombre bysios, que tenía lugar a mediados del invierno.

doles delante harina, y a los cerdos garbanzos, si no comían pensaban que no estaban sanos y no valían para el sacrificio. A las cabras les arrojaban agua y eran válidas para el sacrificio si temblaban. A veces tenían que empaparlas completame­nte para que la cabra sintiese algún escalofrío.

Pausanias, un griego que viajó por toda la Hélade en el siglo II escribiend­o la primera guía de viajes de la Antigüedad, describió que en la cella del templo de Apolo había un fuego donde el hijo de Aquiles, había muerto a manos del sacerdote de Apolo por haber profanado el templo. Allí se supone que la Pitia, antes de descender a la sede oracular, hacía humear harina de cebada y laurel, el árbol consagrado a Apolo y con el cual, según el relato de Pausanias, había sido construido el primitivo templo délfico. Plutarco nos dice que había dos salas, el Oikos, donde esperaban los que hacían la consulta, y el Adyton, donde respondía la Pitia. La estancia de la Pitia desprendía la fragancia de un perfume que, según Plutarco, era suave y costoso, y el mismo autor aventuraba que el aroma podía proceder del suelo o de otro factor. Todavía no está claro si había una falla del terreno debajo del trípode o si había emanacione­s volcánicas que pudiesen provocar el éxtasis de la Pitia. En el Adyton había un trípode de oro donde se sentaba la Pytia.

El trípode era una especie de aguamanil artístico, cuyo cuenco podía ser utilizado para incensar, pero este debía de ser de grandes dimensione­s para que pudiese sentarse una mujer. Trípodes más pequeños eran una ofrenda ritual a Apolo. En algunas representa­ciones se puede ver a la pitia sentada sobre él profetizan­do. Según el poema Farsalia, del autor romano Lucano, la Pitia entraba en trance sobre este trípode por las emanacione­s procedente­s de una hendidura de la tierra que había debajo.

Acompañaba­n a la Pitia varios hombres que estaban sentados junto al oráculo recibiendo y recogiendo las palabras de Apolo que salían de la boca de la mujer. Su función era la de transforma­r las palabras de la sacerdotis­a de Apolo en versos.

el trance de la pitia

Existen varias teorías sobre el asunto y, aun hoy, sigue siendo confuso qué sucedía sobre el trípode para que la mujer fuese arrebatada por el don de la profecía.

La primera de las suposicion­es es que sus alucinacio­nes podrían deberse a que en algún momento ingiriese las tortas de cebada que ofrecían los consultant­es. La cebada podría estar contaminad­a con el cornezuelo del centeno que también parasita la cebada, el cornezuelo es un potente alucinógen­o del cual se saca ácido lisérgico del LSD.

Otra posible teoría es que la Pitia entraba en trance al masticar hojas de laurel. Pero el laurel común no produce alucinacio­nes, salvo que realmente no fuese laurel común sino una planta parecida.

El caso es que Plutarco nos da una excelente pista porque fue testigo de la muerte de una Pitia con síntomas que pueden coincidir con los efectos de la adelfa, también conocida como laurel de flor, cuyas hojas son parecidas a las del laurel. La adelfa, muy extendida en la cuenca mediterrán­ea, es tan tóxica que puede producir al masticarla un ataque al corazón, o tal vez la muerte.

El hecho sucedió de la siguiente forma: a una de las pitias la obligaron a profetizar cuando llegaron a consultarl­a desde el extranjero. La víctima que sacrificar­on no se inmutó cuando le echaron agua hasta empaparla, lo cual era señal de que el sacrificio no era propicio y luego cuando la Pitia descendió contra su voluntad a la sede oracular parecía llena de un espíritu maligno. La mujer se precipitó gritando fuera del recinto donde profetizab­a y al llegar al vestíbulo, donde estaban los consultant­es oficiales del oráculo, estos huyeron espantados. Finalmente, la Pitia se tiró al suelo donde la recogieron viviendo tan solo unos pocos días.

Los éxtasis místicos de la Pitia también podrían coincidir con una epilepsia, considerad­a en la Antigüedad como la enfermedad producida por los dioses.

Existen incluso teorías, como la del arqueólogo John Hale, que estudió las dos fallas de caliza que hay bajo el suelo de Delfos, que asegura que los vapores producidos por la fricción de la piedra llegaban al templo. Puede ser, ya que es una zona sísmica, pero nunca se ha oído hablar en la zona de Delfos de vapores tóxicos en simas volcánicas, ni de emisiones de dióxido de carbono provocadas por fenómenos sísmicos como pueden suceder en otros lugares del planeta.

Entonces, ¿qué ocasionó la muerte de la Pitia? ¿Una planta? ¿Una enfermedad mental o física producida por su oficio? ¿Un vapor tóxico que emanaba del suelo? ¿ Algún tipo de planta que se quemaba para perfumar la estancia?

Sigue siendo todavía un misterio y, es más, el mismo Plutarco que estuvo presente lo achaca a dos causas sobrenatur­ales: el sacrificio no fue propicio y la Pitia no entró en el templo por su propia voluntad.

creso, el rey que puso a prueba al oráculo

Como existían en Grecia y en Egipto oráculos famosos a los que acudían los solicitant­es, y ante la duda de cuál de ellos era más fiable, Creso, el último rey de Lidia, decidió ponerlos a prueba. Para ello envió a todos un emisario con la siguiente pregunta: ¿Qué estoy haciendo en este momento?

Para que fuese más difícil se dedicó ese día a hacer algo inusual para que los oráculos no acertasen por azar, y se le ocurrió cocinar dos alimentos que nunca se combinaban en un caldero: una tortuga y un cordero.

Solo el de Delfos fue capaz de encontrar la respuesta verdadera que emitió en hexámetros.

A partir de ese momento confió ciegamente en el oráculo y envió varias ofrendas, entre ellas unos lingotes de electrón, aleación formada por oro y plata, que colocaron en forma de pirámide cornada por un león de oro puro que pesaba diez talentos.

Una de sus consultas fue sobre su hijo que era mudo y había intentado por todos los medios remediarlo. La Pitia le respondió: “Hijo de Lidia, rey de muchos pueblos, Creso, grandísimo necio, no pretendas oír en tu morada el tono anhelado de la voz de tu hijo. Más vale que eso esté lejos, pues a hablar comenzará en un funesto día”.

Y en efecto, cuando Ciro invadió Sardes, que era la capital de Lidia, el hijo de Creso rompió a hablar y dijo: “Soldado, no mates a Creso”.

En ese momento Creso fue apresado por Ciro que lo ató a una pira funeraria donde se salvó

Otra posible teoría es que la PITIA entraba en trance al masticar hojas de laurel. Pero el laurel común no produce alucinacio­nes, salvo que realmente no fuese laurel común, sino una planta parecida.

gracias a que Apolo le envió una lluvia. En otras versiones, a pesar de la lluvia, Creso se dejó inmolar. Según Heródoto, en Delfos podían verse las cadenas que Creso donó una vez que Ciro lo liberó tras la lluvia que cayó sobre su pira funeraria.

Pero su pregunta más conocida fue cuando quiso saber si era propicio atacar el Imperio Persa. Obtuvo como respuesta: “Creso, si cruzas el río Halys, destruirás un gran imperio”.

Desgraciad­amente, Creso lo interpretó erróneamen­te, cruzó el río, que separaba el reino de Lidia del Imperio Persa, y lo que sucedió fue que Ciro destruyó el reino Lidio, que pasó a formar parte de su imperio.

la dudosa imparciali­dad de la pitia

La mala fama del oráculo se la ganó en las tres grandes guerras que sucedieron en territorio helénico en la Antigüedad.

La primera sospecha surgió durante la Segunda Guerra Médica de los griegos contra Persia. Los rumores eran que el oráculo favorecía a Jerjes, que, por cierto, cuando llegaron a Grecia sus tropas pasaron por delate de Delos sin saquear el santuario, a pesar de tener la mayor acumulació­n de tesoros de toda Grecia y un enorme botín con el que Jerjes podía haber pagado de sobra su campaña. Pero, a medida que Jerjes iba anexionánd­ose polis griegas, lo oráculos comenzaron a ser más ambiguos, como si no quisiesen compromete­rse con ningún bando.

En el otoño del año 481 a.c., cuando los persas ya habían ganado la batalla de las Termópilas y se dirigían a Atenas, los atenienses despacharo­n dos representa­ntes a Delfos, para a consultar el oráculo. La Pitia, cuyo nombre era Aristonice, no les dio ninguna esperanza, y como había hecho con otras polis, les dijo que se rindiesen a Jerjes abandonand­o sus propiedade­s. Primero dictó siguiente vaticinio: “¡Desdichado­s!, ¿por qué permanecéi­s inactivos? ¡Huye al fin del mundo! Y abandona tus casas”.

Los versos se alargaban relatando los horrores que les sucederían a los atenienses si no huían, para terminar, diciendo: “Negra sangre chorrea de lo alto de los pináculos, presagiand­o calamidade­s inexorable­s. Abandona, pues, este sagrado lugar y ante las desgracias comportaos con entereza”.

Los consultore­s atenienses, con ramas de olivo envueltas en lana, como los suplicante­s, pidieron un segundo vaticinio más favorable rogándole a Apolo, diciéndole que no se mo-

El segundo momento histórico en el cual la pitia tomó partido fue durante la guerra del peloponeso, entre las polis griegas capitanead­as por atenas y la Ligra de Delos y Esparta y la liga del peloponeso.

verían de allí hasta que vaticinase. El resultado fue el siguiente: “Mira, cuando tomado sea todo cuanto encierra a tierra de Cécrope y el valle del Citerón augusto, Zeus, el de penetrante mirada, concederá a la Tritogenia un muro de madera, único – pero inexpugnab­le– baluarte, que la salvación supondrá para ti y para tus hijos. Ahora bien, tú – eso sobre todo– no aguardes indolente a la caballería y al ingente ejército de tierra que del vecino continente llega; al contrario, retírate; vuelve la espada. Un día tenlo por seguro, ya les harás frente. ¡Ay, divina Salamina! ¡Que tú aniquilará­s a los frutos de las mujeres, bien sea cuando se esparce Deméter o cuando se reúne!”.

Este segundo oráculo, tal vez el más famoso de todos los que emitió la Pitia, fue interpreta­do por el hombre del momento, Temístocle­s. Este les dijo a los desolados atenienses: los muros de madera no son otros que los doscientos trirremes de madera que constituía­n la flota ateniense, en ellos debían evacuar a toda la población exiliándos­e en la isla de Salamina y allí hacer frente al ejército de Jerjes.

No se equivocó, en otoño del año 480 a.c., tuvo lugar la más famosa de las batallas griegas cuando los griegos ocasionaro­n la gran derrota marítima a los persas.

El segundo momento histórico en el cual la Pitia tomó partido fue durante la guerra del Pe- loponeso, entre las polis griegas capitanead­as por Atenas y la Liga de Delos y Esparta y la liga del Peloponeso. En aquellos momentos Pericles gobernaba en Atenas y no hacía caso a los oráculos, pero sí Esparta a la cual la Pitia vaticinó que ganaría la guerra.

Cuando los espartanos consultaro­n sobre la guerra con los atenienses, la respuesta, por cierto, acertada, de la pitia fue: “Victoria y triunfo”.

Y, es más, predijo con exactitud cuanto iba a durar la Guerra del Peloponeso: veintisiet­e años.

La última muestra de partidismo de la Pitia en la historia de Grecia sucedió cuando Filipo de Macedonia sometió al resto de las polis griegas. Los oráculos eran partidario­s al rey macedonio, de hecho, había un oráculo que les decía a los atenienses que no sea liasen con el resto de polis griegas para luchar contra Filipo de Macedonia. La presión de la Pitia era tan desesperan­te que un político ateniense, Demóstenes, se dirigió ala población y le conminó a no escuchar el presagio: “sino que les decía que sospechar ande la Pitia, porque filip izaba; y traía a su memoria a los tebanos de Epaminonda­s ya los atenienses de Pericles, diciendo que aquellos, consideran­do tales pretextos de cobardía, recurrían a los cálculos racionales”. auge y decadencia del oráculo

Hubo siglos de oro para el oráculo de Delfos, y luego comenzó su decadencia cuando las polis griegas fueron conquistad­as por Roma.

A pesar de que uno de sus oráculos predijo con quinientos años de antelación que los romanos harían la guerra contra los esclavos de Espartaco, ni a Sila ni a Nerón pareció impresiona­rles gran cosa, ya que saquearon el santuario más sagrado para los griegos que lo considerab­an el ombligo del mundo.

Sin embargo, no hay duda de que, sus oráculos fueron los más famosos de la Antigüedad, recogidos por escrito por casi todos los historiado­res griegos.

Su declive definitivo llegó con el cristianis­mo. Primero, Constantin­o en el año 319 dictó una ley contra los arúspices, y, definitiva­mente, en el año 357 prohibió cualquier actividad de los oráculos.

Juliano el Apóstata intentó recuperar Delfos, que se encontraba en plena decadencia. Consultó al oráculo para saber qué podía hacer por él, a lo cual la última Pitia respondió: “Dile al rey que la casa bellamente construida está derrumbada. Apolo Febo ya no tiene morada, el sagrado laurel está marchito. Sus fuentes callan para siempre, y ha enmudecido el murmullo del agua”.

A pesar de que uno de los ORÁCULOS predijo con quince años de antelación que los romanos harían la guerra contra los esclavos de Espartaco, ni a Sila ni a Nerón pareció impresiona­rles gran cosa.

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 ??  ?? Imagen que representa a la Pitia de Delfos.
Imagen que representa a la Pitia de Delfos.
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Junto a estas líneas, ruinas dedicadas al dios Apolo. A la derecha, una imagen de estadeidad.
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Junto a estas líneas, vasija con la representa­ción de Creso, el rey que puso aprueba al oráculo.
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