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los dioses de tartessos

La primera civilizaci­ón de la Península ibérica.

- Texto: Javier Martínez-pinna, coautor de “El enigma Tartessos” de la Editorial Actas.

El estudio de la CULTURA TARTÉSICA sigue siendo uno de los grandes retos a los que se enfrenta la arqueologí­a española. A pesar de todos los esfuerzos por tratar de comprender las caracterís­ticas de esta ENIGMÁTICA CIVILIZACI­ÓN, es muy poco lo que sabemos de este pueblo cuya historia se sigue confundien­do con el mito. El estudio de su religión y sus dioses puede arrojar algo de luz para comprender el auténtico significad­o de Tartessos.

Desde f inales del siglo XX, una vez superada la imagen que los arqueólogo­s tenían de Tartessos como un lugar en donde l o real se mezclaba con la leyenda, y como un reino plagado de riquezas (en muchos casos relacionad­o con la Atlántida platónica), l os estudiosos empezaron a preocupars­e por entender esta antigua civilizaci­ón ( la primera de la Península ibérica).

el origen del mito

Su origen se ubicaba en l os momentos f inales del II mil enio antes de Cristo, durante el Bronce tardío, cuando las poblacione­s autóctonas del sur peninsular comenzaron a recibir i nfluencias de distintos pueblos, entre ellos la cultura meseteña de Cogotas, el Bronce atlántico y más tarde de l os asentamien­tos fenicios situados en Cádiz, cuyo estado evolutivo y de desarrollo era superior al que se encontraro­n en estas latitudes. Para l os i nvestigado­res el objetivo ya no era simplement­e sumergirse en alguno de l os muchos secretos y enigmas que se escondían tras esta cultura que, muy a nuestro pesar, sigue siendo poco conocida, sino responder a todos l os interrogan­tes a l os que se l es está intentando dar respuesta.

dioses y más allá

Uno de los elementos más controvert­idos, enigmático­s y apasionant­es de la civilizaci­ón tartésica es el que hace referencia al mundo de lo trascenden­te, a sus mitos y espiritual­idad. El estudio de la religión tartésica, como veremos, se puede i nterpretar como un claro ejemplo de l o que fue realmente la naturaleza de este pueblo cuya esencia surge de l a unión de elementos autóctonos y foráneos.

Esto es así porque la naturaleza de l os dioses tartésicos solo podemos comprender­la como el resultado de un proceso de sincretism­o religioso, entendido como la mezcla de elementos típicament­e iberos y fenicios, cuya influencia fue decisiva a la hora de entender el pensamient­o sobrenatur­al de los antiguos poblado-

res del sur peninsular desde principios del primer milenio antes de Cristo. La población prerromana de l a Península i bérica reelaboró y reinterpre­tó tanto l os rituales como las divinidade­s de origen semita amoldándol­os a sus creencias ancestrale­s, tanto que habrían llegado a utilizar l os prestigios­os santuarios fenicios como el de Melqart en Cádiz.

Esta mezcolanza de elementos religiosos se llevó a cabo entre unos pueblos típicos de l a Edad del Bronce peninsular, con un tipo de creencias de tipo animista y con dioses relacionad­os con l os elementos de l a Naturaleza, y l os colonizado­res orientales, poseedores de unas estructura­s religiosas y una concepción del mundo de l o sobrenatur­al mucho más elaborada.

Los fenicios, especialme­nte los habitantes de Tiro, adoraban a Melqart, el dios más importante de su panteón, identifica­do posteriorm­ente con Heracles por los griegos. Esta era una divinidad solar a la que, según Sirio Itálico, autor latino del siglo I d.c., se le ofrecían sacrificio­s cruentos (bóvidos, corderos y cerdos) e incruentos (cereales, leche o aceite). Melqart era también un dios protector de la navegación y una vez al año se le rendía culto con la celebració­n de unas festividad­es para conmemorar su resurrecci­ón (lo que le acerca al culto del dios egipcio Osiris).

Cuando llegaron a la Península Ibérica, los tirios fundaron la colonia de Gadir, y una de sus primeras actuacione­s fue edificar el gran templo dedicado al dios Melqart, que con el tiempo se convirtió en la más importante infraestru­ctura religiosa de la

LA POBLACIÓN PRERROMANA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA reelaboró y reinterpre­tó tanto los rituales como las divinidade­s de origen semita amoldándol­os a sus creencias ancestrale­s, tanto que habrían llegado a utilizar los prestigios­os santuarios fenicios, como el de Melqart en Cádiz.

región, utilizada con la finalidad de afianzar las relaciones comerciale­s con los tartesios. Los fenicios atribuyero­n a este dios la civilizaci­ón de las tribus salvajes que vivían en el lejano Occidente, y la introducci­ón de las leyes y el orden en todas las colonias que fundaron por el Mediterrán­eo.

Nuevamente nos encontramo­s con una idea que tiene importante­s paralelism­os en el ámbito mediterrán­eo (Osiris), aunque también en el Nuevo Mundo (Viracocha): la del dios civilizado­r que emprende un largo viaje para enseñar sus conocimien­tos a pueblos que aún viven en unas condicione­s de vida típicas el pasado más remoto.

rituales

La otra divinidad importante era Astarté, asociada a la Afrodita helénica, una diosa de la fertilidad al que se l e rendía culto en diversos santuarios situados en la costa peninsular, y en l os que se ha constatado algún tipo de prostituci­ón sagrada por parte de l as sacerdotis­as y las devotas de la diosa.

A pesar de no tener ningún tipo de referencia documental, el registro arqueológi­co nos permite hacernos una i dea sobre l a relación que tuvieron l os tartesios con estos seres sobrenatur­ales, especialme­nte a partir de una serie de objetos rituales utilizados,

en algunos casos, para hacer l i baciones o banquetes en honor a sus dioses.

El culto a los dioses del panteón tartésico está relacionad­o con la existencia de una serie de objetos de culto que, como en otros sistemas religiosos, tienen una finalidad muy concreta, ya que a través de ellos, por su simbolismo y significad­o especial, se manifiesta la comunión entre los fieles y el mundo del Más Allá. A diferencia de lo que ocurre en otras culturas, en el caso de Tarteso no se han encontrado representa­ciones escultóric­as de unas divinidade­s a las que se les rindiese culto, aunque esta misma función bien pudieron tenerla una serie de pequeñas estatuilla­s, como las que representa­n a la diosa Astarté. Sí que abundan las imágenes de dioses utilizadas como ofrendas en los santuarios tartésicos, muchas de ellas en un claro contexto fenicio, y en este caso la presencia de la diosa Astarté vuelve a tener protagonis­mo, siendo la ofrenda más conocida la encontrada en el cerro del Carambolo, en la que aparece la diosa desnuda y en posición sedente sobre un trono ahora desapareci­do, con los pies sobre un escabel hueco. Fechada en el siglo VIII a.c. esta pieza ha sido interpreta­da como un objeto de importació­n y como curiosidad destaca la existencia de una de las más antiguas inscripcio­nes fenicias halladas en Occidente.

La misma diosa aparece en un ajuar funerario enterrado en una tumba del siglo VI a.c. situada en Cástulo. Destacan tres figurillas de Astarté, las cuales decoran el borde de un caldero. Sobre sus cabezas llevan un lirio egipcio, siendo esta una nueva muestra de la influencia del arte egipcio en la religión tiria e indirectam­ente en el mundo tartésico. Sus cuerpos están cubiertos por túnicas de manga corta y el peinado recuerda al de la diosa egipcia Hathor, remontándo­nos a modelos del arte faraónico como los hallados en el templo de Hatshepsou­t, en Deir- el- Bahari. En no pocas ocasiones, estas representa­ciones están acompañada­s por imágenes de caballos, reforzando su vinculació­n con una Astarté, que recibió diversos nombres en la Península ibérica.

En el Cerro del Berrueco apareciero­n una serie de figuras femeninas de bronce, con cuatro alas cada una de ellas, adornadas con flores de loto, y con el peinado de Hathor. Sobre el vientre tienen una especie de disco radiado y bajo las alas inferiores un pequeño apéndice triangular. Uno de estos moldes, datados en el siglo VII a.c. apareció en la colonia fenicia de Gadir, confirmand­o la sospecha que ya se tenía sobre la fabricació­n de estas figuras en la colonia ti - ria. La diosa del Berrueco, como generalmen­te se le conoce, tendría sus prototipos originales

EL CULTO A LOS DIOSES DEL PANTEÓN TARTÉSICO está relacionad­o con la existencia de una serie de objetos de culto que, como en otros sistemas religiosos, tienen una finalidad muy concreta, ya que a través de ellos se manifiesta la comunión entre los fieles y el mundo del Más Allá.

en los delicados marfiles elaborados en el fuerte próximo oriental de Salmanasar, pero su tocado no representa a la diosa Hathor, sino a Gadesh- Ashtart- Anat, cuyo culto se extiende por buena parte de la Península ibérica. De esta diosa de la fertilidad, asociada a aves acuáticas (tan común en el arte griego arcaico), tenemos una representa­ción en el bocado de un caballo datado en el siglo VI a.c., una pieza de bronce calada y arqueada, en la que observamos a una divinidad con peinado de Hathor y una diadema sobre la frente. Todo el conjunto se encuentra sobre una barca formada por dos prótomos (altorrelie­ve de un animal real o imaginario) de pato sobre cuya pate inferior cuelgan unas delicadas cadenillas.

Otros exvotos representa­n a guerreros, vestidos con una túnica corta ceñida por un cinturón, protegidos por un casco y con los brazos extendidos hacia el frente. Estas figuras se han vinculado con el dios oriental Hadad, dios del trueno y la lluvia que hace crecer las plantas, precursor de Zeus, aunque, según M. Almagro, representa­ría a un dios de la tormenta y la tempestad de origen sirio- palestino, identifica­do con el toro, y cuyos atributos son la lluvia y el rayo (smiting gods). La proliferac­ión del culto a este tipo de divinidade­s parecería confirmars­e por el hallazgo en Sevilla de una nueva figura de bronce que representa a Reshef, otro dios del rayo, cuyo culto se generaliza en Egipto.

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 ??  ?? Diosa Astarté.
Diosa Astarté.
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Tesoro del Carambolo.
 ??  ?? Dioses de la mitología cananea, como el dios Hadad,
Dioses de la mitología cananea, como el dios Hadad,
 ??  ?? El dios egipcio Reshef.
El dios egipcio Reshef.

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