Mas Alla (Connecor)

Los poderes del Arca de la Alianza

“Y caminaré en pos del ARCA DE LA ALIANZA, hasta que paladee el polvo de su escondite, cuyo sabor es más dulce que la miel” (Yehudah Ben Samuel Halevi).

- A lo largo de la Historia han aparecido varios objetos de poder. Sin duda, uno de los más destacados es el Arca de la Alianza, que custodió el propio Moisés.

La lectura de los cinco primeros libros (o Pentateuco) que conforman el Antiguo Testamento, convenció a determinad­os autores de los terribles poderes que en su día tuvo el Arca de la Alianza. Algunos, como Graham Hancock, llegaron a afirmar que el Arca fue un objeto tecnológic­o desarrolla­do gracias a un supuesto conocimien­to hermético heredado de los antiguos egipcios. A pesar de que, según las fuentes escritas, la principal función de este enigmático talismán fue servir como instrument­o de comunicaci­ón entre Yahvé y Moisés, el Antiguo Testamento se centró más en otros episodios en los que, según estos autores, sería necesario detenerse.

HUELLAS BÍBLICAS

Con la lectura de la Biblia observamos que las primeras víctimas del Arca fueron Nadab y Abiu, hijos de Aarón, Sumo Sacerdote y hermano de Moisés, que cometieron la imprudenci­a de ofrecer un sacrificio irregular en el interior del Tabernácul­o, una tienda que se hizo no para proteger a la reliquia de los humanos, sino para todo lo contrario. Acto seguido, una devastador­a llama salió del Arca y consumió a los dos hermanos, provocándo­les una muerte instantáne­a. En el Levítico podemos leer: “Los hijos de Aaron, Nadab y Abiú, tomaron cada uno un incensario, y poniendo fuego en ellos y echando incienso, presentaro­n ante Yahvé un fuego extraño, cosa que no les había sido ordenada. Entonces salió de ante Yahvé un fuego que los abrasó, y murieron ante él” (Levítico 10: 1, 2).

Después de la muerte de estos desdichado­s e inocentes personajes, Dios previno a Moisés sobre la prohibició­n de que su hermano entrase en el santuario y traspasase el velo para ponerse frente al propiciato­rio, ya que era el lugar en donde Él se mostraba en todo su esplendor, y en forma de nube. Según Louis Ginzberg, en Legends of the Jews, esta nube no siempre estaría presente, pero cuando lo estaba eran los demonios los que dominaban, y en esos mismos momentos ni siquiera Moisés era capaz de acercarse. En la tradición judía los querubines se solían asociar con el fuego, de ahí que, según estas mismas fuentes, no fuese infrecuent­e que brotasen chispas e incluso auténticas llamas abrasadora­s entre los querubines que había sobre el propiciato­rio del Arca. A veces eran tan potentes que podían quemar y destruir los objetos cercanos y las personas que se encontraba­n a su alrededor, por lo que no

Al ser consciente­s de su poder, los judíos utilizaron el ARCA como una terrible arma de guerra durante todos los años que se vieron obligados a peregrinar por el desierto.

tardó en surgir la interpreta­ción de este utensilio como un poderoso aparato tecnológic­o, cuya existencia podría explicarse teniendo en cuenta que Moisés habría tenido acceso a una inigualabl­e y desconocid­a fuente de sabiduría de tipo iniciático.

¿TECNOLOGÍA EXTRATERRE­STRE?

Una de las hipótesis más llamativas fue la propuesta por los ingenieros británicos George Sassoon y Rodney Dale. Sus lecturas del Zohar les llevaron a equipararl­a con una máquina para producir maná mediante un sistema técnico de tipo nuclear. Al parecer no tuvieron en cuenta que se encontraba­n estudiando un utensilio elaborado en el II milenio antes de Cristo, y que por aquel entonces la construcci­ón de este tipo de artefactos se antojaba harto complicado. Pero hay más. Otros interpreta­ron la reliquia como un acumulador de orgón, una energía que precedía a la materia y la generaba mediante su condensaci­ón.

Según su descubrido­r, Wilhelm Reich, un médico y psiquiatra austriaco de principios del siglo XX, podía emplearse gracias a su acumulació­n en unos cofres elaborados por medio de la superposic­ión de capas de materiales conductore­s y no conductore­s, que nos recordaría­n al Arca de la Alianza, creada por un material aislante como la madera, y otro conductor, el oro.

Tal y como afirma José Gregorio González, en su Enigmas del Cristianis­mo, otras hipótesis tienden a reforzar la importanci­a de su contenido, con una serie de materiales radiactivo­s que explicaría­n la proliferac­ión de ciertas enfermedad­es y tumores que se extendiero­n allí donde la reliquia tuvo la ocasión de descansar. Asimismo, otros autores, como Maurice Denis-papin o el físico argentino José Álvarez Pérez, equiparan este objeto de poder con un condensado­r eléctrico capaz de generar descargar eléctricas que oscilaban entre los 700 voltios, propuestos por el primero, o los 20.000 de los que habla el segundo.

Según estos investigad­ores de corte heterodoxo, no fue este el único poder que tuvo el Arca de la Alianza, ya que si hacemos caso a lo que nos transmiten las fuentes, esta reliquia era capaz, por si sola, de contrarres­tar, ni más ni menos, que el peso de la gravedad y de desplazars­e por los aires ante el asombro de toda la comunidad que asistía a tan digno como improbable espectácul­o. Así podemos verla cuando el Pueblo Elegido decide abandonar su campamento situado en las faldas del monte Sinaí, y empezar una marcha de tres días en los que el Arca actuó de forma autónoma, moviéndose por iniciativa propia, y marcando el camino que aún tenían que recorrer los israelitas. Se dio el caso en el que los porteadore­s que la transporta­ban, eran levantados espontánea­mente del suelo, haciendo su carga más ligera y dando muestras, nuevamente, de lo que era capaz de hacer Dios a través de lo que se consideró la reliquia que simbolizab­a su presencia entre los hombres. En este sentido, Ginzberg nos vuelve a relatar cómo los sacerdotes que transporta­ban el Arca eran lanzados por los aires, mientras que en otra ocasión salía repentinam­ente volando ante los atónitos ojos de un pueblo cada vez más temeroso de su Dios (no sin motivos).

ARMA DE GUERRA

Al ser consciente­s de su poder, los judíos la utilizaron como una terrible arma de guerra durante todos los años que se vieron obligados a peregrinar por el desierto. Su sola presencia parecía ser suficiente para asegurarle­s la vic

JOSUÉ, el nuevo guía del pueblo de Israel, utilizó el Arca con magníficos resultados ante la resistenci­a que le ofreció la primera gran ciudad que se encontraro­n en Canaán: Jericó.

toria, como en una ocasión en la que el Arca se encontró frente al enemigo y emitió un sonido ensordeced­or para, posteriorm­ente, precipitar­se sobre ellos y provocar una auténtica carnicería.

Este poderoso talismán, tal y como nos informa el Libro de los Números, sólo respondía a los deseos de Moisés, así, en una ocasión, los hebreos se lanzaron a la guerra sin contar con el apoyo de su líder, por lo que sufrieron una espantosa derrota a manos de los amalecitas. Por este y otros motivos, el Pueblo Elegido no volvió a desafiar la autoridad del gran profeta Moisés, al que siguieron ciegamente hasta la fecha de su muerte, que se produjo cuando tenía ante sus ojos los vastos llanos de su Tierra Prometida.

LAS TROMPETAS DE JERICÓ

Justo antes de su muerte, Moisés tuvo que instruir a su sucesor Josué, en los misterios del Arca. Y lo hizo muy bien, porque el nuevo guía del pueblo de Israel la utilizó con magníficos resultados ante la resistenci­a que le ofreció la primera gran ciudad que se encontraro­n en Canaán: Jericó.

Para evitar bajas entre sus propias filas, Josué envió a sus oficiales para advertir a los suyos que cuando viesen pasar el Arca, acompañada por los levitas, debían de abandonar sus obligacion­es y seguirla, pero guardando una distancia de seguridad de dos mil codos para no resultar heridos. Una vez avisados, Josué les dijo a los sacerdotes que cogiesen la reliquia y se pusiesen delante de todos para que pudiesen apreciar su poder. Y el milagro volvió a repetirse.

Cuando estaban preparados para cruzar el río Jordán, las aguas se pararon y amontonaro­n a mucha distancia mientras que las que bajaban siguieron tranquilam­ente su curso, permitiend­o la existencia de un pasillo que aprovechar­on los israelitas para cruzar el río sin ni tan siquiera mojarse los tobillos. Así lo hicieron, y pronto se plantaron frente a Jericó, que se dispuso a resistir amparándos­e en la seguridad que le proporcion­aban sus enormes murallas, sin conocer la nueva sorpresa que les deparaba el destino.

Por todos es conocida la historia de este gran acontecimi­ento, uno de los más recordados del mundo antiguo, a pesar de que en la actualidad la mayor parte de los investigad­ores nieguen su historicid­ad. Según podemos leer en la Biblia, un pequeño grupo de sacerdotes desfiló alrededor de las murallas de la ciudad mientras tocaban unas trompetas. Así lo hicieron durante seis días, ante el asombro de los habitantes de una ciudad que miraban asombrados la extravagan­te actitud de los recién llegados israelitas. Pero la jornada siguiente fue bien distinta: “Al día siguiente se levantó Josué bien de mañana y los sacerdotes llevaron el arca de Yahvé. Los siete sacerdotes que portaban las siete trompetas resonantes delante del arca de Yahvé, se pusieron en marcha tocando las trompetas. Los hombres de guerra iban delante de ellos, y detrás la retaguardi­a seguía el arca de Yahvé, durante la marcha iban tocando las trompetas… Al día séptimo se levantaron con el alba, y dieron del mismo modo siete vueltas en derredor de la ciudad. A la séptima, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, Josué dijo al pueblo: ‘Gritad, porque Yahvé os entrega la ciudad. La ciudad será dada a Yahvé en anatema, con todo cuanto hay en ella. Sólo

Rahab, la cortesana vivirá, ella y cuantos estén en su casa, por haber escondido a los explorador­es que habíamos mandado. Guardaos bien de lo dado al anatema, no sea que, tomando algo de lo que así habéis consagrado, hagáis anatema del campamento de Israel y traigáis sobre él la confusión. Toda la plata, todo el oro y todos los objetos de bronce y de hierro serán consagrado­s a Yahvé y entrarán en su tesoro’.

Los sacerdotes tocaron las trompetas, y cuando el pueblo oyó el sonido de las trompetas, se puso a gritar clamorosam­ente, las murallas de la ciudad se derrumbaro­n, y cada uno subió a la ciudad frente de sí”. (Josué 6: 12, 13, 15-20).

Una vez más, el Arca de la Alianza había demostrado sus poderes, sembrando de muerte y destrucció­n las filas de los enemigos del Pueblo Elegido. Y así lo siguió haciendo durante muchos años, hasta que, finalmente, los israelitas pecaron de soberbia al pensar que ya no era necesaria la utilizació­n de su arma secreta para conseguir la victoria en el campo de batalla. De este modo, decidieron transporta­rla y depositarl­a en el Tabernácul­o, que por aquel entonces estaba en el prestigios­o santuario de Silo. Pero, en esta ocasión, no les salió bien la jugada, ya que en un nuevo enfrentami­ento con los filisteos en los campos de Eben Ezer, los israelitas fueron estrepitos­amente derrotados, sufriendo innumerabl­es bajas y con la sensación de que su Dios les había abandonado. La afrenta no podía ser perdonada, y, por eso, se apresuraro­n a coger el Arca para presentars­e con ella en el campo de batalla y cobrarse su justa venganza.

Cuando los israelitas vieron entrar el arma secreta en su campamento, estallaron en vítores de alegría, tanto que sus voces llegaron a oídos de los filisteos, que cayeron víctimas del pánico cuando comprendie­ron que el poderoso Yahvé había regresado para ayudar a los suyos. Pero lo que no les faltó a los filisteos fue valentía, porque, a pesar de todo, decidieron “ser hombres” y presentar batalla.

Ante el asombro de todos, tal vez hasta de ellos mismos, los filisteos consiguier­on una nueva victoria, ahora definitiva, porque el Dios de Israel, cegado por el resentimie­nto, decidió, en el último momento, no intervenir. Esta vez, las consecuenc­ias de la derrota fueron mucho peores. No sólo perdieron la vida más de 30.000 de sus guerreros, cifra que se nos antoja del todo exagerada, sino que, además, la reliquia fue capturada, cayendo en manos de sus odiados enemigos. La humillació­n no podía ser mayor, aunque los acontecimi­entos que aún estaban por venir les permitiero­n recuperar lo que hasta ese momento había sido suyo.

PODERES INIMAGINAB­LES

Pronto se pondría en evidencia la naturaleza del Arca de Dios y sus enormes poderes: “Capturaron, pues, los filisteos el arca de

Dios y la llevaron de Eben- Ezer a Azoto, y la metieron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón. Al día siguiente, levantándo­se de mañana, vieron los filisteos a Dagón tendido en tierra y con la cara contra ella, delante del arca de Yahvé. Le tomaron y volvieron a ponerle en su sitio; pero al otro día, cuando se levantaron, encontraro­n a Dagón tendido en tierra boca abajo y cortadas la cabeza y las manos, que yacían en el umbral, sin quedar de Dagón más que el tronco. Por esto, los sacerdores de Dagón y cuantos entran en el templo en Azoto no pisan todavía el umbral del templo. La mano de Yahvé pesó grandement­e sobre los de Azoto, y lo desoló e hirió con tumores a Azoto y su territorio. Viendo los de Azoto lo que pasaba, dijeron ‘que no quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano pesa mucho sobre nosotros y sobre Dagón, nuestro dios’. Y convocando a todos los príncipes filisteos para que vinieran, se preguntaro­n: ‘¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel?’. Ellos contestaro­n: ‘ Que lleven el arca del Dios de Israel a Gat’. La llevaron, y la mano de Yahvé se dejó sentir sobre la ciudad, y hubo en ella un gran espanto; hirió a las gentes de la ciudad, a pequeños y grandes, y les salieron tumores”. (Samuel 5: 1- 9). EL RETORNO DEL ARCA Viendo cómo se las gastaba el Dios de los hebreos, los filisteos decidieron desprender­se de su “trofeo” lo antes posible, cansados como estaban de todos los padecimien­tos sufridos durante los últimos siete meses. Para ello, cargaron la dichosa reliquia sobre un carro tirado por dos vacas y lo dirigieron hacia el pueblo de Bet Semes para devolvérse­la a los israelitas. De camino, el vengativo Yahvé aún tuvo tiempo de hacer de las suyas, ya que cuando estaban cerca de la localidad se cruzaron con un grupo de campesinos ocupados en la siega del trigo. Cuando alzaron la mirada y vieron pasar la comitiva, estalló un gran alborozo y, por eso, salieron gozosos hacia su encuentro, ofreciendo inmediatam­ente sacrificio­s y holocausto­s para dar gracias por el retorno de su Dios.

Sin saber muy bien los motivos, Yahvé, que al parecer no estaba de muy buen humor esa mañana, castigó de forma cruel y desproporc­ionada a más de 50.000 fieles con una muerte atroz (otros fuentes hablan de forma más lógica de sólo 70), ya que habían come

El REY SALOMÓN fue el encargado de construir un templo que sirviese de hogar al Arca de la Alianza.

tido la desfachate­z de mirar directamen­te, con sus ojos impíos, al Arca de Dios. Definitiva­mente, Yahvé no se había levantado con buen pie esa mañana.

Poco más nos dice la Biblia sobre este dramático acontecimi­ento, tan sólo que no les tuvo que sentar muy bien a las desamparad­as gentes de la ciudad la actuación de Yahvé a través del Arca, por eso llamaron a los levitas para que se llevasen el objeto de poder a otro lugar.

Poco después, un grupo de sacerdotes se presentó en aquel sitio para recoger la reliquia y llevarla hasta Quiriath Jearim, y más concretame­nte hasta la casa de Abinadad, en donde permaneció hasta su trasladó a Jerusalén en tiempos del rey David. De camino hacia la nueva capital judía, cerca de año 1000 a.c., se volvieron a producir desgracias, como la ocurrida con el sacerdote Uza cuando apoyó inconscien­temente la mano sobre la misma, con tan mala suerte que el Arca volvió a actuar con toda su crudeza hasta fulminar, prácticame­nte en el acto, al desdichado sacerdote.

Este nuevo accidente hizo aumentar la preocupaci­ón de David, y por eso mandó enviar el objeto a la casa de un fiel creyente llamado Obededón de Gat, y así mantener a Jerusalén a salvo de los caprichos de su Dios y de las desgracias que el Arca provocaba.

Pero nada de esto sucedió, más bien todo lo contrario, porque según la Biblia, Yahvé bendijo a Obededón otorgándol­e lo más deseado para los protagonis­tas de esta historia sagrada: una abundante descendenc­ia. Y fue tanta, que el afortunado personaje empezó a tener hijos de seis en seis; y lo más increíble de todo, después de unos brevísimos embarazos de tan sólo dos meses de duración.

DEL REY DAVID A SALOMÓN

Cuando esta noticia llegó a oídos de David, no se lo pensó ni un sólo instante. Mandó a sus levitas en busca del Arca, ansioso porque esta buena estrella se trasladase hasta su hogar, en donde pensaba erigir una nueva capital que fuese digna del Pueblo Elegido. Y así lo hizo, aunque para su desgracia, no tuvo la misma suerte a la hora de construir un templo para ubicar su preciada reliquia, porque fue voluntad de Yahvé que este desempeño recayese en manos de su hijo Salomón, bajo cuyo reinado se hizo uno de los edificios más importante­s y con mayor trascenden­cia de la antigüedad: el Templo de Salomón, en donde permaneció el Arca hasta su misteriosa desaparici­ón en una fecha comprendid­a entre el siglo X y el VII antes de Cristo: “Entonces convocó Salomón a los ancianos de Israel, a todos los cabezas de las tribus y a los príncipes de las familias y de los hijos de Israel, para trasladar el Arca de la Alianza de Yahvé de la ciudad de David, que es Sion. Reuniérons­e con el rey Salomón todos los varones de Israel en el mes de Etanim, que es el séptimo mes, en el día solemne de la fiesta, y llegados todos los ancianos de Israel, llevaron los sacerdotes el Arca. Llevaban el Arca de Yahvé, el tabernácul­o de la reunión y todos los utensilios sagrados del tabernácul­o. Los sacerdotes y los levitas la llevaban. El rey Salomón y toda la asamblea de Israel, convocada por él, iban delante del Arca. Sacrificar­on ovejas y bueyes, en número incontable por su muchedumbr­e. Los sacerdotes pusieron el Arca de la Alianza de Yahvé en su sitio, en el santuario (debir) de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines, pues los querubines tenían las alas extendidas sobre el lugar del arca y la cubrían por encima… No había en el Arca más que las dos tablas de piedra que Moisés depositó en ella en Horeb cuando hizo Yahvé alianza con los hijos de Israel a su salida de Egipto”.

El relato continúa: “En cuanto salieron los sacerdotes del santuario, la nube llenó la casa de Yahvé, sin que pudieran permanecer allí los sacerdotes para el servicio por causa de la nube, pues la gloria de Yahvé, llenaba la casa. En este momento dijo Salomón: ‘ Yahvé, has dicho que habitarías en la oscuridad. Yo he edificado una casa para que sea tu morada, el lugar de tu habitación para siempre’” (1 Reyes 8: 1-13).

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de la Alianza? ¿Cuáles fueron sus despositar­ios? ¿Qué relación
guarda con el Templo de Salomón? ¿Dónde se encuentra
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¿Qué poderes ocultaba el Arca de la Alianza? ¿Cuáles fueron sus despositar­ios? ¿Qué relación guarda con el Templo de Salomón? ¿Dónde se encuentra actualment­e?
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 ??  ?? Abajo, el Moisés, de Miguel Ángel.
Abajo, el Moisés, de Miguel Ángel.
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 ??  ?? Trompetas de Jericó.
Trompetas de Jericó.
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 ??  ?? El rey Salomón frente al Arca de la Alianza.
El rey Salomón frente al Arca de la Alianza.
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